-- -- -- Sol-Naciente: Capítulo 28.- BIENVENIDA (2ª y última parte)

miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo 28.- BIENVENIDA (2ª y última parte)

En seguida noté cómo su cuerpo tiritaba de nuevo, así que permití que Seth la cobijara entre sus brazos. Cuando el salón volvió a tener su aspecto habitual, ella volvió a esconderse entre un par de tupidas mantas y entre sus dos estufas lupinas preferidas. De su expresión no se habían borrado las señas de intenso dolor, pero al menos ella estaba entre nosotros. Su mente estaba en el presente, en el ahora.

- Necesito comer – murmuró asomando la cara de entre las mantas. Tenía las mejillas sonrosadas, probablemente por el calor.

Enseguida Esme y Rosalie se deslizaron a la cocina y en un breve lapso de tiempo volvían con un bol lleno de fruta troceada.

- Edward – musitó antes de meterse el primer trozo de manzana a la boca.

Pero él no dijo nada. Se limitó a ladear la cabeza.

- No – le contestó ella.

- Bien, ¿te importa si lo hago en voz alta? – le preguntó con profunda y agradable voz.

Ella consintió con un rápido movimiento de cabeza, mientras seguía comiendo con algo más de apetito.

- Tu nombre real es Nuria Medina. Hiciste los diecisiete años el pasado cuatro de agosto. Siempre has vivido en Madrid, donde naciste. Estuviste en varias casas de acogida hasta que te adoptó tu familia, cuando tenías nueve años. Acababas de terminar el último curso del instituto y trabajabas en el aeropuerto de Barajas. Tenías pensado hacer un viaje. Querías visitar varios países el próximo año. Después, decidirías si querías ir a la universidad.

- Gracias- le interrumpió con la voz quebrada mientras se cobijaba bajo el brazo de Seth.

Edward se calló y su gesto mudó en una expresión escéptica.

- Ish, ¿no me oyes? -le preguntó Eleazar

Ish frunció el ceño estudiando la cara escéptica del vampiro antes de volver a fijar su mirada en Edward.

-¡Vaya! – susurró éste con un deje de sorpresa –. Creo que mi habilidad funciona de un modo distinto en ella.


Cuando llegó la noche, las pesadillas con los nombres de su familia anterior volvieron e incluso se intensificaron. Pero la peor de todas fue casi al alba, cuando los primeros rayos del sol iluminaban tenuemente las nubes que cubrían aquel cielo del que caían intermitentemente ligeros copos de nieve.
En aquella pesadilla los nombres fueron otros.
Esta vez dijo los nuestros.

No volvió a quedarse dormida, a pesar de que apenas había conseguido descansar un par de horas seguidas. De todos modos, se suponía que ahora era como una neófita, así que a nadie le pareció mal.

Aquella mañana rehusó ir a casa de los Clearwater y permití que Alice organizara una tranquila reunión de chicas en la cabaña. Seth la dejó allí antes de marcharse.

Alice, Rosalie y mi hija habían ido de caza antes de venir.

- ¿Tienes hambre? – le pregunté mientras sacaba de la bolsa que Seth había dejado en la entrada la fruta que habían traído.

- Sí, gracias – le tendí una manzana que aceptó y de nuevo me dedicó esa sonrisa complaciente.

Se paseó por el salón, revisando la colección de libros de Edward y mía mientras yo retiraba a un lado la mesa baja y disponía algunas sillas alrededor del sofá.

- ¿Cuál es tu favorito? – me preguntó en tono casual.

Pensé por un momento mientras terminaba de darle el último vistazo a la habitación.

- Varios, no sabría decirte sólo uno – me mordí el labio observando cuál de mis raídos libros era el que más me gustaba.

- Es fácil estar contigo – me soltó sin darse la vuelta y no pude entender el sentido de aquello.

- ¿Por qué lo dices? – le pregunté después de un rato.

Se limitó a encogerse de hombros mientras le daba el último bocado a la manzana.

Se acercó hasta una de las baldas de la pared y de allí tomó la fotografía que Charlie y Sue me habían regalado por Navidad. La observó por un instante y la volvió a dejar en su sitio.

- Cuando os marchéis, ¿no echarás de menos todo esto? – me preguntó y un tono de melancolía se filtró en su voz.

- Mucho – musité en voz alta pero mi mente pensó << demasiado>>.

Repasé la lista de cosas que había decidido llevarme: la pulsera, la foto, algunas de mis cosas de humana, mi regalo de cumpleaños y poco más. Lo demás era reemplazable.

Y entonces me di cuenta de que inconscientemente desde que Carlisle insinuara nuestra marcha había estado grabando a fuego cada una de las imágenes de mi vida cotidiana: cada rincón de mi pequeña cabaña, las texturas de la vegetación y la tierra de aquellos bosques, los surcos que las arrugas provocaban en la cara de mi padre, su olor a hogar…

Hacía meses Edward había conseguido convencerle de tener su propia cuenta de correo electrónico. ¿Cuánto tiempo llevaría mi marido preparando nuestra marcha? Él era más consciente que yo de la necesidad de marcharnos, sobre todo con el problema que estaban teniendo en la reserva con los muchachos.

- Imagino que debes pensar que soy una idiota, por no querer convertirme. Eleazar piensa que así, Aro perdería el posible interés que siente por mí - me contempló después de soltar aquello lo más rápido que pudo.

- No – le contesté de corazón.

Me senté a su lado y comprobé en su mirada que tenía más cosas que decir, así que esperé. Entendí lo difícil que debía resultarle aquello, pues su ceño se frunció de frustración, como si no encontrara las palabras adecuadas que expresaran lo que le rondaba en la cabeza.

- Lo normal es que la gente no elija este modo de existencia. Se podría decir que yo soy una excepción – le dije para intentar relajarla.

- Verás, no soy capaz de recordar una sola imagen de mi vida anterior, salvo…- tragó saliva y se frotó las sienes fuertemente con ambas manos como si quisiera sacarse de la mente aquel recuerdo –. Soy una perfecta desconocida para mí misma, pero tengo claro que no quiero convertirme en ellos.

- Tú nunca serías uno de ellos – le aseguré alzando mi voz que sonó tajante –. Yo también tuve miedo de que eso me pasara, pero sabía que Edward jamás me hubiese permitido hacer algo de lo que luego pudiera arrepentirme. Ish, pase lo que pase, debes entender, y esto es muy importante - añadí reforzando la inflexión de mi voz –, que siempre estaremos ahí, mientras tú quieras. Aunque te alejes o desaparezcas por una temporada, todos nosotros siempre seremos tu familia.

- ¿Lo prometes? – me susurró mientras se secaba las lágrimas antes de que salieran de sus ojos enrojecidos.

- Siempre – le aseguré.

- Gracias – musitó mientras se abrazaba las piernas y tuve la sensación de que, si no conseguía prolongar la conversación, se sumiría de nuevo en uno de sus trances.

- ¿Has pensado dónde iréis? – alzó el rostro y me contempló mientras intentaba comprender mi pregunta.

- Me refiero a Seth y a ti. Bueno, se supone que no deberíais decírselo a nadie, pero yo… ¿no estará escuchando Edward? – parpadeó confusa y luego negó con la cabeza.

Su don efectivamente funcionaba del todo en modo diferente. Podía escuchar los pensamientos de las personas pero sólo si se concentraba en ello. Para Edward seguía siendo imposible escucharla, si ella lo bloqueaba, pero cuando se lo permitía eran capaces de mantener conversaciones.

- No, esto es cosa nuestra.

Al cabo de un rato, llegaron el resto de las mujeres de la familia. Esme trajo más comida y extrañamente esta vez Ish sí que dio buena cuenta de ella. La velada transcurrió entre anécdotas inverosímiles de la familia a través de los años. Ish simuló estar más animada pero aquella ligera felicidad fingida no llegó a su mirada que de vez en cuando se perdía y la sumía de nuevo en aquella apenada melancolía. Cuando la noche llegó, trajo consigo las pesadillas y una vez más, a quienes perdía en la matanza era a nosotros.

5 comentarios:

  1. Hola amore, primer? bueno me encantó, eso sí, me da cosa que se vayan a ir, yo quiero lucha con los vulturi. jooo!!!

    Nuria y de madrid!!! jajajaja, me mola.

    Sigue pronto.... mil kisss

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  2. ESPECTACULAR¡¡¡¡¡

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  3. AHHH POBR ISH..DEBE SER MUY DURO PARA ELLA LLEVAR TODA ESTA SITUACION.........
    ME ENKANTA SIGUE ASI

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  4. xq ahora soñara con los cullen? sera q es un tipo de vision o algo parecido? muy extraño pero interesant

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