-- -- -- Sol-Naciente: Capítulo 12.- El ataque (1ª Parte)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 12.- El ataque (1ª Parte)

Intenté parecer animada cuando Alice me propuso que me probara los vestidos que había elegido para mí, pero lo cierto es que no me apetecía nada en absoluto. Afortunadamente, ella ya había acotado la elección a tan sólo cuatro modelos. Me puse uno tras otro dando un pequeño paseo por su habitación para que ella y Edward pudieran verlo desde todas las perspectivas.

- Creo que debería ponerse de nuevo el azul – Edward parecía divertido ante mi interés fingido.

Le fulminé con una mirada rabiosa y se dio la vuelta para esconder una sonrisa malévola.

- No hace falta, creo que llevará el verde - sentenció Alice, contenta.

Obviamente no puse ningún tipo de objeción. Sería inútil intentar entrar en una discusión con Alice en ese asunto. Y además el vestido realmente me gustaba. Era el más discreto de todos.

Pasé de nuevo al lavabo y me enfundé los vaqueros y el suéter en apenas un segundo. Me miré al espejo. El reflejo me devolvía esa versión mejorada de mí misma, con el rostro aún más pálido que antes pero aún así más bello. Mi pelo, con destellos caobas bajo la tenue luz de los focos, caía con gracia y volumen. Lo ahuequé un poco con las manos y lo eché hacia atrás. Arrugué el ceño, arrepintiéndome de no haber cogido otro tipo de ropa de mi armario. Era nuestra primera noche después de más de una semana y ese modelo era demasiado soso. Antes de bajar no pude evitar dirigir una mirada furtiva al antiguo dormitorio de Edward. La gran cama con cabecero dorado seguía ahí. Animada, sonreí para mis adentros.

Abajo, Emmett y Jasper comprobaban los resultados deportivos. Rose, Ish y mi hija sacaban las fichas de uno de esos juegos de mesa, mientras Esme y Alice preparaban la cena para la única persona en toda la casa que comía. Edward se fue con sus hermanos y yo me acerqué hasta donde jugaban.

- Mamá, ¿quieres jugar? - me invitó mi hija haciéndo un ademán con su manita para que me sentara a su lado.

- ¿Aún no habéis empezado?- pregunté mientras me sentaba.

- Estamos esperando a Jacob – comentó Rosalie con sorna en su voz.

En ese momento sonó en el garaje el suave ronroneo del Mercedes de Carlisle, que acababa de llegar del hospital. Alice fue rápidamente a abrir la puerta y un segundo después pasaba Carlisle con las manos llenas de bolsas del supermercado. Como de costumbre, una cantidad muy desproporcionada de comida,en relación con la que se iba a necesitar.

- No cierres, me ha parecido ver a Jacob venir en esta dirección.

Efectivamente, ni cinco minutos después entró Jacob. Simuló una sonrisa mientras saludaba pero sus ojos negros estaban extrañamente serios.
Edward siseó algo a sus hermanos que, de manera casual se levantaron y se dirigieron a la cocina. Rose me dirigió una mirada inquietante mientras simulaba estar atenta al juego claramente incómoda por la situación. Éramos las únicas fuera de juego y me pregunté a qué venía ese secretismo.
Presté atención a los siseos nerviosos de la cocina, pero los silbidos se solapaban unos sobre otros demasiado rápido como para poder sacar algo en claro.
Poco a poco fueron volviendo al salón con una expresión distinta en sus semblantes. Arrugué la frente cuando Jacob miró en nuestra dirección pero él negó con la cabeza, como si la cosa no tuviera importancia, y se sentó a jugar con nosotras. No le presté atención a la partida mientras seguía buscando pistas en los movimientos o expresiones de los demás. Finalmente, decidí que no quería esperar más. Le estábamos dando una soberana paliza a mi amigo cuando, fingiendo aburrimiento, le cedí mi sitio a Rose y volví al lado de Edward. Sentía mucha curiosidad. Todos estaban pensativos en aquella noticia aunque simularan normalidad. Y entonces me di cuenta de que yo no era la única que sospechaba claramente algo. Ish, de vez en cuando, levantaba la cabeza y les miraba detenidamente, como quien se sobresalta por un ruido repentino. Así que acallé la vocecita de mi interior que deseaba conocer cuál era el secreto sobre lo que había ocurrido, lo mejor sería esperar para hacer las preguntas.

Después de mal cenar un poco de pescado e hincharse una vez más, a fruta, Ish se fue a nuestra cabaña, acompañada de Carlisle y Jacob. Esperaron a que Nessie se quedara dormida en el cuarto de Esme y Carlisle para empezar a hablar abiertamente.

- ¿Creéis que vienen a por ella? – preguntó Emmett envarado.

- ¿Quiénes? – quise saber. Y mi sexto sentido se despertó alarmantemente.

- Ha aparecido un nuevo rastro de dos vampiros en el noreste, a unos diez kilómetros de Seattle. Parece que llevan por ahí un par de días – me informó Edward.

Miré a Alice, quien hizo una mueca.

- A por nosotros no vienen; si la buscan a ella, no lo sé- contestó, encogiéndose de hombros y haciendo un mohín de fastidio.

- Lo que debemos discutir ahora es si sigue siendo seguro celebrar la boda en el terreno – terció Esme.

Ciertamente, casi había olvidado que la boda de Charlie sería en breve. La cabeza empezó a darme vueltas. Había vampiros que permanecían en la zona, obviando cualquier instinto natural de supervivencia.
Eso no era normal.
¿Y si eran los que la habían atacado? ¿Querrían terminar lo que habían empezado?
Esa noche no se llegó a ningún acuerdo. Decidieron que lo mejor sería esperar a hablar con Sam y Sue.

Y entonces ocurrió algo muy extraño. Mi natural propensión al catastrofismo se calmó. Después de que expusieran una y otra vez las distintas teorías de lo que los vampiros hacían en la zona o sus intenciones, tenía más claro que no nos darían problemas. Al menos, no con Charlie. No en la boda. Sentía una extraña, incoherente y absoluta certeza de que no debía de sentir ninguna sensación de inquietud a pesar de que hubiera razones para ello.


La mañana llegó mucho más rápido de lo que me hubiese gustado. Abracé con mis piernas la cintura de mi marido mientras intentaba levantarse de la cama.

- Si no me dejas marcharme ahora, entrará Emmett a buscarme – me advirtió estudiando con la mirada mi cuerpo desnudo.

- No lo creo – dije dando una vuelta sobre mí misma para ponerme encima de él.

Una sonrisa divertida se extendió en sus perfectos labios encarnados y me parecieron arrebatadoramente deliciosos.

- Se pregunta si es una apuesta -me avisó en un tono juguetón.

Fruncí el ceño haciendo un mohín de niña pequeña.

Había olvidado que ya no estábamos solos en la cabaña y que aquí se podía oír todo como si las paredes fueran de papel. Me dejé caer a uno de los lados y Edward se levantó como una exhalación. Cuando volví a mirarle ya estaba vestido. Se deslizó por la cama, quedando encima de mí, a gatas y volvió a mirarme, esta vez era él quién tenía el ceño fruncido.

- No te imaginas cuánto me cuesta marcharme – ronroneó simulando un inmenso dolor al pronunciar lentamente las palabras mientras me dedicaba una de esas sonrisas torcidas suyas que todavía me hacían estremecer de un modo indescriptible.

- No creo que seas tan imprescindible para tus hermanos, ¿no?- levanté una ceja y esperé a que mi comentario surtiera efecto.

Volvió a besarme lenta, suavemente, recreándose en la comisura de mis labios, introduciendo su lengua despacio hasta encontrar la mía, haciéndome estremecer y desearle de nuevo. Siguió besándome hasta que rodeé una vez más su cuerpo con mis piernas. Y entonces se alejó un instante, mordiéndose el labio con una sonrisa. Cerró los ojos con expresión torturada y deshizo mi presa acariciando delicadamente mis piernas.

- Será mejor que me vaya ahora - buscó mis labios a ciegas y me besó de nuevo.


Me quedé un rato más entre aquellas sábanas que aún mantenían el delicioso perfume de mi marido. Le tocaba hacer ronda con el grupo de Jacob, Jasper y Emmett.

Me levanté y me aseé un poco antes de bajar. Mi hija ya estaba despierta y jugaba en el porche de delante de la casa con Alice. Bajé y estreché entre mis brazos su cálido cuerpo y me invitó a jugar con ellas. En mi mente me mostró cómo bailoteaba alrededor de su tía, que hacía fintas para evitar que ella la atrapara, y cómo en un par de ocasiones había conseguido tocarla con la yema de los dedos. Alice no preveía sus movimientos, con lo cual sólo podía usar su experiencia. Al cabo de un rato apareció Jacob de entre los altos helechos que bordeaban el camino de la carretera secundaria. Miró a la niña con un inesperado brillo de alegría en sus ojos.

- ¿Quién quiere dar una vuelta?- soltó antes de llegar a nuestra altura.

- ¿Dónde están los chicos?- preguntó Alice.

- Han ido a la reserva para hablar con Sue por lo de la boda.

Alice entornó los ojos y miró con expectación a Jacob, que sonrió y la ignoró para hacerse el interesante durante un minuto.

- La boda sigue adelante en el terreno.

- ¡Sí!- Alice pegó un salto de alegría y se precipitó al interior recitando un listado de preparativos por hacer.

- ¿Te vienes a dar esa vuelta? - me propuso Jacob con una amplia sonrisa-. Seth y Leah nos esperan en el bosque. Voy a darle una sorpresa a Ish, a ver si se anima después de la nochecita que hemos pasado.

Me quedé mirándole sin entender a qué se refería, aquella mañana no había reparado en ella. Ni siquiera nos habíamos cruzado. Pero antes de que pudiera preguntarle, él y Nessie entraban en la casa.

3 comentarios:

  1. Gracias ante todo...
    Dios se pone interesante, quien son los que vienen? Por qué? y lo mejor, no pensará Jacob que Ish quiere camelarle???
    Esperando que sea miercoles!!!!
    Besis.

    ResponderEliminar
  2. Aaaaaaaaah!! ¿¿¿Qué es lo que ha pasado por la noche Dios???...Espero que Nessie reclame un poco de más atención por parte de Jacob porque Ish está acaparando demasiado ya jajajaja

    ResponderEliminar
  3. Dios q ha pasado en la noche.. quiero mas.... tngo mucha curiosidad

    ResponderEliminar