-- -- -- Sol-Naciente: Capítulo 29.- SETH (2ª y última parte)

jueves, 27 de enero de 2011

Capítulo 29.- SETH (2ª y última parte)

Tendría que sacarla de la casa y llevarla a un lugar más íntimo. Si quería que funcionase, teníamos que lograr que se relajara. Cuando entramos todo seguía igual, apenas habíamos estado medio minuto fuera. Edward se dirigió enseguida a Jacob y salieron sin pronunciar una palabra. Ellos buscarían a Seth.

Cogí aire e intenté darle a mi voz un tono lo suficientemente monocorde para que no me delatase.

- Chicas, relajaos un poco – dije abriéndome paso entre Rosalie y Leah -. ¿Te apetece venir a la cabaña?- dibujé en mi cara lo que me pareció una sonrisa amistosa y recé porque mi actuación resultara lo suficientemente convincente.

Dudó por un instante, pero después de echar un vistazo alrededor y observar los rostros crispados de Rosalie y Leah y los angustiosos de Esme y Alice, asintió despacio con un movimiento de cabeza.

Caminamos a un paso normal y procuré estar por delante para evitar que me viera el rostro. No podía leer mi mente, pero mi cara siempre había sido un libro abierto para todo el mundo y si sospechara levemente lo que se le venía encima…

Empezaba a chispear y crucé el río con ella a mi espalda, prestando especial atención a cualquier ruido que proviniera del bosque y me informara de la llegada de los chicos.

¿Vendrían todos juntos o sólo aparecería Seth? Me mordí el labio, nerviosa.

Nuestra última baza dependía de tantas cosas…

Me visualicé pidiéndole a Jacob que no me acompañara y haciendo guardia en el recodo del río para evitar que entorpecieran el plan de Edward. Esperaba que con eso le valiera a Alice para avisar al resto de que no vinieran.

Cuando llegamos a la puerta de entrada, estaba encogida por el aire frío y porque estaba empapada. Pasamos y fui directa a por una sudadera seca, pero no me dio tiempo a llegar. El fuerte sonido de un corazón acelerado me llegó desde el pequeño patio trasero.

Justo cuando volví al salón, entraba por la puerta Edward con gesto serio.

- Hay alguien esperándote fuera – se limitó a decirle en un tono distante.

Ish le miró por un momento y luego se giró con los ojos llenos de interrogantes.

- Necesita decirte algo – se limitó a contestar Edward.

Sus ojos se enrojecieron y me pareció que había miedo en ellos. Desvió la mirada e inhaló todo el aire que le cupo en los pulmones. El vacío empezaba a ocupar a toda prisa su conciencia. Levantaba una vez más aquel muro infranqueable para prevenir el daño.

- Ya le he dicho lo que tenía que decirle – contestó tajante.

- Pero él no – Edward se echó a un lado y con la mano que tenía libre le hizo un gesto para que pasara.

Apretó la mandíbula y tensó los músculos, dedicándole a mi marido una mirada envenenada.

- Se lo debes – le dijo él en respuesta.


El muchacho estaba nervioso, pero en cuanto nos vio aparecer, se recompuso y se acercó con paso decidido.

- Estaremos por aquí – contestó Edward a una pregunta no formulada de Seth.

Éste asintió y nos miró con gesto grave.

Mientras nos alejábamos apenas unos metros entre los árboles, oí cómo el chico se aclaraba la garganta antes de empezar.

- Edward me ha contado lo de la casa. Al parecer, no han podido convencerte ellos tampoco de que cambies de decisión.

- No – le contestó ella cortante.

- Iré contigo.

- Seth, ya te lo dije antes. No.

- No puedes ir sola y yo quiero ir contigo.

- Sí puedo – le respondió dando media vuelta para volver a la casa.

- Espera – le espetó Seth tomándola de la muñeca –. Dame una razón.

- ¿Qué? - el muchacho había tirado de ella y volvían a estar uno frente al otro, aún más cerca que antes, casi pegados –. Seth, no te hagas esto – le suplicó al tiempo que soltaba su muñeca.

- Dame una razón – le pidió con la voz dura –. Sólo eso.

- Me estoy helando, me voy dentro, yo…

- No – la interrumpió y la abrazó contra su pecho guardándola del frío-. Tú razón es protegerme y no es válida. No hay nada ahí fuera a lo que no me haya enfrentado ya.

Ish le miró desconcertada entornando los ojos para protegerlos de la lluvia.

- No puedes sacrificarte por mí.

- ¿No entiendes que para mí el sacrificio es alejarme?

- No, Seth, no – dijo ella intentando zafarse de su abrazo en vano.

- Entra en mi mente. ¿Por qué no me lees a mí el pensamiento como al resto? Compruébalo por ti misma o busca en mis recuerdos lo que quieras e intenta darme una razón por la que no deba ir. Una razón válida.

- No voy a hacer eso.

- ¿Por qué no?

- Quiero irme. Bella, Bella – me llamó de un modo casi desesperado.

Estuve tentada de ir, como si una especie de instinto maternal me empujara a protegerla del dolor, pero no me moví. Quería que no se fuera sola, a pesar de que con ello Ish creyera que condenaba al chico.

- Lee mi mente – le ordenó él en tono mortificado.

- No, esto es inútil. Seth, suéltame, no puedes obligarme.

Seth tomó el rostro irritado de Ish entre sus manos y acercó sus caras hasta dejar las frentes pegadas.

- Mira mis recuerdos, lee mi mente y busca una razón. Dime una razón y te dejaré marchar sin luchar, te lo prometo.

- No voy a hacerlo – afirmó.

-Si tú no quieres mirar dentro…

-¡No puedes obligarme! – le chilló ella intentando quitarse sus manos de encima.

- Sí puedo.

Se agachó un poco más y juntó sus labios, besándola lentamente. Ella no se opuso y entonces él la besó de un modo más apasionado y por fin ella reaccionó, devolviéndole el beso y pegando sus cuerpos. Él la abrazó e Ish acercó sus rostros aún más.

Y entonces ocurrió.

Ish se alejó de golpe, apenas unos centímetros. La mirada de Seth se perdió.

La chica se apoyó sobre las puntas de sus pies mirando fijamente los labios del quileute, dispuesta a seguir besándole. Pero en el instante en que los rozaba frunció el ceño, alejándose aún más. Percibí un brillo inquietante en sus ojos y noté cómo Edward se tensaba a mi lado.
Presté más atención y me di cuenta de cómo ella miraba con una extraña mueca de dolor la pulsera que pendía de su muñeca. Seth volvió en sí para ver el rostro torturado de ella y también su mirada se centró en la pulsera.

Ish se alejó un par de pasos mientras se la quitaba lentamente.

- ¿Qué haces? – le preguntó Seth nervioso.

- Esta pulsera… tú… – dijo ella titubeando.

Él intentó salvar la distancia que los separaba pero ella retrocedió un par de pasos más. Ish tomó el brazalete y lo apretó con fuerza dentro de su puño. Su cuerpo se dobló como si le costara respirar, como si una punzada de dolor hubiera atravesado su pecho, dejándola agónica. Seth la ignoró cuando intentó oponerse a que él la volviera a abrazar y la rodeó con uno de sus enormes brazos mientras con la otra mano acariciaba dulcemente su mejilla.

- No puedo llevar esto - le dijo mientras le apartaba la mano de la cara y en ella depositaba el regalo.

- ¿Por qué no?- le preguntó él sorprendido.

- Tú crees que yo… que tarde o temprano… - apoyó su mano contra el pecho desnudo del muchacho y se impulsó ligeramente para salir de su abrazo. Los ojos de Seth fluctuaban estupefactos entre la pulsera que tenía en la mano y el rostro duro de Ish.

- No te sigo -le contestó apretando los dientes.

- Yo no creo en esto. Y ésa es mi razón. Querías una y te la he dado.

- No es cuestión de creer - empezó el muchacho y me fijé en cómo sus manos y espalda empezaban a temblarle.

- Llévatela de aquí -la voz fiera de Edward me llegó al mismo tiempo en que se precipitaba hacia adelante.

Me lancé hasta ellos, la tomé entre mis brazos y corrí dirección a la casa principal, sin volver la vista atrás.

No conseguí que hablara del tema. Durante todo el día estuvo esquiva con todos, incluido Edward, a quien no le permitió entrar de nuevo en su mente.
Finalmente dejamos de insistir y llegó un momento en que ya no se hablaba de ello, a pesar de Rosalie.

Leah no volvió a casa de los Cullen después de aquella tarde y Edward se acercó a ver a Seth. No me hizo falta preguntarle para saber que el chico estaba muy mal.

Me sentía perdida. Aún no era capaz de comprender en qué momento todo se había dado la vuelta y por qué.

A pesar del malestar que la marcha en solitario de Ish provocaba en nosotros, había, de nuevo, dos posturas distintas ante esta decisión. Nadie dijo nada pero era evidente que personas como Jasper o Edward entendían la postura de la decani, mientras que los demás estábamos a la espera de que un milagro la hiciera cambiar de opinión. Pero a la mañana siguiente le pidió a Emmett que la ayudara a reservar un billete de avión.

Su vuelo saldría a las 18:15 del día siguiente desde Seattle a Chicago; después, nadie lo sabía.

Observé cómo dormía su última noche en el antiguo cuarto de Edward. El lejano eco de su corazón se volvía frenético cuando alguna pesadilla acechaba su sueño.

¿Cómo podría enfrentarse ella sola al mundo? ¿Realmente intentaba salvarnos a todos o sólo era una forma desesperada de intentar llevar una vida normal? Ambas razones me parecían absurdas. No podía quitarme de la cabeza el trayecto que había hecho con ella en mis brazos desde mi cabaña hasta la casa aquella tarde. Todo su ser temblaba y aquella tiritona no la provocaba el frío del ambiente o de mi contacto ni sus ropas mojadas. Aquel estremecimiento le llegaba de lo más profundo de su alma.

El sonido de su corazón cesó y supe que estaba despierta, aunque no abrió los ojos y permaneció lo más quieta posible. La mayoría de la familia rondaba cerca de su cuarto y comprendí que sólo intentaba prolongar un poco más aquel momento de intimidad.

Deseé cogerla y chillar hasta hacerle comprender que aquella no era la manera, que debía existir otro modo, que aceptara la compañía de Seth, aunque ella no creyera en la magia que une a un licántropo con otra persona. Quise decirle que fuera egoísta, como yo lo fui una vez, que no se alejara de su sol personal, que se alejara de nosotros en su compañía por unos años y luego volviera. Entonces podría estar con nosotros por siempre. Esquivaríamos a los Vulturi del mismo modo que Edward había pensado hacerlo cuando se negaba a convertirme. Pensé en pedirle que lo hiciera por mí, por Esme y Carlisle, por Nessie.

Pero no lo hice.

Yo misma me había puesto en peligro en unas cuantas ocasiones intentando proteger a los míos y sabía positivamente que lo haría con los ojos cerrados, una vez más, si la circunstancia lo requería. Pero permitir que alguien a quien amas lo haga sin impedirlo resultaba horrible.

Esperaría a que se levantara y se lo pondría fácil, aunque ello me partiera en dos. Ella era mi amiga, mi hermana e intentaría que sufriera lo mínimo.

Se removió en la cama y parpadeó antes de enfocarme.

- Buenos días - le dije a pesar de que el sol aún no había salido. Me desplacé por la habitación y la abracé igual que hacía cada mañana cuando Nessie se despertaba. Los ojos empezaron a escocerme mientras mantenía la respiración para que no se convirtiera en sollozos.

8 comentarios:

  1. awwwwwwwwwww ke duro
    pobre seth
    no entiendo la decicion de ella
    ke mal ke actuo asi no me parece

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  2. pobre d seth.. yo en su lugar no haría éso ni loca.. tan lindo que es el con ella.. que mal por el chico

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  3. Muy BUENO el capitulo..me dejaste sin palabras...

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  4. HAY NO ASHHH NO ENTIENDO POR Q ISH LASTIMA TANTO A SETH... POBRESITO DE EL.............
    ESPERO Q SUBAS RAPIDO EL OTRO KAP

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  5. DEspues de dos capitulos, he de decir que me parece muy fuerte que dejes así al pobre Seth!!! Que lo sepas, muy fuerte!!!

    EStá genial, al final me leí los dos juntitos...:)

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  6. podre de seth, tan bello ese niño, ish tiene sus razones aunque un poco erroneas pero bueh...

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  7. haaaaaaa
    llore :(
    espero con ansias el siguiente

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