Capítulo 2.- EL COMPROMISO. (1ª parte)

     Al cabo de unos minutos, apareció ante nosotros el gran claro abierto en medio del bosque.

     No pude evitar quedarme con la boca abierta. Habían dispuesto tres mesas contiguas longitudinalmente. Estaban engalanadas con manteles de tela en un tono berenjena y encima había varias vajillas y cristalerías de distintos colores y motivos, toda clase de copas de agua y vasos bajos con relieves vegetales, deformando sus contornos en un precioso color miel. El resto de la vajilla era de porcelana blanca con ribetes geométricos de color añil. Pequeños centros de calas blancas y azuladas, con  vistosos tallos y hojas verdes, estaban dispuestos a lo largo de las tres mesas. Alice se estaba dedicando a colocarlos cuando se giró al advertir nuestra presencia. Estaba radiante.

     -Alice, te has superado -el final de mi frase quedó ahogado por el ensordecedor sonido proveniente del equipo de música que estaba terminando de instalar Emmett.

     Quil y Embry se pusieron a chillar al ritmo del estribillo de la canción que sonaba. No pude reconocer el tema. Imaginé que sería el último éxito de las emisoras de radio juveniles. Demasiado ruidoso para mi gusto. De repente, me sentí mayor y fuera de onda. Emmett cambió de emisora. La nueva canción sí me sonaba y fui yo quien se puso a canturrear.

     -¿Más animada?

     Me encogí de hombros

     –Es inevitable. Ver a todo el mundo de tan buen humor es contagioso –Edward me sonrió sinceramente. Dejé que la canción envolviera mi mente.

     <<Escápate conmigo en la noche y te escribiré una canción. Deseo caminar contigo en un día nublado, por los campos donde las doradas espigas crecen y donde no intentas escapar de mí. Escápate conmigo y nos besaremos sobre la cima de una montaña, huye conmigo y nunca dejaré de amarte. Lo que yo quiero es despertar con el sonido de la lluvia sobre el tejado mientras estoy a salvo en tus brazos, es lo único que te pido, huye conmigo.>>

     -Huye conmigo en la noche -la deliciosa voz de Edward le confería a la canción un matiz completamente diferente, la enaltecía hasta conseguir que mi cuerpo se estremeciera por completo. O quizá el motivo era lo delicioso de su aroma, que me llegaba desde la espalda. Dejó descansar su barbilla en mi hombro mientras me abrazaba la cintura y me mecía al relajado compás de la música. La canción dio sus últimos acordes. Noté cómo posaba sus cálidos labios debajo de mi mandíbula y los dejaba ahí pegados. Cerré los ojos e inhalé, dejando que su delicado perfume ocupara mis pulmones para retenerlo ahí por unos instantes y agradecí que no me resultara necesario respirar. Sus labios se contrajeron hasta formar una sonrisa.

     -Bella, Edward, ¿necesitáis un poco de intimidad? -la voz de Emmett sonaba alta y clara a través de los altavoces. Ahogó una carcajada tapando el micrófono con una de las manos. Le fulminé con la mirada y me hubiese puesto a chillarle allí mismo si no fuera porque ahora éramos el centro de todas las miradas. Noté cómo la ira invadía mi rostro y agradecí que mis mejillas ya no se pusieran coloradas.

     -No le hagas caso -Edward estaba sonriendo cuando me giré para mirarle y por un segundo recordé la sonrisa con su chiste de las escobas. Esto me hizo volver a sentirme nerviosa. Tenía la sensación de que aún había algún cabo sin atar y no era capaz de dar con cuál era. Edward se había percatado de mi cambio de humor y entornó los ojos esperando mi pregunta.

     -¿Plan B?

     -Sí y me temo que no van a tardar mucho en descartar el plan A -dijo en tono misterioso, esperando mi evidente réplica.

     -Plan A -no era una pregunta.

     -Que el autobús pudiera llegar hasta aquí por sus propios medios -me aclaró.

     Asentí despacio. Ahora no estaba segura de querer saber nada más.

     -Nada de escobas –aclaré.

     -Nada de escobas -repitió imitándome - Espera un segundo- dijo, mientras reprimía cada vez con menos éxito la sonrisa que empezaba a dibujársele en la cara -Emmett, Jacob está a punto de enviar a alguien a buscarte. El autobús está atrapado en una de las curvas.

     Me guiñó un ojo y pegó sus labios a mi oreja, ocultando su rostro en mi pelo.

     -Repite lo que te diga -empezó a susurrarme tan rápido que no entendí el sentido de la frase hasta que la hube pronunciado del todo.

     -Emmett, será mejor que te des prisa, si no quieres traer el autobús tú solo a pulso. ¿A pulso? -me giré para mirar incrédula a Edward, pero me agarró de la barbilla para que volviera a mirar a Emmett, que torcía el gesto en una mueca de fastidio.

     -¡Muy gracioso, hermanito! Sé que has sido tú.

     Rose le miraba iracunda.

     -Touché -añadió Edward con un tono pícaro en su voz.

     -¿A pulso? -no era mi voz la que enunciaba la pregunta, a pesar de que mi mente la formulaba al mismo tiempo. La voz de Rose desgarró el aire. Emmett se encogió de hombros y empezó a disculparse mientras se acercaba a ella. No presté mucha atención a lo que le decía.

     -¿A pulso? -mi voz sonó un par de octavas por encima de mi tono- Se supone que van…-las palabras se me atragantaron antes de terminar la frase- Pero, ¿en qué están pensando?-noté cómo el enfado empezaba a invadir todo mi cuerpo. Cerré los puños e intenté coger aire  -¡¡¡Prefería las escobas!!!

     -Os dije que no le iba a parecer buena idea -la musical vocecilla de Alice denotaba que había repetido esa frase más de una vez.

     -No es tan mala idea -Edward intentaba ahogar una carcajada y esto hizo que me enfadara aún más, a pesar de que me pareciera imposible-. Venga, Bella, estudiamos todas las posibilidades. Es imposible traer aquí a tanta gente de un modo…normal.