Capítulo 1.- MI VIDA. (2ª Parte)

Debíamos de ser las últimas en llegar a la casa. En el camino de tierra pude distinguir el Volkswagen negro de Jacob y la corpulenta figura de Emmett, que colocaba algo en la parte trasera.



-¡Hola, chicas! -nos saludó.


Nessie soltó mi mano y echó a correr a los brazos de su tío que la cogió y la lanzó por los aires.


-¿Qué tal, princesita? ¿Has descansado bien?


-Sí –le contestó Nessie sin parar de reír. Su risa recordaba al sonido de un pequeño cascabel.


-¿Vamos a ver a los demás? -Emmett aseguró a la niña en sus brazos antes de que ésta pudiera contestar y echó a correr hacia el interior.


Antes de entrar, me volví para echar una ojeada al bosque, intentando escudriñar alguna señal que me indicara el regreso de Edward. No sabía por qué, pero me sentía intranquila. Inspiré profundamente para calmar esa sensación y pasé adentro.


Esme y Rosalie estaban en la cocina terminando de empaquetar una cantidad increíble de sándwiches en un par de cestas enormes, mientras Seth y Emmett aguardaban para llevarlas afuera.


Jacob deambulaba de un lado a otro llevándose algo de comida a la boca. Al verme, sus facciones se endurecieron. Sabía que esa actitud era la que me esperaba por un tiempo, dado que yo estaba de parte de Edward y había decidido tratarme del mismo modo distante con que le trataba a él.


-¿Hay que llevar esto también? –alzó una caja ancha y no muy alta, del tamaño de una maleta grande, con suma facilidad. De su interior salieron unos cuantos repiqueteos agudos de loza golpeándose. Me sentí ridícula al sorprenderme. Estaba claro que Alice jamás permitiría que los invitados a una de sus fiestas bebieran o comieran en los prácticos platos y vasos de plástico.


-Gracias, Jacob -le contestó Esme con una cándida sonrisa mientras éste salía a toda prisa.


Fruncí el ceño al sentirme completamente inútil. Ya estaba todo hecho. Me aparté para que pudieran pasar los chicos con las cestas ya completas.


-¿Alguien ha visto mis llaves?- dijo Jacob pasando delante mío.


-Las tiene Emmett, se las diste antes- le gritó Seth desde el porche. Se giró rápidamente para volver a salir, pero me había interpuesto en su camino, obstruyendo la puerta de la cocina.


-Jacob, ¿podemos hablar un momento?


-Ahora no, Bella, tengo que llevar lo del coche hasta allí y…


-¿Podremos hablar luego?- le interrumpí.


-Supongo -me dijo no muy convencido-. ¿Te importa si viene conmigo Nessie? -su voz se volvió irritada al hacerme la pregunta.


-Claro que no –intenté sonar agradable y me eché a un lado.


-Vale, esto…Gracias –contestó con voz contenida.


Salió con mi hija en su regazo. Resultaba muy incómoda su actitud. No estaba muy segura de poder aguantar mucho más esa situación. Necesitaba hacerle entender que nos preocupábamos por su futuro. Si sólo pudiera conseguir hablar con él un momento, sin acabar discutiendo…


Mientras observaba cómo el coche se alejaba por el estrecho camino de arena y se perdía entre los árboles, la sensación de que el día iba a resultar muy largo empezaba a estorbarme.


Sentí cómo unos brazos blancos como el mármol me envolvían. Incliné la cabeza para pegar mi nariz a su piel, tan pálida como la mía, e inhalé su dulce aroma, dejando que me embriagara por completo. Me giré lentamente para estar frente a él. Mis labios encontraron los suyos carnosos, suaves, cálidos, maravillosos. Cerré mis ojos y me entregué a ese momento, como si hiciera meses desde nuestro último beso. Después de un rato demasiado corto, apartó unos centímetros su rostro.


-Buenos días –su voz sonaba dulce, con un pequeño tono de disculpa -. Siento que hayamos tardado tanto -meneé la cabeza; eso ya no importaba, ahora volvía a estar entre sus brazos.


-¿Ha ido todo bien? -le pregunté antes de volver a juntar nuestros labios que se buscaban y movían de manera frenética pero dulce. Agarró mi labio inferior entre sus dientes suavemente y lo soltó poco a poco mientras se volvía a alejar de mí.


-Nada importante -me contestó mientras pasaba su lengua por el labio que acababa de liberar. Una parte de mi mente no había sucumbido al influjo de la pasión y permanecía con la lucidez suficiente para interpretar que nada importante era que había pasado algo que él no consideraba trascendente. Sin quitar sus manos de mi cintura, se volvió y miró hacia la puerta de la entrada.

-Viene Embry, le manda Jacob. Le vamos a tener que regalar un móvil, no puede enviar a sus amigos cada vez que nos quiere decir algo –acarició la punta de mi nariz con la suya y me soltó. Se miró con desaprobación, aún llevaba la ropa con la que había salido por la mañana. Si no se daba prisa, llegaríamos tarde.