Capítulo 1.- MI VIDA. (1ª Parte)

Tarde o temprano tendría que admitirlo. Había cosas que echaba de menos y dormir era una de ellas. Más que dormir, soñar. Estaba convencida de que era la manera en que mi mente afrontaba las preocupaciones, la forma en que ordenaba mis pensamientos en su sitio. Tener que hacerlo de forma consciente no resultaba tan efectivo.



Mi presente era tal y como siempre había soñado, incluso mejor. Mi imperfecta mente humana nunca hubiese podido concebir tanta perfección, rodeada de todos a quienes quería. A veces, no podía evitar preguntarme a qué se debía tanta suerte, pero había decidido que, simplemente, iba a disfrutar de ella, sin preocuparme de si lo merecía o no. Era mi momento, mi tiempo para ser feliz.


La mañana empezaba a despuntar y se colaba por la ventana una luz mortecina que anunciaba un día nuboso. Hacía un par de semanas que había empezado el verano y el aire traía el bochorno de los días calurosos y encapotados.


Estaba inusualmente nerviosa, aunque hoy me lo podía permitir. Era un día especial.


Me acerqué hasta la cama de mi hija para verla dormir plácidamente, percibiendo su respiración profunda y tranquila. Empecé a andar por su cuarto de manera distraída. Tenía toda clase de regalos y juguetes que sus tíos le habían comprado, aunque no le prestaba mucha atención a ninguno de ellos. No recordaba que yo hubiera tenido tantas cosas cuando era pequeña. Aunque ahora, mis recuerdos eran imágenes borrosas en mi mente. Era como mirar a través de un cristal empañado el interior de una habitación desordenada. No me quería poner melancólica e intenté pensar en otra cosa.


En Charlie. Hoy iba a ser su día, sería el centro de atención en un acto social y, por primera vez, no parecía del todo molesto ante ese hecho. Él y Sue nos anunciaron su compromiso hacía unos días. No había supuesto ninguna sorpresa, pues hacía ya tiempo que ambos pasaban muchas horas juntos, lo cual había sido un alivio para mi, puesto que, desde que yo iniciara mi nueva vida junto a Edward, mi padre había vuelto a sus antiguas y poco saludables costumbres culinarias de pizza y comida precocinada. Ahora Sue había asumido la responsabilidad de alimentarle debidamente, cuidarle y, sobre todo, quererle. Se les veía realmente felices.


El plan era hacer un picnic en el lugar donde los Cullen solían jugar al béisbol, con la intención de persuadirles para que celebraran allí la boda, al aire libre, en un amplio terreno en la ladera de los Montes Olympic. La idea de Alice nos había agradado a todos pero no sabía cómo iba a conseguir que los humanos llegaran hasta allí.


Intenté rememorar la boda de Reneé y Phil. Al principio, me había sentido un poco fuera de lugar; así que había intentado no salir del círculo de parientes y amigos conocidos, emperifollada con un largo vestido color negro, el más discreto que René había accedido a que llevara. Era un consuelo mantener contacto con la atolondrada de mi madre. La mayoría de estos recuerdos eran su versión de mi vida, que me ofrecía en los mails que nos enviábamos ahora con mayor frecuencia. Era mi vida en fascículos semanales.


De nuevo me estaba poniendo melancólica. Me había dado cuenta de que sentía añoranza de ese tipo de cosas humanas en momentos como éste, en que me sentía sola, sin Edward a mi lado. Se había marchado temprano con Carlisle, para comprobar que todo estaba en orden.


Noté cómo la respiración de Renesmee ya no tenía la sosegada cadencia del sueño, había empezado a despertarse. Sus grandes ojos marrones parpadearon lentamente para acostumbrarse a la claridad de su cuarto. Su rostro, ligeramente redondeado y con un agraciado tono pálido -el más bonito que jamás había visto-, quedaba enmarcado por unos hermosos bucles color caramelo. Estaba convencida de que nunca me cansaría de mirar a mi hija. Se desperezó, estirando su pequeño cuerpecito, y, cuando acabó, la rodeé en mis brazos. Colocó su manita en mi rostro y, al tocarme, pude ver en mi mente una pregunta.


- En cuanto estés lista - le respondí sonriente-. Seguro que les vendrá bien que les echemos una mano.


Su cara se iluminó y una amplia sonrisa hizo que me pareciera aún más bella.