-- -- -- Sol-Naciente: octubre 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

Capítulo 11.- DONES (2ª y última parte)

Me mordí el labio. No sabía qué iba a decirme y aunque todos los demás estuvieran dentro pendiente de nosotros, me sentí tremendamente sola ante él.

- Bella, yo…- empezó.

Quise decirle algo pero ¿qué contar que no fuera un fraude?

- ¿Recuerdas el primer día que te vi, después de…? – su voz se volvió muy seria y torció el gesto. Miré en sus ojos y vi una angustia que venía de lo más profundo. Fruncí el ceño al no saber dónde quería llegar- No te vayas. No sin despedirte –me recordó. Me abrazó y me besó el pelo.

- No me iré, siempre estaré por aquí – le prometí al igual que aquel día.

Me miró y buscó en mis ojos, como si esperase encontrar ahí una prueba que le confirmara que aquello era verdad.

Se giró y se montó en su patrulla sin mirar atrás. Sentí una herida en el corazón. El mundo que de manera tan evidente parecía existir sólo en mi mente había empezado a resquebrajarse y por las delgadas grietas empezaba a vislumbrar el mundo real, donde, por desgracia, los demás no vivían esa existencia idílica. Había sido una ilusa al no darme cuenta de que tanta delicia sólo existe en los cuentos. La vida había continuado sin mí, no se había parado sólo porque yo hubiera deseado prolongar un momento hasta la eternidad y parecía haberme perdido algunas cosas que también importaban.



Jacob llegó al cabo de un par de horas y la mañana transcurrió como cualquier otra, salvo que ahora el centro de atención era esa nueva persona en nuestras vidas.

Cuando, después de cazar, regresamos a la casa Edward, Nessie, Jacob y yo, Carlisle estaba hablando por teléfono con Tanya. Al parecer, Eleazar y Carmen no se encontraban en Denali, pues habían salido de viaje y no podía contactar con ellos pero, en el caso de que llamaran, ella les daría recado de que telefonearan a Carlisle.

En nuestra ausencia también habían tenido noticias de Sue. Había llamado a Alice para decirle que le parecía muy buena idea realizar la boda en el terreno. Si bien tenía unas cuantas objeciones respecto a la organización, estaba segura de que podría arreglarlo con Alice, si es que seguía dispuesta a formar parte de la preparación. Y por supuesto que lo estaba. Según me había contado, Sue tenía la intención de hacer una celebración inspirada en las antiguas costumbres indias y Emmett no paraba de bromear imaginándonos a todos ataviados con plumas. En algún que otro momento me dio la sensación de que Ish también estaba disfrutando de las bromas.

Entonces sonó el teléfono de Carlisle. Era de la reserva. Billy quería que Jacob fuera al bosque. Imaginé que lo que quería es que se transformara para ser informado de algo, pero Billy no nos dio más detalles.
Antes de que se marchara, un gran lobo de color chocolate apareció en la parte trasera de la casa. Ish se levantó y permaneció absorta observando el descomunal lobo que no paraba de moverse de un lado a otro, nervioso, a unos diez metros de nosotros. Pareció ahogar un grito y vi cómo sus pupilas se dilataban mientras se acercaba lentamente a la puerta de cristal.

- Ese de ahí es Quil, es un poco fanfarrón pero es buen chico - Jacob pareció crecer a su lado, henchido de orgullo ante la fascinación de la muchacha.

Quil resopló moviendo la cabeza y giró sobre sí mismo varias veces, lloriqueando, para que Jacob se diera prisa.

- Me marcho. Luego, si los chicos están de humor, les diré que vengan a conocerte.

Ish se quedó un rato pegada al ventanal hasta que se destempló de nuevo y volvió al cobijo de las mantas en el sofá. Pasó el resto de la tarde sin apenas hablar. No entendí qué era lo que le había hecho cambiar de humor, pero de nuevo parecía distante y apenada. Comió algo más de fruta y durante un rato estuvo pendiente de las peticiones de Nessie, hasta que ésta se cansó de intentar llamar su atención y se fue a jugar con sus tíos.

En alguna ocasión me pareció que se limpiaba el ojo antes de que una lágrima se le escapara y me sentí un poco incómoda porque no sabía muy bien cómo confortarla.

¿Qué se le dice a una desconocida amnésica atacada por un vampiro cuando eres de esa misma especie?

Al anochecer volvió Jacob con noticias. En una de las rondas habían encontrado el rastro fresco de un vampiro. Estaba bastante alejado y enseguida se había desviado, por lo que pensaban que simplemente estaba de paso y, al percibir el olor de los licántropos, decidió cambiar su ruta. Los chicos de Sam se quedarían por la zona. No parecía nada importante. Sin embargo, una vocecilla había dado la alarma en mi mente y era consciente de que iba a necesitar unos días para convencerme de que sólo había sido una coincidencia.

- ¿Cómo lo vais a hacer?- Jacob me miraba fijamente con el ceño fruncido, mientras Ish cabeceaba en su regazo–. Se está quedando sopa – Ish se estiró de repente y movió la cabeza para despejarse. Alice dejó la revista que tenía entre manos y se acercó.

- ¿Carlisle?- dijo en voz alta. Al medio segundo Carlisle y Edward bajaron del despacho. -Creo que Ish necesita dormir de nuevo.

- No. Estoy bien – farfulló Ish, sin despegarse de Jacob.

- Yo puedo quedarme, si quieres – se ofreció mi amigo.

- Que duerma en la cabaña, así no tendrán que salir todos – propuso Edward.

- Gracias, hijo.





Ya nos habíamos alimentado suficientemente, pero Edward seguía corriendo a través del bosque, siguiendo el rastro de un pequeño grupo de ciervos compuesto por un macho adulto y un par de hembras. Pasó volando a mi lado, dejándome atrás. En un par de segundos le había perdido de vista.
Sabía que debía resultarle una tortura pasar cada noche observando cómo dormía Ish, percibiendo aquel aroma que se quedaba adherido a su piel, su pelo, su ropa. Parecía haberse acostumbrado a esa rutina y que ya no le preocupaba la posibilidad de resultar un peligro para ella. Sin embargo, cada mañana tenía la necesidad de salir a cazar, quizá más para saciar su necesidad instintiva de caza que la sed.

Le encontré recostado sobre un tronco caído cubierto de musgo, con el gesto contrariado. Me acerqué y pasé mis dedos sobre su precioso cabello color broncíneo. Dejé caer mi mano acariciando su rostro y me recliné para besarle. En sus labios tenía la esencia de Ish, pero eso ya no suponía tampoco un problema para mí. También me había acostumbrado a besarle percibiendo aquel sabor, sabiendo que enseguida volvería a notar el suyo.

- Tengo que contarte una cosa – me confesó Edward –. He estado hablando con Carlisle y esta noche se quedara él solo con Jacob e Ish.

- ¿Tendrás la noche libre? -le miré de soslayo con expresión escéptica.

Sonrió quedamente y asintió con la cabeza.

Hacía diez noches que Edward vigilaba los sueños de Ish y la idea de que no tuviera que hacerlo hoy me animó.

- ¿Qué es lo que ha cambiado?

- Nada, he ahí el asunto. Cada noche es lo mismo. No necesito ver más. Sé que es ella la que induce los sueños de Jacob y que, cuando están en contacto, modifica su pensamiento para hacerle recordar su infancia, cuando su madre aún vivía. Y también es siempre la misma pesadilla. Cuando ellos no se tocan, Ish sueña con su huída y con el momento en que nos encuentra.

- Y ¿Carlisle? ¿Ha encontrado él algo nuevo?

- No. Nunca habíamos oído de nadie que tuviera más de un don, pues es evidente que el poder modificar los pensamientos no tiene nada que ver con su cualidad para pasar inadvertida.

Cavilé por unos minutos mientras Edward acariciaba mi pelo. Después de la caza siempre parecía de mejor humor.

- Yo también tengo una teoría.

Ladeó la cabeza para atrapar mis ojos en su mirada y sonrió con curiosidad.

- Me he dado cuenta de que no le gusta estar con aquellos que – reflexioné durante medio segundo para poder expresar de forma ordenada mi pensamiento – tenemos algún don. Nunca se junta con Alice, Jasper o conmigo. Mientras está Jacob, no se aparta de él y cuando no está, permanece junto a Esme. Estoy segura de que nos evita.

- ¿Qué me dices de Nessie?

- Bueno, es Renesmee la que no se separa de ella.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo 11.- DONES (1ª Parte)

Si la fractura se había curado prácticamente en unas horas, eso significaba dos cosas.

La primera, que había otro detalle más que añadir: su rápida mejoría. Ya conocíamos una especie capaz de ese poder de recuperación.

Y la segunda: si ya estaba prácticamente curada, en unas horas podría irse.
Pero antes de eso, tendría que ver a Charlie.

Sabía que mi padre llegaría en unas horas y suponía que Alice se habría encargado de cuadrar la historia. Me pregunté cómo y entonces mi cabeza encajó unos cuantos puntos en los que no había pensado antes.
Charlie estaba cansado de nuestras medias verdades y probablemente vendría dispuesto a averiguar más cosas de las prudentes y, por otro lado, Alice no era capaz de tener visiones donde Ish formara parte.

Necesité un minuto para que mi mente dejara de crear imágenes crueles de Charlie gritándome cuánto me odiaba. Empecé a controlar mi respiración, que había empezado a acelerarse.

- ¿Estás bien, Bella?- Jasper se había adelantado y se colocó a mi lado
- Me preguntaba cuándo vendrá Charlie –intenté hablar con voz tranquila pero la impaciencia se filtró al acabar la frase.

- Está de camino –los ojos de Alice me estudiaron intentando entender mi inquietud -. ¿Qué pasa?

- ¿Habéis pensado qué le vais a decir?

- Tranquila, Bella, no viene con ganas de discutir. Saldrá bien –me contestó con voz pausada.

Jasper se quedó a mi lado y poco a poco la calma relajó mis músculos, pero en un rincón de mi mente seguía la imagen de mi padre, mirándome con una mezcla de decepción y hostilidad. No pude evitar que el estómago se me revolviera.

- Está apunto de llegar –anunció Alice.

Todos se movieron por la habitación. Emmett puso en la tele un programa de deportes y Jasper se sentó junto a él. Rosalie tomó a Nessie en brazos y se pusieron a jugar en el hueco que quedaba bajo las escaleras. Esme le dio unas cuantas indicaciones a Ish, que asintió con la cabeza, mientras Carlisle volvía a vendarle el brazo.

- Siéntate aquí conmigo - me ofreció Alice, sentada en la escalera, haciendo que ojeaba una revista.

Me acomodé en el último de los escalones y empecé a jugar con un mechón de pelo, demasiado nerviosa como para esperar quieta. Observé a mi hija por entre el hueco de los escalones. No mostraba ningún interés por los juegos y Rosalie parecía molesta por que su atención estuviera puesta en la chica.

Un par de minutos más tarde oí la gravilla del camino.

- Va a ir bien – me susurró Alice mientras me dedicaba una mirada sincera.

Tomé aire e intenté componer en mi rostro una expresión relajada.
Carlisle salió a recibirle al porche. Intercambiaron unas cuantas frases vanas de saludo en las que busqué pistas para saber el estado de ánimo de Charlie. Las inflexiones de su voz eran un poco duras. Subieron los escalones despacio y entraron. Miré de reojo y vi cómo escrutaba la habitación. Primero la encontró a ella y su expresión cambió; luego me miró a mí y volvió a ponerse tenso.

<< Prefiero que no me digas nada a que me mientas >>. Al recordar las palabras de Charlie, sentí un ligero estremecimiento y dudé por un instante de mi entereza. Me dio la sensación de que mi padre lo había percibido, pues su mirada brilló de un modo distinto.

- ¿Qué tal? –me levanté para saludarle mientras intentaba esbozar una sonrisa.

- Bien -dijo a secas. Me estudió durante un segundo y luego desvió la mirada al oír a mi hija llamarle.

- Hola, chiquitina, ¿qué tal?

Me quité de en medio y fui hasta donde estaba Edward. Se había sentado en uno de los sillones como si hubiese estado pendiente del programa deportivo. Me dio la mano y me quedé apoyada a su lado, moviéndome de vez en cuando, cambiando mi peso de pie, parpadeando, respirando, con la sensación de que cada uno de esos movimientos constituían una de esas mentiras que hacían que mi padre me despreciara.

- Muy bien – murmuró sin prestarle demasiada atención, como si estuviera realmente concentrada en sus juegos. Sin duda, Rosalie le había dado instrucciones.

- Carlisle…- mi padre se había vuelto hacia él.

- Os voy a presentar.

Noté un vuelco dentro de mí. Charlie fue hasta el sofá e Ish hizo el amago de levantarse.

- No, tranquila, quédate quieta, tranquila. ¿Qué tal estás?

Ish le dedicó una sonrisa que parecía completamente natural.

- Hola, estoy bien, un poco resfriada- dijo mirando las mantas – y avergonzada. Siento mucho lo de ayer. Quería darle las gracias por todo y pedirle perdón por haber arruinado su fiesta.

Me quedé helada de lo bien que lo había hecho.

- Tranquila, eso es lo de menos. – Charlie también parecía sorprendido y molesto. Cómo si hubiese esperado encontrarse otra cosa.

- Soy Ish- le dijo sacando la mano vendada de debajo de las mantas y ofreciéndosela para estrechársela.

- Charlie Swan, jefe de policía -Charlie alargó la mano también y se entrecerraron en un extraño movimiento. Mi padre permaneció quieto durante medio minuto y con la mirada perdida. Edward se tensó por una pequeña fracción de segundo e intercambió una fugaz mirada con Jasper. Me levanté como si alguien hubiese accionado un resorte y mi movimiento hizo que Charlie se girara para mirarme. Su vista empezó a centrarse y meneó la cabeza. ¿Qué acababa de pasar?

- Jefe Swan- le llamó Ish con un extraño brillo de ternura en la mirada-, ¿le importaría pedirle disculpas a su prometida?

- Claro. No te preocupes- dijo aún un poco perturbado por lo de antes.
Miró la televisión por un minuto, pero tuve la sensación de que no le prestaba atención; era más como si estuviera poniendo en orden sus pensamientos.

- Carlisle, ¿puedo hablar contigo un momento?- preguntó con la voz algo tensa mientras volvía hacia la entrada -. ¿Cuál es la historia?

- Si no te importa, Charlie, habíamos pensado decir que es pariente nuestro.

Charlie miró al suelo y al cabo de un instante asintió.

- Imagino que de momento me vale.

Anduvo hasta estar de nuevo en frente de Ish y se acuclilló.

-¿Tú estás de acuerdo?- Charlie la escrutó con la mirada buscando cualquier indicio de duda.

- Sí – afirmó ella completamente segura.

-¿Cómo te llamas?- preguntó sin relajar el estudio.

- Cherish.

- ¿Qué más? – me pareció notar un tono de suspicacia en su voz.

Ish permaneció en silencio y una sombra de pánico nubló mi mente por un segundo. Emmett tosió sonoramente y Esme le siseó una palabra que no pude entender. Charlie miró desconfiadamente a Emmett, que siguió con su ataque de tos, levantándose hacia la cocina.

- Cherish Platt.

Esme pegó un pequeño bote en el sofá y sus ojos se llenaron de alegría. Ish había escogido su apellido.

- Si necesitas cualquier cosa, por favor, llámame, para lo que sea –señaló alzando el tono en las últimas palabras. Se hurgó en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó una tarjeta de visita arrugada que ofreció a Ish.
Se puso en pie y volvió a dirigirse a Carlisle.

- Cuando esté mejor, debería pasarse por la comisaría, hacer acto de presencia o algo así. Los chicos me han preguntado por ella.

- Claro.

- Bien. Bueno, tengo que marcharme -dejó la frase en el aire pero me dedicó una fugaz mirada. Me adelanté hasta la puerta y esperé hasta que se despidió de Ish, que volvía a sonreírle. Saludó al resto y salió al porche. Sacó las llaves del patrulla del bolsillo y bajó el primer escalón antes de volverse y mirarme.

lunes, 25 de octubre de 2010

Capítulo 10.- ELLOS (2ª y última parte)

No lo dudé ni un instante, corrí hacia Emmett y tomé en mis brazos a Nessie, que enseguida me empezó a bombardear con pensamientos en forma de preguntas sobre lo que iba a pasar.

- Espera un momento -le pedí mientras aguardaba que Edward terminara de hablar con Carlisle para que pudiéramos irnos.

Edward consiguió convencer a Nessie de que, si dormía un poco ahora, mañana por la mañana accedería a contarle todo lo que se había perdido aquella tarde. Se acostó refunfuñando, pero pronto estuvo sumida en un relajante y profundo sueño.

Me concentré de forma deliberada en mis ganas por aclarar mis dudas, sabiendo que de un momento a otro Edward y yo nos sumergiríamos en nuestras pasiones hasta que amaneciera. De modo que le pregunté nada más salió del pequeño cuarto de nuestra hija.

-¿Qué fue lo que viste?

Me miró pensativo y luego añadió con voz manifiestamente incómoda.

- Vi su huída. Nunca antes había visto algo así. Corría a través del bosque. Rememoró con increíble realismo cómo las ramas bajas le herían la piel o cómo se tropezaba con las gruesas raíces o las rocas. Su angustia era insoportable y luego sintió una certeza. Sabía hacia dónde iba y qué encontraría al final del camino. Para ser preciso, que encontraría a Carlisle. Y luego, la carrera cambió. Ya no había angustia, sino la libertad de correr por el bosque.

Su silencio evidenciaba duda y el desconcierto había nublado sus ojos.

- ¿Edward?

- Lo que vi no eran sus recuerdos, eran los de Esme.

- ¿Quieres decir que, sin querer, se mezclaron las dos “voces” en tu cabeza?

- No, ella me transmitía los recuerdos de Esme. Y creo que antes, mientras dormía, hizo lo mismo con Jacob.

Me quedé demasiado absorta como para asimilar esa noticia.

- ¿Cómo es posible, Edward? ¿Te das cuenta de que parece tener más dones que todos nosotros? ¿Os habíais encontrado alguna vez alguna persona con más de un don?

- No así, al menos, no yo. Y dudo que Carlisle haya visto algo parecido. Tiene la intención de preguntar a Eleazar. Él es más antiguo que nosotros y quizá sepa algo. A estas alturas no deberíamos sorprendernos por nada, pero todo el misterio que la rodea me pone nervioso.

Erguí el cuello para acercarme y poder besarle. Necesitaba tranquilizarle, hacerle sentir mejor, pero en cuanto nuestros labios se encontraron, nuestras mentes se despejaron de toda preocupación y nos dejamos llevar por los instintos que dictaban nuestros cuerpos, ahora pegados, saciándonos el uno del otro.



El día había llegado con una ligera lluvia que descargaba desde hacía horas. Aunque la temperatura era muy cálida, Ish, sentada en el sofá, estaba tapada con dos o tres mantas y parecía que seguía sin entrar en calor. Su aspecto había vuelto a cambiar. Se debía de haber duchado porque ya no quedaba nada de barro o sangre en su pelo, que se veía mucho más corto. Ahora apenas le superaba los hombros una cabellera castaña oscura y lisa, con un flequillo largo a un lado. Olía a maquillaje, lociones y a un delicado perfume de rosas.

Esme estaba sentada a su lado y mantenían una charla animada. Jasper hablaba por teléfono con el señor Jenkins, el abogado que arreglaba la documentación de la familia, y Emmett comprobaba por Internet las coincidencias entre pasajeros de vuelos que hubieran llegado desde Europa y luego se hubieran dirigido a Port Ángeles. De momento, no había encontrado nada.

Nada más entrar, Nessie fue a saludar a Ish y después acribilló a Esme con un montón de preguntas sobre lo que había pasado durante la noche. Básicamente habían estado contándole la historia de los Cullen y pensando nombres.

- ¿Y cómo se va a llamar?- preguntó Nessie con sus ojos centelleantes por la ilusión.

- Ish. A ella le gusta el nombre que le puso Jacob, así que hemos pensado que se llame Cherish. ¿Te gusta?- le explicó Esme cariñosamente.

Mi hija sonrió satisfecha y siguió preguntando, intentando averiguar cualquier pequeño detalle.

- Hijo, me gustaría comentarte un par de cosas -dijo Carlisle con un peculiar tono en su voz mientras bajaba las escaleras.

- Increíble -murmuró vacilante Edward ante el pensamiento de Carlisle.

- Me gustaría que lo comprobaras tú también.

Los dos se acercaron a Ish y Carlisle le murmuró algo en italiano. Ish pareció un poco incómoda pero asintió. Se movió debajo de las pesadas mantas y sacó el brazo herido. Ya no estaba escayolado; en su lugar llevaba una venda que Carlisle le quitó en apenas un segundo. El antebrazo tenía un gran moratón de color negro. Edward lo giró entre sus manos, palpándolo cuidadosamente.

- Está más frío -dijo con voz escéptica.

- Diez grados exactamente. No ha variado desde anoche -sonrió levemente con la mirada llena de asombro.

- ¿Está curado? –pregunté sorprendida.

- Prácticamente -en la voz de Edward me pareció encontrar un poco de la fascinación con que hablaba Carlisle.

Me acerqué para verlo mejor. El moratón se concentraba sólo en la parte donde debía tener el hueso roto. El resto del brazo y la mano ya tenían un color normal. Edward volvió a girar el brazo y entonces vi el tatuaje por completo. ISHTAR.

- ¿Eso no es el nombre de una estrella? – tuve que preguntar.

- Así es. La primera luz del alba y la noche, conocida como Astarté en algunas culturas – me explicó Carlisle sin apartar la atención del imperturbable rostro de Edward.

viernes, 22 de octubre de 2010

Capítulo 10.- ELLOS (1ª Parte)

- Deseo marcharme -pronunció estas palabras con un raro acento extranjero. Su voz era acerada y amenazante. No fui la única que se sorprendió al oírla en nuestro idioma. Alice aspiró con sorpresa y se envaró a mi lado. Estudié su rostro mientras no perdía detalle de la posición de Ish, la cual se iba encogiendo para adoptar una postura más defensiva.

Alice estaba teniendo una visión, apenas le duró un par de segundos. Cuando volvió en sí, dirigió una mirada fugaz a Edward, quien asintió despacio, y después desapareció como un rayo al interior de la casa, para aparecer dos segundos después por el oeste, justo detrás de los grandes cedros que cercaban el camino de tierra que llevaba hasta la carretera secundaria.

Alice empezó a avanzar sigilosamente y enseguida estuvo a un par de metros de Ish, que cada vez estaba más enfurecida. Los ojos, casi fuera de las órbitas, me miraban con rabia. Empezó a respirar agitadamente. Detrás de ella, la familia Cullen se movía intentando evitar fisuras en su cerco para impedir su huída. Si deseaba marcharse, ¿por qué no se lo permitían?

Edward y Alice se movían a su alrededor en una especie de baile. Cuando Alice se acercaba a ella, Edward se alejaba y viceversa, dejando siempre el mismo espacio entre ellos. Entonces noté cómo ella adecuaba su postura defensiva en la dirección del que estaba más cerca; todo ello, sin apartarme de su mirada.

- Cielo, ¿qué ocurre? -Esme se había colocado al lado de Carlisle. Su tono cariñoso pareció sacarla de aquel estado de pánico y comenzó a balbucear entre sollozos frases inconexas con alguna que otra palabra en mi idioma que sí pude entender.

Ellos. Aquí. Cogerme. Vosotros. Todos. Muerte.

No tenía que ser Einstein para rellenar los huecos que faltaban. Alguien volvería para acabar el trabajo y se llevaría por delante a cualquiera que estuviera cerca de ella.

La teoría de los Vulturi volvía a cobrar fuerzas. Más de una mirada se posó en el gesto crispado de Alice.

- Ni se os ocurra preguntarlo.

- Dejémosla marchar -enunció Rosalie con voz furiosa.

- Eso sería lo mismo que dejarla morir -contestó Carlisle.

- Ése no es nuestro problema -respondió de modo tajante.

- ¡Rosalie! -pronunció sorprendida y afectada Esme.

Rose bajó la mirada al suelo, pero su expresión no perdió ni una pizca de suficiencia.

- Preferisco la morte piuttosto che essere uno di… loro.

- Intentaremos evitar ambas cosas -el tono de Carlisle era seguro.

¿Evitar ambas cosas? Esta vez Esme no me iba a servir de traductora. Tendría que apañármelas sola.

Mi mente, como si se tratara de una esponja, había atesorado todas las palabras que había escuchado a lo largo del día y sin que tuviera mucha consciencia del proceso, las empezó a emparejar con la traducción que las había seguido.

Morte, muerte en español.
Essere, ¿el verbo ser?
Preferisco. Mi mente no tenía traducción para ésa, pero en español sonaba parecido a preferir.
Y por último, loro. Esa sí la había escuchado: ellos.
Prefiero la muerte a ser como ellos, o algo por el estilo.

- Come lo eviterai?

- Nadie te atacará aquí.

- ¿Y vosotros?

- Tampoco -respondió de inmediato.

- No te creo -empezó a sollozar agitadamente y volvió a soltar una parrafada en italiano que no me hizo falta traducir. Sus movimientos y las reacciones de los demás fueron suficientes.

Primero señaló a Esme, quien enseguida se azoró. Luego levantó la mano sana, apuntando al primer piso. Extendió el brazo dejando ver la muñeca y con un movimiento de cabeza indicó el bosque. Jasper se envaró y Alice abrió la boca estupefacta. Emmett, a unos siete metros de nosotros, encajó la mandíbula con tal fuerza que el sonido habría resultado audible hasta para un humano y Rosalie dejó escapar el aire de golpe entre los dientes. El único que parecía imperturbable era Edward.

Si se había dado cuenta del problema que suponía para nosotros el apetecible perfume que destilaba mientras dormía, era normal que quisiera salir de allí pitando. Su última perorata los había dejado a todos fuera de lugar.

- Non ce la faccio più -se desplomó. Dejó caer su cuerpo clavando sus rodillas en el suelo que levantaron pequeñas nubes de polvo a su alrededor. Lloraba de manera inconsolable. - No puedo más. Voglio solo finire, necesito acabar. Ayudadme -la voz salía a borbotones entre los fuertes gimoteos. Esme fue la primera en acercarse y cuando estuvo a un par de pasos, Ish levantó su brazo sano y le ofreció la muñeca –. Per piacere, finisci questo

¿Le estaba ofreciendo su sangre? ¿Nos estaba pidiendo que la matáramos?

- Non so come morire; per favore, aiutami prima che mi trovino.

Le di un ligero codazo a Rose para que reaccionara. Mi mente se había bloqueado tanto que no era capaz de procesar las palabras para interpretar su significado. Me lo tradujo entre susurros con una voz impersonal.

- Quiere morir y no sabe cómo.

Me agarré de su muñeca por si mis rodillas decidían tirarme al suelo.

- Ninguno de nosotros te va a morder. Te doy mi palabra -la templada voz de Carlisle me dio algo de entereza–. Y mientras estés bajo nuestro techo, no permitiremos que nadie lo haga.

- Se non intendi aiutarmi, almeno lasciami andare via.

- ¿Dónde irías?

- Con el lobo.

- ¿Quieres estar con ese chucho?-bufó Rosalie a mi lado–. Si es por eso, no te marches. Está más tiempo aquí que en ningún otro lado.

- Te propongo un trato -Edward avanzó hasta ella y la levantó con cuidado –. Pasa aquí la noche, Jacob debe andar en el bosque y tú ya no necesitas dormir por unas horas.

- Mañana decidiremos qué hacer -intervino Carlisle aproximándose también.

Esme la tomó del brazo y se dirigió hacia la casa mientras su pequeño cuerpo se agitaba aún entre sollozos.

- Carlisle -le llamó Edward antes de que entrara en la casa junto con los demás.

- Tranquilo, todo parece estar bajo control. Marchaos. Os veremos mañana por la mañana. Si os necesitamos, te avisaré.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Capítulo 9.- ISH (2ª y última parte)

Volví mi rostro hacia el norte. En el cielo avanzaban unas pesadas nubes anaranjadas por la luz del crepúsculo. Mañana amanecería un día típico en la península de Olimpia, cargado de nubarrones grises, un pequeño matiz para que mi deseada rutina volviera. Giré sobre mí misma y antes incluso de que pudiera pensarlo me dirigía a toda velocidad a la casa, al lado de Edward.
Subí a velocidad humana las escaleras hasta el primer piso y recorrí el pequeño espacio de pasillo hasta la biblioteca. Oía la voz de Edward susurrar suplicante en aquella lengua que yo desconocía. Entré en silencio y, por primera vez, me llamó la atención la falta del atronador y rítmico latido que antes me había vuelto loca. Ahora todo volvía a ser extrañamente silencioso. Me atreví a respirar. El perfume había quedado reducido a pequeñas nubes flotantes y al regusto del mobiliario de la habitación.
La voz de Edward dejó de ser suplicante y educada para tornarse áspera y cortante. Se había arrodillado a su lado y la cogía de los hombros, forzándola a mirarle de frente. Ella ni se inmutó. Esperé a que un escalofrío la hiciera agitarse al notar el gélido contacto de mi marido, pero ni siquiera eso. Entendí, entonces, por qué para Edward era tan desconcertante. Acostumbrado como estaba a saber lo que todo el mundo pensaba - y yo me incluía en el lote, pues el 90 por ciento de las veces él era capaz de interpretar mis gestos-, debería resultarle muy frustrante el muro que la chica levantaba a su alrededor. Un auténtico peligro en potencia que ninguno de nosotros era capaz de prever.

- Es inútil, es incluso más cabezota que tú -me espetó mientras se ponía en pie y se alejaba de ella.

Ish se giró y sobresaltó al verme de pie en medio de la habitación. Hice un gesto de disculpa y esperé que fuera suficiente para que me entendiera.
Nunca se me había dado bien esto, pero quizá de algún modo yo consiguiera hacer algo. Me acerqué despacio hasta ella, que volvía a observarme con esa rara mirada de estudio.

- Ciao -la saludé usando lo que constituía el veinticinco por ciento de mi vocabulario en su idioma-. Bella -le dije, tocándome el pecho.

Ella asintió sin mucho interés en mis progresos de presentación. Le sonreí dulcemente. Siempre que los Cullen hacían eso conseguían que los humanos de alrededor se relajaran. Quizá no debería haber curvado tanto los labios, pues pude ver cómo me miraba fijamente los dientes, ahora al descubierto. Cerré la boca de inmediato y empecé a parlotear en inglés con voz dulce, esperando que entendiera al menos el significado por las inflexiones de mi voz. Pero según hablaba, un dulce rumor femenino me solapaba, traduciendo cada una de mis palabras. Era Esme, ejerciendo una vez más de eficaz intérprete. Su tono era mucho más cariñoso y amable que el mío, a pesar de que intentaba conseguir con todas mis fuerzas ese mismo efecto. Ish no se inmutó ante su presencia y continuó mirándome. Algo en su expresión me trajo a la parte central de la mente uno de esos lejanos recuerdos borrosos. Era la misma expresión de perplejidad que ponía Edward al principio, cuanto intentaba acceder a mi mente. Volví a la conversación, intentando persuadirla, otra vez, de que entre nosotros estaba a salvo y que sólo intentábamos hacer lo mejor para ella. Tuve la sensación de que Esme estaba dando su propia versión de mi discurso, convirtiéndolo en algo más convincente y persuasivo.
Esperé hasta que terminó de traducir la última de mis palabras manteniendo el contacto visual. Me pregunté qué no habrían visto aquellos iris, del mismísimo color que los nuestros, a lo largo de aquella huída infernal de la que había escapado milagrosamente.

-OK -susurró mientras giraba su cabeza mirando a Esme con una frágil sonrisa en sus carnosos labios.

La vampira se acercó hasta ella y se sentó a su lado, aunque ella había vuelto a fijar su mirada en mí, como si hubiera algo que no encajara y yo tuviera la respuesta. Ése había sido mi sino hasta que encontré a Edward y me convirtió en lo que era, encajando toda yo en aquel papel, y ahora me incomodaba mucho que me hiciera sentir de nuevo fuera de lugar.




Permanecimos un rato en silencio y por fin dejó de mirarme. Cerró los ojos y arrugó la frente, haciendo un esfuerzo invisible ante algo. Edward puso el mismo gesto, como si ambos echaran un pulso mental. Esme posó su mano levemente sobre la rodilla de Ish y le susurró palabras relajadas. La expresión de ella cambió poco a poco hasta dar la sensación de estar concentrada en un recuerdo muy lejano. Esme también cerró sus ojos y el rostro de Edward se relajó también.
¿Estaría al fin dentro de su mente?
Esperé lo más quieta posible, atenta a cualquier cambio producido en sus semblantes. Entonces, Ish abrió los ojos para posarlos sobre Esme, que seguía con la mano sobre su rodilla. De forma instintiva entrecerré yo los míos, me sentía como si me hubieran pillado mirando a hurtadillas cuando no debía. Me miró, pero no me dedicó más que un segundo y volvió la vista hacia Edward, que seguía concentrado. Con un rápido movimiento, levantó su brazo herido por encima de su cabeza y lo liberó de la venda que sostenía el cabestrillo. Cogió la mano de Esme y la levantó, dejándola suspendida en el aire. Después, con una suave inclinación hacia delante, se irguió lentamente sin hacer ningún ruido, sin mover siquiera el aire.
Me quedé atónita; por un momento, pensé que mis ojos me engañaban. Acostumbrada como estaba a notar cada leve movimiento, a percibir el suave sonido de la ropa al rozarse o incluso los músculos al estirarse, no sonó nada en absoluto. Con pasos lentos se dirigió a la puerta, mientras Esme seguía con la mano flotando en el aire y Edward concentrado. Ninguno se había percatado de lo que en realidad pasaba. Ya estaba casi en el umbral de la puerta de la habitación cuando oí la mampara del salón abrirse, la partida de caza estaba de vuelta. Ish se precipitó por el pasillo al mismo tiempo que yo me levantaba tras ella.

- ¡Edward! -chillé sin vigilar la intensidad de mi voz, que sonó excesivamente asustada.

Él reaccionó en una milésima de segundo y se levantó de un salto, pero no me siguió cuando me lancé tras ella. Cuando llegué al final del pasillo, Ish había esquivado a Alice y a Rose, que estaban al pie de las escaleras con gesto sorprendido, al igual que Emmett, en el umbral de la cristalera con Renesmee en brazos. Ish alcanzó a abrir la puerta de la entrada antes de que yo saltara desde la planta superior hasta el suelo. Oí cómo bajaba las escaleras del porche y luego frenaba en seco, pues Jasper y Carlisle le cortaban el paso. Edward se unía a ellos desde fuera.

- ¿Has conseguido ver algo? -pronunció Carlisle con voz queda, dirigiéndose a Edward.

- Sí -su voz contenida denotaba más preocupación que alivio.

Di un par de pasos hacia el exterior para desbloquear la puerta. Alice y Rose se colocaron a mis flancos y al lado de Emmett apareció Esme con su bello y perfecto rostro contrariado por la pena.
Ish se volvió hacia nosotras y sus ojos se perdieron en algún punto dentro de los míos. Por un instante pareció que su mente ya no estaba allí.

lunes, 18 de octubre de 2010

Capítulo 9.- ISH (1ª Parte)

Inhalé un poco antes de entrar en la habitación. Todos estaban en pie y la chica observaba con un gesto de enfado a Edward. Jacob, a su vez, la miraba hasta que ésta se percató y relajó sus facciones, formando un gesto de súplica.
- Vaya, parece que tengo una admiradora. ¿Puedes…?
- Claro –contestó Edward con una voz marcadamente incómoda.
- Verás, tengo que marcharme un rato. Dile simplemente que volveré antes de lo que se piensa y que creo que sois buena gente.
- Gracias por tu voto de confianza -Edward le contestó en un susurro mientras cogía aire y empezaba a traducir.
- Ahora iré a ver a Nessie y luego me pasaré por casa de Charlie para comprobar cómo anda -se llevó la mano a la cabeza y se revolvió el pelo, que empezaba a estar demasiado largo de nuevo.
- Gracias -no tenía mucho aire como para agradecérselo de un modo más efusivo así que le abracé.
- Bella, yo sí necesito respirar -me contestó mientras se tapaba la nariz de forma teatral–. No te preocupes, estará bien. Tiene a Sue para cuidarle -me dedicó una mirada tierna.
En realidad, Charlie nunca había necesitado que nadie cuidara de él, a pesar de que yo intentaba ahorrarle disgustos, pero parecía que siempre acababa fracasando estrepitosamente.
Edward debía de haber terminado de traducirle el mensaje de Jacob, pero ella no se había separado ni un milímetro de su lado.
- ¿Ya?- preguntó mi amigo ante la falta de reacción.
- Sí.
- Posso andare con lui?- me sorprendió escuchar su voz de nuevo. Ya no resultaba tan áspera como las veces anteriores. Sonaba algo más suave y tranquila. Entonces me di cuenta de que las profundas ojeras purpúreas se habían disipado casi por completo y sus mejillas habían recuperado algo de color, dándole un aspecto más normal. Era evidente lo bien que le había sentado descansar durante esas horas.
Esperamos a que Edward nos tradujera su pregunta pero, en vez de eso, él le hizo otra.
- ¿Per ché?
Volví a quedarme fuera del diálogo. Intenté cazar alguna palabra al vuelo, pero ella hablaba demasiado deprisa. Las facciones de Edward se fueron endureciendo con cada una de sus palabras. Cuando acabó, él sólo pronunció:
- Qui?
- Lui -arrastró el sonido de las vocales mientras se llevaba la mano a la nuca y se giraba para dejar al aire la enorme cicatriz que le había quedado del ataque sufrido en el bosque. La señal había cambiado de color. Un enorme moratón rodeaba la zona. Se podían distinguir perfectamente cada uno de los dientes marcados en la piel. Quien la hubiese mordido no se había limitado a clavarle sus afilados dientes sino que había tirado de la piel, desgarrándole la carne y dejando un marcado desnivel ahí donde se había desprendido parte de la epidermis.
- ¡Vaya, eso tiene que doler! - exclamó Jake –. Tranquila, la sanguijuela que te hizo esa marca no va a volver a acercarse por aquí y créeme, Ish, si es tan idiota de venir, será lo último que haga –se giró para mirar a Edward-. Traduce, sabelotodo.
- Ish? -preguntó ella antes de que Edward empezara.
Jacob cogió el brazo escayolado y con suma delicadeza lo giró. Desde el codo y en dirección a la muñeca se veían unas grandes letras negras tatuadas, escritas con una caligrafía exquisita. Parte de la inscripción quedaba tapada con la escayola, pero al descubierto podían verse las letras ISH.
- Ish -le repitió Jacob, señalándole las letras.
La chica arrugó la frente y caviló durante unos segundos, asimilando el nombre que le había puesto Jake. No parecía muy segura de que ese nombre fuera el suyo, pero, claro, con amnesia, igual le hubiera dado que la llamáramos Stephenie.
- De algún modo hay que llamarte -se disculpó Jacob al ver su expresión.
Edward le tradujo todo lo que había dicho Jake e Ish se limitó a asentir mientras observaba cómo salía por la puerta. Luego se volvió a sentar en el diván con las piernas cruzadas,
prestando especial atención a proteger su brazo, y miró hacia el exterior con gesto ausente.
Salí disparada tras Jacob para agradecerle de nuevo y de una manera mejor su idea de ir a ver a mi padre.

Le alcancé en el río, antes de que saltara. Frenó en seco al oír mis pasos y se giró antes de que pudiera pronunciar una palabra. Frunció el ceño y miró por encima de mi hombro en dirección a la casa. Volvió a mirarme entornando los ojos y protegiéndose la vista con la mano. Aún lucían los últimos rayos mortecinos del sol que empezaba a ocultarse tras la cordillera y éstos proyectaban en mi piel miles de diminutos rayos de colores en todas direcciones. Sonrió y me miró asombrado, escondiendo para sus adentros unos cuantos comentarios sobre mi aspecto.
- ¿Me necesita Edward? Estoy seguro de que no está acostumbrado a que una chica se rinda a mis encantos en vez de a los suyos -habló en un tono más alto del necesario, sabiendo que Edward oiría la broma de todos modos.
- Gracias por lo de Charlie. Por pasarte a ver cómo está. Gracias.
- No seas boba, no es nada. Además, tengo la esperanza de que Sue me invite a cenar. Hoy Billy va a ver el partido y seguro que hay algo caliente que meterme en la panza antes de hacer mi ronda.
- No, en serio -comencé a morderme el labio. Iba a tener que contarle algo más si quería que se fijara detenidamente en su estado de ánimo-. Verás, la última vez que estuve en casa de Charlie…
- Sí, lo sé –me atajó antes de que continuara-. No deberías tener en cuenta lo que te haya soltado.
Le miré extrañada.
- Sue -añadió en modo aclaratorio–. Leah- terminó de concretar.
- Vale -volví a morderme el labio y él lo libero con sus dedos. Colocó sus grandes manos a ambos lados de mi cara y alzó mi cabeza hasta que nuestros rostros quedaron a escasos centímetros, mirándonos fijamente a los ojos.
- Bella, si pasara algo, cualquier cosa, ya sabéis que podéis contar con nosotros y…- echó un rápido vistazo a la casa. Una fugaz sombra de disgusto relampagueó en sus ojos- tenemos algo pendiente.
Me soltó y se encaró al río, dando dos grandes zancadas para atravesarlo de un salto.
- Una cosa más -volvió a frenarse, aunque esta vez la inercia casi le hace caer al agua-. Sería mejor que, en vez de saltar, lo cruzaras nadando. No creo que los demás pasen por alto tu olor. Apestas a ella –el olor en él no resultaba ni la mitad de apetecible, pues se mezclaba con su fuerte olor a licántropo. Se olisqueó la camiseta y el brazo y arrugó la nariz.
- El problema no es ella, apesto a vosotros. Aceptaría ese baño pero no quiero llegar empapado a casa de Charlie.
- Ya –fruncí el ceño–. Bueno, ten cuidado de que no te muerdan -bromeé.
- ¡Ja! -contestó de modo irónico mientras se quitaba las deportivas y las agarraba con fuerza en su mano.
Dio dos grandes zancadas hacia atrás y se precipitó hacia la orilla. Voló por encima de la corriente y estiró sus largas piernas hacia delante para preparar la caída. Cayó en el agua, apenas a un metro de la orilla. El agua le quedaba a un palmo de sus pantalones vaqueros cortos, pero sin llegar a mojarse la ropa.
- Esto es todo lo que pienso bañarme -dijo entre risotadas, mientras se alejaba en la espesura de los árboles del otro lado.
Congelé en mi mente la escena que acababa de vivir, Jacob metido en el agua riendo con esa risa suya contagiosa tan llena de paz y el sol iluminándole tenuemente, confiriéndole a su piel un tono aún más rojizo. No pude evitar reírme yo también. Por un segundo, me sentí ligeramente relajada, lo cual resultaba gratificante. Sin embargo, me embargó una intensa necesidad de marcharme a mi casa junto a Edward y Renesmee. La rutina de acostar a mi hija y de estar luego a solas con mi marido era lo que marcaba el final de los días. Usaba esta costumbre para entender cada mañana como el inicio de las próximas veinticuatro horas de existencia en mi pequeño paraíso.

viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo 8.- INSTINTOS (Capítulo completo)

- Entonces, ¿cuál es el plan?
- Edward intentará entrar en su mente -me contestó Alice de forma apática.
- ¿Cómo? -Jasper avanzó unos metros hasta estar muy cerca de Rose, dejando los dos bandos bien diferenciados. De un lado, los que opinaban que era necesario que la chica se fuera cuanto antes y del otro, los que creíamos que lo mejor era esperar a que curara su brazo para después… ¿pedirle que se fuera?
Era la primera vez que tomaba parte en una decisión que no me incumbía directamente y que provocaba opiniones encontradas. Me hacía sentir pequeña, algo así como Renesmee, parte de la familia pero sin la sabiduría y la madurez suficiente como para emitir juicios. Hubiese preferido que, al menos en este asunto, no me tuvieran en cuenta.
Sin embargo, yo siempre había sido capaz de diferenciar la línea que separaba lo bueno de lo malo y tomar mis propias decisiones. Pero ahora se había vuelto demasiado borrosa. Quizá aún necesitara más tiempo para ubicarme. O tal vez fuera que éste era el modo en que mi cerebro con defecto de fábrica respondía a esta nueva existencia. Aunque había otra posibilidad que no me gustaba demasiado.
Durante todo este período, desde que mi vida había entrado en esa apacible cotidianeidad, había permitido que los demás tomaran las decisiones por mí, evitando cualquier pensamiento ajeno a la dulce existencia junto a mi marido, mi hija y mis amigos; hasta la ropa era algo que me elegían y si hacía algo nuevo, era porque otra persona pensaba que me vendría bien. Yo sólo me dejaba llevar y ahora mi mente estaba oxidada. ¿Era esto?
-Se lo voy a pedir -contestó Edward lentamente con el gesto ausente, como si estuviera visualizando el modo en que lo haría.
Él estaba seguro de que era la chica de forma voluntaria quien impedía que sus habilidades influyeran sobre ella. Simplemente se lo pediría.
Pero, aunque Edward consiguiera leer su mente, si ésta no podía recordar nada, ¿de qué iba a servir? Y además, aún quedaba un detalle que nadie mencionaba.
Me recorrió un pequeño escalofrío al pensar en aquello: si contaba lo que había pasado, la tomarían por loca. ¿O tal vez no le confiara el secreto a nadie, como hice yo? Pero si lo hacía, nos expondría a todos y con ello no me refería a mi familia, sino a todos los vampiros.
Si eso ocurría, la matarían.
Quizá era un detalle demasiado obvio como para debatirlo. Imaginé que tendrían algo pensado.
Me empecé a sentir rara, con la boca seca y como si les faltara aire a mis pulmones, lo cual resultaba estúpido. Un acto reflejo me hizo respirar con más ansia pero fue peor. Al inhalar, la boca se me secó más, mi propia saliva me supo dulce y me quemó la garganta. Sin embargo, no tenía sed, habíamos ido de caza la víspera de la fiesta.
Oí un chasquido. Eran los dientes de Emmett al apretar la mandíbula de golpe. Se había puesto en pie y estaba envarado con los ojos completamente negros. Me fijé en los demás y sus expresiones reflejaban la misma ansia. Los ojos oscurecidos de Alice se quedaron mirando por un fugaz instante el infinito y cuando volvió en sí su cara se desencajó por el horror.
- ¡Salid de aquí! –ordenó Edward de manera urgente con un tono desesperado.
- No regreséis hasta que os avisemos – les previno Carlisle con la voz tensa.
Alice asió apresuradamente a Jasper de la mano y salió dispara como un rayo. Esme asintió y salió detrás de Emmett y Rosalie, desapareciendo de mi vista en apenas unos segundos.
- Bella, márchate con ellos -me rogó Edward.
- No, me quedo contigo – disentí, manteniéndole la mirada.
Mi hija estaba allí arriba, con Jacob; primero me aseguraría de que todo estaba bien y si no podía soportarlo, me marcharía, pero con ella en mis brazos.
Mientras, Carlisle subió a la habitación y cuando abrió la puerta una bofetada de aire llegó a mí, cargada de un perfume que no había percibido antes. Mis piernas flaquearon y por un instante pensé que me iba a desplomar contra el suelo, pero ese mismo olor hizo que, de manera involuntaria, mis músculos se tensaran, poniéndose alerta.
- Coge aire -me aconsejó Edward antes de llegar arriba.
Lo único que realmente me frenaba de lanzarme sobre aquella indefensa muchacha era la presencia de mi hija a su lado.
- Vete -me ordenó Edward.
- Renesmee – apenas siseé.
Edward se inclinó hacia adelante, pero Carlisle se interpuso en su camino.
- Sólo quiero sacar a Nessie -el nombre de mi hija fue casi un susurro e imaginé que ya no disponía de más oxígeno en sus pulmones para hablar. Su expresión era rígida, dura y, sin embargo, en sus ojos había un brillo que no pude reconocer del todo. Era algo nuevo.
- Si no podéis aguantar, será mejor que os marchéis con los demás.
Envidié la aparente desenvoltura de Carlisle. ¿Tenía tanto control de sí mismo que era capaz de inhalar aquel fuego dulce?
Los labios de Edward se contrajeron en una mueca de dolor y oprimió con más fuerza mi mano, seguramente para evitar lanzarse contra ella. Verle así me hizo vacilar y mi determinación se esfumó por una fracción de segundo, donde todo a mí alrededor se borró. Tan sólo era capaz de percibir el cuerpo caliente de aquella desconocida. Cada latido de su corazón parecía hacer rebotar las moléculas de aire que estaban en contacto con ella, provocando ondas como en un lago, que llegaban a mí ampliadas hasta el infinito. Entonces, el regusto del aroma que había percibido en el salón embriagó cada célula de mi piel, provocando un auténtico frenesí de ira y deseo. Mi mente dejó de ser racional y se desconectó de mi cuerpo, que parecía tener vida propia. Noté cómo la boca se llenaba de ponzoña. ¿Qué estaba pasando? Jamás en toda mi corta existencia vampírica había notado algo así. El recuerdo atormentado de Emmett apareció en el instante exacto en el que mi cuerpo había tomado la decisión de saciar ese incontrolable deseo de matar.
El profundo rugido que sonó en el pecho de Edward al tragar un poco de aire me hizo volver en mí. Esperé cautelosamente por si él decidía lanzarse. ¿Reaccionaría e intentaría pararle o, por el contrario, me arrojaría detrás de él?
Sentí una repentina sensación de náuseas.
Busqué dentro de mí algo que me hiciera sentir culpable o un pequeño atisbo del autocontrol que me caracterizaba, pero, por más que intenté controlarme, parecía ganar el ardor que quemaba bajo mi fría piel de piedra.
Edward abrió los ojos muy lentamente y dio un paso hacia atrás.
- Puedo con esto -le contestó a Carlisle intentando controlar el tono de su voz.
Si él puede, yo también, me dije a mí misma, apretando su mano y descartando de inmediato la posibilidad de respirar.
Se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos. Edward asintió despacio y Carlisle salió rápidamente de la habitación, dejándonos con ellos.
No entendí muy bien a qué estábamos esperando. ¿Tan importante era que durmiera? ¿Era yo la única que pensaba que ante aquello cualquier inmensurable esfuerzo de cordura resultaba demasiado débil?
Afortunadamente, Edward no me dirigió la palabra durante las horas que permanecimos allí. De vez en cuando notaba sus ojos fijos en mí, pero intenté que nuestras miradas no se encontraran. No quería que percibiera mi debilidad.



El resto de la familia debía seguir fuera, esperando que terminara esta lenta tortura. Cualquier ruido que Carlisle hacía, abriendo y cerrando libros en su despacho, quedaba atenuado por la pesada respiración de Jacob y el ensordecedor y rítmico latido del corazón de aquella muchacha. Ahora todo en ella era increíblemente perceptible.
¿Por esto ella no quería dormir? ¿Acaso sabía que esto ocurriría?
Miré de refilón a Edward, que seguía sujetando mi mano. Sus ojos se movían rápidos, estudiando primero la cara de Jake y después la de ella.
Presentí que quizá mientras dormía sí era capaz de leerle el pensamiento. Al igual que su presencia era imperceptible despierta y tan abrumadoramente notable cuando estaba dormida, del mismo modo, el escudo que la protegía se esfumaba mientras tenía la guardia baja y ahora era capaz de leer lo que pensaba, o en este caso, soñaba.
Ella yacía de una forma muy rara. En un primer momento se había aovillado. Recordé lo que había dicho Carlisle del frío y que no parecía capaz de producir calor propio. Mi amigo era una estufa, en días de invierno alcanzaba los 43 grados, así que se había ido dejando caer sobre el costado, hasta quedar completamente pegada al brazo de Jake, pero con el torso girado hacia nosotros, a fin de evitar que el cabestrillo quedara aplastado entre los dos. Con esta postura su cabeza quedaba en el aire, sin nada en que apoyarse, dejando el cuello doblado como si alguien se lo hubiera descoyuntado del cuerpo.
No podía determinar cuántas horas pasamos así, observando, sin movernos, sin hablar.
Renesmee empezó a estirarse de manera perezosa y su padre se deslizó hasta ella cogiéndola en brazos con mucho cuidado. Estudió su cara y su cuerpecito por un instante, como si quisiera asegurarse de que todo estaba bien. Sus ojos se inundaron de ella y la besó con ternura en la frente. Acercó su mejilla y la acunó suavemente mientras volvía a mi lado. Para mí, ellos dos eran lo más bonito de todo cuanto jamás pudiera imaginar. Edward era un padre perfecto, como en el resto de sus facetas. Verlos juntos, sobre todo en ese tipo de escenas, me embargaba de dicha y por un momento en mi mente no existió otra realidad.
Me ofreció a la niña y me besó rozando apenas sus labios con los míos. Su aliento tenía el matiz dulce de la esencia de la humana y cuando lo noté en mi boca, me lancé contra la suya en busca de más. Él me asió fuertemente por los hombros, deteniéndome con una expresión inescrutable. Desvié la mirada, incapaz de mantenerla ahora que él conocía mi debilidad. Me mordí el labio nerviosa, demasiado nerviosa. Si no fuera porque ahora mi piel era dura como el mármol, seguramente me habría hecho sangre. Cogí a la niña y, sin mirar atrás, abandoné la habitación tan rápido como pude.
El contacto con el aire exterior relajó mis sentidos. Mi mente se despejó completamente pero también fue como un bofetón con la realidad.
El resto del grupo estaba al otro lado del recodo del río. Los ánimos estaban encendidos y Rose no hacía más que refunfuñar entre siseos.
- ¡Que se vaya! No tenemos que hacernos cargo de todos los bichos raros abandonados por ahí. No es nuestra responsabilidad. ¿Qué pasará cuando alguno de nosotros la haga daño de veras? Cuando Edward nos pidió que nos marcháramos de aquí para proteger a Bella, nadie puso objeciones y ahora, en vez de deshacernos de ella, dejamos que una humana, demasiado apetecible para todos, se eche una siesta en nuestra propia casa. ¿Nos estamos volviendo locos?
- Carlisle ya le ha dado su palabra de que la ayudaríamos.
- Esme, ella no es uno de los nuestros. – le contestó relajando un poco la tensión de su voz.
- ¡Oh, venga, Rose! -se quejó Alice.
- Hermanita, ¿qué viste?
- Ya sabes que no la veo, Emmett.
- Algo viste -inquirió Rose con una voz llena de acusación-. Si no, Edward no hubiese estado tan quisquilloso contigo.
- Alice, si es algo que nos va a afectar a todos, tenemos derecho a saberlo.
- Emmett, no es una visión como las que suelo tener, ¿vale? Es más una premonición.
- ¡Oh!- gritó frustrada Rose- ¿Te desempolvo la bola de cristal?
- Rose -intervino Esme.
- Ella es… es… es más de lo que pensamos.
- Gracias -le contestó sarcásticamente Rose.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Capítulo 7.- DECISIONES (2ª y última parte)

- ¿Qué es lo que ha pasado?-preguntó Emmett.
- Que se queda. Por lo menos hasta que cure el brazo -anunció Carlisle mientras se levantaba.
- No menos de tres semanas. Edward, quizá en ese tiempo…
Edward no le dejó terminar.
-Claro. Me parece bien.
- Disculpad, ¿me puede decir alguien qué es lo que ha pasado? –insistió Emmett señalando a Edward y Alice alternativamente.
Esme también se levantó.
- Alice, ¿te importaría?
- Claro que no, Esme, creo que la ropa de Rosalie le irá bien.
- De eso nada -protestó Rosalie.
Las tres abandonaron la habitación.
- ¡Hermano, espera! Dime de qué habéis estado discutiendo.
- Déjale. No está de humor - Jasper se había acercado hasta Emmett y le cogía del brazo para sacarle fuera.
Me quedé ahí quieta sin saber muy bien qué hacer. No sabía si Edward estaría enfadado conmigo por votar en su contra. Me sentía como una niña pequeña a quien se le pregunta si quiere más a su mamá o a su papá.
- ¿Puedo subir a verla? -mi hija me miraba con expresión de súplica. No me parecía buena idea. A pesar de que había decidido que quería que se quedara, prefería que nos mantuviéramos lo más alejados que nos fuera posible para evitar problemas. Miré a Edward. Imaginé que él pensaría lo mismo que yo.
- ¿Quieres que le subamos nosotros la comida, Nessie? – Jacob la había tomado en brazos y se dirigían hacia la cocina



Esperamos unos minutos hasta que Alice y Esme salieron de la biblioteca y durante todo ese tiempo Edward permaneció muy callado.
No sabía muy bien cómo interpretar ese silencio. No es que esperase que se pusiera a chillarme o algo así por haber votado en su contra, pero al menos sí esperaba algo.

Carlisle fue el primero en entrar y se dirigió a ella en un tono familiar. Edward fue más escueto. Cuando pasé yo, me sorprendí al verla de pie, con un gesto que me pareció desafiante.
La recordaba más frágil.
Me fijé en su brazo tapado en parte por una escayola desde el antebrazo hasta la palma de la mano. Sus dedos se veían ligeramente amoratados debajo de su piel pálida. Casi toda la ropa que llevaba era de Rosalie, pero le quedaba ancha. Estaba demasiado delgada, casi escuálida. El tono de su piel, muy deslucido, tenía un raro color cetrino que le daba un aspecto aún más enjuto. Los pómulos le sobresalían exageradamente y sus grandes ojos almendrados, que no paraban de moverse, quedaban saltones y desmesurados en esa cara tan chupada. El pelo, bastante sucio aún, estaba recogido en una coleta llena de enredones.
Detrás de mí entró Jacob, con la comida y Renesmee en su regazo, y pasó hasta el fondo de la habitación dejando la bandeja sobre la mesita baja.
-Loro sono Bella, Nessie e Jacob- Carlisle nos fue presentando uno a uno mientras nos señalaba.
Me sentí cohibida ante el intenso estudio al que me sometía, como si fuera a traspasarme con su intensa mirada. Me encogí un poco al tener la sensación de que sólo me miraba a mí así.
Carlisle le volvió a hablar y prestó atención por primera vez a los demás y a la comida. Se acercó hasta la mesa y se sentó con cuidado en una de las esquinas del diván de cuero donde estaba Jacob. Ocupó tan poca superficie del canapé que casi parecía que flotaba. Evaluó de forma rápida los platos y cogió el bol de fruta, descartando los demás. Se lo colocó en el regazo, sujetándolo entre el cabestrillo y las costillas. Se metió una pequeña fresa en la boca y la masticó muy lentamente como si esperara encontrarse algo extraño. Tragó con la misma lentitud y después, como si diera por bueno el resultado, empezó a meterse fruta con más avidez, hasta que tuvo los carrillos hinchados. Por el modo en que engullía, debía de hacer mucho tiempo desde su última comida.
Mi hija la miraba fascinada y seguía cada uno de sus movimientos. De súbito, alzó su mano demasiado rápido para que un ojo humano se diera cuenta de la maniobra, pero la chica se movió lo justo para apartarse de la trayectoria.
-Per favore, puoi chiederle di parlarmi normalmente, come fate voi?

Me frustraba no entender lo que decía, pero tuve la sensación de que aquel movimiento había sido premeditado a pesar de que me pudiera parecer imposible. El rostro de Edward empezaba a tener las señales inequívocas de un ataque de preocupación y Jacob nos miraba intentando, como yo, leer las expresiones para sacar algo en claro.
- Nessie, cariño- la voz de Edward salió un poco forzada al intentar controlar el tono, -prefiere que le hables de un modo normal.
- Pero papá, aún no sé italiano.
- Yo se lo traduciré.
¿Lo había oído bien? ¿Esa chica, que de pronto ya no me pareció tan frágil, sabía el don que tenía mi hija? Así que no sólo conocía el nombre de Carlisle, sabía bastante más de nosotros. De nuevo, todo me pareció sin sentido. No conseguía que mi mente cuadrara en modo alguno este asunto.
- ¿Le puedes preguntar si quiere ser mi amiga?
Edward le tradujo la frase en un susurro que intentaba esconder la frustración que denotaba su voz. Imaginé que estaría haciendo un gran esfuerzo por mantener la compostura. La chica no contestó y mi hija empezaba a perder la sonrisa de su rostro. Se me rompió el alma al entender por fin el comportamiento de Edward.
Mi hija jamás había hecho ninguna amiga. Aunque había conocido a un montón de gente, eran familiares o amigos de su familia, nunca nadie nuevo. ¿Era eso lo que aquella muchacha representaba para ella, una nueva amiga?
Se me hizo un nudo en la garganta.
Jacob se adelantó y la tomó en brazos.
-Seguro que estará encantada- Nessie se giró y le puso la mano en el cuello-. Pues porque debe ser tímida. Creo que está un poco asustada, ya sabes, está rodeada de un montón…- levantó la vista y nos miró de manera significativa- de extraños. Es normal que esté cohibida.
Fue entonces cuando la muchacha levantó la mano para tocar a mi hija y mis sentidos se pusieron en guardia de manera involuntaria. Tocó delicadamente su antebrazo y permanecieron así durante un rato.
Carlisle se aproximó a ellas y le volvió a hablar en italiano. Busqué ansiosa los rescoldos de mis pésimos conocimientos de español. Conocía una de las palabras, “Umano”. Debía ser igual en los dos idiomas. Carlisle le acababa de explicar que mi hija no era humana.
- E lui?- miró de soslayo a Jake.
Mi hija hizo otro de sus rápidos movimientos. Quizá sería mejor explicarle que no era buena idea que se moviera a esa velocidad delante de - bueno, no sé si la definición de humana se podría aplicar a ella- Pero esta vez no reaccionó de ningún modo y dejó que la niña la tocara. Sus ojos se abrieron al máximo cuando Renesmee empezó a transmitirle sus imágenes.
- Le está mostrando a Jacob- me aclaró Edward.
Cuando Renesmee terminó, la respiración de la chica volvía a ser sofocada. Dejó el plato sobre la mesa y se aproximó a mi amigo. Al tocarle y notar su elevada temperatura, ahogó un grito y movió los labios como si intentara pronunciar una frase que no terminaba de formar.
- Sí, creo que le has gustado- contestó Jacob con una sonrisa a mi hija y su rostro se llenó de felicidad. Se recostó en su regazo y permanecieron en silencio, estudiándose ambas. Poco a poco el cansancio se fue apoderando de la muchacha que empezó a cabecear.
- Bien, creo que lo mejor es que la dejemos sola durante un rato. A ver si así consigue descansar - sugirió Carlisle en un susurro.

lunes, 11 de octubre de 2010

Capítulo 7.- DECISIONES (1ª Parte)

- Se acabó la paz -Jacob arrugaba ligeramente la nariz. No terminó de decir la frase cuando Edward, Renesmee, Rosalie y Emmett estaban delante de nosotros.
Cogí a mi hija en brazos y noté su calor en mi piel. Su delicioso olor se mezclaba con la esencia de nuestra pequeña cabaña. La abracé y besé como hacía cada mañana y entonces vi la imagen que había presenciado el día anterior, pero desde otra perspectiva y a varios metros de distancia: la chica embarrada cayendo de espaldas e intentando escapar desesperadamente del cerco de Carlisle y Jasper.
Giré la cabeza buscando a Edward y me fijé en lo sombrío de su mirada.
- Será mejor que entremos, Carlisle quiere hablar con nosotros.
Emmett y Rosalie pasaron enseguida, pero Jacob se quedó en el umbral dubitativo, hasta que Edward le hizo un gesto con el brazo para indicarle que pasara. Le tendí a Renesmee y pasó adentro.
- ¿Qué pasa? -clavé mis ojos en los suyos y percibí un brillo que me indicaba que algo más serio le preocupaba.
- Pasemos, les estamos haciendo esperar -no me moví, esperaba una respuesta-. Es Alice, tiene una sensación extraña. Ahora nos lo contará.



Todos habíamos tomado asiento en la mesa del comedor menos Jacob, que se había sentado en el alféizar de la ventana, cuando entró Carlisle y ocupó su sitio, presidiendo la mesa entre Esme y Edward. Renesmee estaba callada y atenta en mis brazos.
- Antes de comenzar, quería deciros que todo está bien y que os agradezco que antes intentarais protegerme.
Jasper asintió levemente con la cabeza sin levantar la mirada de la mesa.
- La fractura ha sido limpia. Le debe de doler mucho pero se niega a tomar cualquier tipo de calmante. Lo que me preocupa es su insistencia en que, si duerme, pasará algo como lo de antes.
- No puede quedarse aquí -apuntó Rosalie.
- Estoy de acuerdo -añadió Edward casi al mismo tiempo.
- Ella no es peligrosa. Ya habéis visto con qué facilidad la hemos herido. Es probable que su olor, cuando es evidente, pueda suponer un problema. Si fuera el caso, podemos sobreponernos a eso. Creo que deberíamos esperar, como mínimo, a que esté recuperada. No estaría bien que le pidiéramos que se marchara en su estado.
Carlisle tenía razón. Por un instante pude ver a esa chica tal y como había aparecido en el claro el día anterior, pero esta vez con uno de los brazos en cabestrillo. Me miraba aturdida y echaba a correr desesperada por escapar. Intenté seguirla pero no podía alcanzarla. Se me escapaba contínuamente hasta que finalmente tropezó. Me acerqué para ayudarla pero en el brillo de sus ojos color topacio se reflejó mi rostro, con la boca abierta, dispuesta a morderla.
Me sobresalté. Edward retiró dulcemente la mano de nuestra hija de mi cuello.
- Cariño, eso nunca pasará. No vamos a atacarla.
De nuevo, pensé.
- No la podemos echar -intervino Esme.
- Lo siento -Emmett alzó la vista con una expresión torturada-. Deseé, por encima de todas las cosas, beber cada gota de la sangre de su cuerpo, a pesar de que no tenía sed. Si no hubiese sido por Edward, yo la hubiese matado.
- Lo sabemos, cielo, no eres tú. El problema es esa humana o lo que sea -contestó Rosalie con odio en su voz.
- No lo creo, Jacob -dijo de repente Edward.
- ¿Por qué no? Piénsalo detenidamente. No es una humana normal. No le hace efecto vuestro veneno y no podéis controlarla con ninguno de vuestros dones.
- ¿No crees que necesitaría alguna habilidad más para eso que sugieres?
- Bueno, no podéis percibirla.
- ¿Te haces una idea de lo que duraría en un enfrentamiento?
- Ummm, ahí tienes razón.
- ¿Se puede saber de qué habláis? –preguntó Alice frunciendo el ceño.
- Jacob creía que puede ser algo como un caza vampiros.
- ¿Un Van Helsing? -preguntó Rosalie.
- Bueno, yo había pensado más en la versión femenina.
Nadie contestó. Habían descartado esa posibilidad. Yo no lo tenía tan claro. Es decir, si existíamos nosotros, ¿por qué no habría de haber alguna raza que nos pudiera dar caza, a parte de los licántropos?
Me estremecí. Consideraba suficiente tener que estar pendiente de que los Vulturi cambiaran de opinión y volvieran a por nosotros como para pensar en una raza nueva y amenazante. Además de ser así, ¿cuáles eran las posibilidades de que vinieran a por nosotros, una familia que no atacaba a los humanos? Lo más natural es que fuera a por asesinos sedientos de sangre humana. Las posibilidades eran remotas. ¿No?
Aquello no tenía ni pies ni cabeza. ¿Y si de algún modo me había conseguido dormir y todo aquello no era más que una pesadilla?
- Creo que lo mejor será que votemos sobre si debemos permitir que se quede- propuso Carlisle-. Yo pienso que debería quedarse hasta que se recupere.
- Somos un peligro para ella. Debería marcharse -objetó Edward bastante ansioso.
- Si me disculpáis, yo preferiría no participar. Veréis, no es que no me quiera mojar en esto y dejaros con la decisión a vosotros. Si no fuera por lo que hice, podría marcharse ahora mismo -aclaró Emmett muy afectado
- Tranquilo, hijo, lo entendemos -medió Carlisle.
- Yo quiero que se marche -confirmó Rose.
Yo no sabía qué decir. Confiaba en la opinión de Edward pero no me veía con fuerzas de pedirle que se marchase, al igual que Emmett.
Me sentí como una cobarde.
- ¿A dónde va a ir? -masculló Alice a mi lado.
- Esa no es nuestra responsabilidad -opinó Jasper.
- La hicimos nuestra responsabilidad desde que la trajimos a casa -el tono de Carlisle era sereno.
- Mi voto es que no -atajó Edward.
- El mío también -apuntó Jasper.
Calculé rápidamente: tres en contra, Emmett neutral, Carlisle a favor.
- Yo no le voy a pedir que se vaya -Esme miró fijamente a Edward quien apretó los dientes.
- Yo…-empezó a decir Alice.
Sentí un nudo en el estómago. Si ella votaba que sí, me dejaría a mí para deshacer el empate. Esa idea no me atraía en absoluto.
- Alice, no estás segura -le objetó Edward.
Era mi oportunidad.
- Si no te importa, Alice -empecé a decir. No quería por nada del mundo que la decisión quedara en mis manos, aunque aún no sabía en qué sentido me iba a pronunciar.
Tragué saliva de forma audible. Todos me miraban expectantes, incluída Alice, que no podía prever qué iba a decir. Entonces se ensanchó una preciosa sonrisa en su cara.
¿Cómo podía saber lo que iba a votar si todavía no lo había decidido?
Edward apretó los puños a mi lado. ¿Votaría a favor de que se quedara? Estaba un poco confusa. Noté la manita cálida de mi hija sobre mi cuello de nuevo y tuve la misma vívida imagen de antes, donde la pobre muchacha echaba a correr y caía mientras yo intentaba darle alcance, sólo que esta vez, cuando se giraba, no era el rostro de esa desconocida el que me encontraba sino el de Renesmee. Estaba ahí tirada, entre los árboles, con uno de sus brazos en cabestrillo, su ropa sucia por el barro y el pánico en su rostro. ¿Acaso mi hija se sentía identificada con esa muchacha? ¿Qué es lo que nos habría oído?
Retiré su manita con ternura y la miré. En sus ojos pude adivinar un poco de tristeza. Ella no quería que se fuera.
- Estoy con Carlisle. Creo que, como mínimo, debería quedarse hasta que esté recuperada del brazo -recalqué.
- Sobrinita, eres un encanto -canturreó Alice.
- Alice, no puedes estar segura. Sé lo que has visto y eran problemas -dijo Edward con un toque siniestro en su voz.
- Edward, creo que todo va mucho más allá.
- No lo sabes -dijo separando cada una de las sílabas.
- Tú tampoco. Tendrás que confiar en mí.
- Bien -contestó Edward con acritud.

jueves, 7 de octubre de 2010

Capítulo 6.- FRÁGIL (Capítulo completo)

El día había sido muy largo y me había dado muchas cosas en las que pensar. Charlie, Jacob, Sam, la extraña chica de arriba...
Sin embargo, lo que más me preocupaba es que hacía un momento yo no había reaccionado. Alguien había hecho el amago de atacar a Carlisle y yo sólo me había quedado allí inmóvil. Quizá si lo hubiese visto bien…
Edward me miraba fijamente, escrutando mis ojos. Llevó su mano hasta mi boca y liberó mi labio inferior de entre mis dientes.
- Algo te preocupa. ¿Es por lo de Charlie, la chica…?
-¿Cómo se llama? -no estaba preparada para enfrentarme a lo de Charlie en voz alta. No otra vez.
- No lo sé. No lo recuerda. Carlisle se lo ha preguntado hace un minuto -aclaró Edward al ver mi expresión-. Carlisle tiene una extraña sensación respecto a ella. Es como si hubiese encontrado algo especial, un enigma que resolver, no sé.
- A ti no te gusta que esté ella aquí, ¿verdad?
- No -su rostro se volvió duro.
- ¿Por qué? -pregunté con curiosidad.
- Demasiadas incógnitas. Lo que a Carlisle le fascina a mí me incomoda –dejó la frase en el aire.
Me recosté a su lado. A través del ventanal se veía el cielo ahora teñido del naranja de la aurora; a lo lejos, en las montañas, podía verse el sol, algo extraño en Forks. Me quedé mirándolo fijamente y me sentí embriagada por la belleza de aquel sol naciente.
La casa volvió a tomar vida poco a poco. Alice y Esme bajaron a la cocina y al rato llegó Jacob. La idea original de la tribu no había cambiado mucho con la nueva información. Mientras nos hiciéramos cargo de que la chica no causara daño alguno, ellos no tendrían objeciones. Me pregunté qué pensarían cuando se enteraran de que la dañada era ella.
- ¿Y por aquí qué tal? -preguntó mientras se llevaba un sándwich a la boca.
- Mejor -respondió Esme mirándome significativamente-. Carlisle tiene la esperanza de que después de comer duerma un poco. Parece algo reticente en ese punto.
- Quizá no necesite dormir -objetó Jacob mientras ojeaba más bocadillos.
Decidí que lo mejor sería sacar una buena cantidad de sándwiches si Jacob iba a desayunar aquí. Le serví un poco de carne en un plato y lo metí en el microondas.
- Verás, para Carlisle ella es completamente humana salvo porque no parece afectarle la ponzoña de vampiro. No como debería -le explicó.
- Una humana inmune a vosotros, guau. ¿Es eso posible? Quiero decir, ¿por qué, para qué?
Puede que ese fuera el verdadero quid del asunto. Hasta donde yo sabía, todo lo que atañía a este extraño mundo donde los mitos y las leyendas se desvanecían con lo real acababa teniendo un porqué. Ella era algo nuevo. Pero, ¿dónde encajaba exactamente?
- ¿Qué más sabéis? ¿Habéis averiguado algo más de su don?
Saqué el plato del microondas. Estaba ardiendo. Se lo tendí a Jacob que se puso a comer sin esperar a que se enfriara.
- Me temo que no -contestó Esme con un gesto de disculpa en su semblante.
- Adelántanos algo, eso es lo tuyo, ¿no? -dijo Jacob de manera socarrona mirando a Alice, quien le dedicó una mirada gélida.
- ¿Qué? -se quejó – Venga, Bella, déjame disfrutar. Por fin algo de acción en este pueblo. Sólo es una pobre chica rara que ha ido a parar al sitio adecuado. Lo extraño es que os sorprendáis tanto todos. Éste empieza a ser un lugar de peregrinación para todo tipo de frikis. Es genial.
- Imagino que tanta testosterona lupina tiene que ocupar demasiado espacio en este pueblo tan pequeño -contestó Alice elocuentemente.
- Eh, vampirita, tranquila, que los que estáis nerviosos sois vosotros, por no poder manipular su mente o su futuro.
Alice hizo un mohín y se puso a recoger. Esme terminó de montar la bandeja en la que habían puesto un buen plato de carne, unos cuantos sándwiches y un enorme bol de fruta.
- Espera -le pedí a Esme. Fui hasta uno de los muebles y cogí un vaso. De la nevera saqué una botella de agua mineral. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero imaginé que esas cosas no caducaban-. Carlisle dijo que estaba algo deshidratada, necesitará beber algo.
- Gracias, Bella, lo había olvidado -me dedicó una de sus sinceras sonrisas. Me pregunté si estaba disfrutando de todo aquello, teniendo a alguien a quien cuidar.
- ¿Qué va a ocurrir? ¿Qué vais a hacer con ella? -el tono de Jacob cambió. Ahora hablaba en serio.
- Aún no lo sabemos, pero imagino que mientras que esté así, se quedará con nosotros.
- ¿Así? -preguntó con curiosidad.
Jacob no tenía ni idea de lo que había pasado durante su ausencia.
- Verás, la cosa ha estado algo interesante por aquí...
Se acercó hasta la nevera de donde sacó otra bandeja de sándwiches que apoyó en la encimera. Se acercó uno de los taburetes y se acomodó.
- Desembucha.
Alice se levantó de un salto.
- Esta historia ya me la sé. De acuerdo, vamos -respondió antes de que Esme le hiciera la pregunta.
Dejó la bandeja y subieron también al piso superior.
- ¿Cuál es la historia? -rió entre dientes.
- Pues, verás –titubeé. Fruncí los labios pensando cuál sería la mejor manera de contárselo - Cuando estábamos todos abajo, se oyó un golpe arriba. Yo no vi mucho. No me dejaron entrar y Carlisle estaba justo en frente de mí, así que…
- ¡Vaya, hay cosas que no cambian!
- ¿Quieres enterarte?- le amenacé irritada.
Hizo un movimiento con la mano, pidiéndome que continuara, mientras se metía otro bocado en la boca.
- Ya sabes que Edward no puede leerle el pensamiento, pero, por alguna razón, sabe que ella no nos iba a hacer daño. Lo mismo le pasa a Carlisle. Él confía en ella, mucho más de lo que a Edward le gustaría, pero...
- Ejem –Jacob carraspeó sonoramente para cortar mis cavilaciones.
Le ignoré.
- Ella estaba a la defensiva y Jasper no está muy cómodo ante su presencia, porque...
- ¿Quieres dejar de justificarles e ir al grano?
- Pues, verás. En esto tienes que darme un poquito de confianza. Tengo la sensación que si te lo cuento sin algunas aclaraciones, te va a sonar mucho peor de lo que realmente es.
Me miró suspicazmente.
¿Acaso me estaba engañando y sí que era tan grave como parecía?
- ¿Y bien? -Jacob se impacientó.
- Ella estaba a la defensiva, como dispuesta a cargar de un momento a otro. Carlisle empezó a hablar intentando tranquilizarla y entonces ella…hubo algo en lo que Carlisle le dijo…ella se lanzó contra él, Jasper notó algo y luego todo fue muy rápido.
No me había dado cuenta de que Jacob se había levantado. Tenía la mano a medio camino de su boca con un trozo de emparedado y me miraba atónito.
- Bella, ¿no la habréis…?
- ¡Jacob! -protesté, enfadada. ¿Cómo podía siquiera imaginar algo así?- No, no ha ocurrido nada de eso –aclaré.
- ¿En serio?- suspiró profundamente- Bueno, perdona, pero es que tal y como lo estás contando, suena como si el rubito la hubiese hecho pedazos.
- No, en realidad, Jasper no la alcanzó. Carlisle le interceptó antes.
Hizo ademán de hablar de nuevo, pero en el último momento se lo pensó mejor y cerró la boca.
- Vale, vale -volvió a sentarse-. Sigue, por favor.
- Ella empezó a hablar en italiano. Todo fue muy confuso. Ella no sabía dónde estaba y luego Carlisle nos pidió que no respiráramos.
- ¿Por qué? ¿La olisteis? - inquirió sobresaltado.
- Yo no, pero Carlisle sí. Él estaba más cerca. Edward me ha explicado que es un olor que no habían percibido antes. Es extraordinariamente dulce y…apetecible. Nunca se han encontrado con ninguna criatura que oliera de un modo parecido.
- ¿Cómo es posible? La tuve a un par de metros y te juro que ella no olía.
- Lo sé, yo también estuve allí.
- ¡Increíble!
- Sí, es extraño- musité.
- ¿Y…? ¡Bella!, ¿qué pasó?
- Carlisle se acercó y ella pareció reconocerle de algún modo, igual que hizo ayer al saber su nombre. Fue entonces cuando Jasper la notó. Edward dice que fue como un fogonazo muy intenso. En ese momento ella se lanzó hacia Carlisle y Jasper lo malinterpretó. Emmett le siguió por puro instinto, así que ambos la embistieron. Carlisle pudo parar a Jasper, que era el más cercano, y Edward se tiró a por Emmett. Pero no pudo detener la inercia de su movimiento y ambos cayeron sobre la chica. Emmett la tenía cogida de un brazo demasiado fuerte y…- tuve que hacer una pausa para poder continuar-. Al parecer, con el frenesí del ataque él inhaló su aroma y tuvo que intervenir Carlisle para que la soltara.
- ¿Le habéis partido un brazo?
- Sí, pero fue un accidente.
Bufó mientras se estiraba.
- Y tu hermanita me habla de testosterona.



Fuera se estaba mucho mejor. Dentro se había quedado ese olor empalagoso de la sangre de la ropa que traía la muchacha. Miré al cielo totalmente despejado y busqué la posición del sol calculando cuánto quedaba para que estuviera en su cénit. Quizá tres, puede que cuatro horas.
- ¿Qué, Bella? ¿Sabes decirme ya la hora?
Miré a Jacob sentado en las escaleras de porche. Tenía un pequeño trozo de madera en las manos que tallaba con la punta de una pequeña navaja.
- ¿Puedes llevar eso? -le dije mirando el cuchillo.
- ¿Por qué? ¿Se lo vas a contar a Charlie? -dijo socarronamente-. Venga, te daré una pista, no es mediodía.
- Muy gracioso, eso ya lo sabía.
- Venga, Bella, no es tan difícil.
- Las nueve -mi afirmación no era para nada una respuesta de la que estuviera segura.
Jacob era capaz de hacer unas cuantas cosas a las que no les cogía el punto y, por alguna razón, me había empecinado en aprender unas cuantas de esas habilidades. Jacob siempre estuvo por delante de mí en un montón de cosas cuando él ya era un licántropo y yo una simple humana. Quería aprovechar mi nueva naturaleza para superarle en algo. Era más una cuestión de orgullo y también me servía para tener mi mente ocupada.
- Casi -chasqueó la boca–. Eres una alumna pésima; a Nessie se le da mucho mejor que a ti.
Guardó la navaja y el trozo de madera en una bolsita de cuero marrón que colgaba de su cuello y se la guardó dentro de la camiseta.
- Bella, ¿podemos hablar?-arrugaba la frente y estaba serio.
- ¿Qué era eso? -quise saber.
- Una figurita para Nessie –me dijo mientras daba unos golpecitos en el escalón.
- Dime -me senté a su lado. Me pregunté qué le estaría rondando en la cabeza.
- Estoy pensando…
- En el instituto. Si te apuntas este año, podrás terminarlo con Seth, os graduaríais juntos. Seguro que a Billy le encantaría. No sé si has pensado en ir a la universidad.
- Bella, no, no. No va por ahí.
- ¿Ha pasado algo nuevo con Sam?
Arqueó las cejas y cogió aire sopesando su respuesta.
- No, exactamente.
- ¿Vas a contarme ya qué mosca le ha picado?
- Su manada no para de crecer y… Bueno, antes de decírtelo, recuerda la promesa que me hiciste ayer.
- Sí, la recuerdo, dime.
- Me prometiste que buscaríamos una solución entre todos.
- Así es. Me estás asustando -reí nerviosa.
- Cada día que pasáis aquí, en Forks, vosotros…
- ¿Sí? -le apremié.
- Cada vez hay más lobos, Bella. Demasiados. Sam, bueno, todos sabemos que es por vuestra presencia permanente. Sam me ha pedido que me haga cargo de unos cuantos componentes nuevos de su manada, pero no puedo hacer eso. Tú sabes que yo iré donde quiera que vosotros vayáis y no le puedo dejar esa responsabilidad a Leah. A ella también le gustaría seguir su vida. Sé que si se lo pido a Seth no pondría objeciones, pero no es algo que me apetezca. Además que Leah nunca dejaría ese problema a su hermano, ya la conoces –su voz se fue apagando mientras hablaba. Estaba cabizbajo y miraba fijamente sus manos, que no paraba de mover.
Me quedé sin saber qué decirle.
- Encontraremos el modo -aquello sonó demasiado a una promesa que no sabía si podría cumplir y enseguida me sentí mal por habérselo dicho.
Me pasó el brazo por encima del hombro y me estrechó con fuerza. Me dedicó una sonrisa empañada aún con algo de preocupación.
- Bella, tendremos que añadir a tus clases cómo mentir mejor. Lo sigues haciendo fatal.
Así que ése era el problema de Sam. Hacía unos cuatro meses Sam le había pedido a Carlisle que asistiera a una reunión de la tribu. Le habían solicitado información sobre lo que sabía de los quileutes por la primera estancia de los Cullen en el lugar, pero Carlisle no les había podido aclarar mucho. Algunos chicos ajenos al árbol genealógico de los tres guerreros habían entrado a formar parte de la manada y, por lo que decía Jacob, las incorporaciones de nuevos licántropos eran algo imparable.

martes, 5 de octubre de 2010

Capítulo 5.- EL INCIDENTE. (2ª y última parte)

- Si te vas ahora, te vas a perder las noticias de los lobos -auguró Alice con un raro interés-. En cinco minutos todo es negro -se encogió de hombros y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.
Edward alzó mi barbilla con una de sus manos y ladeó su cabeza para buscar mi mirada.
- Estoy bien. No es nada -levanté la comisura de mis labios intentando dibujar algo parecido a una sonrisa y me sentí un poco ridícula.
Edward querría saber qué había pasado con Charlie, pero yo necesitaría un momento para encontrar el modo de arreglar todo eso. No iba a permitir que mi padre sufriera por mi elección. Tenía que averiguar cómo y recuperar de nuevo su confianza. Había intentado mantener todas las piezas de mi vida juntas y Charlie me acababa de abrir los ojos para mostrarme que ese puzzle no encajaba, pero no lo iba a hacer ahora. En este momento, lo importante era que en la habitación de arriba había una chica muerta de miedo que llevaba días por el bosque perdida, huyendo de un vampiro que ya la había mordido. Edward notó el cambio y por fin se relajó un poco, aunque en su mirada seguía habiendo un matiz de inquietud. Presentí que esta vez no era por mí. Me abracé a él y permanecimos quietos.
Oí a Jacob acercándose a la casa y por el ritmo de sus zancadas deduje que lo hacía en su forma humana.
Entró, como de costumbre, sin llamar y dejó un reguero de gotitas de agua por el camino.
- Hola a todos. ¿Qué tal la invitada sorpresa?
Carlisle le dio el informe tal y como nos lo había contado a nosotros.
- Entonces, ¿no sabéis lo que es ni quién es? ¡Qué raro! -continuó sin esperar a que nadie le contestara- ¿Y estáis seguros de que no es amiga de los chiflados de Volterra?
- Creemos que no -enfatizó Edward.
- Y no se va a convertir en ninguno de vosotros… Bueno, supongo que eso no cambia nada. Hemos estado hablando con los ancianos y hemos llegado a la conclusión de que puede quedarse, aunque se convierta en neófita, si vosotros os hacéis cargo de ella, de que no haga ningún estropicio por aquí, ya sabéis.
- Eso es algo que aún no hemos decidido, Jacob -la voz de Edward era fría-. De momento, esperaremos a mañana.
Jacob se encogió de hombros.
- Bueno, me marcho, los míos deben de estar a punto de llegar.
-¿No han vuelto aún a La Push? -preguntó Carlisle mirándole con atención
- No, vine yo solo para la reunión. Ellos se quedaron. Seth creyó haber percibido algún rastro conocido. No está muy seguro, pero por si acaso… De todos modos, no creo que esté relacionado, pues es de, por lo menos, hace una semana y está a muchos kilómetros de aquí.
A lo lejos, se oyó el aullido de un lobo.
- Me llaman. Os veo mañana, en realidad, dentro de un rato -dijo fijándose en la claridad que empezaba a entrar por la ventana.
Se dio media vuelta y desapareció por la puerta, dejándola abierta tras de sí.
De pronto, un fuerte golpe sonó en el piso superior. Antes de que pudiera reaccionar, Edward me arrastraba escaleras arriba. Se detuvo frente a la biblioteca y, sin mirar atrás, se limitó a sisear el nombre de Esme, que inmediatamente se colocó delante de mí.
- Será mejor que nos quedemos fuera, cielo. Puede ser peligroso.
No imaginaba que a estas alturas quedara algo que aún pudiera resultar peligroso. Quizá en algún momento habría que redefinir el significado de esa palabra.
Me eché a un lado para poder ver qué ocurría dentro.
Me di cuenta al instante de qué habitación era esa. No pude evitar pensar en esos momentos de tortura y fuego, cuando mi corazón humano latió por última vez, lamido por la ponzoña de Edward. El mismo sitio donde había nacido mi pequeña pateadora, la única razón por la que no caí en la oscuridad de la inexistencia y por la que mi marido pudo traerme de vuelta. Aquel insoportable dolor… hubiese entregado mi alma a cambio de una tregua. Me agarré el pecho para ser más consciente de que ya no estaba en aquella camilla.
Carlisle estaba justo en frente, tapándome gran parte de la escena. Esperaba quieto con una mano levantada. Me alcé sobre la punta de los pies y recorrí con los ojos la habitación. A la izquierda de Carlisle, estaba Jasper, agazapado y en posición de ataque. A su lado, debía estar Emmett y Alice permanecía detrás de sus hermanos. Edward se había colocado al otro lado de Carlisle, dejando la camilla entre ambos. A quien no localizaba era a la chica.
- Tranquilos -insistió Carlisle.
Casi al instante de acabar de pronunciar esto, oí un siseo al final de la camilla. Dirigí la mirada hacia donde miraba Edward, pero no pude ver nada con Carlisle en medio.
-Che cosa vuoi? -no entendí ni una sola palabra.
- Le pregunta a Carlisle que qué quiere -me tradujo Esme en un susurro.
- Niente -contestó de inmediato.
Volví a percibir un siseo, como cuando alguien aspira aire entre dientes. Jasper se agazapó aún más.
- Dove sono? -su voz era temblorosa aunque destilaba más rabia que miedo.
-¿Dónde estoy?
A pesar de que no distinguí ningún ruido, todas las cabezas se giraron. Esa persona, a quien no era capaz de ver, estaba ahora frente a Carlisle.
- Qui sei?
- Sono Carlisle Cullen -respondió despacio.
- Sei Carlisle Cullen? -su voz se había tornado frágil, rota.
Lo siguiente que vi fue a Carlisle abalanzarse contra Jasper, a Edward saltar por encima de la camilla y aterrizar encima de Emmett, que estaba arremetiendo contra la pequeña figura de esa desconocida.


Fue Esme la que tiró de mí para apartarme de la puerta cuando Carlisle y Alice empujaron a Jasper fuera de la habitación. Con Emmett, lo tuvieron más difícil. Tuvo que ir Carlisle para calmarlo antes de que Edward se quitara de encima. La chica, a un lado de Emmett, se retorcía de dolor y gritaba llorosa, hasta que Emmett la soltó. Cuando salió, Carlisle cerró la puerta, quedándose dentro.
Al cabo de un segundo reaccioné y bajé al salón con los demás. Emmett estaba sentado en el sofá con el cuerpo hacia delante y los codos apoyados en las rodillas. Miraba fijamente al suelo, mientras no paraba de dar golpecitos con uno de sus pies.
- Lo siento, de verdad, Edward, ya sabes que yo no quería…
- Tranquilo, Em, se va a poner bien.
- ¿Carlisle está bien? -Jasper se volvió al oír la pregunta de Emmett.
- Sí, claro -le aseguró Edward. Se quedó un rato callado mirando a Jasper-. Hicisteis lo correcto. Creísteis que le iba a atacar.
- Tú no. ¿Por qué? -dijo Jasper en voz alta.
- Carlisle no creía que le fuera a hacer daño. Sabía que él se pondría en medio en cuanto percibió tu movimiento. Confié en su criterio, eso es todo.