-- -- -- Sol-Naciente: enero 2011

jueves, 27 de enero de 2011

Capítulo 29.- SETH (2ª y última parte)

Tendría que sacarla de la casa y llevarla a un lugar más íntimo. Si quería que funcionase, teníamos que lograr que se relajara. Cuando entramos todo seguía igual, apenas habíamos estado medio minuto fuera. Edward se dirigió enseguida a Jacob y salieron sin pronunciar una palabra. Ellos buscarían a Seth.

Cogí aire e intenté darle a mi voz un tono lo suficientemente monocorde para que no me delatase.

- Chicas, relajaos un poco – dije abriéndome paso entre Rosalie y Leah -. ¿Te apetece venir a la cabaña?- dibujé en mi cara lo que me pareció una sonrisa amistosa y recé porque mi actuación resultara lo suficientemente convincente.

Dudó por un instante, pero después de echar un vistazo alrededor y observar los rostros crispados de Rosalie y Leah y los angustiosos de Esme y Alice, asintió despacio con un movimiento de cabeza.

Caminamos a un paso normal y procuré estar por delante para evitar que me viera el rostro. No podía leer mi mente, pero mi cara siempre había sido un libro abierto para todo el mundo y si sospechara levemente lo que se le venía encima…

Empezaba a chispear y crucé el río con ella a mi espalda, prestando especial atención a cualquier ruido que proviniera del bosque y me informara de la llegada de los chicos.

¿Vendrían todos juntos o sólo aparecería Seth? Me mordí el labio, nerviosa.

Nuestra última baza dependía de tantas cosas…

Me visualicé pidiéndole a Jacob que no me acompañara y haciendo guardia en el recodo del río para evitar que entorpecieran el plan de Edward. Esperaba que con eso le valiera a Alice para avisar al resto de que no vinieran.

Cuando llegamos a la puerta de entrada, estaba encogida por el aire frío y porque estaba empapada. Pasamos y fui directa a por una sudadera seca, pero no me dio tiempo a llegar. El fuerte sonido de un corazón acelerado me llegó desde el pequeño patio trasero.

Justo cuando volví al salón, entraba por la puerta Edward con gesto serio.

- Hay alguien esperándote fuera – se limitó a decirle en un tono distante.

Ish le miró por un momento y luego se giró con los ojos llenos de interrogantes.

- Necesita decirte algo – se limitó a contestar Edward.

Sus ojos se enrojecieron y me pareció que había miedo en ellos. Desvió la mirada e inhaló todo el aire que le cupo en los pulmones. El vacío empezaba a ocupar a toda prisa su conciencia. Levantaba una vez más aquel muro infranqueable para prevenir el daño.

- Ya le he dicho lo que tenía que decirle – contestó tajante.

- Pero él no – Edward se echó a un lado y con la mano que tenía libre le hizo un gesto para que pasara.

Apretó la mandíbula y tensó los músculos, dedicándole a mi marido una mirada envenenada.

- Se lo debes – le dijo él en respuesta.


El muchacho estaba nervioso, pero en cuanto nos vio aparecer, se recompuso y se acercó con paso decidido.

- Estaremos por aquí – contestó Edward a una pregunta no formulada de Seth.

Éste asintió y nos miró con gesto grave.

Mientras nos alejábamos apenas unos metros entre los árboles, oí cómo el chico se aclaraba la garganta antes de empezar.

- Edward me ha contado lo de la casa. Al parecer, no han podido convencerte ellos tampoco de que cambies de decisión.

- No – le contestó ella cortante.

- Iré contigo.

- Seth, ya te lo dije antes. No.

- No puedes ir sola y yo quiero ir contigo.

- Sí puedo – le respondió dando media vuelta para volver a la casa.

- Espera – le espetó Seth tomándola de la muñeca –. Dame una razón.

- ¿Qué? - el muchacho había tirado de ella y volvían a estar uno frente al otro, aún más cerca que antes, casi pegados –. Seth, no te hagas esto – le suplicó al tiempo que soltaba su muñeca.

- Dame una razón – le pidió con la voz dura –. Sólo eso.

- Me estoy helando, me voy dentro, yo…

- No – la interrumpió y la abrazó contra su pecho guardándola del frío-. Tú razón es protegerme y no es válida. No hay nada ahí fuera a lo que no me haya enfrentado ya.

Ish le miró desconcertada entornando los ojos para protegerlos de la lluvia.

- No puedes sacrificarte por mí.

- ¿No entiendes que para mí el sacrificio es alejarme?

- No, Seth, no – dijo ella intentando zafarse de su abrazo en vano.

- Entra en mi mente. ¿Por qué no me lees a mí el pensamiento como al resto? Compruébalo por ti misma o busca en mis recuerdos lo que quieras e intenta darme una razón por la que no deba ir. Una razón válida.

- No voy a hacer eso.

- ¿Por qué no?

- Quiero irme. Bella, Bella – me llamó de un modo casi desesperado.

Estuve tentada de ir, como si una especie de instinto maternal me empujara a protegerla del dolor, pero no me moví. Quería que no se fuera sola, a pesar de que con ello Ish creyera que condenaba al chico.

- Lee mi mente – le ordenó él en tono mortificado.

- No, esto es inútil. Seth, suéltame, no puedes obligarme.

Seth tomó el rostro irritado de Ish entre sus manos y acercó sus caras hasta dejar las frentes pegadas.

- Mira mis recuerdos, lee mi mente y busca una razón. Dime una razón y te dejaré marchar sin luchar, te lo prometo.

- No voy a hacerlo – afirmó.

-Si tú no quieres mirar dentro…

-¡No puedes obligarme! – le chilló ella intentando quitarse sus manos de encima.

- Sí puedo.

Se agachó un poco más y juntó sus labios, besándola lentamente. Ella no se opuso y entonces él la besó de un modo más apasionado y por fin ella reaccionó, devolviéndole el beso y pegando sus cuerpos. Él la abrazó e Ish acercó sus rostros aún más.

Y entonces ocurrió.

Ish se alejó de golpe, apenas unos centímetros. La mirada de Seth se perdió.

La chica se apoyó sobre las puntas de sus pies mirando fijamente los labios del quileute, dispuesta a seguir besándole. Pero en el instante en que los rozaba frunció el ceño, alejándose aún más. Percibí un brillo inquietante en sus ojos y noté cómo Edward se tensaba a mi lado.
Presté más atención y me di cuenta de cómo ella miraba con una extraña mueca de dolor la pulsera que pendía de su muñeca. Seth volvió en sí para ver el rostro torturado de ella y también su mirada se centró en la pulsera.

Ish se alejó un par de pasos mientras se la quitaba lentamente.

- ¿Qué haces? – le preguntó Seth nervioso.

- Esta pulsera… tú… – dijo ella titubeando.

Él intentó salvar la distancia que los separaba pero ella retrocedió un par de pasos más. Ish tomó el brazalete y lo apretó con fuerza dentro de su puño. Su cuerpo se dobló como si le costara respirar, como si una punzada de dolor hubiera atravesado su pecho, dejándola agónica. Seth la ignoró cuando intentó oponerse a que él la volviera a abrazar y la rodeó con uno de sus enormes brazos mientras con la otra mano acariciaba dulcemente su mejilla.

- No puedo llevar esto - le dijo mientras le apartaba la mano de la cara y en ella depositaba el regalo.

- ¿Por qué no?- le preguntó él sorprendido.

- Tú crees que yo… que tarde o temprano… - apoyó su mano contra el pecho desnudo del muchacho y se impulsó ligeramente para salir de su abrazo. Los ojos de Seth fluctuaban estupefactos entre la pulsera que tenía en la mano y el rostro duro de Ish.

- No te sigo -le contestó apretando los dientes.

- Yo no creo en esto. Y ésa es mi razón. Querías una y te la he dado.

- No es cuestión de creer - empezó el muchacho y me fijé en cómo sus manos y espalda empezaban a temblarle.

- Llévatela de aquí -la voz fiera de Edward me llegó al mismo tiempo en que se precipitaba hacia adelante.

Me lancé hasta ellos, la tomé entre mis brazos y corrí dirección a la casa principal, sin volver la vista atrás.

No conseguí que hablara del tema. Durante todo el día estuvo esquiva con todos, incluido Edward, a quien no le permitió entrar de nuevo en su mente.
Finalmente dejamos de insistir y llegó un momento en que ya no se hablaba de ello, a pesar de Rosalie.

Leah no volvió a casa de los Cullen después de aquella tarde y Edward se acercó a ver a Seth. No me hizo falta preguntarle para saber que el chico estaba muy mal.

Me sentía perdida. Aún no era capaz de comprender en qué momento todo se había dado la vuelta y por qué.

A pesar del malestar que la marcha en solitario de Ish provocaba en nosotros, había, de nuevo, dos posturas distintas ante esta decisión. Nadie dijo nada pero era evidente que personas como Jasper o Edward entendían la postura de la decani, mientras que los demás estábamos a la espera de que un milagro la hiciera cambiar de opinión. Pero a la mañana siguiente le pidió a Emmett que la ayudara a reservar un billete de avión.

Su vuelo saldría a las 18:15 del día siguiente desde Seattle a Chicago; después, nadie lo sabía.

Observé cómo dormía su última noche en el antiguo cuarto de Edward. El lejano eco de su corazón se volvía frenético cuando alguna pesadilla acechaba su sueño.

¿Cómo podría enfrentarse ella sola al mundo? ¿Realmente intentaba salvarnos a todos o sólo era una forma desesperada de intentar llevar una vida normal? Ambas razones me parecían absurdas. No podía quitarme de la cabeza el trayecto que había hecho con ella en mis brazos desde mi cabaña hasta la casa aquella tarde. Todo su ser temblaba y aquella tiritona no la provocaba el frío del ambiente o de mi contacto ni sus ropas mojadas. Aquel estremecimiento le llegaba de lo más profundo de su alma.

El sonido de su corazón cesó y supe que estaba despierta, aunque no abrió los ojos y permaneció lo más quieta posible. La mayoría de la familia rondaba cerca de su cuarto y comprendí que sólo intentaba prolongar un poco más aquel momento de intimidad.

Deseé cogerla y chillar hasta hacerle comprender que aquella no era la manera, que debía existir otro modo, que aceptara la compañía de Seth, aunque ella no creyera en la magia que une a un licántropo con otra persona. Quise decirle que fuera egoísta, como yo lo fui una vez, que no se alejara de su sol personal, que se alejara de nosotros en su compañía por unos años y luego volviera. Entonces podría estar con nosotros por siempre. Esquivaríamos a los Vulturi del mismo modo que Edward había pensado hacerlo cuando se negaba a convertirme. Pensé en pedirle que lo hiciera por mí, por Esme y Carlisle, por Nessie.

Pero no lo hice.

Yo misma me había puesto en peligro en unas cuantas ocasiones intentando proteger a los míos y sabía positivamente que lo haría con los ojos cerrados, una vez más, si la circunstancia lo requería. Pero permitir que alguien a quien amas lo haga sin impedirlo resultaba horrible.

Esperaría a que se levantara y se lo pondría fácil, aunque ello me partiera en dos. Ella era mi amiga, mi hermana e intentaría que sufriera lo mínimo.

Se removió en la cama y parpadeó antes de enfocarme.

- Buenos días - le dije a pesar de que el sol aún no había salido. Me desplacé por la habitación y la abracé igual que hacía cada mañana cuando Nessie se despertaba. Los ojos empezaron a escocerme mientras mantenía la respiración para que no se convirtiera en sollozos.

lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 29.- Seth (1ª Parte)

El alba trajo una paz incómoda; al menos, yo me sentía así ante la aparente normalidad. Para Ish fue una bendición que la oscuridad acabase con el supuesto horario de sueño y parecía extrañamente animada, como si de pronto se hubiera quitado un peso de encima. No fui la única que pensaba aquello, pues percibí cómo Alice la miraba de reojo estudiando sus reacciones. En cuanto llegó Seth, insistió en salir a dar una vuelta con él, a solas, lo que incrementó esa extraña sensación de incomodidad.

Después Nessie, Edward, Jacob y yo salimos también a pasear. Intentamos evitar el rastro que había dejado Seth para darles algo de intimidad y cazamos por el noroeste.

Jacob se inclinó pesadamente hacia delante y se dejó caer a plomo contra el suelo. Apoyó su espalda en un viejo árbol enmohecido y estiró las piernas. El juego de luces que se filtraba a través de los escasos claros de las copas le daba un aspecto cansado.

A lo lejos pude escuchar la risa de la niña ante los juegos de su padre.

- ¿Qué tal anoche? – me preguntó en tono casual, pero pude percibir en su gesto una nota de preocupación.

- Normal – con todo lo que ello implicaba, pesadillas incluidas -. ¿Por?

- No sé. La noto distinta hoy, pero no sabría decirte qué es.

- Jake, tienes un aspecto pésimo.

- No ha sido una noche muy tranquila – me confesó.

- ¿Sam? – me aventuré.

Resopló fuertemente y se llevó la mano a la cara mientras ponía los ojos en blanco.

- Afortunadamente, anoche Sam no tenía nada que decir – dijo carraspeando la garganta.

Tuve la fuerte sensación de que me había perdido gran parte de esa historia pero lo de hoy, al parecer, iba por otros derroteros.

Esperé a que terminara de dar un gran bostezo y luego relajé mis piernas, sentándome también en el suelo.

- Ayer por la noche Sue se presentó en casa con Seth para pedirme que impidiera que su hijo se marchara con Ish. Me parecía raro que aún no hubiese dicho nada pero finalmente estalló, por decirlo suavemente. Por suerte mi viejo me salvó el pellejo y se ocupó de hacerle comprender que Seth ya no es un crío. Ella no lo ve igual. No comprende lo que siente. Creo que nadie jamás ha estado más convencido de que ha encontrado a su media naranja - bajó los ojos sin llegar a ocultar del todo una leve sonrisa irónica -. ¿Qué pasó anoche? ¿A qué se debe ese cambio de humor tan repentino? Y poco natural – añadió en un susurro.

Repasé la velada.

- Rosalie, Esme y Alice le estuvieron hablando de viajes y países, destacando lo bueno y lo malo de cada uno; intentaban ayudarla a concretar su destino. Más tarde ella nos explicó que Edward le había dado más detalles del viaje que había planeado hacer en su año sabático, cuando su vida aún era normal. Cuando se durmió, empezaron de nuevo las pesadillas, igual que las anteriores noches. No ocurrió nada más. A eso de las cuatro desistió de intentar dormir y seguimos charlando.

Entonces una bombilla se encendió en mi mente con tal intensidad que debería de poder ser visible fuera de mí.

Esme había hecho un comentario quitando importancia al destino. Exactamente había dicho: << Mientras estéis a salvo no importa el destino; seguro que a Seth le da igual>>.

- A pesar de que él no tenga necesidad de ese viaje – susurré citando su respuesta y un gélido escalofrío recorrió mi columna vertebral de principio a fin. Tuve la necesidad imperiosa de ver a Ish y comprobar si mis pensamientos eran erróneos.

Jacob se incorporó de un salto cuando salí disparada en busca de Edward y Nessie.

La encontramos enseguida, a tan sólo unos kilómetros al este. No había rastro de Seth. Edward se aproximó a ella con un gesto de clara preocupación dibujado en su rostro.

- Basta – suplicó Ish. Su cuerpo se estremeció y desvió la mirada de Edward, evitando los ojos del resto –. Lo siento, pero no creo que tú seas el más indicado para decirme esto – su voz, que sonaba increíblemente distante, se apagó y en el rostro de mi marido apareció aquella mirada de sufrimiento y culpa que yo ya conocía. Me desplacé hasta él y, sin apartar la mirada, busqué a tientas su mano izquierda. Cuando la encontré presioné el anillo de su dedo anular, el único anillo que él portaba y asió mi mano con fuerza.

Hacía ya una eternidad Edward se había alejado de mí intentando de ese modo protegerme y aquello había sido el error más doloroso que ambos habíamos sufrido.

- No te vamos a permitir que te marches sola, es una locura – le dije después de un rato girándome lentamente.

- Tú tampoco puedes decirme eso – al terminar de pronunciar la frase alzó los ojos hasta mí y reconocí en ellos aquel vacío producido por un enorme pozo oscuro abierto en el centro del alma, como si su conciencia buscara de forma instintiva aquella sensación de aturdimiento infinito, previniendo el daño, dejando que la nada ocupara todo el espacio de su ser antes de que llegara el dolor-. Tú te alejaste de Charlie cuando le creíste en peligro - su voz sonó firme y no pude evitar preguntarme cómo era capaz de tal control de sus sentimientos.

- Será mejor que vayamos a casa – sugirió Edward.



- Ayúdame – la voz suplicante de Ish me pilló desprevenida y miré sorprendida a Edward.

Ambos se habían detenido a unos pocos pasos del porche de la casa y sus ojos se miraban fijos. Edward endureció su semblante. Él prefería mantener esa conversación en privado, pero yo no pensaba quedarme fuera.

- A qué – solté inquisitivamente - ¿Te está pidiendo que la ayudes a quitarse de en medio?

- ¿Cómo? – Jacob apareció de entre los cedros con el ceño fruncido-. Me da igual lo que te conteste, la respuesta es no.

Se encaró a ella y buscó su mirada con los ojos cargados de determinación.

- No se refiere a eso – le corrigió Edward.

- No, claro. Es una versión adaptada de lo que le pediste a Jasper, ¿no? – inquirí con la voz dura.

- ¿De qué hablas? – se quejó Jacob.

– Edward, no lo hagas, no lo hagas – aquello sonó como una orden desesperada y supe enseguida que era inútil. Ella había tomado la decisión y Edward no intentaría convencerla.






Le resultaba tan fácil que era ridículo. A cada razón que le dábamos ella tenía una buena réplica. Resultaba tan frustrante oírla hablar con esa rara entereza que no terminaba de parecer ni segura ni fingida.

- ¿Voy a tener que morderte para que veas de lo que soy capaz? – le amenazó Emmett de forma sarcástica –. Si piensas que cualquiera puede venir y hacer daño a los Cullen es que te faltan un par de recuerdos en esa cabecita tuya.

-Sé muy bien de lo que sois capaces. Pero he de insistir que el plan sólo funcionará si en verdad me voy por mi cuenta, sin vuestra ayuda. Sin nadie – puntualizó con una extraña mirada en sus ojos.

Estaba segura de que cada uno intentaba en privado pensar alguna razón mejor que las otras y que Ish no pudiera rebatir.

- No lo hagas, por favor – la voz estrangulada de Esme rompió el silencio, entrelazando nerviosa los dedos con su compañero.

- Ish, debes entender que Jasper tiene razón. Tus posibilidades de sobrevivir sola son muy pequeñas – dijo Carlisle.

- ¿Qué crees que haces? – irrumpió Leah a gritos sin molestarse en llamar o cerrar la puerta -. ¿Sabes a lo que se ha tenido que enfrentar mi hermano para convencer a mi madre de marcharse contigo? ¿Acaso estás loca?

La férrea fachada de Ish se disolvió por un segundo y percibí cómo su rostro se contraía por un profundo dolor interno. Necesitó algo más de un minuto para poder hablar.

- ¿De verdad quieres que tu hermano me acompañe? ¿Qué pasaría si nos encontraran? ¿Lo has pensado? – Ish mantuvo la mirada a la quileute mientras ésta se aproximaba hasta ella.

- Mi hermano sabe defenderse – sentenció con los ojos brillantes por la furia.

- Creo que tu hermano no estaría en las mejores condiciones para luchar. Mientras yo esté cerca, será vulnerable. Soy su punto débil.

Jasper aspiró con fuerza y sospeché que esa idea la había sacado de su cabeza.

- Yo iré con vosotros. Incluso creo que podría convencer a Embry para que se apuntara - mantuvo intensamente la mirada con Ish esperando una respuesta y temí que ella estuviera rastreando a los demás en busca de ayuda.

- No pienso condenaros a vosotros.

- Eso ya es tarde para Seth – pronunció el nombre de su hermano con una lejana pincelada de irascibilidad y entró un poco más en el salón colocándose al lado de Jacob, que permanecía de pie –. Nadie quiere que te vayas sola.

- No tenía pensado ir sola – contestó en un tono amenazante –. Creo que podría contactar con Nicolás.

Aquel nombre explosionó al salir de sus labios con tanta potencia que me impidió escuchar el resto de la frase. Todo se paralizó, incluso el aire pareció dejar de fluir. Mi mente cayó en una espiral de recuerdos. Aquel pálido y bello vampiro guardaba demasiados secretos directamente relacionados con Ish, con su conversión, su búsqueda y la extraña obsesión que sentía por ella.

¿Estaba en verdad dispuesta a volver al lado de aquel ser cuya presencia le había atormentado tanto?

- ¡Es mentira! – chillé dando un paso hacia delante.

Ish cerró la boca dejando una palabra a medias. Me giré para mirar a Edward y percibí un brillo de victoria en sus ojos.

- No es verdad –repetí, pues necesité escucharlo una segunda vez para asimilarlo bien –. No vas a avisar a nadie. No tienes ninguna intención de recibir ningún tipo de ayuda.

No percibí ira en su mirada cuando me observó con los ojos duros.

- Eso es una locura – terció Jacob adelantándose también.

- Ni siquiera lucharás, ¿verdad? Tal vez sólo lo justo para…

- No voy a dejar que me maten – replicó la decani con voz cortante, mirando enfurecida a Jasper.

- Pero lo prefieres a que te conviertan – continuó Jasper y Edward le lanzó una mirada de alegría contenida.

- ¿Pero qué demonios piensas? – Rosalie la encaró con los ojos fuera de sus órbitas.

- No puedes hacer eso - le reprochó Leah aún con voz más dura y se colocó a su lado-. ¿Simplemente te vas a dejar matar?

- ¿No es algo que tú hubieses preferido? – acusó a Rosalie.

- Pero tú tienes otra opción – contestó la vampira sin inmutarse por el comentario –. ¡Vive con los lobos!

- Con nosotros estarás a salvo. Ellos no pueden localizarte, ¿no?

- ¿Cómo os van a encontrar? –añadió Rosalie

- Lo siento – Ish negó con la cabeza. Parecía dispuesta a no aceptar ningún tipo de alternativa.

- Escúchalas – intervine intentando ocultar mi desaliento – .Tú nunca le has leído la mente a los licántropos. No sabes de lo que son capaces. Con tres lobos a tu lado y los dones que ya tienes seriáis prácticamente intocables.

- Puedes notar si vienen a por vosotros, escuchar si alguien tiene sospechas – apuntó Leah y por un breve momento tuve la certeza de que quizá pudiésemos conseguir que se lo replanteara.

- ¿Y condenaros a vivir en una huída constante? – su voz se alteró por la desesperación.

- Creo que aún no comprendes que mi hermano prefiere cualquier tipo de vida a tu lado que estar sin ti.

Aquello resultó demoledor. El muro que había levantado alrededor de sí misma se difuminaba y por primera vez no encontraba argumentos en los que apoyarse. Su cuerpo se estremeció y respiró descompasadamente un par de veces antes de volver a erguirse.

- Se recuperará – contestó con un hilo de voz.

- ¿Cuántas mordidas dices que le quedan? – preguntó Rosalie al aire.

- ¿Te la sujeto? – le contestó Leah en un tono desafiante.

- Chicas, basta – intervino Carlisle con aire autoritario.

Pero ninguna de las dos se movió. Estaban tan cerca las tres que casi podían tocarse.

El ambiente no se relajó. Simplemente permanecimos en silencio.

Apreté los labios con fuerza y tiré de Edward hacia el exterior. Intenté contener la voz pero sonó rasgada por la furia y la frustración.

- No sé por qué no has intervenido ni cómo te ha convencido para que lo hicieras.

Pero no me dejó terminar. Pasó su mano por mi cintura y continuó empujándome, alejándonos de la casa con rapidez.

- Está a punto de derrumbarse – me siseó cuando nos detuvimos –. Para ella usar mi don le supone mucho esfuerzo y ya no puede más. Le prometí que no intervendría. Te lo explicaré luego – dijo al ver mi expresión recelosa –. Creo que aún nos queda una baza.

No hizo falta que me explicara lo que había pensado; el brillo de sus ojos delató su idea.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo 28.- BIENVENIDA (2ª y última parte)

En seguida noté cómo su cuerpo tiritaba de nuevo, así que permití que Seth la cobijara entre sus brazos. Cuando el salón volvió a tener su aspecto habitual, ella volvió a esconderse entre un par de tupidas mantas y entre sus dos estufas lupinas preferidas. De su expresión no se habían borrado las señas de intenso dolor, pero al menos ella estaba entre nosotros. Su mente estaba en el presente, en el ahora.

- Necesito comer – murmuró asomando la cara de entre las mantas. Tenía las mejillas sonrosadas, probablemente por el calor.

Enseguida Esme y Rosalie se deslizaron a la cocina y en un breve lapso de tiempo volvían con un bol lleno de fruta troceada.

- Edward – musitó antes de meterse el primer trozo de manzana a la boca.

Pero él no dijo nada. Se limitó a ladear la cabeza.

- No – le contestó ella.

- Bien, ¿te importa si lo hago en voz alta? – le preguntó con profunda y agradable voz.

Ella consintió con un rápido movimiento de cabeza, mientras seguía comiendo con algo más de apetito.

- Tu nombre real es Nuria Medina. Hiciste los diecisiete años el pasado cuatro de agosto. Siempre has vivido en Madrid, donde naciste. Estuviste en varias casas de acogida hasta que te adoptó tu familia, cuando tenías nueve años. Acababas de terminar el último curso del instituto y trabajabas en el aeropuerto de Barajas. Tenías pensado hacer un viaje. Querías visitar varios países el próximo año. Después, decidirías si querías ir a la universidad.

- Gracias- le interrumpió con la voz quebrada mientras se cobijaba bajo el brazo de Seth.

Edward se calló y su gesto mudó en una expresión escéptica.

- Ish, ¿no me oyes? -le preguntó Eleazar

Ish frunció el ceño estudiando la cara escéptica del vampiro antes de volver a fijar su mirada en Edward.

-¡Vaya! – susurró éste con un deje de sorpresa –. Creo que mi habilidad funciona de un modo distinto en ella.


Cuando llegó la noche, las pesadillas con los nombres de su familia anterior volvieron e incluso se intensificaron. Pero la peor de todas fue casi al alba, cuando los primeros rayos del sol iluminaban tenuemente las nubes que cubrían aquel cielo del que caían intermitentemente ligeros copos de nieve.
En aquella pesadilla los nombres fueron otros.
Esta vez dijo los nuestros.

No volvió a quedarse dormida, a pesar de que apenas había conseguido descansar un par de horas seguidas. De todos modos, se suponía que ahora era como una neófita, así que a nadie le pareció mal.

Aquella mañana rehusó ir a casa de los Clearwater y permití que Alice organizara una tranquila reunión de chicas en la cabaña. Seth la dejó allí antes de marcharse.

Alice, Rosalie y mi hija habían ido de caza antes de venir.

- ¿Tienes hambre? – le pregunté mientras sacaba de la bolsa que Seth había dejado en la entrada la fruta que habían traído.

- Sí, gracias – le tendí una manzana que aceptó y de nuevo me dedicó esa sonrisa complaciente.

Se paseó por el salón, revisando la colección de libros de Edward y mía mientras yo retiraba a un lado la mesa baja y disponía algunas sillas alrededor del sofá.

- ¿Cuál es tu favorito? – me preguntó en tono casual.

Pensé por un momento mientras terminaba de darle el último vistazo a la habitación.

- Varios, no sabría decirte sólo uno – me mordí el labio observando cuál de mis raídos libros era el que más me gustaba.

- Es fácil estar contigo – me soltó sin darse la vuelta y no pude entender el sentido de aquello.

- ¿Por qué lo dices? – le pregunté después de un rato.

Se limitó a encogerse de hombros mientras le daba el último bocado a la manzana.

Se acercó hasta una de las baldas de la pared y de allí tomó la fotografía que Charlie y Sue me habían regalado por Navidad. La observó por un instante y la volvió a dejar en su sitio.

- Cuando os marchéis, ¿no echarás de menos todo esto? – me preguntó y un tono de melancolía se filtró en su voz.

- Mucho – musité en voz alta pero mi mente pensó << demasiado>>.

Repasé la lista de cosas que había decidido llevarme: la pulsera, la foto, algunas de mis cosas de humana, mi regalo de cumpleaños y poco más. Lo demás era reemplazable.

Y entonces me di cuenta de que inconscientemente desde que Carlisle insinuara nuestra marcha había estado grabando a fuego cada una de las imágenes de mi vida cotidiana: cada rincón de mi pequeña cabaña, las texturas de la vegetación y la tierra de aquellos bosques, los surcos que las arrugas provocaban en la cara de mi padre, su olor a hogar…

Hacía meses Edward había conseguido convencerle de tener su propia cuenta de correo electrónico. ¿Cuánto tiempo llevaría mi marido preparando nuestra marcha? Él era más consciente que yo de la necesidad de marcharnos, sobre todo con el problema que estaban teniendo en la reserva con los muchachos.

- Imagino que debes pensar que soy una idiota, por no querer convertirme. Eleazar piensa que así, Aro perdería el posible interés que siente por mí - me contempló después de soltar aquello lo más rápido que pudo.

- No – le contesté de corazón.

Me senté a su lado y comprobé en su mirada que tenía más cosas que decir, así que esperé. Entendí lo difícil que debía resultarle aquello, pues su ceño se frunció de frustración, como si no encontrara las palabras adecuadas que expresaran lo que le rondaba en la cabeza.

- Lo normal es que la gente no elija este modo de existencia. Se podría decir que yo soy una excepción – le dije para intentar relajarla.

- Verás, no soy capaz de recordar una sola imagen de mi vida anterior, salvo…- tragó saliva y se frotó las sienes fuertemente con ambas manos como si quisiera sacarse de la mente aquel recuerdo –. Soy una perfecta desconocida para mí misma, pero tengo claro que no quiero convertirme en ellos.

- Tú nunca serías uno de ellos – le aseguré alzando mi voz que sonó tajante –. Yo también tuve miedo de que eso me pasara, pero sabía que Edward jamás me hubiese permitido hacer algo de lo que luego pudiera arrepentirme. Ish, pase lo que pase, debes entender, y esto es muy importante - añadí reforzando la inflexión de mi voz –, que siempre estaremos ahí, mientras tú quieras. Aunque te alejes o desaparezcas por una temporada, todos nosotros siempre seremos tu familia.

- ¿Lo prometes? – me susurró mientras se secaba las lágrimas antes de que salieran de sus ojos enrojecidos.

- Siempre – le aseguré.

- Gracias – musitó mientras se abrazaba las piernas y tuve la sensación de que, si no conseguía prolongar la conversación, se sumiría de nuevo en uno de sus trances.

- ¿Has pensado dónde iréis? – alzó el rostro y me contempló mientras intentaba comprender mi pregunta.

- Me refiero a Seth y a ti. Bueno, se supone que no deberíais decírselo a nadie, pero yo… ¿no estará escuchando Edward? – parpadeó confusa y luego negó con la cabeza.

Su don efectivamente funcionaba del todo en modo diferente. Podía escuchar los pensamientos de las personas pero sólo si se concentraba en ello. Para Edward seguía siendo imposible escucharla, si ella lo bloqueaba, pero cuando se lo permitía eran capaces de mantener conversaciones.

- No, esto es cosa nuestra.

Al cabo de un rato, llegaron el resto de las mujeres de la familia. Esme trajo más comida y extrañamente esta vez Ish sí que dio buena cuenta de ella. La velada transcurrió entre anécdotas inverosímiles de la familia a través de los años. Ish simuló estar más animada pero aquella ligera felicidad fingida no llegó a su mirada que de vez en cuando se perdía y la sumía de nuevo en aquella apenada melancolía. Cuando la noche llegó, trajo consigo las pesadillas y una vez más, a quienes perdía en la matanza era a nosotros.

lunes, 17 de enero de 2011

Capítulo 28.- BIENVENIDA (1ª Parte)

¿Qué se hace cuando alguien no quiere vivir, cuando morir tampoco es una opción aceptable, pero cada respiración supone una tortura?

¿Qué hacer cuando ves a un ser querido anhelando el final a cada segundo?

¿Dónde acaba su derecho a terminar y empieza el nuestro a desear que sigua adelante?

Era como imaginarme que Alice decidiera desaparecer, o Jacob. Tenía claro que no lo permitiría. Estaba convencida de que eso era lo correcto, luchar por ella mientras ella no pudiera. La obligaría a ver de nuevo el mundo, a despertar de su amargo letargo. Por su bien, por el nuestro, por el de Edward.

Ambos compartían ahora un pedacito de su mente y la pena que la consumía absorbía también la felicidad de mi marido. Debía sacarlos a los dos de ese trance. Aún ignoraba cómo, pero sabía que ése era mi nuevo cometido en esta vida y lo conseguiría, de un modo u otro.

- ¡Jasper! – la voz desesperada de Seth llegó de la biblioteca.

Durante las últimas treinta y seis horas Ish se había despertado sobresaltada de la misma pesadilla más de una docena de veces. Cuando lo hacía no recordaba dónde estaba o quiénes éramos. Su mente estaba atrapada en esa noche en que su familia en pleno había sido brutalmente asesinada por un aquelarre de vampiros. Ni siquiera recordaba la parte en que Nicolás la sacaba de allí.

Seth no se había separado de ella un instante desde su conversión y aunque, mientras estaba despierta le ignoraba, igual que al resto, mientras dormía se pegaba a él de un modo vehemente, como si quisiera entrar en su piel, el único lugar seguro que ella encontraba, lejos del frío tacto de aquellos asesinos monstruosos.

Una vez más nos llevó más de cinco minutos recordarle que estaba a salvo. Sólo cuando rompía a llorar sabíamos que estaba de vuelta. Su mente volvía a la realidad y su espíritu se desmoronaba. ¿Cuántas veces podría soportar aquello antes de rendirse definitivamente?

Seth la tomó en brazos y la devolvió a la cama mientras Esme continuaba con aquellas frases llenas de ternura y afecto.

- Seth, disculpa, ¿me dejas a mí? – le pedí antes de que se tumbara junto a ella.

El muchacho titubeó y miró por un instante el cuerpo inmóvil de Ish, una vez más, sumida en algún lugar atormentado de su psique, consumida, en la espera de otra atroz pesadilla.

- Necesitas descansar – afirmé.

- ¿Y si…?

-Venga, tío, estas que te caes. ¿Por qué no te echas sólo un rato? Bella cuidará bien de ella – terció Emmett desde la puerta.

- Yo también me quedaré – añadió Jasper.

No puso objeciones, la miró una vez más con un gesto apenado y salió de la habitación. Le oí arrastrar los pies hasta el cuarto de Ish y al poco respiraba profundamente entre sueños que debían ser intranquilos.

Me tumbé a su lado y coloqué el edredón en mi regazo para protegerla del frío tal y como recordaba que hacía Edward. La abracé con cuidado y le acaricié el pelo liso color caramelo tostado, mientras le tarareaba mi nana. Notaba el fuerte influjo de Jasper a mi lado y pronto ambas estuvimos envueltas en una apacible aureola, aunque su mente, una vez más, volaba lejana a esta realidad.

- Hola – me susurró Jacob desde la entrada-. ¿Qué tal?

- Parece que de momento no vamos mal – le susurré.

Se sentó al otro lado de la cama y de forma automática Ish acomodó su postura para acercarse al calor que desprendía mi amigo. Pasó menos de una hora hasta que se volvió a quedar dormida y después apenas veinte minutos hasta que empezó a chillar. Esta vez ya no conseguí convencer a Seth de que siguiera durmiendo, a pesar de que Jacob también se quedó.


Con Edward la única diferencia eran los gritos. Pero la mayor parte del día se tomaba grandes molestias disfrazando de simple apatía su desazón. Creo que sus esfuerzos por simular normalidad era lo que más me dolía.

Jasper continuó arriba junto con Esme. El resto de la familia estaba en el salón. Mi hija acababa de terminar su clase de piano con su tía y ahora se entretenía jugando con ella y Emmett. Cuando me vio bajar, se tiró a mis brazos y enseguida visualicé diferentes imágenes de Ish.

- Pronto se pondrá bien – me sentí muy mal pues era algo que no podía asegurar, pero hacer que mi hija estuviera preocupada no ayudaba a nadie. Edward se sentó en la silla de cuero del piano y posó sus manos en las teclas, sin hacerlas sonar. Permaneció durante unos minutos sin mover ningún músculo y me quise engañar pensando en que quizá estaría escogiendo la pieza. Pero no fue así. Sus dedos no cambiaron de postura y su mente se perdió lejos, demasiado lejos.

- Mamá, ¿puedo subir a verla?- los preciosos ojos color chocolate de mi hija me miraban atentos.

- Ahora no, cielo, necesita descansar – escondió su dulce carita en mi cuello e inmediatamente mi mente recibió pensamientos de colores difusos que se fueron materializando en imágenes donde oteaba el bosque en busca de pistas, en busca de algún rastro. La visión se movía de un lado a otro y podía percibir las siluetas de Jasper, Alice y Rosalie corriendo por el bosque nevado en una bonita mañana. Era capaz de sentir a Jacob a mi zaga y una risa de cascabel salió de mi pecho o, más bien, desde el pecho de Nessie. Me contemplé a mí misma de la mano de Edward mirándola con ojos de felicidad mientras corríamos a su velocidad. La risa profunda de Emmett llegaba de entre los árboles, mientras se deslizaba por el bosque. Siguió un poco más el rastro de Carlisle y Esme, hasta que llegó al gran claro de entre las montañas. Una espesa manta blanca cubría todo alrededor y en el centro dos figuras borrosas que se cogían la mano.

Mi hija corría hacia ellas sin dejar huellas en la inmaculada nieve y sus contornos se definían hasta formar las nítidas figuras de Seth e Ish, que la miraban sonrientes. Pero cuanto más se acercaba mi hija, más lejos parecían estar. Entonces los labios de Ish articularon una frase que Nessie no alcanzó a oír, mientras una lágrima brillante resbalaba por la sonrosada mejilla de mi amiga. Seth la acurrucó entre sus brazos mientras se miraban embelesados y desaparecían al mismo tiempo que el eco de las montañas coreaba aquel mensaje inaudible:

<< Nessie, me marcho para siempre. Adiós >>



Noté una cálida humedad traspasar mi fina camisa verde de hilo mientras regresaba a la realidad. Coloqué mi mano en su espalda para abrazarla dulcemente mientras la mecía de un lado a otro.

- ¿Por qué no se puede quedar con nosotros, como una familia? – me susurró al oído. Me mordí el labio buscando una respuesta que poder darle.

- Cariño, no será para siempre – me di cuenta de que mi voz había sonado demasiado a una promesa cuando ya era tarde. Me miró y en sus ojos percibí una increíble luz de alegría.
Edward se acercó hasta nosotras y la esperanza de que él corrigiera la interpretación errónea de mi frase se esfumó enseguida. Tan pronto como nos abrazó a ambas se dio media vuelta y subió al piso de arriba.


Nunca le habíamos explicado a la niña el concepto de la vida mortal. ¿Cómo explicarle a tu hijo que ciertas personas como Charlie, Sue envejecerían y desaparecerían para siempre de su vida? Y en el caso de Ish, si ella no terminaba de convertirse, probablemente ocurriera lo mismo. ¿Cómo le podríamos explicar que Ish tenía un alto riesgo de morir incluso antes de que envejeciera? ¿Cómo decirle que exactamente por eso debía marcharse? Los Cullen éramos un foco de luz cegadora que apuntaba al cielo y mientras permaneciera a nuestro lado sería fácilmente localizable por aquellos de los que ella huía.



Esme, Jacob, Jasper y por último Seth bajaron al salón.

Me pregunté qué iba mal, una vez más, y me sentí cansada. Mentalmente cansada pero a la vez alerta. De manera deliberadamente lenta, Edward bajó las escaleras y apareció en el salón con Ish en brazos. En su cara seguía aquella expresión de imperturbabilidad y recordé en mi mente por una fracción de segundo mi etapa zombi. Sólo la compañía de Jacob me daba una tregua de mi tormentoso agujero y en un rincón de mi cerebro se empezó a extender la esperanza de que quizá Edward hubiese encontrado un modo de apaciguar ese dolor. Me pareció evidente que algo había pensado cuando miré a los animados ojos de Alice.
Emmett y Jacob apartaron un poco el mobiliario del salón dejando bastante espacio libre. Carlisle se unió a aquella extraña reunión y poco después Eleazar, Carmen, Garret y Kate. La última en llegar fue Tanya, que se quedó un poco más apartada.

Edward se situó en el centro del espacio que habían dejado libre y depositó con mucho cuidado los pies de Ish en el suelo, sujetándola por los hombros para ayudarla a mantenerse en pie.

- Gracias por participar en esto – nos lanzó una mirada rápida a todos y fijó sus ojos en los de Ish que, por primera vez desde la noche en que Edward la había mordido, parecía mínimamente interesada en algo que la alejara del dolor.

Miré de reojo a Alice que fruncía los labios; me dio la sensación de que intentaba no emocionarse.

Edward se aclaró la garganta mientras Ish le seguía clavando los ojos.

- Todos hemos perdido a seres queridos. Mi madre murió en la camilla de al lado mientras yo agonizaba, ni siquiera pude darle la mano para despedirme; Esme perdió a su bebé; Rosalie fue brutalmente tratada por su prometido… Perdimos una familia pero ganamos otra.

Su voz se perdió en un intenso silencio sólo roto por los sollozos de Ish, que empezaba a resquebrajarse. Su cuerpo se dobló ligeramente mientras se abrazaba el pecho angustiada. Entonces Edward tomó su rostro y sus miradas se intensificaron. Percibí cómo el cuerpo de ella se estremecía ligeramente y cómo mi marido asentía. Intuí que tendrían que estar hablando en privado, ya que ahora ella tenía aquel don.

- Familia, os presento a Nuria - dijo en voz alta sin desviar su mirada –. Nuria Cherish Cullen. Bienvenida a la familia – y se fundió con ella en un cálido abrazo. Alice ya estaba a su lado cuando Edward la soltó.

- Bienvenida – le dijo y la abrazó antes de que ella pudiera reaccionar.

La siguiente fue Esme y tras ella Rosalie. Uno tras otro le dieron la bienvenida. Nessie me pidió que la bajara y fue hasta su lado. Ish se agachó y prolongó un poco más el abrazo con mi hija.

- Es un placer tenerte entre nosotros – le dijo Carlisle cuando fue su turno.
Me quedé la última. Cuando la estreché entre mis brazos, noté cómo su cuerpo se estremecía entre los gimoteos y la apreté con fuerza.

Ella debía despertar ahora, Edward le había abierto los ojos y ahora era nuestro turno para mostrarle lo que había ahí para ella. Todos nosotros, una familia, un poco atípica, pero una familia que la quería y que no la dejaría. En una existencia a medias entre los vampiros y los humanos nuestro grupo era lo mejor que podíamos ofrecerle.

martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 27.- COMO UNA NEÓFITA (Capítulo completo)

Pasé a la habitación que de nuevo había adquirido el aspecto de una sala de hospital; incluso habían retirado algunas estanterías para hacerla más espaciosa. En el centro, de nuevo, una camilla, aunque, esta vez, mucho más ancha y a uno de los lados, una repisa sobre la que descansaba una bandeja con jeringas y unos cuantos botecitos de cristal con líquido transparente en su interior.

Estaba claro que la profecía de Alice pesaba más de lo que admitían abiertamente. Aquella noche cuando regresamos de casa de mi padre, la familia nos esperaba. La decisión de Edward al aceptar ser quien mordiera a Ish había desencadenado una visión premonitoria que no era nada halagüeña. A pesar de que era muy difusa, pues en ella intervenía Ish, Alice había llegado a la conclusión de que algo funesto ocurriría. En ella vio a Edward literalmente destrozado después de morderla, con un enorme sentimiento de pena y culpa. Evidentemente, no había tenido acceso a la parte que correspondía a la decani, pero Alice insistía que aquello ya era suficientemente revelador como para interpretar el final. Aún así y contra todo pronóstico, el plan seguía en marcha.

Le insistí durante toda la noche sin conseguir nada. Me explicó lo difuso de la visión de su hermana y que Eleazar y Carlisle estarían allí. Pero el desaliento ya había hecho mella en mí y, según se acercaba el momento, mi estado de ánimo se acercaba peligrosamente a la histeria.
Poco a poco, empezaron a entrar los demás.

El primero fue Jasper, que se colocó directamente en un extremo de la camilla, ahí donde Carlisle iba a necesitarle. Tras él entraron los componentes del clan de Tanya – la única de su grupo que había votado a favor de Alice- y pasaron hasta el fondo. Después pasó Edward, que me dedicó una larga mirada antes de acercarse. Esbozó, sin alegría, la sonrisa torcida que tanto me gustaba y escondí mi rostro en su pecho.

- Todo va a salir bien – me prometió mientras me abrazaba. No percibí ninguna nota de duda en su voz. Siempre había sido un buen actor.

Sentí a Carlisle repasando por enésima vez el material. Una chispa de ira prendió dentro de mí. Si no iba a ocurrir nada, ¿para qué demonios habían preparado todo aquello? En seguida noté una calma artificial dentro de mí y levanté mi cabeza para mirar a Jasper, que me observaba fijamente. Hice un mohín pero permití que templara mis nervios. Edward empujó con un par de dedos mi barbilla y cuando levanté el rostro me encontré con el suyo. Me besó dulcemente, mientras tomaba mi mano y la acercaba a su mejilla. Esperé encontrar algún signo de ansiedad en su beso pero sólo hubo amor. Él realmente confiaba en que saldría bien.

Se colocó al lado de Carlisle, junto con Eleazar y repasaron de nuevo todo.

Seth se acercó hasta mí y me perdí entre sus enormes brazos.

- No va a ocurrir nada, Bella. Eleazar le ha explicado lo suficiente como para superar esto sobradamente.

¿No tendría que ser yo quien intentara reconfortarle? Al fin y al cabo, en apenas unos minutos podría perder a la persona que más quería en este mundo y sin la cual su vida no tendría sentido.

Saldrá bien, me dije a mí misma.

Emmett y Rosalie entraron también y se colocaron junto a Tania. Emmett apoyaba a su hermano, mientras que Rosalie estaba del lado de Alice. Después pasó ésta y detrás Ish junto con Esme.

Ya estábamos todos allí, el momento se acercaba.

Percibí cómo Edward y Alice se miraron intensamente durante un momento hasta que el semblante de Edward se tornó duro.

- Ya está decidido. Lo siento, Alice – dijo en un tono contrariado.

- “Y si no me creéis, me es igual. ¿Qué importa? Lo que ha de ser llegará. Y tú, estando presente, pronto me dirás, lleno de lástima que soy una adivina demasiado verídica”– la voz de Alice se volvió lejana.

- No te pongas demasiado trágica, Casandra – musitó Garret.

Alice frunció el ceño y se apoyó contra la pared entre Tanya y Rosalie.

Ish y Seth se acercaron y se fundieron en un sincero abrazo. Cuando les veía así, el lejano recuerdo de mí misma buscando la paz en los brazos de mi Jacob volvía mi mente. Sospeché que ella sentiría algo parecido, salvo porque para ellos esos abrazos significasen algo más.
Noté cómo Ish hundía su nariz en el pecho del muchacho y aspiraba su aroma. No se dijeron nada. Ya se habrían dicho lo necesario. Ahora sólo quedaba tiempo para ese último abrazo. Nadie se movió ni hizo ruido, intentando darles un momento de intimidad. Finalmente ella se alejó y se sentó en la camilla.

Se tumbó dejando espacio en el lado derecho y Jasper se colocó en la cabecera. Debía permitir que Jasper le influyera, Eleazar pensaba que eso ayudaría a controlar aquel extraño concepto del “equilibrio de la sangre”.

Edward subió con un grácil salto a la camilla, dispuesto a acabar esto cuanto antes. Se apoyó sobre las rodillas, colocando sus manos a ambos lados de la cabeza de Ish, y se acercó, dejando sus rostros a apenas diez centímetros.

- No dejes que las voces te vuelvan loca – le dijo dedicándole una sonrisa.

- Creo que no me preocupa demasiado lo que piensen de mí – contestó con una risa nerviosa.

Se miraron por un segundo y sus rostros se volvieron duros. Finalmente, Edward se inclinó, titubeando, para encajar sus bocas.

Su mandíbula hizo un movimiento seco cuando la mordió y el cuerpo de Ish se tensó en ese mismo instante. Él empezó a mover su boca lenta y suavemente. Entonces ella también le mordió. Observé cómo ambos tragaban el uno del otro. Los segundos me empezaron a parecer interminables, a pesar de que de momento todo iba bien.

Entonces las manos de Ish empezaron a luchar. La ponzoña estaría empezando a invadir su sistema circulatorio. Su cuerpo se encorvaba intentando quitarse de encima a Edward, que succionaba su vida cada vez con más ansia. Intentó revolverse y él dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre ella, sujetando con ambas manos su cabeza.

Ella no cesó en su intento por liberarse. Ya no bebía y de su garganta llegaba el sonido ahogado de un gemido. Su respiración empezó a volverse irregular y fue cediendo al cansancio. Noté el cuerpo envarado de Seth a mi lado y busqué su mano para reconfortarle.

Ya quedaba muy poco y todo iba bien.

Percibí cómo la silueta de Ish se convulsionaba, dentro de poco su corazón dejaría de latir.
Entonces Eleazar y Carlisle se inclinaron sobre Edward para que la soltara. Le llevó unos segundos reaccionar y apartó su rostro de ella con los labios teñidos del mismo rojo intenso que teñía ahora sus pupilas. Pero no se movió más, dejando sus cuerpos pegados. Ella inhaló por última vez mientras le miraba fijamente.

Entonces de su garganta surgió un agudo y desgarrador chillido. Edward se encogió de dolor sobre ella mientras se llevaba las manos a la sien.

- ¡Quitádselo de encima! – urgió Jasper mientras intentaba agarrar el cuerpo convulso de Ish.
Seth se abalanzó sobre Edward y lo tomó en brazos, depositándolo en el sofá blanco del otro lado de la habitación. Corrí a atenderle mientras Ish no cesaba de chillar histérica. Eleazar y Garret quisieron sujetarle en el sofá pero Edward cayó al suelo sin soltarse en ningún momento las sienes.

Busqué con la vista a Alice, que estaba paralizada, pegada a la pared.

- ¿Qué está pasando?- oí la voz de Emmet gritando por encima de las voces de los demás, mientras se agachaba a nuestro lado y Rosalie iba con Ish. La decani se revolvía causándose heridas. Ahora tenía la fuerza de una neófita, pero la mayor parte de su cuerpo conservaba la fragilidad de los humanos.

- ¡Para! – gritó Ish desde la camilla.

- ¿Quién? ¿Cómo? – vociferó Rosalie en tono rudo.

- ¡Eleazar! – creí chillar pero mi voz se perdió en el jaleo. Todos hablaban demasiado alto y rápido.

Edward se retorcía en el suelo, apretando fuertemente los dientes. Garret y Eleazar le agarraban por los hombros y Emmett le tenía cogido de los tobillos.

- Edward, Edward – intenté apartar las manos de su frente. Necesitaba que me escuchara, tenía que calmarse –. ¡Traed sangre, haced algo! – rogué fuera de mí.

Pero todo el mundo estaba demasiado ocupado.

- Alice – sollocé. Ni siquiera pudo contestarme, sólo abrió la boca mientras me miraba horrorizada.

- No puedo – oí la voz susurrante de Edward y le miré atónita. Sin dejar de ejercer demasiada fuerza sobre su piel, abrió lentamente los ojos y se giró para mirar de perfil.

- ¿Qué? ¿Qué, Edward? ¡Dime! – le rogué con la voz completamente ahogada por la angustia.

- ¡Para! – continuaba chillando Ish.

- ¿El qué? Ish, ¿qué necesitas? Dímelo – la voz mortificada de Seth solapaba los gritos de la decani –. ¡Carlisle, haz algo! – le suplicó.

- ¡Haced que pare! ¡Por Dios, para! – un agudo lamento salió de su pecho y me atravesó el alma.

- Es Edward – miré a Jasper estupefacta y vi el rostro desfigurado de Ish mirando en línea recta a los ojos de mi marido, a pesar de tener varias personas rompiendo el contacto visual.

- No puedo – volvió a susurrar y noté cómo mi voluntad se encogía.

- Deben de estar unidos – imaginé que Eleazar debía de estar hablando con Carlisle pues fue éste quien le contestó.

- ¿Qué hacemos?

Fue Alice quien reaccionó. Tomó a Jasper de la mano y lo trajo a mi lado.

- Céntrate en él –le ordenó.

El efecto fue inmediato. Edward empezó a relajarse al mismo tiempo que Ish dejaba de luchar. Su cara empezó a perder aquella expresión mortificada y sus facciones comenzaron a suavizarse, pero sin desviar aquellos ojos escarlatas de ella. La habitación entera pareció relajarse. Me volví para ver cómo ella le devolvía la mirada con unos ojos enrojecidos por el llanto y que perdían la fuerza, desviándose por un segundo para mirar al muchacho que sostenía sus manos; unos ojos que se cerraron después de exhalar el último hálito de vida.

Las rodillas de Seth se doblaron y cayeron pesadas sobre el suelo.

Un silencio abrumador dominó la estancia, sólo roto por los potentes latidos del licántropo y algún sollozo de Esme.

Me volví esperando ver los ojos de mi marido, pero también los tenía cerrados.

Parecía extrañamente tranquilo, todos sus músculos estaban relajados, blandos. No se movía y su semblante me recordó más que nunca el de un ángel tallado en piedra, una estatua inmutable.

Me percaté de cómo Jasper y Alice se intercambiaron sendas miradas y en los ojos de Alice percibí el miedo en la más amplia de sus acepciones.

Observé de nuevo el rostro inmóvil de mi marido. Sus labios, aún manchados de la sangre de Ish, eran la única prueba de que algo había ocurrido. Ya no había ningún tormento que desfigurara su precioso rostro níveo.

Y entonces fui consciente del inmenso miedo que se había apoderado de mí. Fue como sentir la onda expansiva de una bomba atómica, pues todos mis músculos, mis venas, mis huesos desaparecieron y sólo quedó el vacío. Una grieta abierta en el suelo por la que sentía que caía irremediablemente hacia el abismo más oscuro de todos, un abismo sin él.

- Jasper – oí mi voz amortiguada e hice un esfuerzo para girar los tres centímetros que necesitaba para ver su rostro. Él no me devolvió la mirada, seguía teniendo sus ojos fijos en los de Alice, llenos de confusión.

- ¿Jasper? – la voz de Carlisle sonó muy lejana.

Titubeó antes de mirarle a él y cogió un poco de aire para hablar.

- No le siento - susurró.

¿Cómo? ¿Cómo que no le sentía? Le tenía ahí mismo. Me aferré con fuerza a esa parte de mi mente que aún se formulaba preguntas. Esa debía ser la parte consciente. Debía permanecer en ella todo el tiempo posible, al menos hasta que Edward volviera.

Jasper no le sentía y Eleazar había dicho que estaban unidos y ella estaba…

Literalmente mi cuerpo se desplomó en el suelo y mi cara quedó pegada a la suya. Me pareció oír a Alice llamarme, pero lo único que me mantenía allí era la perfecta piel que tenía a un par de centímetros de mí. Su olor me llegaba en pequeñas oleadas, templando mis pulmones. Inhalé y sentí dentro de mí su dulce fragancia. Si yo era la razón por la que él existía, él encontraría el modo de volver a mí. Levanté mi mano y toqué su rostro.

- Esto no puede matarle – el eco de la voz de Eleazar rebotó en mi mente y no estaba segura de si lo había oído o lo estaba soñando.

¿Y si no mataba su cuerpo inmortal pero su mente quedaba unida a la de una persona que no despertase?

Mi oído rastreó la habitación hasta dar con el ritmo que buscaba. Las precisas manecillas del reloj de Carlisle y mis embotados sentidos se fueron despertando con cada cadencia del rítmico mecanismo.

Un par de minutos.
Así se suponía que debía ser. Ella volvería en un par de minutos.

Los músculos de mis brazos se movieron por voluntad propia hasta que estuve incorporada. Pero desde esa perspectiva no podía ver a Carlisle. Me levanté sin mucha confianza en mis rodillas y noté las suaves manos de Alice manteniendo mi peso mientras me tomaba por la cintura.

Lo primero que vi fue el semblante inerte de Ish. Las manos de Seth sobre ella temblaban inseguras, buscando señales de vida, limpiando su rostro de sangre y sudor, apartándole delicadamente el pelo. Comprendí que caía en su propio pozo sin luz.

- Ish, venga, cielo, te estamos esperando. Vuelve, vuelve – y su voz se apagó en un sollozo.

Esperamos e intenté contar los segundos. Sin poder llorar, sin poder hacer nada.

Cuando el cuerpo no te responde, cuando tu voluntad te abandona, ¿se puede chillar? ¿Quedaba en mí un atisbo de fuerza que me permitiera arrancar la última de mis energías y derrocharla en un grito fiel a mi frustración?

- Tres minutos – la frase de Carlisle produjo en mi cuerpo una reacción en cadena. Primero, fue mi mente la que se aguzó. Después, mis músculos se tensaron y por último, mi corazón se encogió.

Carlisle tomó una de las jeringuillas de la bandeja y le insertó una aguja, clavándola en uno de los pequeños botes de cristal. Bajó la cremallera de la sudadera de Ish y palpó con los dedos sobre el lado izquierdo. Introdujo la aguja unos cuantos centímetros e inyectó dentro el líquido.
La respiración de Seth empezó a acelerarse y percibí cómo su espalda empezaba a sufrir pequeñas sacudidas.

Entonces oí un pequeño chasquido. Emmett se puso a su lado y soltó sus manos de las de Ish. Probablemente, el quileute le habría roto algún hueso.

- Volverá. Carlisle la traerá de vuelta – le prometió cogiéndole el rostro para que le mirara a los ojos.

- Cuatro minutos – Carlisle empezó a hacerle un masaje cardíaco –. Kate, prepárate.

La vampira se acercó a la camilla y posó su mano en el mismo lugar en que Carlisle le había pinchado. Una leve convulsión levantó el cuerpo de Ish un centímetro de la camilla.

Nada.

- Hazlo de nuevo – insistió Carlisle y por primera vez noté cómo la angustia se adueñaba de su voz.

La vampira lo repitió y esta vez se pudo escuchar el zumbido de la energía al pasar a través de ella. Ish se arqueó más pero tampoco nada.

- Cuatro minutos y medio. Prueba otra vez – le urgió.

- Si le descargo más energía, no le quedará nada que pueda latir. La voy a freír.



- Prueba con él – Garret seguía a mi espalda.

Kate saltó hasta nosotros y no se molestó en buscar el corazón de Edward. Le tomó del antebrazo y le disparó tal descarga que el cuerpo de Edward se encogió por la energía. Asombrosamente oí un golpe amortiguado en la camilla. Un nuevo zumbido y el cuerpo de mi marido se volvió a doblar, pero esta vez busqué a Ish. Su espalda se curvó por completó, para caer pesadamente cuando Kate dejó de emitir la descarga.

Entonces ocurrió.

Un débil sonido salió de su cuerpo. Su corazón había latido una vez. Y un poco más tarde otra. Su boca se abrió ansiosamente y cogió una gran bocanada de aire. Poco a poco los latidos empezaron a ser rítmicos.

- Está de vuelta – anunció Carlisle.

Seth se subió a la camilla mientras Esme les tapaba. Ish se convulsionaba fuertemente por el frío, mientras su corazón se aceleraba con fuerza.



Y mi luz volvió a mí.



Cuando me incliné hacia él, sus párpados empezaban a abrirse. Aquellos iris en un brillante tono escarlata aparecieron detrás de sus pestañas oscuras. Su rostro empezó a gesticular y sus manos buscaron mi cara.

- ¿Estás bien? – me preguntó y su voz salió sorprendentemente clara.

Titubeé meneando la cabeza, sin saber qué contestar, incrédula.

¿Me preguntaba a mí cómo estaba?

Sin querer, una sonrisa nerviosa ocupó mis labios mientras observaba cómo su perfecto rostro mostraba una gama de emociones distintas hasta quedarse con una seria y abatida.

- ¿Qué ha pasado? – conseguí pronunciar finalmente.

Noté cómo sus músculos se tensaban y cerró los ojos con fuerza mientras terminaba de ponerse en pie. Cuando los abrió vi tal dolor en ellos que nuevamente me sentí desalentada.
Tomó mi mano y anduvo los pocos pasos que nos separaban de la camilla. Seth abrazaba desde la espalda a Ish, que tenía un gesto ausente. Sus ojos apagados miraban a la nada y parecía ajena a cuanto le rodeaba.

Edward se acuclilló y buscó en sus ojos hasta que ella le enfocó.

- Lo siento – le susurró y ella rompió a llorar de manera desconsolada. Se encogió de dolor y se abrazó fuertemente el pecho entre sollozos y gemidos, completamente indiferente a las dulces palabras de Seth, que terminó por guardar silencio.

Edward le besó la frente y se incorporó.



- Cuando la mordí, pude ver sus recuerdos - habló más para sí que para el resto de los que estábamos allí – y ella los vio a través de mí – frunció el ceño y siguió con la voz algo apagada-. Cuando los vampiros fueron a por ella, ellos… - hizo ademán de mirarla pero en el último instante se arrepintió-. Ellos masacraron a su familia. A todos; delante suyo.




Anduvimos hasta la cabaña sin pronunciar palabra.

Nos tumbamos en la cama y permanecimos abrazados, sin movernos, sin hablar, sólo el uno con el otro hasta que amaneció. Estudié aquellos ojos nuevos que no eran si no los de siempre con un tono distinto, pero mi Edward estaba al otro lado y, según la predicción de su hermana, también él tendría un tono distinto por un tiempo.

- Yo tampoco hubiese querido volver – musitó al fin cuando despuntaron los primeros rayos del sol.

Esperé a que continuara. Entendí que aquello era algo que necesitaba sacar fuera.

- Si hubiese sido testigo de algo malo que os ocurriera a ti, a la niña o al resto de la familia… – su gesto se contrajo en una mueca desesperada y cogí su rostro entre mis manos y le besé delicadamente en los labios mientras me pegaba más a él.

- Yo también hubiese querido morir, no regresar – continuó –. Lo único que nos trajo de vuelta a los dos fue la promesa que te hice, Bella. Te prometí que nunca te dejaría de nuevo.

Supe inmediatamente que jamás en toda mi existencia sería más feliz por aquella promesa y una vez más me perdí en la profundidad de sus ojos y en la seguridad de sus brazos.

viernes, 7 de enero de 2011

Capítulo 26.- PLANES DE FUGA (2ª y última parte)

La nueva discusión nos llevó hasta altas horas de la mañana. Extrañamente no fue muy difícil convencerla. Sospeché que su accesibilidad a pasar por aquello se debía a aquellas frases que le había dicho Nicolás; debían ser de tal trascendencia que ella había aceptado estar en la misma habitación que él para escucharle. Es más, creía que, si al final se hubiese llegado a la nefasta conclusión de que la única salida fuera marcharse con él, ella habría aceptado.

¿Qué era aquello que los unía tan fuertemente?

El nuevo punto a debatir fue el realmente arduo. ¿Quién sería aquel que la mordería? Instintivamente, creo que todos pensamos en Carlisle como primera opción, pero Eleazar, una vez más, fue más allá. Entonces un lejano murmullo en mi mente se hizo evidente y tuve la clara sensación de que él siempre iba un paso por delante de nosotros, como si de algún modo supiera lo que iba a ocurrir a continuación. Así que su propuesta de que el vampiro que la mordiera fuera alguno con don me inquietó sobremanera.

Ciertamente tenía su lógica. Cuantas más defensas tuviera, mejor. Pero eso acotaba la lista a cuatro integrantes de la familia, entre las que me encontraba. Y aquello era algo que no me apetecía en absoluto. Sabía que, si se daba el caso y yo era la elegida, aceptaría, pero sólo de pensarlo se me revolvía todo el cuerpo. No me veía capaz. ¿Y si hacía algo mal? ¿Y si su sangre no aguantaba mi ponzoña? ¿Y si no hallaba el modo de parar?

La primera descartada fue Alice. Ish no quería su don ni por asomo. Afortunadamente, Eleazar y Edward llegaron enseguida a la conclusión de que el mío tampoco sería muy útil dado que ella era capaz, gracias al don de Nicolás, de evadir muchos dones. Ish tendría que elegir entre Jasper y Edward pero, a pesar de ser descartada, seguía sintiéndome extrañamente inquieta. Y no era la única, pues podía notar en ciertas actitudes de Ish lo nerviosa que estaba. Supuse que permitir que te muerdan para morir entre abrasadores dolores mientras la ponzoña recorre tu organismo hasta que para tu corazón, aunque vayas a resucitar después, era algo que justificaba su estado.

El día de Navidad esperamos hasta después de la hora de la comida para ir a casa de Charlie. Ish había comido allí junto con Seth y Leah. Cuando llegamos, Jacob ayudaba a Billy a bajar del coche. Parecía que ya se le había curado la herida que había sufrido en la lucha contra Xavier. Jacob había sido el primero en darles alcance y eso le había costado una profunda herida en su brazo derecho, de la que ya no quedaba ninguna huella.

Este año la casa estaba mucho mejor decorada y supe más tarde que mi padre no había tomado parte en ello. Un gran abeto ocupaba una de las esquinas del salón y sobre él, todo tipo de adornos tallados en madera y alguna que otra bola de los antiguos adornos que usaba Charlie. Unas guirnaldas de espumillón en verde y rojo adornaban algunas de las vigas del techo o el pasamanos de las escaleras. Un bonito centro formado de ramitas de pino y velas rojas descansaba sobre la repisa de la chimenea de donde habían desaparecido afortunadamente parte de las fotografías de mi infancia que Charlie tenía antes. Ahora compartía ese espacio con pequeñas instantáneas de Leah y Seth. Había una más grande que las demás del día de la boda. En ella salíamos todos: los novios, los Cullen y las manadas, todos sonrientes y felices. Sentí un vuelco en mi corazón al pensar que esa preciosa etapa de mi existencia había tocado a su fin. Pronto nos marcharíamos, era lo mejor.

Empezamos a desenvolver los regalos.

El regalo para Jacob era un móvil con cámara y todas esas chorradas.

- Gracias, me encanta – dijo mientras trasteaba con él.

- Tengo la sensación de que a Embry le gustará más – le guiñé un ojo y soltó una fuerte risotada.

A mi padre le habíamos comprado un nuevo abrigo

- Muchas gracias hija, yerno – nos dijo contento -. ¿Cómo sabíais que
necesitaba uno? – Sue miró a Edward de soslayo. Con él era imposible no acertar con los regalos.

- Me alegro, papá – le di medio abrazo mientras Sue me entregaba un paquete para mí.

- ¡Mamá, mira! – me dijo Renesmee mientras me enseñaba algo parecido a una flauta.

- Seth me dijo que le gustaba la música – me explicó Sue y percibí su voz algo tensa.

Edward había encargado un par de cámaras compactas para Leah y Seth,y a Ish le había comprado unos cuantos cd’s de música.

Desenvolví mis paquetes. Mi padre y Sue me regalaron un libro con la recopilación de los sonetos de Shakespeare. El de Jacob era un bonito marco de madera que imaginé que había hecho él mismo.

- Lo siento – musitó –. Era para vuestra cabaña. Lo hice antes de saber que…

- Es precioso – le contesté mientras le daba la vuelta al marco. Dentro había una copia de la misma foto que tenía Charlie sobre la chimenea. Noté cómo una amplia sonrisa sentimental se adueñaba de mi cara –. Gracias – le contesté de nuevo, observando detenidamente cada rostro de la fotografía. Eso sería otra cosa que llevaría conmigo.


A última hora de la tarde la casa de Charlie y Sue se llenó de visitas. Sam y Emily fueron los primeros en llegar junto con el viejo Ateara. Después, en un incesante goteo, fueron llegando más quileutes y, una vez más, la casa se quedó demasiado pequeña para tantos chicos desmesuradamente grandes. Sin embargo, me sentía tan a gusto allí. El ambiente con los muchachos siempre era distendido y las horas transcurrieron entre bromas, comentarios jocosos y un montón de flashes con la cámara de Seth, que pasó de mano en mano.

El golpe del gélido aire del exterior llenó mis pulmones. Llevé a Nessie hasta el Volvo mientras Edward terminaba de hablar con Seth, que esa noche haría la ronda junto con Jacob. Leah se llevaría su coche y acercaría a Billy.

- Se va a casa con Leah – oí que comentaba Seth de Ish.

- Bien, entonces hasta mañana. Tened cuidado – dijo Edward mientras se encaminaba hacia nosotras.

Edward puso el motor en marcha y maniobró para encarar la carretera y esperó. Imaginé que aguardaba hasta que salieran las chicas. Pero la puerta del copiloto se abrió y salió Ish, que se acercó hasta mi ventanilla. Bajé el cristal y unos cuantos copos se colaron al interior del vehículo, deshaciéndose antes de posarse.

- Edward – dijo metiendo un poco la cabeza al interior –, ya me he decidido – hizo una pausa para tragar saliva y continuó –. He pensado que me gustaría que fueras tú, si no te parece mal.

- De acuerdo – contestó y percibí cómo su cuerpo se envaraba un poco.

- Bien. ¿Podría ser mañana mismo? – murmuró y las palabras le salieron un poco entrecortadas, seguramente no sólo por el frío.

- Claro.

Entonces sentí cómo caía la penúltima ficha de dominó. Una vez, más los acontecimientos se desarrollaban a demasiada velocidad. Cuando Ish se recuperase, se marcharía con Seth y nosotros nos iríamos de Forks, cayendo la última de todas.

El fin ya estaba tan cerca…