-- -- -- Sol-Naciente: 2010

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Capítulo 26.- PLANES DE FUGA (1ª Parte)

El que Nicolás hubiera intentado llevársela le había provocado a Ish unas cuantas heridas superficiales, que curaron enseguida, y un hombro desencajado. Pero enterarse de lo que había pasado en el pueblo la había sumido de nuevo en ese trance desolado y solitario.

No quiso terminar de escuchar la propuesta de Eleazar en la que explicaba que lo más seguro era convertirla del todo, pues en ese caso lo más probable es que entonces careciera de interés para Aro. Ella se negaba rotundamente a ser como nosotros.

La opción de reclamarla como nuestra era demasiado endeble. Si, como calculaba Carlisle, aún le quedaban unas cuantas mordidas para transformarse, era tan simple como que la guardia de Aro la acechase hasta superar las nuestras. De momento, dispondríamos de un mínimo margen de tiempo hasta que los Vulturi volvieran a mandarnos un mensaje, pero eso exactamente ¿cuanto sería? ¿Dos días?, ¿tal vez una semana? Divagaron sobre distintas posibilidades, pero enseguida se desmoronaban.

- ¿Jasper? – preguntó Carlisle con el gesto serio.

- No, creo que eso tampoco funcionaría. En el momento en que esté con uno de nosotros, podrían localizarla – contestó desde el otro lado de la mesa apretando los dientes.

- Estoy bien – le dijo a Seth levantándose de la silla, pero su voz débil y destemplada indicaba lo contrario. Bordeó la mesa hasta salir de la estancia y fue directamente a la entrada de la casa. Me levanté detrás de ella y le indiqué al quileute que me dejara ir a mí.

La encontré en el porche mientras cruzaba los brazos, intentando mantener el calor dentro de su sudadera. Miraba cómo caían lentamente los copos que hacía horas cubrían todo de un inmaculado manto blanco.

- ¡Ey! – exclamé para que no se asustara al no poder sentirme llegar.

- Bella – inclinó la cabeza para saludarme.

-Sé que parece complicado -comenté, intentando imprimirle a mi voz un tono relajado –, pero te asombraría saber lo que son capaces de lograr. ¿Conseguiste ver algo? – le pregunté intentando iniciar una conversación.

- Básicamente me vi a mí – dijo en tono cansado -, antes de comenzar todo esto; luego le vi morderme – hizo una pausa y de manera involuntaria se pasó la mano por la base del cuello –. Después simplemente vislumbré nuestra huída y entonces ya no me vi – su voz se fue apagando hasta ser un susurro.

- ¿A qué ha venido lo que te dijo?- yo nunca me comportaba como una cotilla, sabía que ella me lo contaría cuando estuviese preparada pero es que tenía la clara sensación que había más, mucho más.

Se llevó la mano a la boca y dudó con sus dedos, cogiéndose de forma brusca el labio inferior y entonces metió en pulgar y el corazón en la boca. Tomó aire y lanzó un potente silbido que provocó un eco lejano.

- Me dijo muchas tonterías, pero creo que, si queremos tener más alternativas, deberíamos escucharle – se dio media vuelta y caminó unos cuantos pasos hacia la entrada y allí esperó a que la siguiera.

Edward me miró atónito cuando crucé el umbral.

- Viene Nicolás – anuncié confundida.



El plan de Nicolás era básicamente llevarse a Ish con él. Gracias al don de ambos, podrían esconderse sin ningún problema. El asunto era que a ninguno de nosotros nos gustaba eso pero él tampoco parecía dispuesto a perderla para siempre.

- La única solución es que haya confianza entre las dos partes – terció Carlisle.

Esme puso las manos encima de los dedos inquietos de Emmett, que dejó de producir aquel ruidito molesto contra la mesa.

- ¿Estarías dispuesto a eso? – dijo Edward mientras le miraba con expresión especulativa.

- Me estáis pidiendo que vaya con las manos vacías ante Aro sin tener luego la certeza de que me desvelaréis su paradero – afirmó con un tono duro.

- Sólo tendrías que dejarle ver una versión de los acontecimientos donde la vuelves a perder. Ella ya se ha escapado anteriormente de ti y de Demetri- le explicó Edward mientras se colocaba detrás de mi silla -. Es algo plausible.

- Cierto. Pero eso, ¿cuánto tiempo os otorgaría hasta que os enviaran otro amable grupo de visita?

Se me erizó el cabello de la nuca y noté la mano de Edward en mi hombro para confortarme.

- ¿A dónde la llevarías si huyeses con ella? – pronunció Jasper entornando los ojos.

- Muy buena, hermano – le animó desde mi espalda con una voz repentinamente esperanzada.

- Permíteme que no te confíe ese secreto en voz alta – dijo centrándose en los ojos de Jasper.

- ¿Qué has pensado, hijo?

- Que nosotros nunca retenemos a alguien en contra de su voluntad – le contestó Jasper.

Alice se aproximó hasta él y le abrazó fuertemente con una perfecta sonrisa en sus labios.

- En este punto, sería adecuado saber cuánto estarías dispuesto a dar para protegerla – la voz de Edward adquirió intensidad.

Nicolás clavó sus ojos fijamente en Ish, que se revolvió inquieta en la silla y me incorporé un poco para bloquear su visión.

- Bien. Lo que ha pensado mi hermano es que emprendas ese viaje marcando un rastro falso. No estaría de más si decidieras enviarle una notificación a Aro haciéndole saber tu éxito en la misión.

- ¿E Ishtar? – siseó y la dulzura nostálgica con que solía pronunciar su nombre se tiñó de una profunda desesperanza que yo no esperaba. Ya no se molestaba en mantener esa máscara de inquebrantable serenidad.

- Es posible que ella desee marcharse una temporada de vacaciones – sugirió Edward.

- Sin ningún Cullen – apuntilló Jasper.

El pecho de Seth se hinchó y percibí cómo se movía nervioso.

- Genial – dijo sacando todo el aire de un golpe con un claro tono de felicidad.

- ¿Eleazar? – preguntó Carlisle y en su voz no podía ocultarse un matiz algo esperanzado.

- Ciertamente si ella decidiera marcharse, no incumpliríamos nada – contestó el vampiro en tono pensativo.

Mi cuerpo se desmoronó a la misma velocidad que mi mente. De repente todo se relajó y mi risa salió desde dentro de mí. Si se marchaba con un licántropo, Demetri jamás podría seguirla.

Me giré para mirarla, su gesto se frunció haciendo una mueca que no terminaba de ser ni una sonrisa ni un puchero. La abracé y noté cómo su pecho se convulsionaba por la emoción. La tensión contenida dio paso a la alegría y según íbamos siendo conscientes de que por fin habíamos hallado el modo de salir airosos de aquello, se sucedieron los gritos y la algarabía.

- ¡Cachorro, me parece que te has ganado unas largas vacaciones! – le dijo Emmett dándole un par de golpes en la espalda que hubieran tirado a cualquiera.

El chico asintió incapaz de contener una sonrisa que le iluminaba toda la cara.

Me fijé en Nicolás, apretaba fuertemente la mandíbula, observando la escena, viendo cómo se sucedían los abrazos a Ish y cómo ésta se demoraba especialmente entre los de Esme y Carlisle. Cuando se percató de que le observaba, me saludó con una inclinación leve de su cabeza y se deslizó fuera de la habitación.

- Sólo una cosa más – interrumpió Eleazar con el gesto aún un poco duro –. Si va a huir, creo que lo más conveniente sería…- miró fijamente a Carlisle y añadió – que lo hiciera como una neófita.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Capítulo 25.- EL RAPTO (2ª y última parte)

Sospechaba que Nicolás era un vampiro bastante antiguo por lo que evidentemente sabría luchar. Recordé todos los consejos que había escuchado hasta entonces. Estudié sus flancos. Sabía que intentaría zigzaguearme para pasarme, pero era un iluso si pensaba que no iba reaccionar. Esme se acercó por mi izquierda y su cara adquirió una mueca agresiva que no recordaba haber visto nunca antes. Gruñó y mostró sus dientes, agazapándose.

- No he venido a luchar- su tono ahora sonaba frío y distante.

- Tendrás que pasar por encima de nosotras si piensas tocarla – le advertí entre dientes.

Nicolás nos observó por medio segundo antes de volver a fijar la vista en su objetivo. Inclinó su cuerpo ligeramente hacia delante e hizo un amago de ir hacia la derecha. Mi cuerpo se adecuó a su movimiento y reequilibré mi peso. Nos estaba estudiando.

Hizo un par de nuevos movimientos sin llegar a desplazarse. Percibí un agudo bufido a mi espalda y por un instante me imaginé a mi hija colocada en la misma posición defensiva que nosotras.

Entonces, Nicolás aprovechó mi distracción y saltó hacia mi derecha. Me moví lo justo para bloquearle el paso, pero volvió a colocarse en el mismo lugar que antes. Se movía mucho más rápido que nosotras. Esme intentó embestirle pero éste la esquivó. Retrocedí un par de pasos y esperé, por si volvía a desplazarse. Pero en el siguiente envite de ella, Nicolás la asió con fuerza del brazo y la lanzó al otro lado de la estancia. Esme dio un rápido giro en el aire, cayendo de pie, y se apresuró a volver a mi lado, cubriendo el flanco izquierdo.
Rugí mientras me tiraba a por él, notando cómo Esme me seguía. Salté el último metro que nos separaba mientras él encaraba el otro ataque. Coloqué mis manos en su hombro y en la mandíbula esperando que mi empuje le desequilibrara, pero se mantuvo en pie. Desgarraría su piel con mis dientes y retrocedería, todo en el mismo segundo. Me incliné hacia delante y apreté con fuerza, clavándole mis uñas en su pétrea piel pero, antes de que mis dientes le alcanzaran, levantó su brazo haciendo un movimiento envolvente que me obligó a soltarle. Me asió del antebrazo y tiró de mí, alejándonos. Pero antes de salir proyectada afiancé mi agarre, apoyando mis pies en sus costillas. Tiré con toda las fuerzas y noté cómo se desgarraban debajo de su piel algunos músculos. Me dio un golpe seco con la mano libre en los tobillos y antes de caer al suelo, me sujetó y empujó hacia atrás.

Aquel vampiro no se entregaba a la lucha. Podía haberme destrozado si lo hubiese deseado, pero sólo se había defendido, intentando causarme el menor daño posible.

Esme y él estaban enzarzados en rápidos movimientos de ataque cuando arremetí de nuevo. Le ataqué por uno de los laterales, pero simplemente me esquivó, deshaciéndose al mismo tiempo de la otra embestida. Mi cuerpo golpeó una de las paredes que crujió por el choque. Ya nada le cortaba el paso hasta Ish y Nessie, que estaba de pie mostrando sus dientes.
Mi mente se nubló y mi visión se tiñó de rojo. Arremetí de nuevo, rugiendo con fuerza pero de nuevo se zafó. Mi ser entero ardía de ira. No teníamos nada que hacer contra él. Éramos, con toda seguridad, los dos vampiros menos cualificados para la lucha de toda la familia.
Bramé mientras proyectaba mi cuerpo hacia delante.

Él o nosotras.

Arremetería contra Nicolás mientras tuviera fuerzas para ello.

- ¡Basta! – chilló Ish interponiéndose entre Esme y Nicolás. Tenía el rostro desencajado por el miedo y nos miraba atónita. Entendí que lo único que había percibido eran los borrones que producían nuestros movimientos. Mi hija se colocó a su espalda mirando hostilmente a Nicolás.
Le dio la mano e Ish se envaró por un segundo.

- Está bien. Ve con mamá – la niña se tiró a mis brazos y la coloqué, como de costumbre, a mi espalda, dejándome las manos libres por si la lucha empezaba de nuevo.

- ¿Qué es lo que pretendes?

- Llevarte conmigo – el vampiro movía los ojos rápidamente de Esme a mí.

- ¿Por qué? – la respiración de Ish era violenta, intentando no llorar.

- Para… protegerte – su voz sonó débil y la miró por primera vez directamente a los ojos y en ellos reapareció aquel brillo nostálgico.

Nicolás se acercó y noté cómo el cuerpo de la decani se encogía entre ligeros temblores. Sus músculos estaban tensos y sus labios tiritaban mientras inhalaba y exhalaba con fuerza entre gimoteos. El vampiro levantó sus brazos para abrazarla, dubitativo, pero ella levantó el suyo para evitar el contacto y así, con la mano levantada, buscó la de él, quien enlazó sus dedos entre los de ella. Entonces sus ojos se desenfocaron de modo inmediato y su mandíbula se descolgó ligeramente.

¿Qué estaba ocurriendo?

Noté la calida manita de Nessie en mi cuello. Me mostraba una imagen de Charlie en esta misma casa y de Ish envuelta en unas mantas en el sofá. Aquello pertenecía al día en que mi padre vino buscando explicaciones a nuestra conducta el día de la fiesta. También él se quedó con esa expresión ausente por unos instantes.

Ish miraba entre sus recuerdos.

¿Estaba haciendo lo mismo con Nicolás? Pero, ¿cómo era aquello posible? Aro no podía. Entonces recordé a Eleazar explicándonos el modo en que murió Amilcar. “Un decani es capaz de bloquear el don de quien le ha mordido”. Ella estaba dentro de él.

Un fuerte estremecimiento recorrió el frágil cuerpo de Ish y sus mejillas se sonrojaron. Advertí un par de lágrimas caer por ellas cuando cerró los ojos con fuerza. Su cuerpo se dobló y abrió los ojos con violencia mirando al suelo mientras tomaba una gran bocanada de aire.

- Ven conmigo - me estremecí al oír el tono suplicante del vampiro.

Ella se incorporó y acercó su rostro al de él y por un instante me pareció que ella le recordaba.
Nicolás la rodeó con el brazo, quedando apenas a unos centímetros. Sus ojos centellearon mientras la observaba. Estudió sus facciones como quien mira la más bella obra de arte: su frente, sus mejillas ahora sonrosadas. Se detuvo al mirar sus labios.

- Éste es mi sitio. –susurró Ish

- No – le contestó alargando la vocal en un tono dulce-. Si te quedas aquí, ocurrirá lo mismo.

Entonces se obligó a dejar de observar sus labios y acercó su boca al oído y le susurró algunas frases en un volumen tan bajo que me pareció imposible que ella le pudiera estar oyendo. Ish se envaró de repente y buscó su rostro con los ojos completamente abiertos. Frunció el ceño por el desconcierto e intentó liberarse.

Nicolás apretó su abrazo y de modo instintivo me agaché preparada para saltar. Nessie se agarró con fuerza y escondió su cabeza a mi espalda.

Ish miró en mi dirección y alzó casi de manera imperceptible una ceja para desviar el iris hacia su izquierda.

<< ¿Qué?>> me mordí el labio para no pronunciar aquellas palabras. Esme se colocó a mi lado e imaginé que ella también habría visto aquella señal.

Ish volvió la cara de nuevo hacia él y éste entornó los ojos, buscando algo dentro de ella. Miró alrededor de la habitación y luego a través de la ventana. Sabía que estaba pensando en su huída, pero de nuevo su mirada se perdió. Apartó con fuerza la mano que estaba en contacto con la de Ish y volvió en sí.

- Déjame recordarte – insistió ella y, poniéndose de puntillas, acercó más sus rostros hasta que ambas frentes estuvieron en contacto. Él colocó su mano en la nuca y ella le imitó. El vampiro cerró momentáneamente los ojos mientras acariciaba lentamente la piel de su cuello. Al cabo de un instante ella le liberó de su ensueño y él volvió en sí.

- Tenemos que marcharnos - murmuró dulcemente Nicolás mientras la colocaba en un rápido movimiento entre sus brazos.

- Tarde – anunció ella con una voz fuerte y dura.

No vi a Emmett hasta que estuvo prácticamente encima de ellos. Les envistió entrando por la puerta principal igual que un tornado. Nicolás le esquivo por los pelos y tomó a Ish por la cintura, pegándola a su espalda. Lo siguiente que noté fueron las manos de Edward empujándome escaleras arriba.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 25.- EL RAPTO (1ª Parte)

Me daba la sensación de que el simple hecho de mantenerse en pie le debía estar costando un triunfo, pero entendí por qué no quería sentarse. Si lo hacía, irremediablemente caería en un profundo sueño. Cuando llegamos por la mañana el pobre muchacho yacía a medias en el sofá del salón con Ish encima; apenas había conseguido descansar más de dos horas.

Afortunadamente, habían comenzado las vacaciones de invierno y después de la ronda podría dormir durante toda la tarde.

- ¿Qué es lo que esperas?- le pregunté cuando se sobresaltó a sentirme entrar.

- Leah vendrá a buscarme – dijo con voz rasposa mientras se pasaba las manos por la cara para intentar despejarse.

Debajo de sus bonitos ojos color avellana unas marcadas ojeras le conferían un aspecto un tanto lánguido. De repente fui nuevamente consciente de sus cambios físicos. Sabía que su cumpleaños caía durante el primer trimestre del año. Haría diecisiete y podía pasar perfectamente por una hombre de veintitrés. De hecho, nadie diría que estaba tan lejos de Carlisle. Resultaba bastante atractivo, con sus exóticos rasgos nativos y su piel pura, tersa y del tono de la misma tierra de la reserva. Sus ojos parpadeaban pesados y se abrían forzados intentando enfocar con cada apertura.

Se apartó molesto de la pared y empezó a andar otra vez por la habitación, que recorría en un par de zancadas. Levantó los brazos y los movió alrededor de sus hombros, intentando desentumecerse.

¿Realmente esperaba a su hermana o quería ver una vez más a Ish antes de marcharse?

El grifo de la ducha se cerró y abrí la puerta lo justo para poder colarme dentro del baño. Una densa capa de vapor inundaba el ambiente. Ish se enrolló en la toalla y la ayudé con el pelo intentando tocarla lo mínimo. Me pareció bastante más animada o, al menos, calmada.
Seth seguía andando de un lado a otro cuando salimos. Se dirigió a ella y le dedico la más cálida de las sonrisas, al tiempo que la abrazaba.

<< Cuidad de ella>> articuló sin emitir sonido ni deshacer la sonrisa pero en sus ojos percibí un profundo pozo de angustia.

La volvió a mirar y aquel agujero de sus pupilas se llenó de ella, de su luz, de su boca, su nariz, de sus ojos. Y ya no volví a mirar a Seth como un muchacho, pues en realidad no era mucho más joven que Edward cuando se convirtió.

- Ve tranquilo – le contesté intentando devolverle una sonrisa igual de acogedora.

Permanecimos más de una hora charlando las dos a solas. Me parecía genial poder estar entreteniéndola con nuestras conversaciones, así el tiempo pasaría más rápido y no le daríamos vueltas a la cabeza a ninguno de nuestros temores.

Lo cierto es que con ella el diálogo era natural y sencillo. Salía de una manera fluida y espontánea. Siempre charlábamos de cosas actuales. Solía preguntarme sobre dónde o con quién salía en mi vida humana, qué me gustaba del instituto, qué no y ese tipo de cosas. Con Edward hablaba de música y con Emmett de deportes. Alice y Rosalie la ponían al día en cuestiones de moda o cine. Tenía la sensación de que intentaba recopilar toda la información posible para atesorarla como recuerdos propios a fin de llenar todos los vacíos que le había dejado su amnesia.

Miré el reloj. Era algo más tarde de las dos. "Hora de comer para los humanos", bromeé para mí.

- ¿Bajamos a la cocina o prefieres comer aquí?

-No, creo que me vendrá bien estirar un poco las piernas – bajó de la cama con un salto grácil sin emitir el más leve sonido cuando sus pies tocaron el suelo.

De la cocina llegaba el olor de la pasta al cocer. Diferencié también el aroma de la albahaca, aceitunas negras, tomate y un poco de ajo.

- Hola, Esme –dijo besándola, quien le sonrió en respuesta.

- ¿Tienes hambre?- le preguntó.

- Lo cierto es que un poco.

- Eso es estupendo.

Se levantó un palmo las mangas de la sudadera para lavarse las manos. Colgada de su muñeca izquierda, estaba una preciosa versión de la pulsera que Jacob nos había regalado a mi hija y a mí. Un pequeño lobo de perfil tallado en madera.

- Me la regaló Seth – me explicó al verme observarla.

- Imagino.

- Nessie y tú también tenéis una – apuntó sorprendida por mi escueta respuesta. Entendí que no era consciente del significado de aquel obsequio.

- Es muy bonita – musité.

A mi mente vino el lugar exacto en donde guardaba aquella pulsera. La mía no sólo tenía aquel bonito lobo, sino que también pendía de ella un maravilloso corazón de cristal. Eso vendría conmigo cuando nos fuéramos de allí.

Empezaba a comer pausadamente mientras Esme le explicaba la receta, cuando sonó el teléfono. Era una llamada para Carlisle. Me arrepentí de no haber prestado atención a la conversación, pues, después de colgar, se produjeron una consecución de rápidos siseos y movimientos a los que afortunadamente Ish estaba siendo ajena. Su sentido del oído, aún demasiado humano, no le permitía percibir la agitación de la habitación contigua.

Me levanté de modo casual mientras Esme seguía explicándole cómo hacer la salsa.

Cuando entré en el salón, los rostros se giraron hacia mí y en menos de medio segundo vi el abismo en cada uno de ellos. Algo ocurría, algo realmente malo.

- Ha habido un ataque esta mañana – me dijo Carlisle y noté cómo la culpa teñía sus palabras.

- ¿Quién? – esta palabra desgarró mi garganta. Me agarré el pecho por miedo a que se abriera de tal modo que no pudiera volver a cerrarse jamás. Sus ojos me decían que ese vampiro había matado a alguien que yo conocía y mis ojos se llenaron de ponzoña, sin poder llorar.
En menos de lo que tardé en inhalar aire, por mi mente pasaron decenas de caras. Mi padre, Jacob, Sue, los chicos - Dios Santo, Seth estaba tan cansado… no debería haber ido-, el resto de los licántropos y después todos los humanos, Ángela, Eric, Jessica, Mike…

Edward me rodeó entre sus brazos. Sería lo único que mantendría mi pecho unido si yo no era capaz de sujetarlo.

- Tranquila, no ha sido ninguno de tus amigos- me susurró mientras apoyaba su barbilla en mi cabeza.

Exhalé el aire que había tomado, sacando así todas esas caras de mi mente. Noté el cuerpo de Alice abrazarme también y me giré un poco para poder mirarla.

- El señor Newton – me dijo.

Un montón de imágenes borrosas de cuando trabajaba allí vinieron a mi mente. No era un hombre mucho mayor que Charlie, a lo sumo, cinco años. Siempre había sido muy agradable conmigo. Luego pensé en Mike y la señora Newton. Estarían destrozados.

- Fue de guía a una de las excursiones que organizaba su hijo y se encontraron con Xavier y Richard, el vampiro que fue a vuestra cabaña.

- ¿Los han cogido?- pregunté y mi voz salió acerada.

- Aún no.

– Chicos, he de ir al hospital – contestó Carlisle.





Pasamos la tarde intentando ocultarle a Ish lo que había pasado. Los dos grupos de licántropos se preparaban para la caza y Jasper, Emmett y Edward se habían ofrecido a ayudarlos. Alice sabía que su don podría ayudar a sitiar a aquellos asesinos, pero no quería romper la promesa que le había hecho a Ish, así que salió junto con Rosalie de la casa detrás de los chicos.
Ish escuchaba pacientemente las canciones que mi hija iba eligiendo en el reproductor que le habíamos regalado las pasadas navidades. Le iba haciendo muecas para indicarle si le gustaban o no. Esme permanecía al lado del gran ventanal del salón, esperando la llegada del resto de la familia. Mi mente fluctuaba entre fugaces imágenes de la expedición, evocando aquel vampiro rubio acompañado de otro aún más inquietante, mientras eran acechados por las manadas y los chicos, y de otro lado, las escenas de dolor que deberían estar viviéndose en casa de los Newton.

Entonces Ish abrió los ojos de un modo desmesurado mientras dejaba caer su mandíbula y levantaba la vista lentamente hacia el techo de la habitación. Sus ojos se movieron frenéticos de un lado a otro y se anegaron de lágrimas.

- ¿Qué pasa, Ish?- le dije mientras recorría la corta distancia que nos separaba.

- Arriba – tartamudeó.

Ni siquiera tuve tiempo para pensar. Nada más girarme, vi cómo a los pies de las escaleras nos miraba Nicolás y, esta vez, en su gesto no había paz. Sus ojos flameaban clavados en la temblorosa y aterrorizada silueta de Ish.

Me agazapé y rugí con toda la fuerza que me salió del pecho, notando cómo mis músculos contestaban a mi furia, envarándose, alertas. Mis labios se contrajeron y abrí mi boca, enseñando los dientes mientras se llenaba de ponzoña. Mi mente se colapsó con instintos de lucha. Me interpuse entre aquel vampiro y el latido que indicaba donde estaba mi hija y, por lo tanto, también Ish. Amoldé mi cuerpo a una postura más defensiva y doblé las rodillas, repartiendo el peso por igual en ambos pies.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Capítulo 24.- NICOLÁS (2ª y última parte)

- Sí – afirmó dirigiendo otra fugaz mirada a las escaleras.

Me obligué a recordar mi estado de ánimo antes de bajar y las promesas que había formulado. Una a Ish, de que no tendría que ir con él, por lo menos de momento, y otra a mí misma, de que averiguaría el porqué de la reacción de la muchacha.

Me coloqué despacio en la línea que marcaría su trayectoria si decidía intentar subir.

- ¿Qué paso?- preguntó Rosalie con voz desafiante.

- Estando allí llegaron tres vampiros que Demetri había enviado buscándonos a ambos y le permitieron a Aro “ver” la visita que os hicieron. Cuando tocó a uno de ellos pudo ver a Ishtar. Yo me ofrecí voluntario para venir a buscarla.

- Si os fue tan bien mientras estuvisteis juntos, ¿por qué te teme? – pregunté irritada de nuevo.

Meneó la cabeza levemente mientras en su ceño aparecía un pequeño surco que le dio un aspecto angustiado por una milésima de segundo.

- Eso es algo que desconozco – su gesto volvió a recomponerse con la misma rapidez de siempre.

- Espero que entiendas que Ish ahora está integrada completamente en nuestra familia y que nos cuesta pensar en que pudiera abandonarnos. Te agradezco que compartas con nosotros esa información pero no vamos a cambiar de opinión. Nos pondremos en contacto con Aro e intentaremos arreglar esto de un modo justo para ambas partes. Pero en lo que a ti se refiere, me temo que no puedo ayudarte ni atender tus peticiones.

- Me temo que no he conseguido expresar de un modo claro cuán peligroso es el asunto.

- No te preocupes, estoy seguro de que lo hemos captado perfectamente - dijo Edward entre dientes.

Se marchó sin pronunciar nada más. Cuando subí, Ish estaba en el mismo ataque de nervios en que la había dejado. Tuve la sensación de que se relajó un poco cuando le contamos, muy por encima, la conversación. Estaba segura de no recordarle a pesar de la angustia que le producía sentirle cerca.



Intenté analizar las cosas con más calma cuando estuvimos Edward y yo en la cabaña. Nuestra hija dormía plácidamente en su cuarto mientras procuraba seguir las explicaciones de mi marido.

- Es como si pudiera manejar dos consciencias distintas y yo sólo tuviera acceso a la más superficial, mientras que en la otra, la que no leo, tiene los verdaderos pensamientos. De Nicolás, yo sólo soy capaz de recibir sus respuestas inmediatas a estímulos externos. ¿Cómo podría explicártelo? – me dijo mientras se revolvía en la cama y se colocaba frente a mí de rodillas -. ¿Recuerdas la leyenda de Taha Aki, el primer jefe quileute que compartió su alma con el cuerpo del lobo?

Recordaba vagamente aquella leyenda que había escuchado de boca de Billy una tarde en La Push.

- El guerrero perdió su cuerpo cuando otro indio lo invadió con su alma y un gran lobo le permitió al jefe indio compartir el suyo para poder avisar a su gente.

>> Pues es como si yo tuviera acceso a la consciencia del lobo, mientras que los pensamientos importantes quedaran bajo esa coraza que le proporciona su talento.

>>Imagino que con Aro debe de hacer algo parecido. Sólo tendrá acceso a un tipo de recuerdos que no resulten peligrosos para Nicolás.
Espero que Eleazar llegue a tiempo para verle. Creo que nunca había encontrado un vampiro que hubiera ejercitado hasta tal extremo su habilidad. No sólo es capaz de pasar inadvertido para los sentidos más aguzados, sino que parece tener la misma pericia para nuestros dones - se sentó a mi lado y miré en sus profundos ojos del color de la obsidiana, sin dejar de repasar cada centímetro de su perfecto e imperturbable rostro. Unas facciones que se habían mantenido inmutables en el último siglo, unos ojos y unos labios que habían estado esperando por mí durante todo ese tiempo.

Captó mi sentido de ánimo y estudió mis pupilas en un intento de saber a qué se debía ese cambio.

- Hubo un momento – comencé al ver que se impacientaba –, mientras Nicolás hablaba, en que tú y Jasper os pusisteis tensos. ¿Por qué?

- Nos permitió pasar. Bajó la guardia. O eso nos hizo creer. Creo que pretendía hacernos saber que hablaba en serio.

- ¿Entonces piensas que ella estaría a salvo con él? – pregunté y noté cómo el estómago se encogía un poco dentro de mí.

- Ella no lo cree.

- Pero me gustaría saber qué piensas tú - insistí.

- Pienso que sus intenciones no son malas, pero también sabemos que la perdió dos veces – encogió los hombros y me besó dulcemente en los labios mientras enmarcaba mi rostro entre sus manos –. Lo que está claro es que no se la llevará.

- ¿Qué pasará con Aro? – dije empujando ligeramente su pecho hacia atrás, separándonos un poco.

- Aunque te pueda resultar difícil de creer, la situación no es tan complicada como parece. Al parecer, los decani se rigen por unas reglas que los propios Vulturi implantaron en su día y que establecen que, en caso de ser mordida por grupos distintos, pertenece a aquellos que superan el número de mordidas.

- ¿En serio?- no pude evitar quedarme con la boca abierta.

- Cuando se dictaron estas reglas los decani eran el equivalente a un esclavo. No se les presupone la posibilidad de elección.

Eso significaba que, si se contaba la mordida de Eleazar como una de nuestro clan, estábamos empate. ¿Confiaba Edward en que, en caso necesario, contaríamos con la de Nicolás de nuestro lado?

No tuve tiempo de seguir preguntando. Edward comenzó a besarme de nuevo y esta vez no separé nuestros cuerpos, que se buscaban en la débil oscuridad de nuestra habitación. Relajé mis músculos y apoyé mi espalda en la cama. Noté cómo colocaba su cuerpo sobre el mío y le abracé con mis piernas mientras enredaba mis dedos entre su precioso cabello. Sentí cómo sus manos acariciaban mi cuerpo y me sumergí en su boca, notando el dulce roce de sus labios contra los míos, presionándolos y absorbiéndolos con un fervor delicado, húmedo. Saboreé el exquisito gusto de su saliva, entrando en mi boca y paseé mi mano por su marmórea espalda, empujando su cálido cuerpo más contra el mío.

Una noche más, nuestras almas se unían formando una, como si así hubiera sido su primitiva naturaleza, dos energías que no eran sino la media parte de una completa. Él no me perdería nunca ni yo a él, pues donde estuviera uno, allí iría el otro, independientemente del mundo, la vida o la muerte.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Capítulo 24.- NICOLÁS ( 1ª Parte)

Había tomado la decisión de conocer la razón por la que Ish se había puesto a temblar de esa manera cuando le vio. Puede que ella no le recordara, pero estaba claro que él tenía que saber a qué se debía esa reacción. Me clavó la mirada nada más entrar en el salón y se la mantuve, intentando imprimir a mi rostro toda la ira que sentía dentro. No se lo iba a poner fácil.

Me coloqué al lado de Rosalie, pues sabía que le desagradaba aquel vampiro tanto como a mí.

- Es mi deseo reiterar mi disconformidad ante el mensaje que portaba – empezó el vampiro remarcando cada “s” de aquella manera tan susurrante.

- ¿Cómo debemos interpretar eso? – el gesto de Carlisle adquirió una mueca inexpresiva.

Nicolás elevó de manera casi imperceptible una de las comisuras de su boca, formando una hipnótica sonrisa que le daba un aspecto aún más relajado.

- Quizá sería conveniente obviar ciertos temas por la seguridad de todos. Lo único que debiera interesaros es salir indemnes de esto respecto a Aro. Lo más provechoso para ambas partes, tal y como se solicita en el escrito, sería que me entregarais a Ishtar – sentí un súbito escalofrío al oírle pronunciar ese nombre, con el que yo no acababa de identificar a mi amiga, pues lo hacía suyo de un modo tan evidente que resultaba incómodo.

- Preferimos arriesgarnos a no obviar nada – contestó Edward y percibí cómo modulaba su voz para conseguir ese tono aterciopelado y tranquilo a pesar de que era evidente el fuego que la ira hacía centellear en sus ojos.

- Permitidme insistir en lo poco conveniente que resultaría que Aro tuviera acceso a vuestros pensamientos, si en ellos figurase la intención de cualquiera de nosotros de no acatar sus deseos.

- De momento, ninguno ha hecho nada que se contraponga a ellos – aclaró Carlisle con un claro tono de recelo en su voz.

- De hecho, creo que seríamos más fieles a los deseos de Aro no permitiéndote partir con Ish, pues albergamos serias dudas sobre tus propósitos posteriores – los labios carnosos de Edward esbozaron una ligera sonrisa de suficiencia mientras levantaba levemente las cejas.

- Creo que en este punto he de decir que yo jamás la heriría ni permitiría que nadie le hiciera daño- su voz sonó sutil y tuve la impresión de que era sincero.

- Eso es algo imposible de saber – repuso Carlisle lanzando una mirada furtiva a Edward.

Nicolás siguió la dirección de sus ojos.

- Imagino que no – dijo agachando la cabeza –. No puedo saber lo desconcertante que debe de ser no llegar a mis pensamientos. No a los profundos, pues imagino que algo sí percibes, pero no con la suficiente claridad como para conocer qué estoy pensando – añadió levantando la mirada directamente hacia los ojos de Edward.

- Lo que sí sabemos es que te vas a tener que marchar con las manos vacías – intervine intentando hablar despacio para parecer tan calmada como el resto.

Al mirarme pude ver en sus ojos su determinación y comprendí al instante que no se daría por vencido. Liberé un poco de la ira que contenía, lo justo para poder seguir manteniendo la compostura pero a la vez alerta.

- Es lo más seguro para nosotros. Imagino que Aro no se sentirá molesto por nuestra decisión. De todos modos, ahora que tenemos constancia de que Ish está ligada a los Vulturi, nos pondremos en contacto con Aro para intentar llegar a una solución lo más favorable posible para todos. Le expresaré tu buen hacer en tu misión – expuso Carlisle en un modo monocorde.

- ¿No entiendes que eso no es posible? – dijo en un tono que resultaba irrealmente envolvente. Su sonrisa despareció pero sin dar a sus equilibradas facciones ningún atisbo de seriedad –. ¿Me equivoco al conjeturar que alguno de vosotros intervino en la conversión de su pareja?

Me sentí noqueada momentáneamente sin saber a dónde quería llegar.

- Eso no nos da ningún derecho sobre ellos – agregó Edward en voz algo más alta.

- Cierto – admitió y sus ojos, que ahora empezaban a peder el brillo escarlata de su primera visita, se nublaron por un fino velo de nostalgia.

- ¿Así que lo que pretendes es recuperar alguien de quien te encaprichaste? – terció Rosalie con una sonrisa malévola –. Pues en ese caso, pídeselo a Papá Noel. Quizá si te portas bien, te haga caso – añadió con una voz tan gutural que terminó en un rugido. Sus ojos flamearon mientras esperaba una respuesta.

Nicolás le dedicó una mirada condescendiente.

- No quiere saber nada de ti. Eso simplifica las cosas, ¿no crees? - Añadí.

- Pudiera ser – me pareció que esta vez su tono era algo más frío. Dirigió una fugaz mirada a las escaleras para después clavar sus ojos en el suelo durante medio segundo. Una tenue sonrisa de melancolía iluminó su rostro oliváceo y pareció que por un momento su mente vagaba por algún lejano y agridulce recuerdo.

Percibí cómo los cuerpos de Edward y Jasper se envaraban a la vez.

-Nunca tuve intención de convertirla. Cuando la conocí, aún era completamente humana y he de reconocer que, efectivamente, al ser decani, lo primero que llamó mi atención fue su perfume tan irresistiblemente embriagador.
Pero tengo una particular visión sobre la elección de mis presas que me impide matar a nadie que pudiera considerarse “inocente”, por lo que obvié la posibilidad de alimentarme de ella. Me alejé sin darle mayor importancia al asunto. Pero una noche reconocí su aroma y no pude resistirme a saber de Ishtar y ése fue mi error, pues a partir de entonces…- no terminó la frase, que quedó flotando en mi mente, evocando aquellos momentos ajenos. Sus pensamientos me envolvieron de manera suave y fría al mismo tiempo, como si un gélido manto de delicado y agradable satén me cubriera los hombros. Un escalofrío me recorrió la nuca hasta el final de mi espalda, relajando mi cuerpo a su paso. Su voz reflejaba una tristeza que me resultaba familiar.

- Pero una noche – continuó- se cruzó con otros vampiros que no tuvieron a bien ignorar aquel insoportable aroma. Conseguimos escapar pero ella estaba realmente muy malherida y, aunque nunca antes había intentado transformar a alguien, me resultó imposible negarme a mantenerla con vida. Al principió pensé que había hecho algo mal, pues después de que se parara su corazón yo me sentí enfermo. Creí que era el final de ambos pero todo pasó. Ella se curó de sus heridas y parecía estar bien. Viajamos y durante un tiempo todo era…- la nostalgia desapareció al igual que su sonrisa –. Fui de caza y cuando volví no estaba. Había un rastro de los mismos vampiros que la habían atacado. Les seguí hasta Volterra y me llevó más de dos semanas sacarla de allí.

- ¿De Volterra? –interrumpió Emmett con un deje incrédulo y sarcástico en su voz.

- La dieron por muerta después de… – se detuvo buscando las palabras – cierta reunión. Pero en la huída, la perdí.

- Eso no explica por qué ahora eres el recadero de los Vulturi – pregunté y me sentí molesta al darme cuenta de lo sosegada que sonaba mi voz.

- Demetri volvió sin ella, pero no volvieron a mandar a nadie en su búsqueda. Llegué a la conclusión de que, si quería saber de Ishtar, tendría que preguntarlo directamente – hizo un rápido movimiento de cabeza y sus amplios rizos morenos bailotearon, flotando en el aire a cámara lenta, hasta tal punto que yo también tuve que sacudir mi cabeza para que se despejara mi mente.

- ¿Te plantaste delante de los Vulturi para preguntar por Ish?- la voz de Alice quedó empañada por la incredulidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 23.- EL ENVIADO (2ª y última parte)

Cuando llegué a la casa los ánimos se habían calmado un poco. Nicolás volvía a estar de pie. Muy lentamente se abrió la chaqueta de cuero y sacó de su interior un pequeño sobre de color marrón y aspecto antiguo. Lo depositó con deliberada reverencia sobre la mesa.

- Creo que lo más conveniente sería que leyerais primero esta misiva. Si me lo permitís, regresaré más tarde para contestar a todas vuestras dudas. Pero antes me gustaría dejar constancia de que mis intenciones no tienen nada que ver con lo ahí expuesto – dijo señalando la carta.

Esperó hasta que Jasper y Emmett retrocedieron un poco para pasar.

- En esta zona hay licántropos. Quizás prefirieras alejarte un poco- le indicó Edward sin ocultar la ira de su voz.

- Gracias por el consejo, pero podré evitarlos – dijo mientras se encaminaba hacia la puerta.

Ninguno de su movimientos hizo el más mínimo ruido y tuve la seguridad de que, aunque mi nariz estuviera pegada a su piel, no percibiría la más mínima fragancia.

- Te agradeceríamos que no cazaras por la zona – le sugirió Carlisle.

- Descuida. Conozco vuestras costumbres alimenticias. Me adaptaré a ellas mientras permanezca en la zona todo lo que me sea posible – asintió levemente al pasar a mi lado y salió por la puerta desapareciendo en apenas medio segundo.



El motivo de estas líneas es reclamar encarecidamente el retorno de nuestra muy estimada decani Ishtar, ya que constituye una preciada adquisición de nuestra familia. Agradeceremos la confíen a quien les ha entregado esta carta.
Espero que se mantenga incólume nuestra larga amistad.
Aro.



Todavía podía oír una y otra vez en un rincón de mi mente a Carlisle mientras leía la carta. Me había quedado tan paralizada que entré en una especie de estado de semi-inconsciencia hasta que Edward me sacó de él. Tomó mi rostro entre sus manos y trajo mi mente de vuelta hasta que mis ojos se fijaron en los suyos, profundos y tan bellos a pesar de la angustia que podía adivinar a través de ellos.

“Su estimada decani”. ¿En verdad era de ellos? ¿Es que alguien podía pertenecer a otra persona?

Empecé a respirar aceleradamente y me aferré a la cintura de Edward, que me envolvió en un fuerte abrazo protector.

¿Tendríamos que permitir que Nicolás se la llevara?

Recordé el modo en que Amún se refería a Benjamín como suyo y cómo había acusado a Carlisle de intentar robárselo. Yo estaba ligada a la familia de los Cullen antes de transformarme, probablemente incluso antes de conocerles, así que nunca me había planteado el modo en que un recién transformado pertenece al vampiro que le ha convertido. La ley de los Vulturi contemplaba la responsabilidad sobre el neófito a fin de no descubrir el protegido secreto de nuestra existencia; pero de ahí a tener un derecho de “propiedad” sobre él, me parecía un exceso desorbitado, algo que no desencajada del todo si los Vulturi eran parte de la ecuación.
Ni siquiera cuando Seth la trajo de vuelta, sumida en un excitado ataque de ansiedad, dejé de escuchar la voz de Carlisle en mi cabeza. Intenté pensar en las últimas palabras de Nicolás: “mis intenciones no tienen nada que ver con lo ahí expuesto”.

¿Quería decir que él tampoco tenía intención de entregarla?

Miré el rostro abrumado de Ish e intenté recomponer una mueca que expresara mi apoyo. Ella asió mi mano con fuerza y su reconfortante tibieza relajó un poco mis músculos, de manera que pude apoyarme en el sofá. Ish estaba tumbada con la cabeza sobre las piernas de Esme, que le acariciaba el pelo suavemente. Seth parecía tener su mente muy lejos de allí mientras, sentado a sus pies, intentaba darle calor. Él jamás permitiría que nadie la entregara a los Vulturi. Antes preferiría morir y con él ¿el resto de su grupo?

Y eso significaba… que también sería el final del nuestro. Nuestra existencia estaba fatídicamente unida a la de los Vulturi tanto como yo lo estaba a la de Edward o Jacob a la de mi hija. No se entendía la una sin la otra y, de un modo similar pero antagónico, no se entendía nuestra supervivencia en un mundo gobernado por ellos. Nosotros éramos todo lo contrario a lo que ellos representaban y nuestras decisiones terminaban enlazadas - como si el destino obtuviera algún placer en ello - con algo que a ellos les importunase.

Estábamos condenados a esa lucha por dos motivos.
Uno, Ish era parte de nuestra familia y dos, sabía que Carlisle nunca obviaría el deber de ayudar a los quileutes en una lucha, tal y como ellos habían hecho más de una vez en el pasado.

Todo por lo que había luchado, esa inmortalidad preciada para estar al lado de Edward estaba inexorablemente limitada por una fecha de caducidad.

- Eleazar está en camino – anunció Carlisle cuando regresó al salón con algo de luz en su voz.

De repente, alguien golpeó ligeramente la puerta.

Todos nos movimos al mismo tiempo.

- Seth, cógela y vayamos arriba – sugirió Jacob con Nessie en brazos.

Aflojé mi mano pero ella la apretó de un modo casi frenético.

- Tranquila, iré con vosotros – dije mientras estiraba mi brazo todo lo posible para que Seth la pudiera tomar en brazos. Me adelanté y subimos despacio. Encaré el pasillo y giré al llegar a la biblioteca.

El muchacho se sentó en el diván y ella se acurrucó sin dejar de estremecerse. Podía notar cómo su mano empezaba a bajar de temperatura con mi contacto pero no aflojaba su agarre.
Escuché el sonido de la puerta al cerrarse, seguida de unos cuantos murmullos.

- Bella – su voz salió estrangulada a través de sus sonrosados labios –. No quiero ir con él.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Capítulo 23.- EL ENVIADO (1ª Parte)

Aquella mañana no había ocurrido nada distinto de las anteriores. Apenas hubo amanecido fuimos a la casa para que Edward pudiera salir con Alice a hacer su turno de ronda junto con Leah y algunos chicos de Sam. El timbre de la puerta sonó e instintivamente pensé en Quil o Embry; ellos eran los únicos que aún mantenían las formas para esas cosas. Pero hasta que abrí no fui consciente de la falta del fuerte perfume a licántropo al otro lado. Apenas tuve un segundo antes de que Jasper se plantara delante de mí.

Al otro lado de la puerta había un vampiro. Su aspecto era increíblemente desconcertante, no sólo por su inusual belleza sino por su calmada actitud.
Jasper se envaró e imaginé cómo mostraba sus dientes al oír el silbido del aire pasar a través de ellos. Emmett sólo tardó un cuarto de segundo en estar pegado a su hermano, pero el vampiro no retrocedió ni media pulgada.

- No vengo a luchar – pronunció las palabras despacio, con un ligero acento extranjero que tenía la sensación de haber escuchado antes.

Retrocedí unos pasos. El extraño era algo más alto que Emmett, también corpulento pero no tanto como éste.

- Dejémosle explicarse – no me había percatado de que Carlisle había bajado hasta que habló.

Emmett y Jasper relajaron su postura pero no se apartaron de la puerta.
Carlisle tocó ligeramente el brazo de Emmett, que se movió un poco permitiéndome ver de nuevo al vampiro. Su piel era ligeramente olivácea y sus facciones masculinas estaban perfectamente compensadas. Aparentaba unos 21 años y sus ojos, de un brillante tono carmesí, eran grandes y almendrados, con largas y rizadas pestañas morenas. Sus labios no eran demasiado carnosos, los pómulos sutilmente marcados y las ojeras poco pronunciadas. Una suave corriente atravesó la puerta y movió ligeramente su cabellera morena de rizos apenas marcados. Era tan bello que resultaba inverosímil y su templado comportamiento afianzaba esa sensación.

Siguió en silencio. Entonces una súbita sensación de desconfianza me estremeció el cuerpo y mi mente se puso alerta. Algo había en ese vampiro que no encajaba.

Esme dejó sola a Rosalie en su protección a Nessie y se acercó con la cara desencajada por la sorpresa.

- Te conozco.

Cuando Esme pronunció su frase por un ligerísimo instante relampagueó en sus ojos un brillo distinto. ¿Quizá de angustia?

- Mi nombre es Nicolás Riveira – comenzó –. Me gustaría saber si sería posible tratar con vosotros un tema de vital importancia sobre una amiga común- al decir estas últimas palabras miró de soslayo a Esme.

Mi ser entero se quedó congelado, salvo por mi corazón, pues tuve la certeza de que se había encogido.

Él era el enviado.

Esperó hasta que Carlisle le indicó que pasara. Nicolás agradeció la hospitalidad con un leve movimiento de cabeza. Pasó hasta el salón, con ademán relajado, pero me percaté de cómo sus ojos estudiaban ávidos la habitación. Su escrutinio no cesó incluso después de visualizar a mi hija.
¿Qué clase de vampiro enviado por los Vulturi ve lo que parece ser una niña vampiro y no se sorprende? ¿Le habrían avisado de ella? Y de ser así, ¿cómo era posible que no le llamara la atención? Nessie era casi única en su especie.

Se sentó en el borde del sofá con la espalda completamente erguida, apoyando una mano sobre la rodilla, sin ejercer ningún tipo de presión con sus dedos. Dudé si sería obra de Jasper que pareciera totalmente relajado pues, aunque yo me encontraba cerca, tenía la impresión de que me pondría a chillar de un momento a otro. Su rostro sereno ocultaba tantos misterios que necesitaba con urgencia que empezara a hablar.

- Siento mucho si mi precipitación pudiera resultar descortés, pero ¿sería posible verla?

- Aún no nos has dicho de quién se trata – Carlisle permaneció de pie al otro lado del sofá, mientras Jasper y Emmett se colocaban a su espalda. Si aquel desconocido daba un sólo paso en falso, sería el último.

Fui hasta donde estaba Rosalie y cogí a Nessie, apoyándola en mi cadera. Si fuera necesario, con un solo movimiento la tendría en mi espalda.

El vampiro ladeó la cabeza y se quedó mirando pensativo a Carlisle.

- Es obvio de quién se trata – su voz aterciopelada quedó flotando en el aire –. De no ser así, ella no me conocería - giró muy despacio su cara y señaló con la barbilla a Esme.

Emmett cerró de golpe la mandíbula e intercambió una mirada rápida con Jasper y Carlisle.

- ¿Qué te hace pensar que ella sigue aquí? – no veía el rostro de Carlisle desde mi posición pero imaginé por el tono de voz que estaba manteniendo la misma fachada de tranquilidad que Nicolás.

El desconocido clavó sus brillantes ojos color rubí en la cara de Carlisle.

- ¿Podría al menos saber si ella se encuentra bien?

Entonces, Edward y Alice atravesaron la puerta y se colocaron al lado de su padre. Mis ojos se cruzaron con los de Edward y supe que estaba al tanto de lo que ocurría.

El sol apenas lucía escondido detrás de un espeso e infranqueable manto de nubes, pero había suficiente claridad como para saber que Ish llegaría de un momento a otro.

Me dirigí lentamente hacia la entrada, preguntándome si no sería mejor avisar en casa de los Clearwater para que no la trajeran. Miré al exterior y calculé cuánto tardaría en llegar a la cabaña y llamar a Seth o Leah.
Nicolás empezó de nuevo su presentación pero no le presté atención pues percibí un murmullo fuera. Di unos cuantos pasos más hacia la puerta y entre los árboles del sendero diferencié la corpulenta figura de Seth, con su torso desnudo, y a su lado la silueta de Ish, embutida en un grueso abrigo. Me pareció que discutían entre susurros mientras se acercaban cada vez más.

La tanda de preguntas y respuestas a medias comenzó de nuevo. Pero entonces hubo algo en la pregunta que le había formulado Carlisle que llamó mi atención, demasiado directa para que pudiera escaparse.

- ¿Te envían los Vulturi? – le repitió después de un momento.

Me quedé atónita. Seguía sin responder, lo que no hacía sino confirmar la respuesta.

¿Qué ocurriría después? ¿Se daría Aro por satisfecho o enviaría a alguien más? ¿Tendría aquel vampiro algún don que le permitiera saber la verdad? Y lo más importante, ¿tomarían los Vulturi algún tipo de represalia en nuestra contra por haber ayudado a Ish?

No, eso sería imposible. No podrían acusarnos de nada; como mucho, lo único que harían sería reclamarla.

La madera del primer escalón del porche crujió levemente cuando Ish comenzó a subir.

¿En este momento seguía siendo necesario esconderla?

Seth pasó primero y, sin soltar su mano, colocó su enorme cuerpo delante. Ish estiró el cuello para poder mirar por un lado y entonces le vio.
Su expresión adquirió una mueca de concentración y sospeché que estaba haciendo un enorme esfuerzo por saber si esa cara le resultaba conocida. Desvié mi mirada al rostro de Nicolás, que seguía inmutablemente calmado y con los ojos clavados en ella, sin reparar un instante siquiera en el musculado torso del licántropo que tenía delante. Y noté de nuevo un brillo distinto en sus ojos, hecho que no pasó desapercibido para Ish, pues su expresión cambió. Abrió desmesuradamente la boca, ahogando un gemido. Noté cómo sus piernas flaqueaban y la tomé de la muñeca por miedo a que se cayera. Su cuerpo entero temblaba al mismo tiempo que el mudo sonido de su corazón se hacía evidente.

La nueva expresión del vampiro me sorprendió aún más que la reacción de la decani. Sus ademanes ya no ocultaban una cara completamente contraída por la pena. Pero, en cuanto notó mi mirada, volvió a mudar su gesto convirtiéndolo de nuevo en una extraña máscara de imperturbabilidad, aunque no consiguió borrar esa luz angustiosa en sus brillantes ojos color carmesí.

- ¡No! – gritó Ish, intentando escaparse de los brazos de Seth.

- Ishtar – Nicolás se levantó en un rápido movimiento, casi al mismo tiempo en que Jasper y Emmett se cernían sobre él.

Seth la tomó en brazos y salió por la puerta.

Salí con ellos y le hice un gesto para que me siguiera hasta el lateral de la casa. Tomé las llaves del Volvo y coloqué a mi hija en la parte trasera. Saqué el coche del garaje y, antes de bajarme, eché el asiento atrás todo lo que pude. Bajé dejando el motor en marcha mientras Seth acomodaba a Ish en el asiento del copiloto.

- La llevaré a mi casa. Deja a Nessie, allí estará Jake –dijo mientras terminaba de abrocharle el cinturón.

Asentí mientras mi cuerpo se estremecía al ver la cara de Ish. No pude evitar recordar aquella noche en que nos ofreció su muñeca para que la matáramos. El coche rugió cuando Seth soltó el embrague y salió disparado hacia el sendero.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Capítulo 22.- EN EL PUNTO DE MIRA (Capítulo completo)

Ish permitió que Jasper la llevara montada a su espalda, así que no tardamos nada en plantarnos en la casa. Jacob y Seth se marcharon a buscar a Sam para peinar de nuevo la zona pero Carlisle les previno de que los dejaran marchar. Quien quisiera que les hubiera enviado esperaba una respuesta y por lo que Edward había escuchado en sus mentes, habían quedado convencidos. Todos menos un tal Richard, un rastreador curtido ya en hacer este tipo de “encargos”, mucho más experimentado que el que se había acercado a la cabaña. Había sido Richard el que había encontrado el modo de sortear nuestro cerco y el que se había mostrado más receloso.

- Se van a marchar, todos menos Richard y Xavier. Me temo que Richard sospecha algo. Sabe que le ocultamos información, pero no tiene intención de quedarse por la zona. Creo que terminará decidiéndose por vigilar el aeropuerto – los ojos de Alice volvieron a centrase en la habitación.

- Bien. Gracias, Alice. Llamaré a Eleazar para ponerle al día. Creo que sería conveniente que empezáramos a pensar en trasladarnos – dijo Carlisle lentamente como si hubiese estado eligiendo las palabras. Mis ojos se cruzaron con los suyos por una intensa fracción de segundo. Su bello rostro se contrajo hasta formar una expresión de desazón.

Las imágenes se sucedieron tan rápido en mi cabeza que tuve la sensación de que me desplomaría al suelo por el mareo. Vi a Charlie - << mantente cerca >> -, a Jacob - << la manada >> -, incluso a Seth mientras susurraba esas nanas en quileute para que Ish se durmiera.

Busqué nerviosa los ojos de Edward y me arrepentí en cuanto los encontré. Él entendió la mueca de angustia que se había formado en mi cara. Me mordí el labio para evitar el sonido del quejido que taponaba mi garganta. Sabía que una vez se tomara la decisión en firme no dispondría de más de unas horas para dejarlo todo arreglado. ¿Qué le diría a Charlie? ¿Cómo se apañaría Jacob?

- ¿Puedes sentirlos por la zona? – la voz curiosa de Jasper me trajo de vuelta, aunque parte de mi mente siguió dando forma a mis abrumadores pensamientos.

Ish levantó la vista y tragó el trozo de manzana que masticaba.

- Sólo puedo sentir a uno, pero está lo suficientemente lejos como para notarle sólo de vez en cuando y si me concentro – dijo con desgana al cabo de unos instantes. Sus labios sonrosados se torcieron en un mohín molesto antes de volver a mirar a través del cristal y sumirse en sus propios pensamientos.

- Eso significa que debe andar a unos ocho o diez kilómetros como máximo – dedujo Jasper.

- A lo mejor, si le pasara algo sus amigos no le echarían de menos - masculló Rosalie.

- Ésa es mi chica – contestó Emmett chocando su mano con la de Rosalie.

Me sentí molesta. No comprendía dónde estaba el chiste o la diversión. Había rastreadores ahí fuera, buscando a uno de nosotros, aunque ellos no lo supieran; mi mejor amigo tendría que tomar en breve la peor decisión de su vida y mi existencia entera se acababa de poner patas arriba.

Mi mente empezó a organizar cosas sin apenas ser consciente de ello. Sabía que los Cullen guardaban todas sus pertenencias en guardamuebles cada vez que se mudaban, llevando consigo lo imprescindible, lo cual se podría resumir en documentación, dinero y algún recuerdo valioso que no quisieran dejar atrás.

¿Había algo tan valioso como para no querer dejarlo atrás? No sería para siempre, quizá una década o dos. Puede que el dvd que Edward y Nessie me habían regalado para mi cumpleaños. ¿Alguno de mis estimados libros? Sí, probablemente cogiera algo de mi vida humana. Y a Charlie, ¿qué le diría? - << Verás, papá, tenemos que marcharnos y por una temporada no tendrás noticias mías de ningún tipo porque no sería seguro para ti. Con un poco de suerte, te veré en unos diez o quince años. Tranquilo, estaré bien. De hecho, cuando nos volvamos a ver, estaré igual. >>

Me apretré las sienes con fuerza. Tenía que dejar de pensar esas cosas o me entraría un ataque de pánico. Relajé mi respiración y me acerqué a Ish para mirar también por la ventana intentando mantenerme lo más alejada posible de la actividad de los demás, pues tenía la sensación de que cada uno de sus movimientos era un preparativo para nuestra huída.

- Puedes relajarte, se acabarán marchando.

Me giré y vi a Alice dirigiéndose a Ish. Una sutil sonrisa dejaba sus perfectos dientes al descubierto.

- Vale - Ish apenas la miró un segundo.

Alice permaneció un minuto con un extraño mohín en su semblante, como si estuviera pensando algo. Entonces se volvió a dirigir a ella manteniendo un tono amigable.

- ¿Cuál es el problema?

- ¿Cómo? – contestó Ish y me percaté de que evitaba mirarla directamente a los ojos.

- ¿Por qué me evitas?

El resto de la familia dejó de hacer lo que se traía entre manos y prestó atención sin ningún disimulo.

Ish caviló durante un minuto.

- No me gusta tu don – contestó después de un instante.

- ¿Eso es todo? – dijo Alice arqueando una ceja, perpleja.

Ish asintió mientras tragaba saliva de forma repentina.

- No lo entiendo.

- Es mejor así – se apresuró a contestar Edward.

Todos los rostros se giraron en su dirección.

- Es mejor así – repitió calmadamente arrastrando las palabras. Pero su gesto se contrajo de repente y suspiró -. Sí, se supone que era una de las cosas que Eleazar prefería que no supierais – dijo y no supe a quién contestaba – . Bueno, es mejor sólo dos que no ocho – calló de nuevo y luego añadió –. Sí, ahora ya sabrá a quién debe tocar para saberlo. ¿Qué tal si pensáis en otra cosa?

Automáticamente siguieron con lo que hacían antes. Estaba un tanto perpleja. Yo sí podía permitirme el lujo de pensar en ello, Aro no tendría nunca acceso a mis pensamientos. Algo había en los descubrimientos de Eleazar que resultaba vital que el Vulturi no conociera, pero Edward ya lo sabía y si Aro tocaba a alguno de los Cullen, sabría a quién tendría que dar caza. La historia de la mudanza de repente me pareció magnifica.

- ¿Puedo saber si es posible encontrar un modo para que mi habilidad no te incomode? – insistió Alice recomponiendo a medias su sonrisa anterior.

- ¿Puedes intentar no usarlo cerca de mí?

Alice frunció los labios y meditó un instante.

- Podría intentarlo.

- Y si, alguna vez, tuvieras alguna visión de mí, te agradecería que no la compartieras. Dentro de tus posibilidades – añadió lanzando una mirada de soslayo a mi marido.

- Vale – contestó entornando los ojos y ladeando un poco la cabeza.

- Bien.

- Entonces, ¿ya no te molestarás si estoy cerca de ti y hablarás conmigo igual que con el resto? – preguntó Alice con un tono que reflejaba algo que me pareció entusiasmo.

- Podría intentarlo.

Una de esas radiantes sonrisas se desplegó en la cara de Alice y se alejó bailoteando hasta el lado de Esme.

- Jasper – susurró la decani antes de que se alejara.

Éste se acercó más a ella que le tendía una mano. Se agachó en cuclillas y ella se incorporó del respaldo. Nunca les había visto tan cerca. Le cogió los dedos y se miraron durante un breve lapso de tiempo.

- ¿Estás bien? – empezó él.

- Esme me contó tu historia – dijo después de un rato.

- ¿Sí?

- Tuvo que ser duro – añadió en un susurro y su voz se estremeció.

- Eso quedó atrás- respondió con franqueza.

- Me preguntaba, bueno, imagino que a lo largo de esos años... – titubeó – que tú en alguna ocasión debiste...- volvió a tragar saliva y cerró un instante los ojos mientras se acercaba aún más a Jasper, pegando sus labios a la oreja del vampiro,y con un susurró casi inaudible continuó – debiste matar a alguien conocido, a alguien que consideraras tu amigo o al menos que te cayera bien.

- Sí – contestó y sus labios se contrajeron en una mueca de pesar.

- Si la ocasión lo requiriera, si alguien supusiera un peligro potencial para el grupo, ¿volverías a hacerlo?

Jasper se echó repentinamente hacia atrás con los ojos abiertos desmesuradamente por la sorpresa y esperó hasta que ella volvió a abrir los suyos. Se estudiaron algo más de un minuto y finalmente el vampiro se levantó sin darle una respuesta aparente. Él único que se había dado cuenta de la conversación, a parte de mí, fue Edward, que enseguida recompuso el gesto.

Estudié el rostro de Ish; debajo de su piel cetrina se percibía un ligero rubor. Intentó mantener la mirada centrada en el paisaje de afuera pero sus ojos se movían nerviosos intentando contener una lágrima. Se percató de mi estudio y fingió rascarse la cabeza para liberar un mechón de pelo de la coleta y tapar ligeramente su rostro. Me incomodó pensar que la podía estar molestando y crucé el salón hasta donde estaba Edward. Teníamos muchas cosas que hacer si nos íbamos a marchar y muchas cosas en las que pensar, como el modo de decírselo a Jacob.


El mayor de nuestros temores tomó forma exactamente una semana después cuando Alice tuvo la clara visión en donde Aro le pedía a un vampiro que nos hiciera una visita. El tono de la misma sería amigable, pero finalmente estábamos bajo su punto de mira.

Aunque hubiese tenido mi anhelada costumbre humana de dormir no lo podría haber hecho ni un solo minuto. No sin tener un montón de imágenes amenazadoras acechándome.

Intenté centrarme en la rutina diaria para evadirme, pues algunas de ellas habían conseguido acosarme incluso despierta.

Por otro lado, la circunstancia de que hubieran decidido posponer nuestra marcha hasta dicha visita me había otorgado más tiempo para hablar con Charlie y la última vez que le vi ya había dejado caer algo. Jacob pensaba que lo mejor era soltárselo, sin andarse con tonterías. Pero no me veía capaz, no aún, a pesar de que se me echaba el tiempo encima.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capítulo 21.- INEVITABLE (2ª y última parte)

- ¿Por dónde?- dijo Jasper mientras se volvía y en su voz percibí algo de nerviosismo. Encaró la puerta y sacó su móvil. Mantuvo una rápida y escueta conversación con Alice.

Ante ellos había cuatro más. Eran rastreadores y efectivamente buscaban a Ish, aunque la única pista que tenían era la del perfume.

El plan se mantenía.

Había pronunciado el nombre de Edward en un par de ocasiones, así que él debía estar allí para conocer esa información. Mi ser entero se relajó y Jasper notó ese cambio. Intenté centrarme de nuevo en la conversación. Sabían que uno venía a la cabaña; nuestro rastro era más que evidente entre una casa y otra. Alice no nos pudo decir más.

Me mordí el labio. Sabía que si nos quedábamos dentro de la casa el vampiro sospecharía. Tampoco me agradaba la idea de salir a su encuentro, poner a mi hija en el punto de mira de un rastreador no me resultaba nada cómodo. Quizá se podría quedar dentro, pero sabía que podría escuchar su corazón. Recordé las palabras de Alice: sólo buscaban un olor que no estaba presente.

- Saldré y hablaré con él. Quedaos en la casa - ordenó Jasper.

Jacob gruñó desconforme.

- Deberías permitir que venga el resto de la manada. Si queréis normalidad, eso es exactamente lo que ocurriría si un vampiro se plantara en vuestra puerta – dijo Seth apretando los puños. Su cuerpo no paraba de estremecerse y cambiaba el peso de su cuerpo nervioso, mientras Ish tocaba a tientas su antebrazo.

Tenía razón. Aún no era capaz de entender cómo era posible que hubieran conseguido pasar sin que Alice lo hubiera visto.

- Entonces seguirán viniendo hasta que comprueben lo que necesitan saber – contestó Jasper de manera elocuente.

- Seth, Jacob, hagamos caso a Jasper, por favor – intenté mediar –. No vienen a luchar. A estas alturas ya saben que no tienen ninguna posibilidad. Sólo son cinco. A las malas, lo peor que puede pasar es que la vean y jamás la reconocerían como una decani.

- Tampoco como una humana – intervino Seth.

Cierto, ni olía ni se escuchaba su corazón. Y confiar en que en unos segundos aprendiera a bajar su escudo en la parte que concernía a sus sonidos sin que desprendiera su fragancia estaba totalmente descartado.

- Tío, no dejes que la cojan – sollozó Nessie y un par de lágrimas recorrieron sus mejillas.

- Eso es imposible – contestó Seth con la voz atenazada por la ira.

- Creo que voy a vomitar – dijo Ish mientras se tapaba la boca e intentaba llegar a tientas al baño. Mi hija le cogió la mano y la dirigió.

Sentí que la oscuridad me oprimía a mí también. O tal vez fuera Jacob, incapaz de estarse quieto. Lo cierto es que cada vez tenía más necesidad de salir fuera, tanto que me pareció sentir una ligera brisa del exterior llegar a mis pulmones.

- No deben verla - Sabía que Jasper ya estaba pensando en algo.

- Que se quede en la casa con Seth y la niña– propuse. El fuerte latido del licántropo podría mitigar el de mi hija y sólo debíamos conseguir que el vampiro permaneciera lo suficientemente lejos para no oírlo. Dejaríamos que nos viera y con un lobo allí seguro que no querría quedarse mucho.
Miré a los ojos a Seth, incluso con la escasísima luz que había podía diferenciar los rasgos de su cara. Noté cómo se relajó con mi idea. Podría funcionar y además no se separaría de Ish.

- No es mala idea. Pero que Jacob también se quede.

Sabía que todos lo habíamos oído pero quizá fui la primera en saber de dónde venía aquel sonido. El suave chirrido que hacía uno de los goznes de la contraventana del baño. Salí dispara y abrí la puerta con tal violencia que la desencaje de las bisagras. La ventana estaba abierta de par en par y por ella había salido Ish. Estaba a unos cien metros de la casa, de espaldas. Una figura alta y pálida la observaba a menos de treinta metros. Salté sin tocar el marco de la ventana. Antes de tocar de nuevo el suelo miré a mi alrededor. Mi hija corría hacia Ish.

Noté a Seth detrás. Antes de que echáramos a correr, Jasper se colocó delante y con un movimiento nos indicó que esperáramos. Ya era demasiado tarde, el vampiro estaba tan cerca de ellas que si decidía atacar no llegaríamos.

El vampiro saltó y acortó la distancia.

Aparentaba unos veinte años. Su cabellera rizada poseía el tono dorado de los campos de trigo. Era delgado y tenía una complexión atlética. Sus ojos, de un intenso negro, se movían nerviosos entre las figuras que tenía delante y nosotros.

Jasper se movió con naturalidad y fue acortando distancias. Le seguí sin apartar la vista de mi hija. No podía verle la cara pero tenía la sensación de que adquiría una posición defensiva, incluso podía oír el siseo del aire al salir por sus dientes.

Jacob se adelantó y pude verle con mi visión periférica. Andaba agazapado, apoyando el peso de su cuerpo en las patas traseras. Sus labios se habían contraído mostrando los dientes y profería apagados rugidos. Seth era el que más rápido acortaba las distancias.

Sigue el plan, me forcé a pensar cuando vi cómo los ojos ansiosos del vampiro se posaban en la pequeña y amenazante figura de mi hija.

Seth inclinó su cuerpo hacia delante y saltó mientras un estremecimiento recorría su cuerpo desde la nuca hasta los pies. En menos de un segundo se transformó. El vampiro retrocedió unos pasos y le miró incrédulo.
Entonces ocurrió algo que ninguno de nosotros hubiera esperado.

Ish apartó a Nessie mientras sus brazos empezaban a temblar. Una sacudida agitó su columna vertebral y el aire que me llegaba de ella trajo un perfume conocido. Ahogó un rugido en su pecho, mientras se giraba para mirar de nuevo a la niña, momento en que Seth aprovechó para colocarse a su lado. El vampiro amplió aún más la distancia.

- Os rodeáis de extrañas compañías – dijo aquel ser con una voz inesperadamente dulce y giró para perderse entre la maleza y profundidad del bosque. Corrí a coger a mi hija entre mis brazos.

- Increíble – Jasper susurró sorprendido mientras un nuevo golpe de viento traía aquel olor.

- Huele a Leah – dijo mi hija en voz alta.

Olía e incluso sonaba de tal modo que sólo mi sentido de la vista me negaba que la loba estuviera allí con nosotros. Esperamos unos minutos hasta que ella misma nos dijo que se alejaban y nos reunimos con los demás en la casa principal.



Las dos manadas peinaban la zona para asegurarse de que realmente se marchaban. Alice había visto que uno de ellos tenía pensado quedarse por la zona un par de días más, pero Ish le tenía localizado, así que sólo era cuestión de esperar.

Por lo que Edward había conseguido averiguar, el grupo habían aprovechado la inexperiencia de los más jóvenes de la manada para cruzar el cerco. Carlisle les había explicado la conveniencia de que se marcharan de Olimpia. El grupo les tanteó al decir que sólo buscaban a alguien especial. Pero no consiguieron nada más. Se mostraron en tono amistoso y se marcharon asegurando que no harían daño a nadie por la zona, para no delatar nuestro asentamiento.

Alice volvió a asegurar que no formábamos parte de las decisiones de los Vulturi. No, al menos, de forma directa. Pero estaba claro que tarde o temprano su búsqueda de la decani y nuestro apellido quedarían ligados. ¿Y entonces?

lunes, 6 de diciembre de 2010

Capítulo 21.- INEVITABLE (1ª Parte)

Con la marcha de Eleazar también terminaron los entrenamientos y, al parecer, el don que le había transmitido sí que le había resultado útil. Era capaz de controlar casi al completo su olor incluso dormida, además de poder bajar su escudo ante Edward y Jasper cuando lo deseara. Quien seguía a ciegas con ella era Alice y en más de un sentido, pues era la única a la que en cierta manera evitaba.

Esa noche le tocó ronda a Seth e Ish le había pedido que la trajera temprano para que él pudiera dormir un par de horas antes de ir al instituto. Habían venido directamente a la cabaña y tenía la sensación de que en una de esas cabezadas se le rompería el cuello. Estaba sentado relajadamente en el sillón de mi cuarto, mientras Ish dejaba que mi hija le recogiera el pelo.

- Seth, por favor, si no te vas a ir a tu casa a dormir, al menos, échate aquí un rato – le dije.

El muchacho se sacudió y abrió los ojos con fuerza. Debajo de sus ojos se marcaban unas profundas ojeras.

- Estoy bien, estoy bien – respondió con la voz grave por el cansancio. Estiró sus enormes brazos y meneó la cabeza mientras se ponía en pie.

- Seth, te vas a quedar dormido en clase- le reprendió Ish mientras
contenía un bostezo.

- Tú sí que te quedarías dormida. ¿Qué habréis estado haciendo mi hermana y tú toda la noche? – sus labios carnosos ensancharon una preciosa sonrisa mientras la miraba tiernamente.

Ish torció su boca y levantó la ceja rota por toda respuesta, antes de devolverle la sonrisa.

- Me enteraré – entrecerró sus ojos oscuros y arqueó su espalda para estirarse de nuevo.

- No te gustará – dijo Ish con sus expresivos ojos fijos en mí, en los que pude percibir el tono de broma.

- ¡Ja, ja, ja, ja!- rió el muchacho –. Será mejor que me marche.

- Mamá, ¿cuándo podré ir yo al instituto como Seth y Jacob? – la perfecta piel de la frente de Nessie se arrugó hasta formar una mueca de súplica.
Lo primero en venir a mi mente fue la palabra nunca. Me atemorizaba pensar cómo se desenvolvería en una situación rodeada de humanos, donde tendría que pasar desapercibida su naturaleza. Sabía que ésa no era la mejor respuesta porque además, tarde o temprano, ese día llegaría, aunque esperaba que tardase mucho.

- Tendremos que permitirles que tengan algo de ventaja por algún tiempo – contestó Ish con un tono bromista y me sentí inmensamente agradecida de que me sacara de aquel atolladero.

Oí el golpeteo del móvil al vibrar encima de la mesa del salón. Descolgué. Era Alice.

- No os mováis de la casa – la voz musical de Alice era tensa y nerviosa-. Hay vampiros cerca. En cuanto sea posible, alguien irá con vosotros – se mantuvo a la espera por un minuto -. ¿Bella?

- Sí, entendido – dije y mi voz pareció un jadeo.

Alice ya había colgado, pero tardé un rato en apartar el teléfono de mi oreja. Sentí cómo Seth se movía por la casa asegurando las contraventanas. Él lo había escuchado todo. Sentí pánico por Edward, estaba ahí afuera con Emmett haciendo una de esas rondas. Si los vampiros habían pasado el cerco…

- ¡Bella! – Ish pronunció mi nombre en un grito y volví en mí. La tenía en frente, sus ojos estudiaban mi rostro frenéticamente, mientras la casa se oscurecía. La escasa claridad del principio de la mañana se filtraba en débiles haces de luz por las pequeñas ranuras de las puertas.

Estudié la situación en un segundo. La casa no les mantendría fuera si querían pasar. Tomé a mi hija y la coloqué en mi espalda.

- ¿Qué es lo que pasa? – la voz Ish sonó histérica.

La ignoré. Enseguida vendría alguien. Imploré que llegara rápido y me trajera noticias de Edward.

Nessie tocó mi cuello y recibí la imagen de cómo había salido de la habitación para coger el móvil,y de la cara de Seth transformando su rostro relajado en mueca de inquietud.

- Seth, ¿qué ocurre? – gritó Ish avanzando a trompicones.

Le cogí la muñeca y la situé a mi espalda. Encaré la puerta mientras mi visión se empañaba de rojo. El licántropo se colocó a mi lado. Apretaba los puños en un intenso esfuerzo por no cambiar de fase aunque su cuerpo entero no paraba de estremecerse.

- No – la voz de la decani se apagó en un sollozo.

¿Se había percatado de lo que ocurría? ¿O es que los vampiros estaban ya tan cerca que era capaz de percibirlos?

Un gruñido inesperadamente fuerte salió de mi pecho y me agazapé un poco más. Noté cómo Nessie se agarraba con fuerza y esperé, nerviosa por no saber de dónde llegarían. Permití que la ira fluyera libre por mis músculos. Cualquiera que cruzara esa puerta pagaría la posibilidad de que Edward pudiera haber resultado herido.

- Viene Jasper – Ish no lo había pronunciado, simplemente dejó que el aire pasara a través de sus labios que se movieron para articular las palabras.
Bajé a mi hija de la espalda y abrí la puerta un par de segundos antes de que Jasper llegara.

- ¿Y Edward? – le pregunté nada más cerrar la puerta.

- Está bien – masculló mientras hacía el mismo recorrido que había hecho Seth hacia un momento.

Pero el intenso dolor de mi ser no retrocedía, más bien al contrario, notaba con más viveza aquel agujero sin fondo que se alimentaba con saña de mi cuerpo. Me encaré con Jasper cuando volvió de nuevo al salón.

- Aquí no hay modo de impedir un ataque. Lo mejor…

- Edward – insistí con la voz acerada.

Ladeó la cara estudiando mi rostro y una ráfaga de tranquilidad llegó hasta mí, recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi conciencia pero sin cerrar aquel abismo de mi pecho.

- Está bien – repitió de manera pausada –. Alice habló con él después de llamaros. Emmett y él están de camino.

Sabía que ése era el tipo de respuesta que Alice me daría para tranquilizarme y desconfié de él. Necesitaba algo más sólido. Me acerqué lo suficiente a Ish para que pudiera verme a pesar de la oscuridad. Tragó saliva y asintió despacio.

¿Podría confiar en eso? Quizá Ish entendiera que iba a necesitar que mis sentidos se centraran para superar la situación.

Percibí el golpe que producían las pisadas sobre el terreno Su ritmo no era humano. Jacob entró en su forma lupina. Entendí por qué Seth había evitado transformarse. Un ser tan grande en ese reducido espacio, con más personas, no era lo más práctico.

- ¿Vienen los demás? – Jacob meneó la cabeza y el pecho de Seth se ensanchó.

Jasper chasqueó y se volvió a Jacob.

- Debes impedir que vengan – dijo con brusquedad.

- ¿Qué? – pregunté con incredulidad.

- La intención de Carlisle es que no noten que pasa algo.

Entendí a qué se refería. La llegada de más licántropos a la casa sería como poner un letrero con luces de neón sobre la cabeza de la decani.

- ¿Qué se supone que tenemos que hacer? – instó Seth con la voz contenida.

- Alice dice que no pretenden luchar, sólo echar un vistazo. Esperaremos a que se marchen.

- Hay uno – la trémula voz de Ish llegó desde mi espalda y busqué a tientas, sin dejar de mirar la puerta, el cuerpo de mi hija. Mi primer instinto fue cogerla de nuevo pero noté cómo se agarraba a la decani y llegué a la conclusión de que me resultaría más fácil no tener a mi hija encima si tenía que matar a alguien.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Capítulo 20.- DOBLES INTENCIONES (Capítulo completo)

Era incapaz de decidir qué suceso me había impactado más: la acción de Eleazar, la lucha entre Seth, convertido en lobo y completamente fuera de sí, y Edward intentado evitar que el muchacho destrozara al vampiro, o la explicación de por qué lo había hecho y lo que había conseguido ver a través de ella.

Al parecer, Eleazar y Carlisle habían llegado a la conclusión unas semanas antes de que el hecho de que Ish no dispusiera de una mente como la nuestra era la principal causa de que no controlara bien sus dones. Cuanto más vampira, más fácil le resultaría. La razón por la que el vampiro había tomado esa decisión era para transmitirle su propia habilidad. Si era capaz de diferenciar los dones, tendría más opciones de utilizarlos.

- ¿Qué más, Eleazar? – inquirió Edward con voz dura.

Carlisle se levantó en respuesta a la hostilidad con que había hablado, pero el interpelado no se inmutó.

- ¿Por qué? – insistió Edward cada vez más irascible -. ¿Por qué piensas que es mejor que no lo sepamos? ¿De qué nos proteges?

- De Aro. No he dejado de temer por nuestra seguridad desde que Ish apareció. Aro vendrá a por ella, aunque, por lo que he podido ver, no creo que tenga prisa.

Entre la información que había recibido de Ish figuraba el recuerdo que la había hecho huir esa misma tarde, cuando se quedó en el suelo después de la caída y de que la sangre de Seth la manchara. Había recuperado una macabra imagen en la que ella caía a un suelo con la intensa quemazón de la ponzoña en su boca. En el suelo yacían otros cuerpos. Algunos se convulsionaban por el dolor, otros estaban sin vida. A lo lejos aseguraba haber reconocido la voz de los Vulturi. Sin duda, era un horrendo festín de decani. Efectivamente Aro no debía tener ninguna intención de que ella se convirtiera, pues cuando la imagen se apagaba, los guardias estaban rematando a aquellos decani que no habían muerto. El don que silenciaba su corazón la había salvado.

Ish seguía entre los brazos de Seth. En cuanto Edward consiguió calmarle, la acomodó en su regazo, arrimándola a su pecho desnudo para templar su nueva tiritona.

- Pero…- Edward tenía sus ojos clavados en Eleazar de una manera demasiado severa - ¿Qué más? Los dos sabemos que hay algo más en lo que estás intentando no pensar.

- Edward, déjalo. No vamos a poner en duda la amistad de Eleazar. Si él no quiere compartir con nosotros algo, tendrá razones para ello – Carlisle se mostró serio y Edward relajó su expresión –. Lo que debe de quedar claro es que, a partir de ahora, nadie morderá a Ish.

- Al menos, no sin su consentimiento – añadió Eleazar y sentí un estremecimiento por ese comentario tan macabro.

De hecho, creo que todos se sintieron incómodos ante él, incluso Kate, que volvió su pálido rostro para mirar con ojos afligidos la menuda silueta temblorosa de Ish.

Me fijé en las grandes manos de tez oscura que temblaban levemente hasta que Ish las cogió y enredó sus dedos entre los del licántropo, acurrucándose un poco más y apoyando su cabeza en el hombro, para poder pegar su rostro al cuello de Seth.

Eleazar se marchó esa misma noche junto con el resto del clan a Denali a fin de evitar otro altercado. No pude evitar pensar que la verdadera razón era alejarse de Edward, para que éste no consiguiera averiguar qué era aquello que no deseaba compartir por nuestra protección. Una parte de mí se mostraba recelosa ante este hecho, pero por otro lado me sentía tranquila por esa ignorancia. Recordaba perfectamente la historia de la madre de Tanya y Kate. Que ella hubiese mantenido en secreto la infracción contra las leyes de los Vulturi les había salvado.

Una vez más insistió en lo importante que era que ningún vampiro la viera; algo realmente difícil, pues no nos habíamos topado con ningún nómada desconocido que estuviera de paso desde antes de mi conversión, cuando James y compañía vinieron para complicarnos la existencia. Quien quisiera llegar hasta nosotros tendría que pasar primero el cerco de las redadas y adentrarse en un territorio que apestaba a hombres lobos, para encontrarse finalmente con un gran aquelarre. La única razón para hacer eso sería la de intentar suicidarse.



Las semanas pasaron volando como un soplo. Se había llegado a una especie de acuerdo por el que Ish dormía casi todas las noches en casa de los Clearwater. Cuando Sue y Charlie volvieron de su luna de miel, Sue se trasladó definitivamente a la pequeña casa de mi padre y Leah y Seth vivían solos. Su hogar se había transformado en el cuartel general de la manada de Jacob, así como la casa de Sam y Emily lo era de la suya. Cuando a Seth le tocaba ronda, Leah le hacia compañía y, si coincidían - aunque intentaban evitarlo -, cualquier otro de la manada pasaba allí la noche.
Aunque en un principio Leah no estaba muy a gusto ante la presencia de Ish, al final había dado su brazo a torcer simplemente por el hecho de que su hermano pasara más tiempo en casa. Incluso, al parecer, se estaban haciendo amigas. La quileute sentía simpatía por el hecho que ella no quisiera convertirse en uno de nosotros. Pero creo que lo que más pesaba era que, en el fondo, Ish estaba atrapada en este extraño mundo tanto como ella y en cierta manera empatizaban.

La decani estaba encantada de ir allí. Yo sabía muy bien la razón. Estar rodeada de esos chicos, siempre con sus bromas, cálidos, no sólo físicamente y tan llenos de energía... Me recordaba, de esa manera neblinosa en que veía mi pasado, esos días en los que yo era la chica- vampiro y pasaba por casa de Emily. ¿Con qué mote la llamarían a ella? ¿Chica-decani?

Ella ya formaba parte de esa familia, casi tanto como de la nuestra. Incluso tenía una broma con Sam y cada vez que la veía le preguntaba si necesitaba algo, en referencia a si necesitaba ser rescatada o algo así, pues, según él, las chicas en contacto con los Cullen acababan de un modo u otro teniendo que ser salvadas por algún lobo en algún momento.
Era una chica que caía bien a todo el mundo. A pesar de su carácter reservado en ciertas ocasiones, era una persona con muy buena conversación y con un sentido del humor bastante inteligente. Resultaba fácil llevarse bien con ella y más de un día habíamos pasado largas horas charlando de cualquier asunto, hasta el punto de que había llegado a pensar que yo debía resultar para ella su mejor amiga, su Alice.

Después de mí, con quienes tenía más contacto eran Emmett y Jacob que, tal y como los había descrito, eran algo así como sus hermanos mayores. Y luego estaba Seth. Ish seguía ignorando la rara teoría de que Seth estaba convencido de que se imprimaría de ella. Alguna vez, en una de nuestras conversaciones, me había explicado que se sentía especialmente segura a su lado. Ish creía que la razón era porque se había despertado en sus brazos las veces que había resultado herida. Estando con él tenía la sensación de que no le podía pasar nada. De vez en cuando se refería a él como su salvavidas. Y, sin duda, era un término muy apropiado.

Resultaba muy curioso verles juntos porque casi siempre estaban en contacto físico y resultaba tan natural como si siempre hubiese sido así. Me había fijado en que normalmente era Seth quien buscaba su mano o se sentaba a su lado, la abrazaba o cogía, pero indudablemente ella se mostraba más feliz cuando él estaba cerca. Y no podía evitar preguntarme cuánto tardarían en darse cuenta, independientemente de cualquier magia de imprimación, de que estaban empezando a enamorarse.

martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 19.- LA INCÓGNITA. (2ª y última parte)

- ¿Ish? -la tanteé.

Apenas fijó la vista en mí un segundo con los ojos llenos de lágrimas.

- Bella, tengo miedo. Tengo mucho miedo - se lanzó a mis brazos y me apretó contra ella buscando consuelo. Temblaba de nuevo, aunque esta vez no era por frío.

- No te preocupes, Ish - intenté consolarla devolviéndole el abrazo con cuidado para no hacerle daño-. Kate y Garret ya están bajo control. Seguramente ahora mismo se sienten fatal por lo que ha pasado. Sólo ha sido un accidente. A veces pasan, en serio. No permitiremos que te hagan daño.

Noté cómo su cuerpo se iba relajando poco a poco y me eché hacia atrás para verle el rostro. Mantenía una expresión torturada y sus ojos seguían anegados de lágrimas.

- No es Garret o Kate quien me asusta -siseó entre sollozos.

Me puse tensa de inmediato. Aquel tema no era algo que se hubiese discutido aún. Evidentemente se había hablado, pero sin llegar a ninguna conclusión.

- Mírame - me rogó en un tono desesperado.

Se remangó el jersey y me mostró el brazo tatuado. Un ligero tono morado había sustituido la rojez que le había salido tras la descarga. Me tomó la mano depositándola sobre las grandes letras oscuras que le tapaban la piel. De nuevo, la zona estaba más fría de lo normal.

- Ish, no pasa nada - le contesté sin saber bien qué decir.

- Bella - pronunció mi nombre despacio, con apenas un hilo de voz. Tuve la sensación de que caía en un pozo profundo y que yo era lo único que la sostenía de no perderse en él.

- Ish...

- Yo… soy un monstruo, Bella. ¿No… no lo entiendes? - apenas le salían las palabras -. No soy capaz de controlar ninguno de estos… - hizo una pausa y tragó saliva - dones- soltó de golpe como si la palabra le causara repulsión -. Y...

- Tú no eres ningún monstruo, Ish - la interrumpí -. Todos creemos que nos convertiremos en monstruos cuando cambiamos, pero no es así.

- Yo no soy como vosotros. Ni siquiera sé lo que soy. Incluso Eleazar dice que no había visto a ninguno de mi especie similar a mí. Yo...

- No, Ish, no - volví a interrumpirla. Me dolía en el alma verla torturarse de ese modo.

- No hay dos vampiros iguales. ¿Por qué los decani debían serlo? Cuando yo me transformé, cuando Edward salvó mi vida, Eleazar también pensó que yo era algo fuera de lo común. No sólo por mi don -enfaticé -, sino también por mi autocontrol.

- Pero yo no tengo ni idea de cómo hacer esto, yo no quiero... yo no quiero esto, Bella- me soltó y se sentó en el borde de la cama, tapándose la cara con las manos.

- Escúchame- le pedí sentándome junto a ella-, nadie puede decirte o explicarte cómo controlar esto y nadie espera que lo hagas - le mentí pensando en Eleazar-. Ish, sé que ahora es muy difícil pero deberías darte un poco de tiempo. Yo misma… al principio hubo veces que no pude controlarme.

Levantó el rostro y me miró fijamente mientras nuevas lágrimas le resbalaban por las mejillas.

- Al poco de convertirme, Jacob y yo tuvimos un problema - me animé al ver que parecía prestarme atención-. Yo me puse como loca y nadie pudo pararme. Entonces yo, bueno, Seth, se puso en medio y yo le rompí la clavícula. Ish, todos hemos temido ser monstruos. Algunos hemos podido tener más control que otros. Yo estaba aterrada al pensar que pudiera herir a Charlie, pero sabía que mi familia, Edward, Carlisle, Jasper, no me lo permitirían. Tú nunca serás un monstruo. Nosotros no lo permitiremos Ish. Somos tu familia.

Tuve la sensación por un momento de que volvería a abrazarme o a romper a llorar, pero en vez de eso, cogió con fuerza una de mis manos. A través de su cálida piel, noté cómo el cuerpo entero le temblaba. Respiró hondo un par de veces para tranquilizarse, sin soltarme, sin dejar de mirarme, como si tuviera miedo de que de un momento a otro me pudiera volatilizar.

-Es todo tan extraño- dijo enjuagándose las lágrimas-. A veces es como si mi cuerpo fuera por libre. No soy capaz de controlar nada. Ni siquiera sé cómo le he hecho eso a Kate. Noté una fuerza dentro de mí y la sangre… la sangre me ardía. Yo no quería que hiriera a Seth. Noté su energía y tuve la certeza de que no me podía pasar nada... todo se volvió confuso...

Permaneció en silencio durante un minuto con la mirada de nuevo ausente. Parecía más tranquila.

- A veces tengo la sensación, Bella - comenzó de nuevo-, de que si tan sólo pudiera recordar… Creo que hay algo… algo importante, imprescindible...

Acaricié su rostro y noté el contacto de una nueva lágrima caliente.

- Todo va a ir bien- le prometí y en mi fuero interno grabé esa promesa. Todo tenía que ir bien.

Se lavó la cara y se puso el plumas. Yo aproveché para salir disparada a la habitación de Esme. Emprendí el mismo procedimiento: cogí unos pantalones, una camiseta y unas zapatillas de loneta. Abajo oí cómo Edward y Seth saludaban a alguien.

Pensé que ya estaría esperándome en el pasillo, pero no era así. Entré de nuevo en la habitación. Estaba de pie, sus ojos, aún un poco enrojecidos, brillaban haciendo que su iris dorado pareciera más claro, más bello.
Las manos le temblaban ligeramente cuando se colocó un mechón castaño detrás de la oreja. Me acerqué, le ofrecí de nuevo mi mano y la sonreí.

- Gracias – me dijo con la voz un poco ronca esbozando una tímida sonrisa.
Carraspeó un poco y volvió a respirar profundamente.

- ¿Bajamos ya?– me dijo. Sus mejillas volvían a tener un saludable tono sonrosado.

- Claro – le dije mientras dejaba nuestras ropas mojadas dentro de la bañera.

Eleazar nos cortó el paso.

- Ish, necesito que me expliques una cosa- dijo con un tono de voz nuevo para mí.

- ¿No puede ser más tarde? – quise saber.

- No – me interrumpió apretando los dientes como si estuviera haciendo un gran esfuerzo interior mientras la cogía de la muñeca y la empujaba tras de sí hacia el interior de la biblioteca.

Me enfurecí con él. Siempre la hostigaba demasiado, pero esto ya era el colmo.

Salí disparada hacia las escaleras, pero no me dio tiempo a llegar. Edward y yo nos chocamos y fue como si arremetiera contra mí un tren a toda velocidad. Antes de salir propulsada, me rodeó entre sus brazos sin parar de correr. Fue apenas media fracción de segundo lo que pude ver su rostro pero tuve la inmediata certeza de que algo pasaba. Algo realmente malo.
Se ladeó hacia la izquierda cuando llegamos a la biblioteca. Nada más entrar aflojó su abrazo y me giré.

Mi primer pensamiento fue que mis ojos me engañaban. Edward se tensó por completo y apretó los dientes con fuerza. Parpadeé por pura inercia y percibí cómo se me abría la mandíbula y quedaba colgando.

Eleazar tenía a Ish contra la pared. Una de sus manos le sujetaba la nuca y con el pulgar levantaba su cabeza. El otro brazo aferraba con fuerza su cintura. Me dio la sensación de que Ish luchaba, pero mi mente tenía sus cualidades mermadas ante el desconcierto.

Eleazar la besaba.

Y lo hacía con una avidez violenta. Sus labios se saciaban mordaces con los de la muchacha, que dejó de oponer resistencia y cerró los ojos.
Estaba tan paralizada que no me giré cuando Seth entró en la habitación. Percibí por el aire cómo su temperatura subía y cómo salía un golpe de aire de entre sus dientes.

Primero me llegó el olor.

Después lo vi.

Un hilito de sangre descendía por la comisura relajada del labio de la muchacha.

Eleazar no la besaba.

El quileute se echó hacia delante y profirió un profundo grito mientras su espalda se arqueaba entre convulsiones.

Capítulo 19.- LA INCÓGNITA (1º Parte)

Un aullido cercano me erizó la piel. Carlisle, Esme y Carmen se lanzaron al exterior. Miré a Rosalie, que tenía a mi hija en brazos, y asintió con un solo movimiento de cabeza. Eché a correr con todas mis fuerzas, esquivando los árboles a muchísima velocidad. Me pareció ver de refilón algunos jirones blancos, probablemente las deportivas de Jacob. Me concentré en infundirle a mis piernas más fuerza y enseguida me coloqué a la altura del grupo de Carlisle.

Oí el profundo rugido de un lobo y otro gruñido más agudo en respuesta.
Cuando llegamos, Kate y Garret estaban fuera de sí, sobre todo él, que fintaba de un lado a otro de modo amenazante ante los dos descomunales lobos. Eché un vistazo rápido buscando a Ish. Emmett se había colocado delante de ella como un muro de hormigón, Jasper estaba en uno de los lados - sin duda, intentando influir con su don- y Edward se había colocado al otro lado.

Ish estaba temblando de puro nervio. La parte de la rodilla de su pantalón estaba rasgada y muy manchada de sangre. Cuando nos acercamos lo suficiente noté su perfume; si no se calmaba, el olor de su sangre no sería el problema.

Intenté centrarme en cualquier silueta que se acercara a Ish. Ella era a quien debíamos proteger; los demás sabrían apañárselas.

- ¡Garret, detente! – bramó Eleazar.

Garret se revolvía en los brazos de Emmett cuando Kate se lanzó en su ayuda, disparándole una potente descarga que le hizo caer al suelo. Garret consiguió liberarse antes de que Edward pudiera impedírselo.

Y Kate atacó de nuevo. Edward la esquivó pero Emmett volvió a recibir otra descarga. Entonces ella retrocedió a causa de un golpe. Jasper se había interpuesto entre ambos.

Garret volvía a intentar traspasar el cerco que protegía a la decani, que cada vez exhalaba más y más ese perfume insoportablemente atrayente.
Lo encaré esperando mi turno en esa contienda, sin miedo a resultar herida, sin miedo al dolor, sólo con la ira nublando todos mis sentidos hasta hacerme ver todo de un intenso color escarlata.

Saqué de dentro aquella violencia en un potente rugido que Jacob secundó colocándose entre el vampiro y nosotras.

Kate me miró de soslayo y por una milésima de segundo pensé que se tiraría hacia nosotros pero Seth la hizo frente antes que ningún otro vampiro. Ella le fintó apoyando una de sus manos en su lomo. Antes de que pudiera girar la cabeza, sus patas se doblaban por el dolor de la descarga. Jacob gimió y proyecté mi escudo hacia él. Si conseguía guardarle bajo mi protección, Seth también estaría a salvo del don de Kate.

Dejé que se dilatara aquella goma elástica y en apenas medio segundo las luces de energía de mi familia y de Jacob estaban dentro de él. Seth se levantó encrespado pero frenó en seco su envite.

Se revolvió nervioso y gimió un profundo y lastimero aullido apartándose al tiempo que un gran relámpago iluminaba la escena.

De detrás de la enorme figura del lobo apareció el cuerpo tembloroso de Ish, enfrentándose a Kate. Todo ocurrió en un segundo en el que nadie reaccionó. Ish aferró con fuerza la mano que se apoyaba sobre el licántropo y la vampira le lanzó una descarga tan potente que pude escuchar el zumbido que producía la electricidad. Pero antes de que Ish se desplomara al suelo por el dolor, Kate salió disparada hacia atrás. Como si una cuerda invisible tirara de ella, voló un par de metros hasta chocar fuertemente contra el tronco de un gran abeto, que se estremeció por el golpe.

Cuando volví a mirar, Carlisle ya estaba al lado de la decani.

- El grupo de batida viene hacia aquí. Será mejor que alejéis a Garret y Kate hasta que se calmen del todo – dijo Edward con la voz contenida.

Jacob soltó un fuerte gañido y desapareció entre los árboles.

Eleazar y Carmen cogieron a Kate, que, a pesar de que ya no oponía resistencia, seguía teniendo los ojos tan negros como la noche, marchándose en dirección contraria por donde había desaparecido Jacob. Alice y Esme les siguieron y detrás, Emmett y Jasper con Garret.

- ¿Cómo te encuentras? – Carlisle le levantó una de las mangas observando su antebrazo tatuado, enrojecido por las descargas de Kate.

Seth se revolvió un poco, girando sobre sí mismo, incómodo. Entendí que tenía una lucha interna entre ir con Jacob y quedarse con Ish. Me pregunté qué estaría pasando con el otro grupo de licántropos.

- De acuerdo – contestó Edward a una frase no pronunciada de Carlisle, que desapareció en un segundo por el bosque, justo por donde habían ido el resto de vampiros.

- Puedo andar – protestó Ish cuando Edward la cogió entre sus brazos, alejándola de su pecho para no transmitirle su frío.

- ¿Prefieres que te lleve Seth? – le preguntó dubitativo.

- No – contestó en un susurro convulso por la tiritona que sufría.

- Seth, los demás se han ido hacia el oeste. Todo está controlado. Nosotros iremos a casa.

El lobo esperó medio segundo y movió la cabeza emitiendo un corto gruñido.

- Bien, entonces vamos – dijo Edward y salió disparado. Enseguida nos dejó atrás. Seth no se molestó en cambiar de fase cuando pasamos al interior de la casa.

- Vete – le dijo Edward a su hermana después de terminar de explicarle de manera rápida y eficiente lo ocurrido. Rosalie salió por la puerta esquivando al lobo que ocupaba gran parte de la entrada.

Nessie apareció corriendo de la cocina con un par de manzanas en sus manos, que ofreció a Ish, debajo de un par de mantas y recostada en el sofá. Seth se acercó y se agachó lo suficiente como para reposar su cabeza al lado de la de Ish, que mordía con avidez una manzana.

- Estoy bien – le dijo en un susurro tembloroso y se apoyó contra su costado.

Me acerqué hasta ellos y no me gustó lo que vi. Ish tenía los labios amoratados por el frío. Incluso la piel de debajo de sus uñas estaba morada y la temblequera hacía que su pequeño cuerpo se convulsionara tan fuerte que parecía que se fuera a caer del sofá.

- Así no conseguirás darle calor, sino lo contrario, la estás empapando. ¿Por qué no te transformas? – Seth gimoteó mientras miraba a Edward.

- Necesito saber qué tal le va a Jacob – me explicó.

- Por lo menos, debería cambiarse de ropa – insistí al escuchar cómo le chasqueaban los dientes.

Seth levantó la cabeza y emitió un leve quejido.

- Ya la llevo yo, Edward – le dije cuando hizo ademán de acercarse.

La cogí en brazos y me percaté de que pesaba menos de lo que pensaba. A pesar de que con las mantas casi abultaba más que yo, la subí sin problemas hasta el primer piso mientras la niña le solicitaba a su padre que le contara qué estaba pasando con Jacob. Por lo que pude entender, todo iba bien.

Senté con cuidado a Ish sobre la cama de Rosalie y fui hacia el armario. Busqué con mi olfato algo de algodón y evité los armarios de la izquierda, desde donde me llegaba el olor de seda y satén. En uno de los cajones encontré unos pantalones gruesos de viaje y una camiseta de manga larga de algodón. Sus manos resultaban torpes por el tembleque. Le saqué la camiseta empapada de un movimiento. Le dejé un poco de intimidad para que se cambiara la ropa interior y mientras, rebusqué en el baño el secador de pelo. Le metí la camiseta, los pantalones y unas botas en menos de medio minuto. Ella simplemente se dejó hacer. Volví de nuevo al armario y cogí un abrigo grueso relleno de plumas. Lo tiré en la cama y ella se lo echó sobre las piernas mientras le secaba el pelo.

A pesar del ronroneo del aparato, pude oír la voz de Seth y me relajé al pensar que si el muchacho había recuperado su aspecto humano era porque todo había terminado.

Apagué el secador y lo guardé en el armario del que lo había sacado. Ish seguía sentada en la cama con una expresión ausente.