-- -- -- Sol-Naciente: noviembre 2010

martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 19.- LA INCÓGNITA. (2ª y última parte)

- ¿Ish? -la tanteé.

Apenas fijó la vista en mí un segundo con los ojos llenos de lágrimas.

- Bella, tengo miedo. Tengo mucho miedo - se lanzó a mis brazos y me apretó contra ella buscando consuelo. Temblaba de nuevo, aunque esta vez no era por frío.

- No te preocupes, Ish - intenté consolarla devolviéndole el abrazo con cuidado para no hacerle daño-. Kate y Garret ya están bajo control. Seguramente ahora mismo se sienten fatal por lo que ha pasado. Sólo ha sido un accidente. A veces pasan, en serio. No permitiremos que te hagan daño.

Noté cómo su cuerpo se iba relajando poco a poco y me eché hacia atrás para verle el rostro. Mantenía una expresión torturada y sus ojos seguían anegados de lágrimas.

- No es Garret o Kate quien me asusta -siseó entre sollozos.

Me puse tensa de inmediato. Aquel tema no era algo que se hubiese discutido aún. Evidentemente se había hablado, pero sin llegar a ninguna conclusión.

- Mírame - me rogó en un tono desesperado.

Se remangó el jersey y me mostró el brazo tatuado. Un ligero tono morado había sustituido la rojez que le había salido tras la descarga. Me tomó la mano depositándola sobre las grandes letras oscuras que le tapaban la piel. De nuevo, la zona estaba más fría de lo normal.

- Ish, no pasa nada - le contesté sin saber bien qué decir.

- Bella - pronunció mi nombre despacio, con apenas un hilo de voz. Tuve la sensación de que caía en un pozo profundo y que yo era lo único que la sostenía de no perderse en él.

- Ish...

- Yo… soy un monstruo, Bella. ¿No… no lo entiendes? - apenas le salían las palabras -. No soy capaz de controlar ninguno de estos… - hizo una pausa y tragó saliva - dones- soltó de golpe como si la palabra le causara repulsión -. Y...

- Tú no eres ningún monstruo, Ish - la interrumpí -. Todos creemos que nos convertiremos en monstruos cuando cambiamos, pero no es así.

- Yo no soy como vosotros. Ni siquiera sé lo que soy. Incluso Eleazar dice que no había visto a ninguno de mi especie similar a mí. Yo...

- No, Ish, no - volví a interrumpirla. Me dolía en el alma verla torturarse de ese modo.

- No hay dos vampiros iguales. ¿Por qué los decani debían serlo? Cuando yo me transformé, cuando Edward salvó mi vida, Eleazar también pensó que yo era algo fuera de lo común. No sólo por mi don -enfaticé -, sino también por mi autocontrol.

- Pero yo no tengo ni idea de cómo hacer esto, yo no quiero... yo no quiero esto, Bella- me soltó y se sentó en el borde de la cama, tapándose la cara con las manos.

- Escúchame- le pedí sentándome junto a ella-, nadie puede decirte o explicarte cómo controlar esto y nadie espera que lo hagas - le mentí pensando en Eleazar-. Ish, sé que ahora es muy difícil pero deberías darte un poco de tiempo. Yo misma… al principio hubo veces que no pude controlarme.

Levantó el rostro y me miró fijamente mientras nuevas lágrimas le resbalaban por las mejillas.

- Al poco de convertirme, Jacob y yo tuvimos un problema - me animé al ver que parecía prestarme atención-. Yo me puse como loca y nadie pudo pararme. Entonces yo, bueno, Seth, se puso en medio y yo le rompí la clavícula. Ish, todos hemos temido ser monstruos. Algunos hemos podido tener más control que otros. Yo estaba aterrada al pensar que pudiera herir a Charlie, pero sabía que mi familia, Edward, Carlisle, Jasper, no me lo permitirían. Tú nunca serás un monstruo. Nosotros no lo permitiremos Ish. Somos tu familia.

Tuve la sensación por un momento de que volvería a abrazarme o a romper a llorar, pero en vez de eso, cogió con fuerza una de mis manos. A través de su cálida piel, noté cómo el cuerpo entero le temblaba. Respiró hondo un par de veces para tranquilizarse, sin soltarme, sin dejar de mirarme, como si tuviera miedo de que de un momento a otro me pudiera volatilizar.

-Es todo tan extraño- dijo enjuagándose las lágrimas-. A veces es como si mi cuerpo fuera por libre. No soy capaz de controlar nada. Ni siquiera sé cómo le he hecho eso a Kate. Noté una fuerza dentro de mí y la sangre… la sangre me ardía. Yo no quería que hiriera a Seth. Noté su energía y tuve la certeza de que no me podía pasar nada... todo se volvió confuso...

Permaneció en silencio durante un minuto con la mirada de nuevo ausente. Parecía más tranquila.

- A veces tengo la sensación, Bella - comenzó de nuevo-, de que si tan sólo pudiera recordar… Creo que hay algo… algo importante, imprescindible...

Acaricié su rostro y noté el contacto de una nueva lágrima caliente.

- Todo va a ir bien- le prometí y en mi fuero interno grabé esa promesa. Todo tenía que ir bien.

Se lavó la cara y se puso el plumas. Yo aproveché para salir disparada a la habitación de Esme. Emprendí el mismo procedimiento: cogí unos pantalones, una camiseta y unas zapatillas de loneta. Abajo oí cómo Edward y Seth saludaban a alguien.

Pensé que ya estaría esperándome en el pasillo, pero no era así. Entré de nuevo en la habitación. Estaba de pie, sus ojos, aún un poco enrojecidos, brillaban haciendo que su iris dorado pareciera más claro, más bello.
Las manos le temblaban ligeramente cuando se colocó un mechón castaño detrás de la oreja. Me acerqué, le ofrecí de nuevo mi mano y la sonreí.

- Gracias – me dijo con la voz un poco ronca esbozando una tímida sonrisa.
Carraspeó un poco y volvió a respirar profundamente.

- ¿Bajamos ya?– me dijo. Sus mejillas volvían a tener un saludable tono sonrosado.

- Claro – le dije mientras dejaba nuestras ropas mojadas dentro de la bañera.

Eleazar nos cortó el paso.

- Ish, necesito que me expliques una cosa- dijo con un tono de voz nuevo para mí.

- ¿No puede ser más tarde? – quise saber.

- No – me interrumpió apretando los dientes como si estuviera haciendo un gran esfuerzo interior mientras la cogía de la muñeca y la empujaba tras de sí hacia el interior de la biblioteca.

Me enfurecí con él. Siempre la hostigaba demasiado, pero esto ya era el colmo.

Salí disparada hacia las escaleras, pero no me dio tiempo a llegar. Edward y yo nos chocamos y fue como si arremetiera contra mí un tren a toda velocidad. Antes de salir propulsada, me rodeó entre sus brazos sin parar de correr. Fue apenas media fracción de segundo lo que pude ver su rostro pero tuve la inmediata certeza de que algo pasaba. Algo realmente malo.
Se ladeó hacia la izquierda cuando llegamos a la biblioteca. Nada más entrar aflojó su abrazo y me giré.

Mi primer pensamiento fue que mis ojos me engañaban. Edward se tensó por completo y apretó los dientes con fuerza. Parpadeé por pura inercia y percibí cómo se me abría la mandíbula y quedaba colgando.

Eleazar tenía a Ish contra la pared. Una de sus manos le sujetaba la nuca y con el pulgar levantaba su cabeza. El otro brazo aferraba con fuerza su cintura. Me dio la sensación de que Ish luchaba, pero mi mente tenía sus cualidades mermadas ante el desconcierto.

Eleazar la besaba.

Y lo hacía con una avidez violenta. Sus labios se saciaban mordaces con los de la muchacha, que dejó de oponer resistencia y cerró los ojos.
Estaba tan paralizada que no me giré cuando Seth entró en la habitación. Percibí por el aire cómo su temperatura subía y cómo salía un golpe de aire de entre sus dientes.

Primero me llegó el olor.

Después lo vi.

Un hilito de sangre descendía por la comisura relajada del labio de la muchacha.

Eleazar no la besaba.

El quileute se echó hacia delante y profirió un profundo grito mientras su espalda se arqueaba entre convulsiones.

Capítulo 19.- LA INCÓGNITA (1º Parte)

Un aullido cercano me erizó la piel. Carlisle, Esme y Carmen se lanzaron al exterior. Miré a Rosalie, que tenía a mi hija en brazos, y asintió con un solo movimiento de cabeza. Eché a correr con todas mis fuerzas, esquivando los árboles a muchísima velocidad. Me pareció ver de refilón algunos jirones blancos, probablemente las deportivas de Jacob. Me concentré en infundirle a mis piernas más fuerza y enseguida me coloqué a la altura del grupo de Carlisle.

Oí el profundo rugido de un lobo y otro gruñido más agudo en respuesta.
Cuando llegamos, Kate y Garret estaban fuera de sí, sobre todo él, que fintaba de un lado a otro de modo amenazante ante los dos descomunales lobos. Eché un vistazo rápido buscando a Ish. Emmett se había colocado delante de ella como un muro de hormigón, Jasper estaba en uno de los lados - sin duda, intentando influir con su don- y Edward se había colocado al otro lado.

Ish estaba temblando de puro nervio. La parte de la rodilla de su pantalón estaba rasgada y muy manchada de sangre. Cuando nos acercamos lo suficiente noté su perfume; si no se calmaba, el olor de su sangre no sería el problema.

Intenté centrarme en cualquier silueta que se acercara a Ish. Ella era a quien debíamos proteger; los demás sabrían apañárselas.

- ¡Garret, detente! – bramó Eleazar.

Garret se revolvía en los brazos de Emmett cuando Kate se lanzó en su ayuda, disparándole una potente descarga que le hizo caer al suelo. Garret consiguió liberarse antes de que Edward pudiera impedírselo.

Y Kate atacó de nuevo. Edward la esquivó pero Emmett volvió a recibir otra descarga. Entonces ella retrocedió a causa de un golpe. Jasper se había interpuesto entre ambos.

Garret volvía a intentar traspasar el cerco que protegía a la decani, que cada vez exhalaba más y más ese perfume insoportablemente atrayente.
Lo encaré esperando mi turno en esa contienda, sin miedo a resultar herida, sin miedo al dolor, sólo con la ira nublando todos mis sentidos hasta hacerme ver todo de un intenso color escarlata.

Saqué de dentro aquella violencia en un potente rugido que Jacob secundó colocándose entre el vampiro y nosotras.

Kate me miró de soslayo y por una milésima de segundo pensé que se tiraría hacia nosotros pero Seth la hizo frente antes que ningún otro vampiro. Ella le fintó apoyando una de sus manos en su lomo. Antes de que pudiera girar la cabeza, sus patas se doblaban por el dolor de la descarga. Jacob gimió y proyecté mi escudo hacia él. Si conseguía guardarle bajo mi protección, Seth también estaría a salvo del don de Kate.

Dejé que se dilatara aquella goma elástica y en apenas medio segundo las luces de energía de mi familia y de Jacob estaban dentro de él. Seth se levantó encrespado pero frenó en seco su envite.

Se revolvió nervioso y gimió un profundo y lastimero aullido apartándose al tiempo que un gran relámpago iluminaba la escena.

De detrás de la enorme figura del lobo apareció el cuerpo tembloroso de Ish, enfrentándose a Kate. Todo ocurrió en un segundo en el que nadie reaccionó. Ish aferró con fuerza la mano que se apoyaba sobre el licántropo y la vampira le lanzó una descarga tan potente que pude escuchar el zumbido que producía la electricidad. Pero antes de que Ish se desplomara al suelo por el dolor, Kate salió disparada hacia atrás. Como si una cuerda invisible tirara de ella, voló un par de metros hasta chocar fuertemente contra el tronco de un gran abeto, que se estremeció por el golpe.

Cuando volví a mirar, Carlisle ya estaba al lado de la decani.

- El grupo de batida viene hacia aquí. Será mejor que alejéis a Garret y Kate hasta que se calmen del todo – dijo Edward con la voz contenida.

Jacob soltó un fuerte gañido y desapareció entre los árboles.

Eleazar y Carmen cogieron a Kate, que, a pesar de que ya no oponía resistencia, seguía teniendo los ojos tan negros como la noche, marchándose en dirección contraria por donde había desaparecido Jacob. Alice y Esme les siguieron y detrás, Emmett y Jasper con Garret.

- ¿Cómo te encuentras? – Carlisle le levantó una de las mangas observando su antebrazo tatuado, enrojecido por las descargas de Kate.

Seth se revolvió un poco, girando sobre sí mismo, incómodo. Entendí que tenía una lucha interna entre ir con Jacob y quedarse con Ish. Me pregunté qué estaría pasando con el otro grupo de licántropos.

- De acuerdo – contestó Edward a una frase no pronunciada de Carlisle, que desapareció en un segundo por el bosque, justo por donde habían ido el resto de vampiros.

- Puedo andar – protestó Ish cuando Edward la cogió entre sus brazos, alejándola de su pecho para no transmitirle su frío.

- ¿Prefieres que te lleve Seth? – le preguntó dubitativo.

- No – contestó en un susurro convulso por la tiritona que sufría.

- Seth, los demás se han ido hacia el oeste. Todo está controlado. Nosotros iremos a casa.

El lobo esperó medio segundo y movió la cabeza emitiendo un corto gruñido.

- Bien, entonces vamos – dijo Edward y salió disparado. Enseguida nos dejó atrás. Seth no se molestó en cambiar de fase cuando pasamos al interior de la casa.

- Vete – le dijo Edward a su hermana después de terminar de explicarle de manera rápida y eficiente lo ocurrido. Rosalie salió por la puerta esquivando al lobo que ocupaba gran parte de la entrada.

Nessie apareció corriendo de la cocina con un par de manzanas en sus manos, que ofreció a Ish, debajo de un par de mantas y recostada en el sofá. Seth se acercó y se agachó lo suficiente como para reposar su cabeza al lado de la de Ish, que mordía con avidez una manzana.

- Estoy bien – le dijo en un susurro tembloroso y se apoyó contra su costado.

Me acerqué hasta ellos y no me gustó lo que vi. Ish tenía los labios amoratados por el frío. Incluso la piel de debajo de sus uñas estaba morada y la temblequera hacía que su pequeño cuerpo se convulsionara tan fuerte que parecía que se fuera a caer del sofá.

- Así no conseguirás darle calor, sino lo contrario, la estás empapando. ¿Por qué no te transformas? – Seth gimoteó mientras miraba a Edward.

- Necesito saber qué tal le va a Jacob – me explicó.

- Por lo menos, debería cambiarse de ropa – insistí al escuchar cómo le chasqueaban los dientes.

Seth levantó la cabeza y emitió un leve quejido.

- Ya la llevo yo, Edward – le dije cuando hizo ademán de acercarse.

La cogí en brazos y me percaté de que pesaba menos de lo que pensaba. A pesar de que con las mantas casi abultaba más que yo, la subí sin problemas hasta el primer piso mientras la niña le solicitaba a su padre que le contara qué estaba pasando con Jacob. Por lo que pude entender, todo iba bien.

Senté con cuidado a Ish sobre la cama de Rosalie y fui hacia el armario. Busqué con mi olfato algo de algodón y evité los armarios de la izquierda, desde donde me llegaba el olor de seda y satén. En uno de los cajones encontré unos pantalones gruesos de viaje y una camiseta de manga larga de algodón. Sus manos resultaban torpes por el tembleque. Le saqué la camiseta empapada de un movimiento. Le dejé un poco de intimidad para que se cambiara la ropa interior y mientras, rebusqué en el baño el secador de pelo. Le metí la camiseta, los pantalones y unas botas en menos de medio minuto. Ella simplemente se dejó hacer. Volví de nuevo al armario y cogí un abrigo grueso relleno de plumas. Lo tiré en la cama y ella se lo echó sobre las piernas mientras le secaba el pelo.

A pesar del ronroneo del aparato, pude oír la voz de Seth y me relajé al pensar que si el muchacho había recuperado su aspecto humano era porque todo había terminado.

Apagué el secador y lo guardé en el armario del que lo había sacado. Ish seguía sentada en la cama con una expresión ausente.

viernes, 26 de noviembre de 2010

A mis Soles...

Hola, Soles.
Sigo viva, pero viva, viva. Quiero decir humana ;) Ningún vampiro ha venido aún a morderme.
Lo que tengo es un bueeeeen costipado. En cuanto esté mejor actualizo el blog. :)))
Un besito, mis Soles :)))

lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo 18.- AMIGAS (2ª y última parte)

Miré a Edward mientras trataba de explicarle de un modo casual mis planes y el brillo animado de sus ojos me dio seguridad. El ambiente estaba mucho más relajado y pensé que posiblemente no dispondría de un momento mejor para contarle que pensaba que ya había llegado el momento y que estaba preparada. Jacob siempre había tenido buenas notas y era probable que le aceptaran en la universidad de Alaska a él también. Terminó de sonreír y se levantó hasta el escritorio del ordenador. Sacó unos papeles de uno de los cajones y volvió al sofá conmigo. Eran los formularios de inscripciones.

Había cinco.

- ¿Qué?- dije sorprendida.

- Me enteré por Alice. Hace semanas que lo decidiste. Estaba empezando a preguntarme por qué no me lo contabas – me dijo en un tono de dulce reproche.

Revisé los cuestionarios. Estaban completamente en blanco.

- ¿Cinco?

- Emmett y Rosalie no se han decidido.

Se me abrieron los ojos como platos. ¿Eso quería decir que Alice y Jasper vendrían?
Me tiré a su cuello, incapaz de contenerme. Me devolvió el abrazo y nos echamos a reír.

- ¿Has pensado ya qué estudiarás?

- La verdad es que no – dije entre carcajadas.

Otras risas llegaron desde el exterior. Y una de ellas era nueva.

Edward y yo nos asomamos. La familia en pleno estaba jugando con un balón de rugby. Volvían a situarse. Ish se dobló con el balón apoyado en una de sus manos. Emmett se colocó detrás de ella y un poco más retrasados, Jasper y Alice. En frente tenían a Jacob y Nessie en la posición más avanzada; Seth en uno de los laterales y Rosalie y Esme al otro.

- ¡Un, dos, tres! – chilló Emmett.

La jugada comenzó. Ish pasó el balón entre sus piernas y Emmett lo interceptó. Entonces todos se movieron caóticamente de un lado a otro, mientras Ish intentaba llegar al otro lado del ficticio campo de juego escoltada por Seth, que se mantenía a una distancia lo suficientemente corta como para alcanzarla pero con el espacio necesario para dejarla jugar. Jasper fintaba a Emmett que intentaba hacerse sitio por la fuerza hasta que llegaron a la altura de Ish. Entonces Seth se interpuso de modo protector sin poder evitar que acabaran los tres por el suelo.

- Chicos, tened más cuidado – les regañó Carlisle.

- Soy yo, tranquilos –gritó enseguida Seth.

Arrugué la nariz al recibir la bofetada del fuerte aroma de sangre de licántropo. Tenía una profunda herida abierta en la muñeca. Ish se levantó enseguida y apartó el pelo de la cara. Sus manos estaban cubiertas por la sangre del muchacho.

Entonces ocurrió.

Su mente se volvió a perder en sus pesadillas y se desconectó.

Su cara se desencajó. Tan sólo estaba pendiente de la sangre, de aquel líquido caliente de un color rojo oscuro intenso, de su olor y el tacto en sus manos. Podía notar cómo su cuerpo reaccionaba ante aquel estímulo y cómo todo su ser se colmaba de ira, pero también de miedo. El pánico se apoderó de ella.

Seth taponó su herida e intentó acercarse, pero ella retrocedió.

- Ey, pequeña, todo está bien – se acercó Emmett.

Rosalie se quitó la chaqueta mientras se aproximaba y la tomó de las muñecas para limpiarla. Me dio la sensación de que poco a poco volvía en sí. Sus ojos ya no observaban sus manos manchadas, sino que fluctuaban entre los de Rosalie y Emmett. Entonces Seth se abrió paso y al verle ella pareció consciente del todo de lo que había pasado. Se giró precipitadamente y echó a correr hacia el bosque.

Seth fue detrás de ella y Emmett les siguió.

- Emmett, espera – le chilló Edward.

Emmett frenó en seco.

- ¿Qué ha sido eso?- dijo Jasper con la voz intranquila

- Yo también lo he percibido – contestó Edward mirando a su hermano.
- ¿El qué?- preguntó Carlisle.

- Pavor.

- Ha recordado algo. – Confirmó Edward.




Casi había anochecido. Eleazar por fin había dejado de preguntar a Edward sobre lo que había visto en la mente de Ish. Una vez más, cuando se ponía nerviosa, el talento que le permitía pasar inadvertida ante el don de mi marido se esfumaba y éste era capaz de oír su pensamiento, igual que Jasper era consciente de sus emociones.

Me mordí el labio preocupada al ver cómo se oscurecía el cielo encapotado con una espesa capa de nubes altas que impedían ver el reflejo de la luna llena. Seth e Ish seguían en el bosque y de un momento a otro empezaría a llover. Yo no era la única persona que estaba preocupada. Emmett no cesaba de moverse de un lado a otro y Esme tenía una expresión que denotaba su inquietud.

- Jacob, ¿te importaría comunicarte con Seth para ver dónde están?- le dijo Carlisle cuando terminó de hablar con Eleazar.

- Claro, ya lo había pensado –se puso en pie de un salto y salió por la entrada rápidamente. En menos de medio minuto el intenso aullido de un lobo rasgaba el cielo, que se iluminaba a lo lejos con el resplandor de los relámpagos. Enseguida obtuvo varias respuestas del este, de algún grupo de batida, y un par de minutos después llegó el eco de un aullido lejano desde el norte.

Jacob tardó al menos diez minutos en aparecer de nuevo. Cuando entró, unas cuantas gotas le habían mojado la camiseta.

- Ya están de vuelta. Lo que pasa es que ella se ha empeñado en venir a pie y prácticamente ya no se ve nada, así que van muy despacio – dijo torciendo el gesto como si aquello no le agradara.

El viento trajo el olor a tierra húmeda. El ligero murmullo que producían las miles de gotas al chocar contra el suelo y la vegetación a unos cuantos kilómetros llegó a mis sensitivos oídos.

- ¿Por qué está tan nervioso Eleazar?- le pregunté a Edward en un aparte.

- No lo sé. Está intentando no pensar en ello.

Me pregunté si eso era normal. Cada vez me sentía más intranquila. Miré a través de la cristalera del salón. Las ramas de los árboles más altos se movían bruscamente de un lado a otro, azotadas por el fuerte viento, y crujían a cada embestida como si estuvieran a punto de quebrarse. No era una noche idónea para andar por el bosque.

- Me voy a buscarlos – dijo Emmett de repente. Esme, Rosalie y Alice reaccionaron como si estuviesen esperando que alguien tomase la iniciativa.

- No, dejadles – les cortó Edward-. Ya están a menos de tres kilómetros de aquí. Puedo oír a Seth. Están charlando.

Sentí una extraña sensación de frío al imaginarles, tal vez, sentados en el tronco enmohecido de un árbol caído. Mi mente recreó una imagen donde Seth la abrazaba y su alta temperatura la confortaba a medias, mientras sobre ellos los árboles se combaban. ¿Acaso no podrían hablar aquí?

Entonces mi imagen se centró en Seth. Él la miraba de esa manera casi reverencial, al igual que Sam miraba a Emily o Jared a Kim. Dejé que mis pensamientos deambularan en esa dirección.

- ¿Se puede saber en qué estás pensando?- me preguntó Edward con una leve sonrisa curvándole a medias sus labios perfectos y con una expresión curiosa.

Enfoqué mi vista para ver mi reflejo en el cristal que tenía delante y me vi sonriendo tontamente. Le miré y me mordí el labio. Sin saber muy bien por qué, me alegraba que Ish y Seth pudieran llegar a formar una pareja del mismo modo en que lo hacíamos Edward y yo.

- ¿Seth está imprimado de Ish? – solté sin pensar ni fijarme en si alguien nos escuchaba.

- Aún no – dijo intercambiando una mirada con Jacob.

- Da igual – contestó éste levantando los hombros con resignación.- Él ya no se molesta en ocultarlo a pesar de su hermana.

- Seth está convencido de que se imprimará de ella – explicó Edward despacio.

- Pensé que eso era algo automático – opinó Alice con voz interesada.

- Bueno, se supone que va así: la primera vez que ves a esa persona todo tu ser, tus energías, tu existencia se centran en ella. Ella es lo único y lo es todo – dijo Jacob lanzándole una mirada furtiva a mi hijita en brazos de su tía. Un lejano rincón de mi mente se estremeció para calmarse medio segundo después –. Cuando Seth vio a Ish el día que ella nos atacó, entendió, nada más verla, que tenía que defenderla, pues algún día Ish sería su ELLA.
Todo esto es nuevo. No habíamos oído nada parecido. Billy opina que quizá se imprime de ella cuando se haya convertido o en algún punto del proceso. Como con cada mordida cambia… Y Sam y Leah, simplemente, creen que eso es una chorrada - sonrió para sí y dijo luego con voz indiferente-. A mí me da igual. Lo de la imprimación es un misterio. Se suponía que debía ser un modo de perpetuar la especie o algo así, pero está claro que no –sentenció.

Esta vez el estremecimiento ocupó toda la amplitud de mi mente. Él no tendría nunca descendencia; no, con Nessie.

Nos quedamos en silencio y entendí que todos teníamos el mismo pensamiento. Miré a Alice. Ella no recordaba nada de su vida humana, sólo conocía esta existencia, al igual que mi hija y nunca había tenido instinto maternal.

- De todos modos no están hablando de nada de eso – dijo Edward interrumpiendo esos pensamientos.

- Creo que ese tema es algo que él no tiene de momento intención de contarle – aclaró Jacob.

- ¿Entonces?- preguntó Rosalie con fastidio.

- Ella tiene un corte, nada importante. Están haciendo tiempo para que se cierre– dijo, para añadir después mirando a Esme -. Está bien.

- Bueno, entonces será mejor que no molestemos a la parejita – Emmett se sentó en el sofá y encendió la tele. Pasó los canales rápidamente hasta dar con uno que televisaba un partido de béisbol de las regionales.
Alice se acercó a la cristalera y mirando al exterior dijo en tono casual.

- Quizá deberías ir mirando las carreras. Me gustaría saber qué asignaturas elegirás. Estaría bien que coincidiéramos en alguna.

Imaginarme en clase con Alice me animó. Empezó a contarme anécdotas de la primera vez que estudiaron en la universidad de Anchorage. Entonces sus ojos se perdieron por un segundo en el infinito y su cara adquirió un gesto inexpresivo que rápidamente cambió en una mueca de espanto. Antes de que llegara a cambiar su expresión, Edward nos apartaba para salir disparado por la puerta.

- Garret – susurró Alice.

- ¿Qué? – la urgí.

- Ha olido a Ish- meneó la cabeza como queriendo espabilarse y salió corriendo detrás de Emmett y Jasper, que ya seguían a Edward.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Capítulo 18.- AMIGAS (1ª Parte)

La primera vez lo había hecho muy bien pero Kate insistió en que lo repitieran pues creía que se lo habían puesto demasiado fácil.
Yo ya había situado a la mayoría. La ventana estaba abierta y, concentrándome un poco, podía diferenciar los distintos matices de cada una de las pisadas. Miré a Jacob y supe que él también sabía la posición exacta de cada uno de ellos. La gravilla de la parte delantera crujió ligeramente ante las pisadas de Emmett. Sabía que era él por cómo apoyaba el peso de su cuerpo en cada larga zancada.

Ish se giró para encarar la puerta.

- Emmett, en la entrada- alzó un poco la voz al pronunciar estas palabras aunque no hacía falta. Emmett soltó una risotada y corrió para situarse a su lado. Seth y él chocaron la mano.

- Tú ganas – admitió a Seth, que miraba orgulloso a Ish.

Ella, mientras, seguía sumida en el ejercicio que había propuesto Eleazar para entrenar la habilidad heredada de Demetri.

- Alice, acabas de saltar a la ventana del primer piso por el lado este - afirmó sin rastro de duda en su voz.

Oí cómo Alice chasqueaba la lengua y enseguida bajo también.

Cerró los ojos y giró sobre sí misma.

- Edward, a unos trescientos metros por el sendero; Jasper, al lado del recodo del río; Carlisle, en el garaje; Rosalie... – dudó un segundo mientras todos la mirábamos atónitos-. Rosalie –repitió –, creo que ella se mueve. Ahora está junto a Jasper y Esme, debajo del último de los cedros. Ella está ahí desde el principio.

- Muy bien – admitió Eleazar –. Te quedan dos.

Ish frunció el ceño. Kate y Garret eran nuevos para ella y aún le costaba diferenciarlos.

Ladeó la cabeza y permaneció estática por unos segundos.

Su respiración comenzó a acelerarse.

Empezó a jadear, encogiéndose. Tenía una expresión como si de repente no fuera consciente de dónde estaba.

- Mamá, ¿qué pasa?- me preguntó con voz angustiada Nessie desde los brazos de Carmen.

- ¡Parad! – ordenó Emmett.

- Dejadla terminar – intervino Eleazar.

Pero la mente de Ish estaba muy lejos de aquí, en alguna pesadilla de su pasado. Algo real. Tanto como para que le costara respirar.

- Esto no me parece buena idea – comentó Alice en un susurro de voz angustiada.

Seth se acercó y la rodeó entre sus brazos.

- Ish – la llamó sin que ella reaccionara.

-¡Eyyy! – chilló Emmett a su lado.

Ish pegó un respingo y necesitó un instante para volver en sí.

Fuera se oyeron unas voces en tono enfadado. Edward y Kate discutían.

- Sólo intentaba probarla – dijo ella en un tono irritado.

- No es necesario que la lleves tan al límite.

- Chicos, relajaos – les pidió Carlisle cuando llegó hasta ellos.

Kate se giró y echó a correr. La seguí con la vista hasta el recodo del río, donde la esperaba Garret. Saltaron limpiamente y se perdieron entre la espesura de los árboles.

- ¿Qué ha pasado? - quise saber.

- Kate había pensado que sería buena idea hostigarla un poco- contestó Edward de mal humor –. ¿Estás bien?- le preguntó de modo cariñoso.

Ella asintió despacio.

- Kate siempre intenta llegar un poco más lejos. Pero has estado increíble- le dijo Carmen intentando animarla.

- Quizá podamos intentarlo mañana – comentó Eleazar modulando su voz para hacer que el comentario pareciera algo casual.

- Tampoco hay prisa, ¿no? No es que tenga que entrenar para ir a la guerra ni nada de eso – preguntó Jacob desde el otro lado de la sala.

Miré a Ish que parecía tan pequeña al lado de Emmett y Seth.

Nadie contestó.

Carmen miraba al suelo y Eleazar observaba por la ventana con la mente en otro lugar. Un súbito escalofrío me recorrió la espalda.

- Creo que es mejor que ahora no pensemos en ello - sugirió Carlisle.


Después de aquel incidente Kate y Garret no regresaron en todo el día.
Jacob y Seth estaban aprovechando para ponerse al día en sus tareas del instituto y Edward se había marchado con sus hermanos a hacer la ronda.
Subí a ver a Ish. Estaba sentada con las piernas cruzadas en el sofá blanco de la biblioteca y repasaba distraídamente con uno de sus dedos las grandes letras negras de su tatuaje. Hice ruido al entrar y levantó la cara para mirarme. En sus ojos quedaba algo de aquella mirada perdida de la mañana.

- Hola – dije en un tono amable mientras pasaba.

Me sostuvo la mirada durante más de un minuto y luego arrugó un poco la frente.

- Hola. ¿Puedo preguntarte una cosa? – comenzó un poco dubitativa.

Asentí por toda respuesta mientras me sentaba a su lado.

- Esme me contó el otro día cómo te transformaste, y me preguntaba…Bella, ¿qué hubieses hecho si no te hubiesen querido convertir?

Localicé en mi mente aquella época de mi vida y, sin necesidad de pensar en un momento concreto, sentí un poco de esa angustia que me atormentaba entonces. La posibilidad de envejecer y perderle. No poder estar con él cuando mi vida se acabara.

- No lo sé – le contesté sinceramente –. Imagino que a día de hoy seguiría intentando convencerles.

- Ya – me dijo esbozando una sonrisa que no denotaba nada de alegría.

- ¿Qué te pasa?

- Es un poco confuso – volvió a sonreír. - A veces tengo la sensación de echar de menos mi vida anterior. Qué locura, ¿no?- sus mejillas se sonrojaron levemente y miró al suelo avergonzada.

- No – le contesté de corazón.

- Sé que Eleazar sigue pensando que estoy en peligro y – hizo una pausa para tragar saliva - me da miedo pensar que con mi estancia aquí os esté poniendo en peligro también a vosotros. Yo no… no soportaría si, por mi culpa... – su voz se quebró y una lágrima resbaló por su mejilla.

- Ish, no te preocupes. Ellos se están encargando de vigilar que todo esté bien, - le susurré.

Se secó la lágrima y volvió a mirarme.

- ¿Te dio miedo?

- ¿El qué?- le pregunté, perdida.

- Morir.

Sentí un estremecimiento que me recorrió el cuerpo.

- Bueno, tenía miedo por mi hija; después de eso, imagino que sí, un poco. Pero en el fondo confiaba en que Edward conseguiría traerme de vuelta.

Meditó en silencio durante un rato mientras volvía a repasar aquel gran tatuaje de su nombre.

- Quizá Eleazar tenga razón y lo mejor sea practicar, por si acaso.

- Ish, ¿qué te asusta? – quise saber. Si había algo que ella hubiera recordado, algo que nos pudiera aclarar de dónde venía exactamente el peligro…

Me miró sin saber a qué me refería.

- Esta mañana, cuando estabas localizando a Kate y Garret, ¿qué te asustó? – pregunté intentando no mostrar nada de preocupación en mi voz.

- Notar que venían, que me cogerían. No sé – me dijo con la voz repentinamente seria –. Imagino que lo que más miedo me da es…- titubeó – que me conviertan en uno de...- se calló sin terminar la frase.

Se levantó con uno de aquellos movimientos que no producían el menor ruido.

– Los chicos ya están de vuelta.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 17.- Decani (2ª y última parte).

Eleazar, mientras, intentaba rastrear algo de información e insistía en que Ish practicara el uso de sus dones por si tuviera necesidad de ellos en el futuro, pero ella no quería saber nada de su faceta como vampiro. Alice estaba aún más atenta a cualquier movimiento desde Volterra pero los días transcurrían tranquilamente sin ninguna novedad. Solía alejarse del jaleo de la casa para concentrarse de una manera más efectiva. De hecho, esta misma tarde se había marchado con Jasper.

Ish, Jacob y Seth estaban terminando de cenar y Nessie jugaba con sus tíos. Advertí cómo Edward me vigilaba a hurtadillas mientras ayudaba a Esme a recoger la cocina. Me pregunté qué estaría tramando.

- Estaba todo delicioso, pero no tienes que molestarte, de verdad, Esme – dijo Jacob mientras se daba un par de palmaditas en la tripa.

- No es molestia - contestó Esme sonriente -; de todos modos, hay que preparar comida para Ish.

- Ya – respondió Jacob mirando el plato de la cena de Ish. Ella no comía casi nada y casi siempre era fruta.

- Muchas gracias – dijo Seth mientras recogía la mesa.

Metí en el lavavajillas los platos y volví al salón con el resto. Carlisle acababa de llegar del hospital y comentaba con Edward cómo había ido el día.

- Creo que me voy a retirar – anunció Ish mientras se levantaba del sofá.

Seth se puso a su lado y percibí un brillo feliz en sus ojos.

Probablemente esa noche el joven licántropo volvería a dormir en mi sofá. Dio un beso a Esme y a Carlisle y se despidió del resto con un simple hasta mañana. Rosalie y Emmett subieron a mi hija a su cuarto y nos quedamos allí solos con Carlisle y Esme.

- ¿Qué te parece si nos vamos a dar una vuelta?- me susurró Edward lanzándome una mirada de complicidad. Fuera estaba lloviendo a cántaros y no me apetecía nada salir al bosque pero entendí que Edward pretendía dar un momento de intimidad a sus padres. Asentí intentando parecer animada ante la idea.

La temperatura era fría para estar a trece de septiembre y las gotas heladas golpeaban mi rostro mientras intentaba alcanzar a Edward. Seguí su rastro hasta el recodo del río y salté. Su olor se adentraba en el bosque y luego hacía una curva en dirección este. Me pregunté si había pasado algo, pues su olor me llevaba directa a nuestra cabaña.

La puerta estaba abierta. No había ningún olor de Seth, pero sí una ligera traza del perfume de Alice. Había luz pero no se oía a nadie. Pasé con cautela y me quedé sorprendida al descubrir todo el salón de la casa iluminado por infinitas velas de distintos tonos blancos, colocadas en cualquier superficie. En el centro de la estancia, en el suelo, había una gran vela roja que destilaba una suave esencia de rosas.

Debajo de ella una nota.

Levanté la vela con cuidado para no derramar la cera y la desdoblé. Había una frase escrita con la esmerada letra de Edward.

<< Te quiero, Bella…>>

Unas gotitas de cera en el suelo me llevaron hasta otra vela en tono verde, que me trajo la intensa esencia de la hierbabuena. Debajo, otra nota.

<< Cien años sin ti han merecido la pena por uno sólo de estos 365 días que me has regalado… >>

Sonreí mentalmente al ser consciente de lo que pasaba. Seguí el nuevo rastro hasta la mesa donde había una de color naranja.

<< te prometo reinventarme cada día de mi existencia para hacerte sonreír,>>

Una en tono violeta flameaba en una estantería. Fui directamente a por su nota.

<< porque una sonrisa tuya basta para hacerme sentir más humano de lo que nunca he sido.>>

Permití que la sonrisa se expandiera completamente en mi rostro y busqué el nuevo sendero que me llevó hasta una amarilla, que desprendía olor a miel.

<< Ningún regalo podrá igualar jamás lo que tu amor ha supuesto en vida >>

Encontré la siguiente nota debajo de una vela azul cielo.

<<…pues tú me das sentido. >>

Una muy pequeña de un intenso añil iluminaba un trozo de papel sin doblar.

<< Enciéndelo. >>

Encendí el dvd y una dulce pieza de piano que no había escuchado antes empezó a sonar. Unas letras blancas aparecieron en la pantalla negra:

Isabella Marie Swan, nacida el trece de septiembre de 1987 a las 1.47 pm. Pesó al nacer…

Las letras se fundían y aparecían otras con todo tipo de información sobre mi nacimiento, mi niñez, datos académicos y demás. Durante más de media hora estuve viendo fotos y trozos de videos caseros de mi vida, de lo que fui y de lo que era ahora. Fotos de mi infancia, adolescencia - muchas hubiese preferido que no me las hubieran hecho-, navidades... Algunas de los veranos que venía a ver a Charlie. También fotos de mi boda, junto al ser más bello del mundo, fotos con Nessie, de la boda de Charlie y de hace apenas un par de días, del cumpleaños de nuestra hija.

La pantalla se había quedado negra pero la música seguía sonando. La imagen empezaba a clarear y reconocí el suelo de la casa y las patas del piano. La cámara abrió el encuadre y vi a Edward tocando el piano de espaldas. Una manita tocaba junto a él unas cuantas teclas, con una soltura increíble. La imagen se amplió un poco más y cambió de ángulo. Nessie y Edward tocaban aquella preciosa canción. Edward apartó las manos de las teclas y miró sonriente a la cámara. Nessie tocó los últimos compases y con la más bella de las sonrisas, dijo con su preciosa voz de campanillas:

- Feliz cumpleaños mamá.

El encuadre se acercó hasta que sus bellísimas caras llenaron toda la pantalla y la imagen se congeló.

La emoción llegó tan de repente y de una manera tan intensa que tuve que apoyar mis rodillas contra el suelo. Permanecí durante un par de segundos pegada a aquella pantalla que reflejaba los rostros de las personas que llenaban por completo mi existencia. Sollocé y noté aquel escozor en los ojos.

No me había dado cuenta de que Edward había entrado en la casa hasta que se sentó a mi lado. Se quedó durante un momento estudiando mis expresiones. Estaba tan fascinada por su regalo que ni siquiera podía pronunciar una palabra. Observé sus facciones. Sus ojos color topacio adquirían un brillo de una hermosura indescriptible ante el suave tintineo de las velas de la habitación. Repasé con mis ojos su frente, la sedosa textura de su piel, su nariz de dios heleno, sus perfectas mejillas y sus carnosos y cálidos labios.

- No tenía muy claro cuál sería hoy tu color favorito – dijo mirando las velas de colores. Su voz sonó especulativa e intuí que estaba expectante por saber cómo me había sentado su sorpresa.

Me lancé a sus labios y le besé con una pasión excesiva hasta que nuestras bocas encontraron el compás. Entonces ralenticé el ritmo y permití a mi mente ser consciente de sus caricias sobre mi piel, receptiva a aquella energía palpable entre su cuerpo y el mío. Su mano acariciaba mi espalda mientras con la otra me liberaba de mis ropas. Le desabroché la camisa y paseé mis dedos sobre su marmóreo pecho mientras él me besaba el cuello. Pasó su brazo por debajo del mío y llevó su otra mano hasta mi muslo. Con un solo movimiento me levantó del suelo. Me llevó hasta la cama y allí celebramos mi vigésimo cumpleaños hasta las primeras luces de la mañana.

- Feliz cumpleaños – me dijo mientras terminaba de vestirse.

Hice una mueca de disgusto y se rió de mí.

- Eres la veinte añera más bonita y cabezota que conozco – me guiñó un ojo.

- No pienso ser la única vampira de esta casa que celebra su cumpleaños – le contesté mientras le sacaba la lengua.

- Ummmm, sería una pena no poder darte más sorpresas como la de anoche, ¿no crees? – dijo con una sonrisa de suficiencia en su cara.

Me mordí el labio mientras buscaba rápidamente una respuesta elocuente a eso. Pero tenía que admitir que no la había.

- Venga, vayamos de caza – me animó.

Ciertamente la sed empezaba a hacer acto de presencia en mi garganta después de pasar tantas horas en la cabaña, ya que, a pesar del perfume de las velas, las paredes, los muebles, tenían el penetrante olor a decani.
Me vestí con lo primero que pillé. Edward ya me esperaba en la puerta cuando al pasar por la sala de estar reparé en una cosa.

Corrí de un lado a otro tomando cada una de las notas y el dvd del reproductor. Los metí en una bonita caja que guardaba en mi armario y la coloqué en la parte alta de la zona donde guardada la ropa más cómoda. Volví junto a Edward y le cogí de la mano. Salimos disparados hacia el bosque. El día había amanecido encapotado pero no llovía. Había pasado mi primer año de vampira,y tuve la sensación de que todo cuadraba a mi alrededor y esta vez era cierto. Ninguna venda cegaba mis ojos. Hoy sería un gran día de cumpleaños.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Capítulo 17.- DECANI (1ª Parte)

No sabía muy bien en qué punto de la conversación estábamos, pues el único que hablaba era Edward haciendo preguntas a Eleazar, que la mitad de las veces las respondía de modo que Edward era el único que lo oía. En un principio pensé que era en deferencia a Ish, demasiado angustiada por toda la información referida. Pero finalmente había caído rendida y Seth se la había llevado hacía cinco minutos a la cabaña.

Había estado atenta a todo cuanto se decía u ocurría en esa habitación y había llegado a la conclusión de que de Demetri, Ish había adquirido el don de localizarnos, salvo a mí, como era lógico. Ello explicaría que siempre estuviese pendiente de mí de ese modo en que me incomodaba tanto.
También habían llegado a la suposición de que el primer vampiro que la había mordido debía de tener un don, al que Eleazar llamaba “sigilo”, pues le permitía pasar inadvertida. Lo cual era, probablemente, la única razón de que continuara viva.

Y ahora, si estaba en lo cierto, discutían sobre si el tercer vampiro era Aro.

- No había oído nunca que dos vampiros tuvieran el mismo talento - dijo Eleazar sin parar de andar por la habitación–. Y mucho menos que tuvieran más de uno. Así que pienso que sí, que de algún modo debe de captar los dones de quienes participan en su conversión y copiarlos.

- ¿Copiarlos? – preguntó Jasper con un tono expectante.

- Aún no está transformada y, aunque su habilidad es increíblemente poderosa, no es tan patente al tener esos otros dones interfiriendo. Esto es todo lo que veo.

- La pregunta es: ¿conoces algún otro vampiro que tenga un don parecido al de Aro?

Eleazar dejó de andar y nos miró atónitos, como si cayera en la cuenta de algo.

- Si Aro está metido en esto, que es lo más probable, es seguro que no lo dejará pasar. Ella es, sin duda, la joya de la corona en cuanto a decani se refiere. Por otro lado - dijo hablando como para sí mismo-, si Aro la ha mordido es porque la daba por muerta. Él nunca cometería el mismo error que mató a su amigo Amílcar. Seguramente pensó que no lo soportaría. Claro.

- ¿Tú crees?- le preguntó Edward siguiendo su pensamiento.

- Por aquí hay gente que no os sigue – anunció Alice algo molesta mientras Eleazar asentía.

- Eso explicaría lo de su memoria – continuó Eleazar.

- Cuanto más poderoso es el don, más difícil su recuperación – empezó a explicar Edward- y si encima se transfieren datos de las vidas de un sujeto a otro... ¿Conoces algún vampiro que tenga más recuerdos que Aro?

Que yo supiera, Aro fue transformado antes de que se empezara a computar el tiempo tal y como se hace en la actualidad y encima había que añadir todos los recuerdos que era capaz de ver a través de su habilidad.

- La mente de Ish aún es muy humana para asimilar tanta información – continuó con una voz que reflejaba la satisfacción de haber encontrado una respuesta más –. Es más que probable que esto sea la causa de su amnesia. Y también de que tuviera cierta información a cerca de nosotros.

- ¿En serio?- preguntó Eleazar de modo escéptico-. Habría que saber cómo lo filtra.

- Por instinto de supervivencia – sentenció Jasper.

- Eso tiene sentido. Si buscas cualquier lugar del mundo para escapar de los Vulturi, a mí no se me ocurre otro– dijo Edward con la voz repentinamente seria-. Creo que del mismo modo usa sus habilidades. De hecho, pienso que no es consciente de ellas. Por ejemplo, si se pone muy nerviosa, no es capaz de controlar su don de sigilo.

Recordé inmediatamente aquella primera noche cuando Carlisle nos había ordenado que no respiráramos ante su presencia y cómo el olor que había desprendido había vuelto loco por un instante a Emmett.

- Creo que lo más sensato sería, mientras sea posible, evitar que cualquier otro vampiro la vea o sepa de ella. Fuera cual fuera la intención original de Aro, no creo que se olvide de un decani que podría resultar letal para él.

- ¿Cómo?- preguntó Edward boquiabierto.

- ¡Ah, sí! - Eleazar inclinó la cabeza y miró de refilón a Esme-. Cuando se muerde a un decani, éste “guarda”, por decirlo de algún modo, la información de tu ponzoña y, como es natural en él, la bloquea. Si a posteriori ese decani muerde al vampiro, su ponzoña decani tiene ese bloqueador, por lo que el vampiro queda prácticamente a su merced.

Carlisle apretó su abrazo contra Esme y su expresión se volvió de nuevo angustiada.

- Ella no le hará daño- afirmó de manera tajante Alice, mirando a Esme.

- ¿Cómo lo sabes?- preguntó Rosalie con un tono afectado en su voz.

- Por su don – se adelantó Edward.

- Ella copia los talentos de quienes la muerden, ¿no, Eleazar?- preguntó con voz firme.

- Sí, algo parecido- corroboró Eleazar con los ojos entornados, sin saber a dónde quería llegar Alice.

- Pues es de suponer que ha hecho lo mismo con Esme.

Esme no tenía ninguna habilidad especial, no tal y como las entendía Eleazar. Pero ella se había traído a esta existencia su capacidad para amar. Sin duda, lo que estaba sugiriendo Alice no era tan descabellado y, si era así, Ish jamás haría nada que pudiera perjudicarnos.





Mañana hubiese sido mi cumpleaños.


Acaricié de modo casual los pendientes que me había regalado Alice. Afortunadamente, este año se había centrado toda la atención en la primera fiesta de cumpleaños de mi hija, pero, a pesar de mis advertencias, la mayoría me había comprado un regalo.

Todos, menos Edward.

La celebración de Nessie fue evidentemente el acontecimiento del año. No es sólo que a Alice se le hubiese ido la mano, sino que todos habían colaborado en hacer que aquello fuera algo apoteósico.


Jacob y Seth acababan de llegar. Hacía tres semanas habían empezado el último curso de instituto y no sabía muy bien cómo se las iban a arreglar para aprobarlo todo, ya que, después de ir a clases, muchos días tenían que hacer u organizar las rondas y luego siempre se pasaban por casa. Jacob, para ver a Nessie y Seth, a Ish por la que mostraba bastante interés. Por lo que me había contado Jacob, no se había imprimado pero, aunque mi amigo se mostraba extrañamente reservado en este asunto, era evidente que el chico sentía algún tipo de fascinación. Seguía pasando algunas noches durmiendo en la cabaña, a pesar de que ya no hacía falta.

Yo, por fin, había encontrado el modo de centrar aquella lucidez para conducir mi vida. Había tomado la determinación de que el curso que viene me matricularía en la universidad de Alaska y Jacob podría matricularse con nosotros. Tenía la esperanza de que, al menos, Alice también quisiera venir, aunque en el fondo de mi corazón lo que realmente deseaba es que la familia al completo se mudara allí.

Sabía que echaría mucho de menos a Charlie. Había calculado incluso los días que pasaría lejos de él y de Forks. Era increíble lo poco que me gustaban los cambios. Pero si quería ser justa con todos y conmigo misma, tendría que permitir que la vida avanzara. Charlie no se vería tan afectado por mi decisión de ser lo que era ni tampoco Sam ni los quileutes. Los Cullen podrían volver a empezar de nuevo en otro lugar, tal y como hubiesen hecho el año pasado, si yo no los hubiese frenado. La decisión estaba tomada y ya no había marcha atrás.

Sólo tendría que encontrar el momento para comentárselo a Edward. Sabía que él estaría encantado con cualquier decisión que yo tomara. Él seguía siendo tan increíblemente extraordinario, tan deliciosamente generoso...

Aún con el tiempo que había transcurrido, me descubría a mí misma de vez en cuando estudiando los inverosímiles rasgos de su rostro, quedándome hipnotizada por la dulzura de su voz o embriagada por la belleza imposible de sus ojos, la perfección de sus labios… Al menos, tenía la certeza de que eso nunca cambiaría.

En la casa se había instaurado una extraña rutina sólo rota por las contínuas visitas de Eleazar y Carmen. Cada mañana Ish volvía de la cabaña y pasaba el día con nosotros. La mayor parte del tiempo con Emmett y Rosalie, que extrañamente se mostraba muy amable con ella. Yo seguía sosteniendo la teoría de que evitaba, en lo que podía, tener contacto directo con los que teníamos algún tipo de don. También solía ayudar mucho a Esme e incluso habían ido alguna vez de compras a Port Ángeles o a ver a Charlie a la comisaría.

La habían presentado como Cherish Platt, sobrina de Esme. Provenía de Johannesburgo- idea de Emmett, nadie sabía muy bien por qué – y estaba pasando un año sabático aquí antes de empezar la carrera de Biología. Evidentemente, Jasper le había provisto de todo tipo de documentación y la mayoría de la gente del pueblo ya sabía de ella. Charlie se había relajado al ver la integración de Ish en una vida que parecía ser normal y nunca habíamos vuelto a discutir ni a hablar de ello.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 16.- AMÍLCAR (2ª y última parte)

> - Amílcar nos explicó que cada vez que esas criaturas eran mordidas se producía un intercambio de conocimiento; así, el vampiro veía la vida anterior del decani y éste conseguía las vivencias del vampiro y con ello la sabiduría adquirida a lo largo de los años. Además, el hecho de poder padecer varias mordidas prolongaba su condición de neófito, sin llegar a sufrir la sed característica de ese período, lo que lo convertía en el soldado perfecto. Su alimentación era la de un humano normal, aunque, cuanto más cercano estaba a la conversión total, podía alimentarse de sangre. Había conseguido crear varios, aunque reconocía que era extremadamente difícil, pues debía darse en ellos lo que él llamaba el equilibrio de la sangre. Había que tener especial cuidado a la hora de que le mordieran, pues el sujeto era muy susceptible de ser asesinado, dado que su sangre resultaba particularmente deliciosa. Si el vampiro que le mordía disponía de algún don, la recuperación era más difícil y esto era proporcional a la intensidad del poder. Cuanto más poderoso el vampiro, más posibilidades había de que no superara el proceso. Cada decani era capaz de soportar un número determinado de mordidas antes de transformarse por completo e incluso entonces eran de gran valor, pues habrían atesorado todas las experiencias de sus conversores. Había comprobado también que el decani mordido por un vampiro con alguna habilidad era capaz de saber cuándo éste hacía uso de su don e incluso era capaz de bloquearlo, si lo utilizaba en su contra.

> - A pesar de todas las explicaciones, no pude evitar la sensación de que nos ocultaba gran parte de la historia y Amílcar se cuidó mucho de ser tocado por Aro durante toda su visita. Al final de la misma, Aro y él hicieron un intercambio. Amílcar le dejó diez decani puros a cambio de algunos vampiros con don a los que Aro acababa de perdonar la vida.


No me había percatado de que ya estaba amaneciendo hasta que Eleazar entornó los ojos y miró directamente al sol, que empezaba a aparecer por el horizonte, pero con la mente aún en aquella lejana época.


> - Al principio, Aro no cabía en sí de gozo ante sus nuevas adquisiciones, pero la dicha le duró muy poco, pues ninguno de los decani sobrevivió a la primera mordida. Los que no murieron desangrados no conseguían mantener aquel extraño equilibrio de la sangre. Así que organizó un viaje hasta el lugar donde estaba asentado de forma permanente el aquelarre de Amílcar. Allí descubrimos todos los secretos de los decani.

> - Los decani empiezan a ser creados antes de nacer. Cuando aún están en el vientre de su madre, unas semanas antes del parto, la madre es intoxicada por nuestro veneno. Se espera el momento justo antes de que el bebé resulte infectado y entonces se le saca de las entrañas.


Un movimiento de Seth me sacó de la terrorífica imagen que se había formado en mi mente. El muchacho se había girado y abrazaba con ambos brazos a Ish, que lloraba en silencio. Me mordí el labio preguntándome si había una manera más atroz de llegar a este mundo. Si era así, yo no era capaz de concebirlo.

Eleazar siguió narrando su historia, ajeno a nosotros.


> - Yo mismo pude ver a alguno de esos bebés, que tenían un aspecto normal. Cuando llegaban a la pubertad, su olor cambiaba y se convertía en ese delicioso aroma que resulta un reclamo para cualquier vampiro.

> - También descubrimos el modo correcto de morder a un decani. Su sangre resulta altamente tóxica para nosotros, por lo que en el proceso era necesario que su sangre se mezclara; de no ser así, el vampiro pasaría un largo período de sufrimiento hasta que expulsase la sangre ingerida. En algunos casos, eso podría durar incluso días.

- ¿Mezclarla?- interrumpió Carlisle.

- Sí, con la sangre del propio vampiro. Para entender esto, primero he de explicaros que la sangre de un decani no interactúa con la ponzoña que recibe.

- Cierto – dijo Carlisle al caer en la cuenta de algo -. Cuando tomé las muestras de Ish, no daba crédito a lo que estaba viendo. En su sangre había trazas diferenciadas de ponzoña que no afectaban a su plasma. Simplemente estaban ahí.

- Esto le es de gran utilidad pues cuando el decani resulta herido, de forma natural, la ponzoña acude a la herida y agiliza su recuperación.

- Por eso la temperatura baja en la zona – apuntó Edward con un tono serio e impaciente.

- Exacto – señaló Eleazar –. Así que lo correcto es que el decani muerda al mismo tiempo al vampiro.

- ¿Qué? – solté sin pensarlo. Resultaba ridículo. Nuestra piel era tan sólida como el granito ¿Cómo iba a hacer algo así?

- Sus dientes y sus uñas son tan duras como las nuestras.

Jacob hizo un rápido movimiento y se llevó la mano al pecho.

- ¿Por qué iba a querer un decani ayudar al vampiro que le está mordiendo? – preguntó Jasper.

Eleazar se acercó hasta Esme, que estaba de pie cerca de la puerta de la cocina y le preguntó:

- ¿Te mordió?

Esme contrajo el gesto y bajó la mirada avergonzada.

-Sí- contestó en un susurro mientras se llevaba la mano hasta el antebrazo y enseñaba una pequeña marca de media luna, casi invisible.

Carlisle la rodeó entre sus brazos donde ella se escondió.

- Me he perdido - admitió Emmett.

- Cuando se muerde a alguien, la ponzoña le abrasa en su interior y un decani no difiere en esto.

- Y vuestra sangre está helada – concluyó Jacob con un tono de repugnancia en su voz.

- Así es.

- ¿Cómo sigue? ¿Cómo va el asunto? – Emmett se adelantó unos pasos hasta colocarse en medio del salón.

- La idea es que cuando muerdes a un decani le estás produciendo una herida y, al morderte, toma de ti directamente la ponzoña que se dirige a la herida para curarla, por lo que, al final, estás bebiendo su sangre mezclada con la tuya.

> - Amílcar encontró el modo perfecto para esto. Sólo debía morderlos en la boca.


Entonces la imagen de Ish, vestida con una anticuada túnica fenicia, acosada por un amenazador vampiro con sangre emanando de su boca, ofuscó mi mente.


- ¿Qué significa eso del equilibrio de la sangre? –la voz de Edward me sacó de mi espantosa ensoñación.

> - La transformación de los decani es complicada. En nuestra visita pude ser testigo de todos los procesos. No todos los bebés son aptos. Algunos eran descartados por que su sangre era muy débil y se hubieran transformado con la primera mordida. Otros la tenían demasiado fuerte y morían a causa de ese desequilibrio. Digamos que su cuerpo no aceptaba la ponzoña y se producía una reacción que les llevaba a la muerte.

> - Los catalogaban dependiendo de la pureza y calidad de su sangre. Así, cuantas más mordidas pudieran soportar, más valiosa era la pieza. Esto resultaba fácil pues, concentrándote un poco en ellos, se podían distinguir los matices de las distintas ponzoñas y cuánta sangre propia le quedaba aún. De este modo calculaban cuántas veces se le podría morder.

> - Pero lo que más agradó a Aro fue el hecho de que, si alimentas a un decani con sangre, se prolonga casi al doble el tiempo en que mantiene la fuerza de un neófito. De cualquier tipo de sangre - recalcó con voz sombría–. Por lo cual, un decani próximo a la conversión total, con gran experiencia en la lucha, podría llegar a resultar letal para un vampiro, como presenciamos en Volterra.


Un decani es para un vampiro lo que un vampiro para un humano. Aterradoramente irresistible… y terriblemente mortal.


> - Aró quedó satisfecho y consideró pagada la deuda. Nada más regresar a Volterra, intentó crear criaturas similares, pero ningún sujeto sobrevivió a las primeras mordidas. La mayoría de los vampiros que usó terminaron desangrándolos. Entonces Aro comprendió que necesitaba a alguien con un don como el de Amílcar para conseguir dominar la voluntad de esos vampiros. Lo intentó a lo largo de varios siglos, sin ningún éxito. En alguna ocasión encontramos algún vampiro cuyo don ayudaba, pero nada definitivo.


Eleazar se quedó mirando durante un rato más largo de lo normal a Carlisle, quien pareció repentinamente sorprendido.

¿Estaba queriendo decir que el interés especial que tuvo Aro por Carlisle durante la época que él pasó con ellos se debía a que era capaz de controlar su sed? ¿Había visto en él la solución para transformar a un decani? Fuera como fuera, intuí que nunca se lo llegó a pedir.


> - Después supe, con el tiempo, que Aro había vuelto a Siria para saber de su amigo. Pero éste había muerto a manos de uno de sus apreciados decani. Amílcar se debió volver loco y mordió a uno de ellos. Probablemente lo que no sabía es que estaba transformando a una persona con un don propio. Con el tiempo, este decani se volvió contra él y cuando le atacó, Amílcar no pudo contenerlo.


Noté un escalofrío y, sin pensarlo, me acurruqué en los conocidos y confortables brazos de Edward. Inhalé su aroma y dejé que la sensación de estar en casa me calmara. De repente, me sentí terriblemente afortunada por la apacible vida que había tenido y porque mi existencia ahora se desarrollase rodeada de una familia tan atípica en ese mundo de monstruos y sombras.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capítulo 16.- AMÍLCAR (1ª Parte)

Se plantó como una exhalación en medio del salón y nos miró atónito.

- ¿Dónde está?

Hacía un momento había podido percibir el sonido del reprís de un automóvil después de tomar la curva del camino a la casa. Al cabo de un corto minuto alguien abrió la puerta metálica de un coche y, sin cerrarla, ascendió de un solo salto los escalones del porche. Había entrado sin llamar.

El bello rostro de Eleazar estaba crispado en una mueca de desconcierto. Carlisle se levantó sorprendido y miró en dirección a Ish. Ella estaba sentada en el centro del sofá, tapada con una manta hasta la barbilla, con Jacob a su derecha sosteniendo a Nessie y Seth a su izquierda, que le rodeaba con uno de sus fuertes brazos. Apenas se veía un extraño montículo entre las dos grandes figuras de los licántropos.
Eleazar entornó los ojos y los clavó en los de Ish. Ella pareció sorprendida, encogiéndose un poco debajo de su escondite. Seth se enderezó, incómodo por la intensa mirada, que podía interpretarse como amenazante, pues los suaves rasgos del vampiro se habían vuelto duros.

- ¿Dónde está la niña más hermosa?(*) - dijo Carmen en tono dulce al franquear la puerta. Percibí cómo la postura de Ish cambió, rompiendo aquel intenso contacto visual con Eleazar. Se irguió y confusa miró a Carmen. Alice se levantó y dio la bienvenida a aquella vampira de preciosa cabellera morena y piel olivácea, que parecía tener siempre una mueca amable en su rostro. Nos saludó a todos sin inmutarse ante el color de ojos de Esme.

- ¡Oh, querida, estás aún más bella! Tienes que contarme todo lo que has hecho durante este tiempo que no te he visto- dijo tomando a mi hija en brazos. Lanzó una mirada de complicidad a su compañero y después a Edward, quien asintió y movió de manera casi inapreciable los labios formando la palabra gracias(*).

Carmen salió de la casa con la niña en dirección a nuestra cabaña.

- ¿Es ella?- Preguntó Eleazar volviendo a mirarla de ese modo tan penetrante.

- Sí –afirmó Carlisle con un preocupante tono de alarma en su voz.

- ¿Dices que tiene un par de señales?- preguntó mientras se acercaba a ella. Me levanté del brazo del sofá y Jacob ocupó el sitio con su antebrazo, apretando los dedos fuertemente en la tapicería. Miré a Edward, su gesto preocupado no me gustó en absoluto.

- En realidad, alguna más – señaló Carlisle vacilante.

Eleazar ladeó la cabeza y en sus ojos advertí una curiosidad casi febril.

- Hace menos de veinticuatro horas sufrió una nueva mordida por parte de uno de nosotros.

Giró sobre sí mismo y buscó con la mirada hasta que descubrió los ojos escarlata de Esme. Se tensó y se quedó ahí petrificado, sin mover un solo músculo. Al cabo de un largo minuto salió de ese trance y con la voz temblorosa por la conmoción se dirigió a Carlisle.

- ¿Puedo mirar su boca?

Carlisle no pareció entender a qué se refería y dudó por un instante antes de responder.

- Deberías preguntárselo a ella.

- ¿Me permites? – dijo con un tono de disculpa en su voz.

Ish se enderezó en el asiento y se echó hacia delante ofreciendo su rostro. Eleazar tomó delicadamente su labio inferior y lo separó de los dientes. Ahí estaba la tercera marca.

Su gesto se contrajo y de repente pareció cansado.


- Esta chica no es uno de nosotros. Es un decani.


Repasé esa palabra en mi cabeza y confirmé mi primera sospecha. Nunca la había oído.

Eleazar retrocedió lentamente hasta quedarse pegado a la pared y empezó a hablar despacio pero con voz segura.

- Como sabéis, yo permanecí una larga etapa de mi vida junto con los Vulturi. Solía acompañar a la guardia en sus... – titubeó buscando la palabra – expediciones y me encargaba de localizar a los vampiros con habilidades especiales que pudieran resultar útiles. A estos individuos se les perdonaba si accedían a formar parte de sus filas. Esto era un gran honor y, desde luego, ese día se podía decir que esos pocos afortunados, literalmente, volvían a nacer.

Sentí un escalofrío, pues exactamente eso era lo que nos había ocurrido a nosotros. Gracias a mi extraña y útil destreza, Aro y el resto de los Vulturi nos habían dejado escapar, casi por los pelos, de una muerte segura.

>– Uno de esos días Aro me mandó llamar. Había recibido la visita de un viejo amigo suyo. Recuerdo lo sorprendido que me quedé ante su presencia, pues no había visto jamás ningún vampiro con el don que él poseía. Amílcar era capaz de someter la voluntad de cualquier persona. Si él te ordenaba algo, te veías en la obligación física de cumplir su mandato, aunque ello supusiera la muerte. Cualquiera se hubiera sentido intimidado ante su presencia, aún desconociendo su poderosa cualidad. Su aspecto era desconcertante pues no poseía la misma belleza que nos caracteriza. Su piel era tan pálida como la nuestra y del mismo aspecto delicado que la de los Vulturi pero sus facciones eran demasiado duras para considerarse bellas. Sus labios, demasiado finos, casi siempre formaban una extraña sonrisa. Su nariz y su frente eran demasiado largas en su cara enjuta. Pero lo que más llamaba la atención eran sus grandes y penetrantes ojos. Uno podía imaginárselo como humano doblegando la voluntad ajena sólo con una de sus feroces miradas.

Se estremeció ligeramente, como si un escalofrío hubiese recorrido su espalda

> - Amílcar ha sido el vampiro más antiguo con quien me he cruzado en mi existencia. En cierto modo, se parecía bastante a Aro en cuanto a que le gustaban los vampiros con extrañas habilidades. Como supe más tarde, él solía viajar por el mundo buscando nuevas adquisiciones y cuando encontraba a alguien le obligaba a ir con él hasta su aquelarre en Siria. En uno de sus viajes sufrió una emboscada, probablemente en venganza de algún grupo de vampiros a quienes hubiese privado de la compañía de uno de sus componentes y desde entonces viajaba sólo lo justo y siempre acompañado de una imponente guardia de más de veinte vampiros, todos ellos con espectaculares dones para la lucha.
El motivo de su inesperada visita era poder presumir de un nuevo hallazgo. Aro deseaba que le diera mi opinión. Cuando tuve delante aquella criatura, lo primero que atrajo mi atención fue el delicioso e intenso aroma que destilaba pero, salvando eso, no se podía decir nada más. Era un pobre mortal con un olor demasiado apetecible en el lugar erróneo y con las compañías equivocadas. Me concentré en él un poco más pero no distinguí nada especial, por lo que llegué a la conclusión de que, una vez que lo transformaran, no poseería ningún don. No entendí el comportamiento altivo del vampiro y temí que aquello no fuera más que una emboscada. Pero Aro me relajó diciendo que entre ambos existía una antigua unión que ninguno de los dos rompería jamás. Amílcar esperó hasta que expuse mis conclusiones en voz alta.

> - Muy útil – dijo el vampiro evaluándome con la mirada.

> - Querido amigo, no me tengas en ascuas – le pidió Aro de manera grandilocuente.

El vampiro curvó un poco más esa sonrisa siniestra y se colocó detrás del humano cogiéndole por los hombros y aspirando de forma intensa su aroma. Por un momento puso los ojos en blanco y entonces se explicó.

> - Lo que tenéis delante de vosotros es un decani. Aparentemente, es un humano pero este ser es capaz de soportar varias mordidas antes de convertirse en un vampiro.

Aro se deslizó por la habitación hasta quedar a unos centímetros del sujeto, que parecía a punto de desplomarse.

> - ¿Cómo es eso posible? – preguntó receloso.

> - No querrás que te desvele todos los secretos – le contestó muy pagado de sí mismo.

> - ¿Dónde lo has encontrado?

> - Yo mismo lo he creado – sentenció Amílcar.

>- ¿Y qué utilidad tiene?

>Amílcar dio un par de palmadas y de detrás de las filas de su guardia pasó un chico de complexión atlética. También era un decani salvo que éste olía aún más fuerte. Con una indicación de su brazo pidió a Aro que se apartara.

> - Defiéndete – le susurró pegando sus labios a los del nuevo decani.

>Después, se desplazó a toda velocidad hasta un vampiro que formaba parte de la guardia personal de Aro y, mirándole fijamente, le ordenó que matara al decani.

>El soldado no lo dudó ni un instante. Se tiró contra el decani y lucharon. El decani era más lento, pero tenía la fuerza de un neófito y luchaba con la destreza de un vampiro curtido en muchas batallas. No tardó más de unos minutos en derrotar al vampiro.

>Aro quedó asombrado.



(*) En Español

lunes, 8 de noviembre de 2010

Capítulo 15.- ESME (Capítulo completo)

Cuando enfilamos el camino de gravilla que unía la casa con la carretera secundaria, Edward se tensó a mi lado y su rostro se transformó en una mueca de inquietante desconcierto. Pisó el freno y se bajó incluso antes de que el vehículo parara. Echó a correr y se lanzó al interior de la casa.
Abrí la puerta del copiloto y antes de que a mi mente le diera tiempo a pensarlo, tenía a Nessie en brazos y subía por las escaleras del porche. Nada más franquear el umbral, un latigazo me anunció ese olor ya tan conocido.

Me detuve en seco sabiendo que no debía subir teniendo a mi hija conmigo. Corrí al exterior y vi cómo el resto de la familia se lanzaba hacia nosotros. En menos de una décima de segundo me sobrepasaron y se precipitaron escaleras arriba.

¿Qué había sucedido?

- Mamá – me llamó mi hija con voz temblorosa.

Apoyé su carita en mi hombro y subí detrás de los demás.

La habitación entera estaba revuelta. Todos estaban sobre Esme, que se encogía en el suelo mientras grandes arcadas le llenaban la boca de sangre. Sentí náuseas. Alice me esquivó y entró a la habitación con un par de bolsas con líquido rojo en su interior, que Carlisle traía del hospital.

- Tienes que hacer que se la beba – le informó Edward mientras sujetaba la cabeza de Esme.

- ¿Cómo? – bufó Rosalie mientras intentaba sujetarle los brazos.

- Ponedla de lado – ordenó Carlisle. Se arrodilló para estar a la altura de la cabeza de su mujer y cogió una de las bolsas –. Cariño, tienes que beber esto. Esme, cielo, debes beber esto.

Esme asintió con los ojos y Carlisle le acercó la bolsa. Echó una nueva arcada de sangre y clavó sus afilados dientes. Succionó la sangre rápidamente, reprimiendo los espasmos.

Mi hija me apretó contra ella y la abracé más fuerte cuando Alice habló con un tono glacial.

- Está muerta.

Terminé de entrar en la habitación y vi el cuerpo inerte de Ish apoyado contra la pared con el cuello doblado y empapado de su sangre, que no sólo salía de la herida anterior sino también de una inconfundible marca de media luna. Miré rápidamente a Edward y luego fijé mi vista en Esme.

¿Ella la había mordido?

Por un momento el cuarto dio vueltas y salí. Crucé el pasillo y entré en una de las habitaciones. Abrí la ventana y cogí varias bocanadas de aire puro. Me di cuenta de que esta vez la sangre de Ish no era nada apetecible. Tenía un extraño olor óxido y a la vez dulzón como cuando la fruta se pudre.

Era el olor a sangre muerta. Como ella.

Esa misma noche llegaría Eleazar y después ella se habría marchado, hubiese continuado con su vida, fuera cual fuera, pero ahora…

Ahogué un quejido de horror y tragué saliva antes de volver. Carlisle sacaba a Esme en brazos, que ocultaba la cara contra el regazo de su marido. Parecía más tranquila; a su lado, Rosalie y Jasper. Dentro quedaban Edward, Alice y Emmett junto con el cuerpo.

Pensé que lo mejor sería llevar a la niña a la cabaña y esperar allí hasta que…

Sonó un golpe.

Un golpe seco que sabía que no provenía del pecho de mi hija pues la tenía en brazos y me resultaba muy fácil diferenciarlos.

Otro.

El sonido era inequívoco. El seco golpe de un corazón al contraerse.

Todos se pararon y se giraron cara a la puerta. Entonces inspiró fuertemente y sus latidos empezaron a sonar acompasados.

- Os he condenado – murmuró una temblorosa voz sin apenas fuerzas. La voz de Ish.




Intenté no mirarla de frente pues sabía que no podría evitar fijarme en sus ojos, teñidos ahora de un intenso tono borgoña, con un brillo enfermizo en ellos.

Alice le limpiaba delicadamente el rostro mientras Carlisle la sostenía.

- Le vi – dijo con la voz quebrada. No supe por quién lo decía pero Edward frunció el ceño en un gesto de desesperación que me aguijoneó el pecho.

- Esme, no pienses en eso – la voz de Edward sonó rota por la angustia contenida.

Carlisle le apartó el pelo de la cara y mantuvo con ella una larga mirada llena de la complicidad acuñada durante más de medio siglo. Paseó su mano, ligeramente temblorosa, por el rostro pétreo de su compañera y la besó delicadamente. Se volvieron a mirar y advertí en los ojos húmedos de Carlisle cómo su ánimo se desmoronaba por el sufrimiento de su esposa.

- Lo siento – le susurró y él negó con la cabeza como si no hubiese nada que perdonar.

Esperé. Ni siquiera tenía ganas de preguntar. Cansada una vez más de que la situación me sobrepasara, me sentí como una cría estúpida y esperé. Aguardé como otras veces a que los acontecimientos se desarrollaran sin participar, siendo un mero testigo de ese devenir de mi existencia. Abracé en mi mente esa sensación, me aferré dejando que ocupara toda mi consciencia y permití, como una masoca idiota, que me hiciera sentir peor.

¿Cuántos meses había dejado pasar? ¿Cuántas cosas había permitido que se me escaparan? Y entonces una ráfaga de lucidez iluminó mi mente, descubriendo por qué mi puzzle se había vuelto incoherente.


Todos seguían en silencio cuando salí de mis cavilaciones. También ellos esperaban pero no sabía a qué. Entonces fue Edward quien expuso los hechos.

- He estado equivocado desde el principio – torcí el gesto y me aproximé a él. Edward siempre me había parecido el ser más perfecto sobre la tierra.¿Qué era aquello que estaba mal? – Siempre creí que ella poseía dos dones; uno, con el que conseguía ver los sueños e inducirlos mientras dormía y otro, que le permite pasar inadvertida mientras es consciente. Pero no es así en absoluto. Ella tiene tres dones distintos. Uno por cada una de las ponzoñas que Carlisle encontró en su sangre- se llevó la mano a la sien y presionó su frente. Sus facciones se volvieron duras y apretó los labios.

- Tres ponzoñas… - hablé en voz alta intentando encontrar sentido a aquello.

- Mientras yo la mordía, ella… - intentó explicar Esme pero su voz flaqueó. Jasper se movió de manera casi imperceptible y la contempló. En apenas medio segundo sus palabras sonaron algo más sosegadas -. Cuando Emmett se marchó, intenté mantener una conversación con ella, contarle cómo había sido la ceremonia pero parecía ausente. Aún así continué y todo parecía normal hasta que recordé, más bien vi, en mi mente cómo Jacob nos decía la semana pasada lo de aquel rastro de Seattle y ahí empezó todo. Ish se levantó y se puso literalmente histérica. No dejó de chillar y yo temí…- vaciló por un segundo y prosiguió con los ojos fijos en sus manos -. Ella me dijo que venían, que podía sentir cómo se aproximaban. Al principio no le encontré sentido pero luego el miedo de que tuviera razón, que alguien viniera… - tomó la mano de Carlisle y nos miró con un gesto doliente – Intenté calmarla. Me acerqué a ella y quise abrazarla, pero nada más tocarla, mi mente empezó a rememorar cada uno de los momentos en que había sentido miedo, hasta que llegué al invierno pasado cuando vinieron – cerró los ojos y se llevó las manos a la cara ocultando su rostro.

- Ella reconoció a uno de ellos – dijo Edward evitando pronunciar aquel temible apellido.

- Cuando vio las duras facciones de…- Esme tragó saliva - de Demetri se volvió loca.

- ¿Demetri es el que la ha mordido? – preguntó Jasper envarado

- ¿Y dices que viene hacia aquí? – dijo Emmett con un agresivo tono interesado.

- Demetri es quien la atacó en el bosque, pero no creo que se refiriera a él – aclaró Esme con una voz que volvía a parecer angustiada.

- ¿Cómo sabéis eso? – intervino Alice.

Edward y Esme mantuvieron una mirada grave hasta que ella la desvió para sumirse en sus recuerdos.

- Se aproximó a mí y me lo volvió a pedir. Dijo que aún estábamos a tiempo de salvarla, de salvarnos. Lo único que ellos desean es convertirla. Jamás pensé en hacerlo pero… – leí en los temblorosos labios de Esme pues ningún sonido salía de ellos.

- Ish le indujo los pensamientos necesarios para obligarla – Edward entornó los ojos. Era palpable por la inflexión de su voz cuanto sufría por los sombríos recuerdos de su madre. - La obligó a rememorar su época de neófita, forzó vívidas imágenes de caza donde percibía el calor de su presa. Consiguió que sintiera el momento exacto de la primera vez que sació con sangre su insoportable sed, nada más despertar en esta existencia. Sólo tuvo que acercar la herida de su cuello a Esme.

- Si tiene tantas ganas de morir, yo le haré el favor – dijo Rosalie desafiante.

- No – replicó Emmett.

Los ojos de Rosalie flamearon por la ira.

- Es un peligro tenerla aquí ahora que sabemos que Demetri está involucrado en esto– señaló Jasper.

- No sólo Demetri – le corrigió Edward.

- Edward, ¿crees que su don es…? - preguntó Carlisle nervioso.

Edward asintió despacio.

– Ish sintió dónde estábamos cuando huía. Ella copia de algún modo el don de quien la muerde – aseguró.

- Eso es una locura – la voz de Carlisle se quebró por la sorpresa.

Tres ponzoñas - recordé –, tres dones.

- Creo que Edward tiene razón – señaló Esme muy afectada –. Mientras yo…- titubeó ante aquel afligido recuerdo – yo también vi a través de ella. Fue sólo un destello de los recuerdos de su vida. Nada concreto, pero, Carlisle, ella sabe dónde estamos en cada momento y también es capaz de ver nuestros recuerdos.

Me quedé atónita. Ella no influía en los sueños sino que invocaba tus recuerdos. Sólo un vampiro era capaz de hacer eso.

De repente Edward atravesó el salón y se colocó al pie de las escaleras. Llegó apenas media fracción de segundo antes de que Rosalie chocara contra su rígido cuerpo, preparado para recibir tal golpe.

- No voy a matarla – rugió Rosalie.

- Claro que no – le amenazó Edward.

- Rosalie, déjala – le advirtió Esme con un marcado tono de dolor en su voz.

Rosalie se sorprendió y relajó su postura de inmediato. Edward zanjó la discusión y Rosalie pareció aceptar no hacer nada hasta que Eleazar llegara. Según Alice, se presentaría al cabo de unas horas.



Cuando entré en la habitación Jacob me miró significativamente. Sabía que él lo habría escuchado todo y que tendría su propia opinión. Le imaginé plantándose en la puerta por si Rosalie conseguía flanquear a su hermano. Y entonces percibí en sus ojos que él no le fallaría, no mientras pudiera evitarlo. Mantuvimos la mirada y distinguí la impaciencia con que acudió cuando le avisamos de lo ocurrido. Con él había llegado también Seth, postrado otra vez al lado de Ish mientras le susurraba de manera tierna algo que me recordaba a una nana.

Acaricié el pelo de mi hija, relajada sobre el regazo de mi amigo e intenté calmarme yo también.

Recuperé de mi mente el recuerdo de la ráfaga de lucidez. No podía seguir prolongando el momento para tomar ciertas decisiones. Jacob me tomó de la mano y me trajo de vuelta. Sonreí al pensar que hacía algo más de un mes le había presionado para que decidiera sobre su futuro, mientras yo me había escondido detrás de la condescendencia de mi marido, que toleraba mi ceguera ante lo que pasaba a mi alrededor. Le devolví el apretón y nos quedamos con la mano entrelazada.

Seth empezaba de nuevo aquella extraña nana mientras la acunaba contra su pecho desnudo.
¿Podríamos salvarla? ¿En verdad nos esperaba una nueva disputa con los Vulturi?
Noté cómo mi corazón se hacía un nudo al recordar de manera inconsciente que aquella mochila con los pasaportes para mi hija y Jacob seguía guardada en uno de los armarios de nuestra cabaña.

Entonces entró Alice y se acomodó en una de las sillas entrelazando sus piernas y abrazándolas. Detrás pasó Jasper y se quedó a su lado. Después, subió Emmett. Estaba cabizbajo y no cruzó la puerta. Detrás pasaron Carlisle y Esme con Edward. Y por último entró Rosalie, aún molesta pero claramente más relajada.

Me estremecí al ser consciente por primera vez del hecho de que Esme había mordido a Ish y, se hubiera convertido en un vampiro o no, ahora ella era uno de los nuestros. Ella pertenecía a esta familia igual que yo o cualquier otro. Supusiera eso lo que supusiera.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 14.- LA BODA (Capítulo completo)

Era una mañana preciosa. Había llovido la tarde anterior y ahora el cielo, cubierto por unas ligeras nubes altas, permitía a la luz solar pasar tamizada, iluminándolo todo y haciendo que la vegetación adquiriera miles de tonos distintos.

La mayoría de los invitados ya estaban allí y se reunían en corrillos charlando, riendo y sacando fotos.

- ¿Temes que se lo haya pensado mejor? – le dijo Billy entre carcajadas.

- No, claro que no – contestó Charlie con un tono algo irascible, frotándose las manos y andando de un lado a otro.

- Papá, papá – repetí para que me prestara atención-. Estás guapísimo, todo saldrá perfecto- le dije dedicándole una de mis mejores sonrisas.

Me la devolvió a medias sin parar de caminar.

- Chicos, una foto – nos dijo Jacob sujetando una de esas máquinas anticuadas que pasan el carrete haciendo girar una ruedecita.

Nos acercamos a la silla de Billy. Mi padre me rodeó por la cintura y Seth corrió para ponerse a mi lado. Sonreímos y el fogonazo del flash dejó todo en blanco por una milésima de segundo.

- Están a punto de llegar – le dijo Seth a mi padre.

Jacob empujó la silla de Billy hasta el centro del claro. Allí habían preparado un gran círculo y varias sillas alrededor de él. Se suponía que eso haría las veces de altar para la ceremonia. Los invitados se fueron colocando.

La boda sería muy sencilla, una corta ceremonia y después, la fiesta. De la comida, que habían dejado preparada debajo de una gran carpa de lona blanca, se había encargado la gente de la reserva. La pobre Alice sólo se había tenido que encargar de montar la logística para que todo pudiera llegar allí.

- Estás preciosa – me dijo mi marido con un singular tono seductor en su voz.

Le sonreí por toda respuesta y le contemplé, vestido con aquel traje de etiqueta negro que le sentaba tan bien y contrastaba con su perfecta piel de mármol. El mejor modelo de cualquier portada hubiese palidecido a su lado. Caminó hasta estar a mi lado de modo casual, pero con ese porte que la educación de primeros del siglo pasado le había dejado impreso. Buscó mi mano mientras mantenía sus ojos clavados en los míos y la levantó despacio para llevársela a sus carnosos labios y besarla dulcemente.

- Te quiero – le susurré sin poder apartar mi mirada de la intensidad de sus preciosos ojos dorados.

Me sonrió tiernamente y pasó la otra mano por mi cintura. El resto de la familia Cullen ocupó sus asientos y Edward se fue junto a ellos tomando a nuestra hija entre sus brazos.

Busqué entre los invitados a Emily, que estaba ya colocada en nuestra posición, y fui a su lado. Ella, Leah y yo éramos las damas de honor mientras que Jacob y Seth, que también estaban ya colocados junto a la línea que formaba el gran círculo, eran los padrinos. Los dos estaban increíblemente guapos. Ambos con un pantalón en tono gris y una amplia camisa blanca de algodón ajustada por debajo de la cintura con un fajín de colores suaves y un típico collar quileute que les tapaba la pechera.

Era sorprendente lo que había cambiado Seth en ese año. De sus facciones se había borrado cualquier rastro de niñez a pesar de que había cumplido los diecisiete hacía unos meses. Era casi tan alto como Jacob y tenía la misma enorme complexión física. Sus ojos negros y su sonrisa siempre eran sinceros y parecía haber pocas cosas que enturbiaran su perenne halo de felicidad.

El viejo Quil Ateara apareció ataviado con un traje típico de la tribu en color tierra y con una de esas coronas llenas de plumas en su cabeza. Recordé las bromas de Emmett y agradecí que se hubiera ofrecido voluntario para quedarse en el primer turno con Ish en la casa.

Ella había mejorado mucho, tanto que sólo quedaba en el cuello una fea herida que aún no había cerrado del todo. No nos había contado mucho de sus intenciones el día del ataque. Estábamos convencidos de que, de algún modo, se había enterado de aquel rastro de los vampiros en Seattle y que pensó que venían por ella. Tenía una fijación enfermiza con que no la atraparan.

No con vida.

Carlisle había descubierto, por los análisis, que en la sangre de Ish había ponzoña. Lo que no tenía explicación era por qué el veneno no atacaba su ser, por qué no infectaba su sangre y la transformaba en vampiro. Tenía veinticuatro cromosomas al igual que mi hija o los lobos y, al igual que pasó con el brazo, en su cuello la temperatura era muy inferior. Parecía que la ponzoña se dirigía ahí donde se producía una herida y esto ayudaba a su rápida curación. Afortunadamente, habíamos recibido una llamada de Tanya diciéndonos que Eleazar estaba en camino y que, si no se demoraba, esa misma noche llegaría.

Por fin apareció la novia con una bonita túnica de cuero fino teñido en color rojo y un fajín, a juego con el de Seth, Jacob y el nuestro, las damas de honor, pero algo más ancho y con unos dibujos geométricos en los colores de la tribu: el blanco, azul, amarillo y negro, cada uno de los cuales, según me había contado Seth en una de sus –últimamente frecuentes- visitas a nuestra cabaña, simbolizaba un punto de la tierra -Este, Sur, Oeste y Norte, por ese orden-.

A su lado venía Leah, vestida con un vestido vaporoso de tirantes del mismo tono carmesí del vestido de la novia, el fajín y un par de plumas por todo tocado de su corta melena. Apenas le quedaba una pequeña marca en la parte inferior del labio, que estaba segura pasaba desapercibida para los poco desarrollados ojos humanos. Cuando llegó a mi lado, pareció estudiar mi vestido, idéntico al suyo y al de Emily.

Los ojos de Charlie flamearon de alegría al ver llegar a Sue y me pareció percibir el brillo húmedo de una lágrima a punto de salir. Estrecharon sus manos y se besaron sin dejar de sonreír.

Sam, Billy y Quil oficiarían la boda. Los asuntos legales los habían arreglado por la mañana. Ahora era el turno de la parte romántica.

Quil empezó a hablar con su potente y rugosa voz en quileute y Billy, con la voz aún más poderosa, tradujo las palabras. Hablaron de la fuerza de la tierra, de la potencia del viento, del impulso del agua y el poder del fuego. Agradecieron a las fuerzas de la naturaleza el haber permitido que las vidas de Charlie y Sue se encontraran y que de ellas hubiera surgido el amor.

Entonces, se dirigieron a nosotras. Tomé la toalla y esperé a que ambos se lavaran las manos en una pequeña palangana de plata que sostenía Leah.

- Al lavaros las manos, aceptáis dejar atrás vuestras vidas pasadas para que nada interfiera en la nueva vida en común que emprendéis hoy ambos – explicó Billy traduciendo a Quil.

Ambos enjuagaron sus manos y le tendí la toalla a mi padre, que me guiñó un ojo y me sonrió. Debió pensar que estaba a punto de emocionarme y lo cierto es que así era, aunque ello no tuviera más señal en mi semblante que la afectada mirada con que le observaba.

Emily secó las manos de Sue y Jacob y Seth les echaron por los hombros dos pesados tapices de azul intenso. Los novios, junto con los tres oficiantes, pasaron al centro del círculo y bendijeron cada uno de los vientos de los cuatro puntos cardinales. Entonces Sam tomó dos piedras depositadas en el centro y se acercó hasta la gruesa línea que delimitaba el círculo. Las chocó entre sí unas cuantas veces hasta que salió una chispa que prendió en la mezcla oleosa con la que habían dibujado el perfil. Unas bajas llamaradas formaron una circunferencia de fuego alrededor de ellos. Sam les despojó de las pesadas mantas azules y les colocó un único mantón de un purísimo blanco en señal del futuro que se abría ante ellos.

Quil bendijo la unión y los novios se besaron para sellar el compromiso.



No sé cuántas veces había posado para fotos a lo largo de la tarde, ni cuántas canciones había bailado a manos de mi padre, de Edward, mi hija, Seth o Jacob. No pude evitar reírme al ver que Emmett, que se había incorporado con nosotros al hacerle el relevo Esme, no paraba de poner en compromisos a Seth con las chicas y el muchacho ya no sabía dónde esconderse. Creo que nunca había estado en una celebración donde hubiese habido tanta música, tantos colores y tanta diversión.

Me alejé unos metros intentando evitar que volvieran a pedirme bailar, que la falta de equilibrio no supusiera un problema no significaba que hubiera adquirido aptitud alguna para moverme con gracia por la pista. El día empezaba a oscurecerse y Paul, Jared y Embry colocaban en algunos sitios donde la luz de las carpas no llegaban, unas antorchas tan altas como una persona.

Unos cuantos flashes de cámara lanzaron varios fogonazos cuando Charlie y Sue empezaron a bailar de nuevo. Al final de la primera estrofa se separaron y anduvieron por entre los invitados hasta que localizaron a Leah, que salió a la pista de baile con Charlie y a Seth que acompañaba a su madre.


- ¿No te han dicho que no está bien ir a una boda y eclipsar de este modo a la novia?
La luz de una de las antorchas que acababan de encender, le iluminaba sólo la mitad de su bello rostro. Ignoré su comentario recordando fugazmente la diferencia entre Charlie y él. Estaba claro que en un concurso de eclipsar a alguien, él se llevaría no sólo el primer premio. Los jurados estarían inexorablemente obligados a darle todos los premios.

Me tomó entre sus brazos y me meció levemente, apenas marcando el ritmo apagado de la canción.

Estuvimos así unos cuántos minutos más, hasta que alguien decidió empezar de nuevo con la tanda de fotos. Y esta vez me costó un poco más de trabajo volver a escabullirme a uno de los rincones.


- Parece mentira. El año pasado estábamos celebrando la tuya - me di la vuelta al reconocer la voz de mi padre, que me tendió los brazos.

- Cierto. Creo que con ésta cubrimos el cupo por un tiempo - le abracé y él me rodeó con sus desgarbados brazos.

- Gracias por venir, por estar aquí, por permanecer cerca.

- Quiero estar cerca, papá, todo lo que pueda.

- Bien – me contestó y permanecimos un largo rato abrazados. Probablemente el abrazo más largo que mi padre me había dado en mi vida adulta.

Charlie y Sue terminaron de despedirse del resto de invitados y se marcharon. La noche empezaba a caer y nosotros también debíamos irnos.

Durante todo el camino de vuelta Edward no dejó de canturrear y reviví en mi mente los momentos más bonitos de la ceremonia. Todo había sido perfecto.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Capítulo 13.- AUTOCONTROL. (Capítulo completo)

Demasiado tarde.

El penetrante olor de la sangre había nublado mis sentidos. Lo único que mi cuerpo era capaz de notar era el tembloroso cuerpo de mi hija en mis brazos. Sacudí esa sensación de mi mente y volví en mí para ver los negros ojos de Alice brillar de deseo. Afiancé a la niña en mi espalda y me tiré contra ella antes de que fuera tras su hermano. Carlisle entró en ese instante en el salón y subió detrás de Edward por las escaleras hasta el primer piso.

- Alice – mi voz sonó como un fuerte rugido. Me miró avergonzada y comprendí que volvía a ser dueña de sí misma. Cogí a Nessie de mi espalda y se la ofrecí –. Iros. Encuentra a Jasper y Emmett.

No miró atrás. Cogió a la niña y salió disparada por la puerta principal.
Un segundo después entraban por la puerta del salón Esme y Rosalie con Jacob en brazos. Su pecho estaba cubierto de sangre. Corrí hasta el aseo de la planta baja y cogí la toalla del tocador. Cuando regresé, le habían tumbado en el sofá.

- Creo que ya han salido de fase. Id a buscarles – rugió Jacob, fuera de sí.

Cuatro grandes arañazos de trazado irregular le abrían el pecho. Le coloqué la toalla y presioné para intentar parar la hemorragia.

En ese instante un fuerte chillido de mujer llegó a mis oídos. Seth traía a su hermana retorciéndose en sus brazos con la cara también cubierta de sangre y la tumbó en el suelo. Tenía los labios en carne viva como si algo se los hubiera quemado. De la pierna del muchacho fluía un hilo de color carmesí que formó rápidamente un charco. Esme se acercó a Leah que se revolvió al notar el tacto frío. Seth la agarró de las muñecas para paralizarla y Esme estudió por una milésima de segundo la herida.

- Necesitamos a Carlisle – dijo Esme en tono preocupado.

Subí las escaleras cubiertas de un pastoso rastro de color negruzco. Sabía que no debía respirar e intenté prepararme antes de abrir la puerta.

Pero nada podía prevenirme para lo que vi.

En la camilla yacía el cuerpo convulso de Ish mientras Edward estaba echado sobre ella, con un codo sobre su pecho y otra mano en la barbilla. Al otro lado, Carlisle movía sus manos a mucha velocidad, cosiendo un tubo de color marrón por el que no dejaba de emanar el oscuro líquido. Apreté la mandíbula antes de hablar y cambié el peso de mi cuerpo afianzando mis pies para asegurarme a mí misma de que no me lanzaría a aquel cuello abierto.

- Carlisle, te necesitan abajo. Es grave.

Carlisle pareció sobresaltarse al darse cuenta de mi presencia allí. Evaluó con un gesto serio mi semblante y sin parar de coser me preguntó:

- ¿Estas bien?

Asentí muy despacio y me sorprendí de que fuera cierto. Una parte de mí clamaba por aquella sangre pero mi autocontrol era capaz de mantener ese instinto a raya. Edward y Carlisle intercambiaron una fugaz mirada, soltó la aguja y salió por la puerta.

- Bella, ven, colócate tal y como estoy yo. ¿Crees que podrás?

Obedecí intentando mantener mi mente en blanco. Él se apartó y entonces el cuerpo de Ish se levantó un palmo de la camilla por un espasmo. Me subí encima de ella y apoyé uno de mis antebrazos en su pecho. Coloqué la palma de mi mano sobre su mandíbula y le giré el cuello para que Edward tuviera más espacio para trabajar. Miré a mi marido mientras se afanaba por tapar la hemorragia. Sus ojos se movían a mayor velocidad que sus dedos, que subían y bajaban aquel hilo parecido al sedal.

Intenté no ver más allá del brillo de sus ojos llenos de impaciencia. Pero era inútil, podía percibir el latido de su corazón golpear contra la piel de mi antebrazo, transmitiéndome su calor. Cerré los ojos con fuerza y apreté la mandíbula haciendo un esfuerzo descomunal para no imprimir esa fuerza a mi agarre. Intenté alejar de mi mente esa avasalladora y ardiente luminosidad roja que invadía toda mi consciencia. Luché contra su envite y busqué cosas frías que estuvieran en contacto con mi piel. Lo único que podía notar era la camilla pero probablemente mi temperatura fuera muy inferior. Volví a notar una oleada de aquel fuego insoportable cuando percibí un líquido caliente mojándome la muñeca. Aparté un poco el brazo e intenté evadirme de la angustiosa quemazón en mi garganta. Me quedé lo más quieta que pude, ordenando cada segundo a mis tensos músculos que no se movieran y me concentré en esas órdenes evitando cualquier estímulo que me llegara del exterior.

Al cabo de unos minutos una mano fría me aferró la muñeca, era Edward. Levantó mi brazo con mucho cuidado estudiando mi expresión. Sabía que debía tener los ojos negros como la noche, al igual que él. Edward ya había terminado. Lo habíamos conseguido.




Abrí el grifo y el agua salió con violencia. Metí las manos debajo para enjuagarme la sangre. Froté fuertemente pero aquella mancha no desaparecía. Grité frustrada y arranqué la manga de mi sudadera. Empecé a quitarme la ropa enloquecida mientras el agua teñida de rojo se desbordaba fuera de la pila. Cogí aire y dejé que éste anegara mis pulmones de ese insoportable olor. Vi en mi mente los ojos negros de Edward y busqué los míos en el reflejo del espejo. Noté el agua congelada en mis pies y lavé mi cara. Cerré el grifo lentamente e intenté convencerme de que aquello sólo había sido una pesadilla.



Tiré unas cuantas toallas al suelo para recoger el agua. Las metí, junto con mi ropa, en una bolsa y busqué en el armario de Esme ropa limpia. Me vestí y antes de bajar me eché una ojeada en el espejo. Mi cara parecía bastante más calmada, aunque el oscuro brillo de mis ojos me intimidó por un instante.



Al principio pensé que todos aquellos insultos provenían de Jacob pero era Leah la que los pronunciaba. Encontré a mi amigo recostado en el sofá con un aparatoso vendaje sobre su pecho descubierto.

Seth,con varios puntos de sutura, estaba en una de las sillas junto a su hermana, a la que Carlisle terminaba de aplicar una pomada en la cara. Tan pronto como terminó de tapar las heridas de Leah con unas gasas, ésta se levantó y fue hasta el aseo para observar la cura en el espejo. Empezó a sollozar cuando vio su cara completamente deformada por la hinchazón.

- Aún quedan tres días, Leah, quizá no se note para entonces - intentó animarla su hermano.



Emmett y Jasper ayudaron a recoger aquel estropicio. Carlisle estuvo durante un largo rato preguntando a Jacob y Seth sobre lo que había pasado y lo que más le llamó la atención fue que ella usara su sangre para atacarlos. Carlisle tomó una muestra y se marchó al hospital.

- Jacob, si no te importa, no consigo que entre en calor – pidió Edward.

- Lo cierto es que debería ir a la reserva. Según el doctor, no es buena idea que nos convirtamos, no, al menos, hasta que esto se cure un poco más – dijo señalándose el pecho –. Tenemos que cambiar los turnos con Sam.

- ¿Por qué no le avisas de que os vamos a acercar hasta la frontera y quedáis allí con él? Jasper y yo os sustituiremos – se ofreció Emmett.

- Yo me quedaré con Ish – aseveró Seth –. Si no os parece mal...

A pesar de todas las pegas de Leah y Rose, Emmett y Jasper se fueron con ellos. Edward cogió a Ish en brazos y la llevó con mucho cuidado a la cabaña. Su piel tenía un aspecto calizo, salvo en la parte del cuello con una gran mancha negra que se difuminaba en distintos tonos de morado. Se la veía tan delicada, tan frágil; era como si un delgadísimo hilo transparente la aferrara a la vida.




Seth se recostó lentamente sobre la cama y se aproximó a ella. Se acercó suavemente y dejó que sus cuerpos se tocaran poco a poco hasta que estuvieron pegados. Tomó la manta y cubrió a ambos. Sacó el brazo y estudió dónde apoyarlo. Finalmente lo colocó también sobre ella y permaneció quieto durante todas las horas de la noche, estudiando su rostro, vigilando su respiración, pendiente de cada latido.

Me senté sobre el regazo de Edward, esperando la llegada del día mientras él sondeaba, una vez más, los sueños de aquella desconocida.