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martes, 11 de enero de 2011

Capítulo 27.- COMO UNA NEÓFITA (Capítulo completo)

Pasé a la habitación que de nuevo había adquirido el aspecto de una sala de hospital; incluso habían retirado algunas estanterías para hacerla más espaciosa. En el centro, de nuevo, una camilla, aunque, esta vez, mucho más ancha y a uno de los lados, una repisa sobre la que descansaba una bandeja con jeringas y unos cuantos botecitos de cristal con líquido transparente en su interior.

Estaba claro que la profecía de Alice pesaba más de lo que admitían abiertamente. Aquella noche cuando regresamos de casa de mi padre, la familia nos esperaba. La decisión de Edward al aceptar ser quien mordiera a Ish había desencadenado una visión premonitoria que no era nada halagüeña. A pesar de que era muy difusa, pues en ella intervenía Ish, Alice había llegado a la conclusión de que algo funesto ocurriría. En ella vio a Edward literalmente destrozado después de morderla, con un enorme sentimiento de pena y culpa. Evidentemente, no había tenido acceso a la parte que correspondía a la decani, pero Alice insistía que aquello ya era suficientemente revelador como para interpretar el final. Aún así y contra todo pronóstico, el plan seguía en marcha.

Le insistí durante toda la noche sin conseguir nada. Me explicó lo difuso de la visión de su hermana y que Eleazar y Carlisle estarían allí. Pero el desaliento ya había hecho mella en mí y, según se acercaba el momento, mi estado de ánimo se acercaba peligrosamente a la histeria.
Poco a poco, empezaron a entrar los demás.

El primero fue Jasper, que se colocó directamente en un extremo de la camilla, ahí donde Carlisle iba a necesitarle. Tras él entraron los componentes del clan de Tanya – la única de su grupo que había votado a favor de Alice- y pasaron hasta el fondo. Después pasó Edward, que me dedicó una larga mirada antes de acercarse. Esbozó, sin alegría, la sonrisa torcida que tanto me gustaba y escondí mi rostro en su pecho.

- Todo va a salir bien – me prometió mientras me abrazaba. No percibí ninguna nota de duda en su voz. Siempre había sido un buen actor.

Sentí a Carlisle repasando por enésima vez el material. Una chispa de ira prendió dentro de mí. Si no iba a ocurrir nada, ¿para qué demonios habían preparado todo aquello? En seguida noté una calma artificial dentro de mí y levanté mi cabeza para mirar a Jasper, que me observaba fijamente. Hice un mohín pero permití que templara mis nervios. Edward empujó con un par de dedos mi barbilla y cuando levanté el rostro me encontré con el suyo. Me besó dulcemente, mientras tomaba mi mano y la acercaba a su mejilla. Esperé encontrar algún signo de ansiedad en su beso pero sólo hubo amor. Él realmente confiaba en que saldría bien.

Se colocó al lado de Carlisle, junto con Eleazar y repasaron de nuevo todo.

Seth se acercó hasta mí y me perdí entre sus enormes brazos.

- No va a ocurrir nada, Bella. Eleazar le ha explicado lo suficiente como para superar esto sobradamente.

¿No tendría que ser yo quien intentara reconfortarle? Al fin y al cabo, en apenas unos minutos podría perder a la persona que más quería en este mundo y sin la cual su vida no tendría sentido.

Saldrá bien, me dije a mí misma.

Emmett y Rosalie entraron también y se colocaron junto a Tania. Emmett apoyaba a su hermano, mientras que Rosalie estaba del lado de Alice. Después pasó ésta y detrás Ish junto con Esme.

Ya estábamos todos allí, el momento se acercaba.

Percibí cómo Edward y Alice se miraron intensamente durante un momento hasta que el semblante de Edward se tornó duro.

- Ya está decidido. Lo siento, Alice – dijo en un tono contrariado.

- “Y si no me creéis, me es igual. ¿Qué importa? Lo que ha de ser llegará. Y tú, estando presente, pronto me dirás, lleno de lástima que soy una adivina demasiado verídica”– la voz de Alice se volvió lejana.

- No te pongas demasiado trágica, Casandra – musitó Garret.

Alice frunció el ceño y se apoyó contra la pared entre Tanya y Rosalie.

Ish y Seth se acercaron y se fundieron en un sincero abrazo. Cuando les veía así, el lejano recuerdo de mí misma buscando la paz en los brazos de mi Jacob volvía mi mente. Sospeché que ella sentiría algo parecido, salvo porque para ellos esos abrazos significasen algo más.
Noté cómo Ish hundía su nariz en el pecho del muchacho y aspiraba su aroma. No se dijeron nada. Ya se habrían dicho lo necesario. Ahora sólo quedaba tiempo para ese último abrazo. Nadie se movió ni hizo ruido, intentando darles un momento de intimidad. Finalmente ella se alejó y se sentó en la camilla.

Se tumbó dejando espacio en el lado derecho y Jasper se colocó en la cabecera. Debía permitir que Jasper le influyera, Eleazar pensaba que eso ayudaría a controlar aquel extraño concepto del “equilibrio de la sangre”.

Edward subió con un grácil salto a la camilla, dispuesto a acabar esto cuanto antes. Se apoyó sobre las rodillas, colocando sus manos a ambos lados de la cabeza de Ish, y se acercó, dejando sus rostros a apenas diez centímetros.

- No dejes que las voces te vuelvan loca – le dijo dedicándole una sonrisa.

- Creo que no me preocupa demasiado lo que piensen de mí – contestó con una risa nerviosa.

Se miraron por un segundo y sus rostros se volvieron duros. Finalmente, Edward se inclinó, titubeando, para encajar sus bocas.

Su mandíbula hizo un movimiento seco cuando la mordió y el cuerpo de Ish se tensó en ese mismo instante. Él empezó a mover su boca lenta y suavemente. Entonces ella también le mordió. Observé cómo ambos tragaban el uno del otro. Los segundos me empezaron a parecer interminables, a pesar de que de momento todo iba bien.

Entonces las manos de Ish empezaron a luchar. La ponzoña estaría empezando a invadir su sistema circulatorio. Su cuerpo se encorvaba intentando quitarse de encima a Edward, que succionaba su vida cada vez con más ansia. Intentó revolverse y él dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre ella, sujetando con ambas manos su cabeza.

Ella no cesó en su intento por liberarse. Ya no bebía y de su garganta llegaba el sonido ahogado de un gemido. Su respiración empezó a volverse irregular y fue cediendo al cansancio. Noté el cuerpo envarado de Seth a mi lado y busqué su mano para reconfortarle.

Ya quedaba muy poco y todo iba bien.

Percibí cómo la silueta de Ish se convulsionaba, dentro de poco su corazón dejaría de latir.
Entonces Eleazar y Carlisle se inclinaron sobre Edward para que la soltara. Le llevó unos segundos reaccionar y apartó su rostro de ella con los labios teñidos del mismo rojo intenso que teñía ahora sus pupilas. Pero no se movió más, dejando sus cuerpos pegados. Ella inhaló por última vez mientras le miraba fijamente.

Entonces de su garganta surgió un agudo y desgarrador chillido. Edward se encogió de dolor sobre ella mientras se llevaba las manos a la sien.

- ¡Quitádselo de encima! – urgió Jasper mientras intentaba agarrar el cuerpo convulso de Ish.
Seth se abalanzó sobre Edward y lo tomó en brazos, depositándolo en el sofá blanco del otro lado de la habitación. Corrí a atenderle mientras Ish no cesaba de chillar histérica. Eleazar y Garret quisieron sujetarle en el sofá pero Edward cayó al suelo sin soltarse en ningún momento las sienes.

Busqué con la vista a Alice, que estaba paralizada, pegada a la pared.

- ¿Qué está pasando?- oí la voz de Emmet gritando por encima de las voces de los demás, mientras se agachaba a nuestro lado y Rosalie iba con Ish. La decani se revolvía causándose heridas. Ahora tenía la fuerza de una neófita, pero la mayor parte de su cuerpo conservaba la fragilidad de los humanos.

- ¡Para! – gritó Ish desde la camilla.

- ¿Quién? ¿Cómo? – vociferó Rosalie en tono rudo.

- ¡Eleazar! – creí chillar pero mi voz se perdió en el jaleo. Todos hablaban demasiado alto y rápido.

Edward se retorcía en el suelo, apretando fuertemente los dientes. Garret y Eleazar le agarraban por los hombros y Emmett le tenía cogido de los tobillos.

- Edward, Edward – intenté apartar las manos de su frente. Necesitaba que me escuchara, tenía que calmarse –. ¡Traed sangre, haced algo! – rogué fuera de mí.

Pero todo el mundo estaba demasiado ocupado.

- Alice – sollocé. Ni siquiera pudo contestarme, sólo abrió la boca mientras me miraba horrorizada.

- No puedo – oí la voz susurrante de Edward y le miré atónita. Sin dejar de ejercer demasiada fuerza sobre su piel, abrió lentamente los ojos y se giró para mirar de perfil.

- ¿Qué? ¿Qué, Edward? ¡Dime! – le rogué con la voz completamente ahogada por la angustia.

- ¡Para! – continuaba chillando Ish.

- ¿El qué? Ish, ¿qué necesitas? Dímelo – la voz mortificada de Seth solapaba los gritos de la decani –. ¡Carlisle, haz algo! – le suplicó.

- ¡Haced que pare! ¡Por Dios, para! – un agudo lamento salió de su pecho y me atravesó el alma.

- Es Edward – miré a Jasper estupefacta y vi el rostro desfigurado de Ish mirando en línea recta a los ojos de mi marido, a pesar de tener varias personas rompiendo el contacto visual.

- No puedo – volvió a susurrar y noté cómo mi voluntad se encogía.

- Deben de estar unidos – imaginé que Eleazar debía de estar hablando con Carlisle pues fue éste quien le contestó.

- ¿Qué hacemos?

Fue Alice quien reaccionó. Tomó a Jasper de la mano y lo trajo a mi lado.

- Céntrate en él –le ordenó.

El efecto fue inmediato. Edward empezó a relajarse al mismo tiempo que Ish dejaba de luchar. Su cara empezó a perder aquella expresión mortificada y sus facciones comenzaron a suavizarse, pero sin desviar aquellos ojos escarlatas de ella. La habitación entera pareció relajarse. Me volví para ver cómo ella le devolvía la mirada con unos ojos enrojecidos por el llanto y que perdían la fuerza, desviándose por un segundo para mirar al muchacho que sostenía sus manos; unos ojos que se cerraron después de exhalar el último hálito de vida.

Las rodillas de Seth se doblaron y cayeron pesadas sobre el suelo.

Un silencio abrumador dominó la estancia, sólo roto por los potentes latidos del licántropo y algún sollozo de Esme.

Me volví esperando ver los ojos de mi marido, pero también los tenía cerrados.

Parecía extrañamente tranquilo, todos sus músculos estaban relajados, blandos. No se movía y su semblante me recordó más que nunca el de un ángel tallado en piedra, una estatua inmutable.

Me percaté de cómo Jasper y Alice se intercambiaron sendas miradas y en los ojos de Alice percibí el miedo en la más amplia de sus acepciones.

Observé de nuevo el rostro inmóvil de mi marido. Sus labios, aún manchados de la sangre de Ish, eran la única prueba de que algo había ocurrido. Ya no había ningún tormento que desfigurara su precioso rostro níveo.

Y entonces fui consciente del inmenso miedo que se había apoderado de mí. Fue como sentir la onda expansiva de una bomba atómica, pues todos mis músculos, mis venas, mis huesos desaparecieron y sólo quedó el vacío. Una grieta abierta en el suelo por la que sentía que caía irremediablemente hacia el abismo más oscuro de todos, un abismo sin él.

- Jasper – oí mi voz amortiguada e hice un esfuerzo para girar los tres centímetros que necesitaba para ver su rostro. Él no me devolvió la mirada, seguía teniendo sus ojos fijos en los de Alice, llenos de confusión.

- ¿Jasper? – la voz de Carlisle sonó muy lejana.

Titubeó antes de mirarle a él y cogió un poco de aire para hablar.

- No le siento - susurró.

¿Cómo? ¿Cómo que no le sentía? Le tenía ahí mismo. Me aferré con fuerza a esa parte de mi mente que aún se formulaba preguntas. Esa debía ser la parte consciente. Debía permanecer en ella todo el tiempo posible, al menos hasta que Edward volviera.

Jasper no le sentía y Eleazar había dicho que estaban unidos y ella estaba…

Literalmente mi cuerpo se desplomó en el suelo y mi cara quedó pegada a la suya. Me pareció oír a Alice llamarme, pero lo único que me mantenía allí era la perfecta piel que tenía a un par de centímetros de mí. Su olor me llegaba en pequeñas oleadas, templando mis pulmones. Inhalé y sentí dentro de mí su dulce fragancia. Si yo era la razón por la que él existía, él encontraría el modo de volver a mí. Levanté mi mano y toqué su rostro.

- Esto no puede matarle – el eco de la voz de Eleazar rebotó en mi mente y no estaba segura de si lo había oído o lo estaba soñando.

¿Y si no mataba su cuerpo inmortal pero su mente quedaba unida a la de una persona que no despertase?

Mi oído rastreó la habitación hasta dar con el ritmo que buscaba. Las precisas manecillas del reloj de Carlisle y mis embotados sentidos se fueron despertando con cada cadencia del rítmico mecanismo.

Un par de minutos.
Así se suponía que debía ser. Ella volvería en un par de minutos.

Los músculos de mis brazos se movieron por voluntad propia hasta que estuve incorporada. Pero desde esa perspectiva no podía ver a Carlisle. Me levanté sin mucha confianza en mis rodillas y noté las suaves manos de Alice manteniendo mi peso mientras me tomaba por la cintura.

Lo primero que vi fue el semblante inerte de Ish. Las manos de Seth sobre ella temblaban inseguras, buscando señales de vida, limpiando su rostro de sangre y sudor, apartándole delicadamente el pelo. Comprendí que caía en su propio pozo sin luz.

- Ish, venga, cielo, te estamos esperando. Vuelve, vuelve – y su voz se apagó en un sollozo.

Esperamos e intenté contar los segundos. Sin poder llorar, sin poder hacer nada.

Cuando el cuerpo no te responde, cuando tu voluntad te abandona, ¿se puede chillar? ¿Quedaba en mí un atisbo de fuerza que me permitiera arrancar la última de mis energías y derrocharla en un grito fiel a mi frustración?

- Tres minutos – la frase de Carlisle produjo en mi cuerpo una reacción en cadena. Primero, fue mi mente la que se aguzó. Después, mis músculos se tensaron y por último, mi corazón se encogió.

Carlisle tomó una de las jeringuillas de la bandeja y le insertó una aguja, clavándola en uno de los pequeños botes de cristal. Bajó la cremallera de la sudadera de Ish y palpó con los dedos sobre el lado izquierdo. Introdujo la aguja unos cuantos centímetros e inyectó dentro el líquido.
La respiración de Seth empezó a acelerarse y percibí cómo su espalda empezaba a sufrir pequeñas sacudidas.

Entonces oí un pequeño chasquido. Emmett se puso a su lado y soltó sus manos de las de Ish. Probablemente, el quileute le habría roto algún hueso.

- Volverá. Carlisle la traerá de vuelta – le prometió cogiéndole el rostro para que le mirara a los ojos.

- Cuatro minutos – Carlisle empezó a hacerle un masaje cardíaco –. Kate, prepárate.

La vampira se acercó a la camilla y posó su mano en el mismo lugar en que Carlisle le había pinchado. Una leve convulsión levantó el cuerpo de Ish un centímetro de la camilla.

Nada.

- Hazlo de nuevo – insistió Carlisle y por primera vez noté cómo la angustia se adueñaba de su voz.

La vampira lo repitió y esta vez se pudo escuchar el zumbido de la energía al pasar a través de ella. Ish se arqueó más pero tampoco nada.

- Cuatro minutos y medio. Prueba otra vez – le urgió.

- Si le descargo más energía, no le quedará nada que pueda latir. La voy a freír.



- Prueba con él – Garret seguía a mi espalda.

Kate saltó hasta nosotros y no se molestó en buscar el corazón de Edward. Le tomó del antebrazo y le disparó tal descarga que el cuerpo de Edward se encogió por la energía. Asombrosamente oí un golpe amortiguado en la camilla. Un nuevo zumbido y el cuerpo de mi marido se volvió a doblar, pero esta vez busqué a Ish. Su espalda se curvó por completó, para caer pesadamente cuando Kate dejó de emitir la descarga.

Entonces ocurrió.

Un débil sonido salió de su cuerpo. Su corazón había latido una vez. Y un poco más tarde otra. Su boca se abrió ansiosamente y cogió una gran bocanada de aire. Poco a poco los latidos empezaron a ser rítmicos.

- Está de vuelta – anunció Carlisle.

Seth se subió a la camilla mientras Esme les tapaba. Ish se convulsionaba fuertemente por el frío, mientras su corazón se aceleraba con fuerza.



Y mi luz volvió a mí.



Cuando me incliné hacia él, sus párpados empezaban a abrirse. Aquellos iris en un brillante tono escarlata aparecieron detrás de sus pestañas oscuras. Su rostro empezó a gesticular y sus manos buscaron mi cara.

- ¿Estás bien? – me preguntó y su voz salió sorprendentemente clara.

Titubeé meneando la cabeza, sin saber qué contestar, incrédula.

¿Me preguntaba a mí cómo estaba?

Sin querer, una sonrisa nerviosa ocupó mis labios mientras observaba cómo su perfecto rostro mostraba una gama de emociones distintas hasta quedarse con una seria y abatida.

- ¿Qué ha pasado? – conseguí pronunciar finalmente.

Noté cómo sus músculos se tensaban y cerró los ojos con fuerza mientras terminaba de ponerse en pie. Cuando los abrió vi tal dolor en ellos que nuevamente me sentí desalentada.
Tomó mi mano y anduvo los pocos pasos que nos separaban de la camilla. Seth abrazaba desde la espalda a Ish, que tenía un gesto ausente. Sus ojos apagados miraban a la nada y parecía ajena a cuanto le rodeaba.

Edward se acuclilló y buscó en sus ojos hasta que ella le enfocó.

- Lo siento – le susurró y ella rompió a llorar de manera desconsolada. Se encogió de dolor y se abrazó fuertemente el pecho entre sollozos y gemidos, completamente indiferente a las dulces palabras de Seth, que terminó por guardar silencio.

Edward le besó la frente y se incorporó.



- Cuando la mordí, pude ver sus recuerdos - habló más para sí que para el resto de los que estábamos allí – y ella los vio a través de mí – frunció el ceño y siguió con la voz algo apagada-. Cuando los vampiros fueron a por ella, ellos… - hizo ademán de mirarla pero en el último instante se arrepintió-. Ellos masacraron a su familia. A todos; delante suyo.




Anduvimos hasta la cabaña sin pronunciar palabra.

Nos tumbamos en la cama y permanecimos abrazados, sin movernos, sin hablar, sólo el uno con el otro hasta que amaneció. Estudié aquellos ojos nuevos que no eran si no los de siempre con un tono distinto, pero mi Edward estaba al otro lado y, según la predicción de su hermana, también él tendría un tono distinto por un tiempo.

- Yo tampoco hubiese querido volver – musitó al fin cuando despuntaron los primeros rayos del sol.

Esperé a que continuara. Entendí que aquello era algo que necesitaba sacar fuera.

- Si hubiese sido testigo de algo malo que os ocurriera a ti, a la niña o al resto de la familia… – su gesto se contrajo en una mueca desesperada y cogí su rostro entre mis manos y le besé delicadamente en los labios mientras me pegaba más a él.

- Yo también hubiese querido morir, no regresar – continuó –. Lo único que nos trajo de vuelta a los dos fue la promesa que te hice, Bella. Te prometí que nunca te dejaría de nuevo.

Supe inmediatamente que jamás en toda mi existencia sería más feliz por aquella promesa y una vez más me perdí en la profundidad de sus ojos y en la seguridad de sus brazos.

9 comentarios:

  1. que suspenso estuvo genial, me dejaste boquiabierta, espero el proximo capitulo con ansias

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  2. naguara!! chiks no lo puedo creer staba ksi q lloraba x la angustia d q edward muriera... q capitulo mas gnial.... m djast sin aliento.. estuvo fenomenal

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  3. wow por un momento crei ke edward habia muerto y llore dios rakel tu historia esta genial me encanta cuando publicas de nuevo????????

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  4. Es un capitulo muy conmovedor creanme llore fue genial ya quiero leer el proximo capitulo.
    geniall

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  5. uffff, vaya capitulo. Siento el retraso.

    Está genial, mmm, pero me gustó otro capi más que este.... .... besitos.

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  6. sniff...
    es de linda la ultima parte!!!!
    n.n
    sniff...

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  7. AHHHH..... ME DEJASTE ATONITA...POR DIOS CASITO LLORO... ME ESTABA EMPEZANDO A DESESPERAR............PERO DEFINITIVAMENTE GRACIAS POR ESKRIBIR TAN BIEN Y PRESENTARNOS ESTAS HISTORIAS TAN WOWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW (TOS) Q PENA ENTRETENIDAS...JAJAJAJAJA...DE VERDAD SIGUE ASI.

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  8. un capitulo genial
    estaba km dice el resto q me ponia a llorar jeje
    un gran abrazo para todas
    espero el proximo capitulo
    x mientras sigo con la saga de los oscuros ;)

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  9. casi llore ,me estaba muriendo de dolor al ver que Edward se estaba muriendo!!!!!!!!!

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